sábado, 2 de octubre de 2010

El Mar del Templo de Salomón

Habíamos visto en el anterior comentario, que el Templo del rey Salomón tenía una pila central que parecía hacer mención muy explícita al número “pi”. Un hecho que estuvimos discutiendo y comentando con nuestro amigo “el matemático”; pese a que aquel hombre de exactas no terminaba por convencerse de que realmente hubiera una relación entre p y “el mar del Templo de Salomón”.  Tanto fue así, que a los pocos meses regresó. Ya no venía a escuchar Tartessos en mi guitarra, ni siquiera se interesaba por las obras que estábamos componiendo y preparando para grabar en Japón. Volvía para discutir nuestras ideas sobre la existencia y la importancia sagrada de π , en la Antigüedad. Esta vez “se nos presentó” con un trabajo bajo el brazo, obra inédita aún, de dos autores licenciados en exactas. Un estudio que trataba sobre la Historia de esta ciencia entre los israelitas. Era un texto aún sin publicar, aunque me advirtió que pronto se presentaría en la Universidad Complutense y se editaría por la facultad de Ciencias exactas. Realmente, pude comprobar años mas tarde que así se había hecho y que el trabajo que mencionamos formaba parte de un libro llamado “Seminario de Historia de la matemática” (que salió a la luz hacia 1991, en Madrid). Pese a ello, las conclusiones a las que llegaba en este capítulo dedicado a Israel, muy poco nos gustaron, por lo que nos vamos a permitir no citar a los dos autores (ya que, de algún modo, los refutaremos).
Abrió nuestro amigo aquel trabajo aún inédito y señaló: -“Mira el capítulo V, se llama la Aritmética bíblica y comienza diciendo textualmente: Los israelitas, nunca tuvieron un especial interés en las matemáticas”-.
Lo leí con detenimiento, pués no daba crédito a lo que allí ponía y apostillé: -“Hombre, yo creía que era mas que evidente que un pueblo que usa uno de los calendarios mas complejos (como es, el lunisolar babilónico); con especial énfasis a determinadas cadencias calendáricas, que regulan sus fiestas y todos sus ritos; tanto como por la importancia que dan los judios a las fechas relacionadas con conjunciones planetarias…. Creo que con ello, es mas que evidente que los cálculos matemáticos debieron tener gran importancia en Israel. Pero; es que hay otros datos históricos que lo determinan, como son textos que enseñan que en Egipto, antes de ser esclavizados, parece que los judíos cumplen la función de escribas entre las dinastías Hicsas (con capital en Avaris). Y que igualmente en “el cautiverio” de Babilonia hay mención a israelitas actuando como destacados contables y de “funcionarios semi-eslavizados” que se dedicaban a “la hacienda” durante su estancia en Mesopotamia. Sin contar con todo el tema “filosófico judío” que relaciona la numerología y los planetas con la historia del propio pueblo, o con los textos antiguos que hablan de musica y de temperamentos en Israel; que relacionan la música sagrada o del templo con la religión (ya desde tiempos de Salomón)…”.
Se quedó parado y prosiguió:  -“De ´eso`, pues parece que no hay mucho ni tanto. Mira, mira y abrió el libro que traia para que yo leyera”-.  Allí, en esta obra preparada por dos autores (mujer y hombre) para presentarse en breve,  en la facultad de ciencias exactas ponía exactamente:
“El valor π era considerado 3 (Reyes, 7,23). La “Misna Eruvin” retiene este valor aproximado, pero la Misna-ha-Middot (Siglo II d.C.) estima 22/7. De todas formas, mi opinión personal es que a los judíos les importaba muy poco lo que valiera π”. Leí esta frase detenidamente y mi comentario fue:  -“¿No irán a publicar eso?. Es que no tiene ni pies ni cabeza. Si me hablas del pueblo ibero, en cuyo alfabeto no sabemos aún como contaban, ni hemos podido ver vestigios de cálculos matemáticos o calendáricos… Lo entiendo. Pero de los judíos que están llenos de referencias a medidas, fechas; a modos de vida relacionados con días determinados o mediciones … .Es mas, tienen un clarísimo sistema decimal, que escribían con su alefato desde finales del II milenio; cuando aún el alfabeto ni siquiera se había desarrollado en la Hélade ”-. Tristemente esa era soloo nuestra opinión, la de un “aficionado”; porque poco después lo publicaron tal como lo vimos y salió precisamente igual a como lo recogimos antes, en la página 319, de este Seminario de Historia de las Matemáticas (capítulo V)…
Me limité a intentar convencerle que aquello no estaba suficientemente documentado. Tanto era así que la propia cita del Libro de los Reyes, era incorrecta; pues no determinaba ni su número de libro. De tal manera, cogí la Biblia (en una buena traducción, como la Vulgata) y la abrí por la parte que hablaba de la construcción del Templo (Libro I de los Reyes, 7), donde decía:
“Construyó Salomón su casa en trece años, tras los cuales quedó totalmente acabada” (7,1). Narrándose como se hizo con cedros del Líbano con una planta y tamaño de cien codos, por cincuenta de ancho y treinta codos de alto (7,2). Luego, llamó Salomón al arquitecto del rey de Tiro, un hombre llamado Hiram, quien adorna y cubre el templo de objetos votivos y de metales preciosos. Construyendo y colocando en primer lugar las dos columnas del final del templo, que tenían 18 codos de altura, a las que rodeaba un hilo de 12 codos (7,15). Sobre estos situó dos capiteles de 5 codos cada uno de alto y a cada cual le labró decorando 7 redes trenzadas; llevando cada red dos series de granadas esculpidas (7,16-18).
“Hizo luego un mar de metal fundido, de diez codos de borde a borde; era perfectamente redondo, de diez codos de anchura y un hilo de treinta codos ceñíale alrededor. Por debajo del borde ordábale en torno coliquíntidas, diez por cada codo, dando la vuelta a todo el mar. Las dos hileras de coliquíntidas habian sido fundidas a la vez que el mar. Este descansaba sobre doce toros, de los que tres miraban a septentrión, tres a occidente, tres a medio dia y tres a oriente. El mar asentábase sobre ellos (…) Tenía el mar el grueso de un palmo y su borde semejaba al de una copa, a modo de flor de lirio; cabían el él dos mil batos” (I, Reyes, 7, 23-26). –antes de proseguir diremos que las coliquintidas son frutas redondas, semejantes a la calabaza y el “bato” es una medida judia de capacidad, correspondiente al “barril” de unos 37 a 38 litros modernos-.
Sigue este interesante capítulo que narra la construcción del Templo de Salomón, diciendo: “Fabricó diez basas de bronce, cada una de diez codos de longitud, cuatro de anchura y tres de altura” (7,27). Tanto como cuenta que en estas basas, colocó 10 aguamaniles, cuya capacidad de cada uno era 40 “batos”, pues medían “cuatro codos de dimensión “ (hemos de entender de cubicaje en este versículo 7,28). Cada una de estas pilas descansaban sobre esos basamentos y cada basa se situaba equidistante, cinco a cada lado del templo. Todo cuanto va recogiendo que se recubre de metales precisos en el lugar sagrado de Salomón,, fue expresamente creado y fundido por Hiram para ese rey (7,46).
Tras mostrar este interesante pasaje de La Biblia a nuestro amigo matemático, e indicarle que el anterior texto que traía y trataba sobre la matemática de los judios, estaba falto de documentación (a nuestro juicio tanto que incluso su cita era incompleta). Pasamos a demostrarle que las medidas y los números eran mas que importantes en El Antiguo Testamento. De modo tan importante para ellos, que estas del templo del rey Salomón, se volvían a recoger en Paralipómenos. De tal manera, abrimos el Libro II de Crónicas y le enseñamos una mención al templo de Salomón casi igual a la anterior, pero con otra redacción. En esta se daban otros tamaños (a veces), pero que en otras se correspondía plenamente la descripción, decoración y medidas con el anterior. En este segundo texto que narraba la creación del templo de Salomón, se hablaba explicitamente de que “el Codo usado era el Antiguo de Israel” (Paral. II, 3,3); algo que mostraba la importancia de “la medida” entre los judios desde al menos esta época (950 a.C.). Tanto como mencionaba un lugar sagrado para oficiar; el altar de bronce de 20 por 20 codos, recubierto de oro (Par.II; 3,8). Dos querubines cuyas alas abiertas median 20 codos, cubriendo de lado a lado el templo y las dos columnas de 35 codos cada al final del altar (3,15 y ss). Volviendo a mencionar el altar de 20 x 20 codos de área, por 10 codos de alto hecho en bronce (4,1). Finalmente regresa a la descripción del mar de diez codos de lado a lado, siendo casi exacto lo que aquí pone con lo que decía en Reyes, II, 7 (referente a tamaños, capacidad y decoración con un cordón; sostenida aquella gran pila sobre doce toros y con trescientas frutas decorando todo su perímetro) .
Tras enseñarle aquello, le hice reflexionar y le pregunté si no creía que estas medidas, ese número de codos asignado a cada parte del templo de Salomón, o a cada elemento decorativo, respondía a un “canon científico-religioso”. Si no opinaba que aquello podía tener un simbolismo, relacionado con la matemática y la astronomía. Un simbolismo sagrado, y un significado iniciático. Pero cuyo origen realmente estuviera entroncado con conocimientos de astronomía, de cálculo, y hasta de física. Se quedó pensativo… Solo dijo:  -“Sí… Pero es que tal y como me intentas demostrar las cosas en la Historia Antigua… Es que no hay pruebas; aquí lo único que se puede realmente afirmar es que El Antiguo Testamento recoge unas medidas sagradas. Pero de allí a determinar que estas pueden tener relación con la matemática y la matemática con la religión… Es que no hay pruebas”.
Solo pude contestarle:  -“Por suerte, la arqueología y la Historia Antigua no son ciencias que estudian la delincuencia, ni el crimen. Pues de haber sido así, el culpable casi siempre saldría libre y sin cargos, por falta de pruebas. Muy distintamente, en el ámbito judicial, se trabaja con hipótesis que entienden como pruebas fehacientes, algo tan sencillo como el móvil, o la falta de coartadas. De igual manera, las sospechas fundadas y los indicios suficientes, son motivos determinantes para que la policía y el juez investigue y determine la culpabilidad de aquel que comunmente apela a falta de pruebas y proclama su inocencia manifiesta... Pese a ello, nadie duda en la mayoría de los casos, de tomar como pruebas inculpatorias, los “indicios suficientes”, la falta de coherencia en declaraciones, o el no poder determinar qué hacía, donde y con quien estaba a la hora en que se cometió el crimen… Es verdad que ha habido errores judiciales; pero todos creemos en la justicia y salimos a la calle sin problemas, ni el menor temor a ser detenidos por lo que no hemos cometido….
Ahora bien, en la Historia (y sobre todo en la Historia Antigua), parece que hasta que no se demuestran los hechos con objetos o escritos que lo corroboren (cual certificados notariales), todo se pone en duda. Ello supone tal exigencia al historiador, como lo sería pedir al sistema judicial, que hasta que no se encuentre el cadáver o el arma del delito, no pueda ser juzgado un crimen… Verdad es que cuando esto ocurre (desaparecer una pistola o un cuerpo), se trata como un delito diferente; mas nunca se deja por ello en libertad al sospechoso de ser culpable. Pese a ello, en la arqueología hasta que no aparezca un documento que explique el teorema de Pitágoras por escrito, no se dirá que este teorema se conocía en un lugar y en una fecha -Aunque aquel lugar fuera donde estudió Pitágoras y esté repleto de pirámides....-. Algo que es altamente erróneo desde el punto de vista científico, porque si vemos que una cultura dominaba la triangulación; de tal manera que triangulaba anualmente todos sus campos para dividirlos y repartirlos en cada inundación (como hacían los egipcios desde el IV milenio a.C.). Resulta impensable creer que no dominasen el teorema que siglos después aprende Pitágoras en el templo de Luxor (donde se sabe que estudia ) y que recogieron sus discípulos helenos por escrito”.
Por cuanto decimos, vamos a intentar explicar qué pueden significar estas medidas del Templo del rey Salomón que tan destacadamente marca el Libro de Los Reyes y Paralipómenos. Pese a que siempre habrá quienes afirmen que aquellas nada prueban… Tanto es así que hemos visto dudar de que en Israel se conociera bien las fases de la Luna, mientras su calendario es de una complejidad especialísima, debiendo encajar las lunaciones de 29,53 dias, con el año solar de 365,2422. Usando para tal fin, un método alternativo lunisolar, nacido en Babilonia en el III milenio a.C., que incluye cada siete anualidades un mes mas lunar. Años de doce y treces meses, para completar el ciclo Saros, de diecinueve años solares, en los que Sol y Luna “coinciden” en una misma fecha; algo que ocurre cada 235 lunaciones, o, 6939,5 dias.... Pese a ello, quienes crearon el alefato, parece que fueron analfabetos (astronómicamente hablando...).
(continuará)

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