jueves, 21 de octubre de 2010

La resolución de la cuadratura para ingresar en el templo de Tebas

Para comprender cuanto explicamos, sobre matemáticas y mundo sagrado en La Antigüedad, vamos a imaginar “un caso real”. Por medio de un personaje que crearemos, para que este pueda narrarnos como era la vida y situaciones en las escuelas sacerdotales y de “ciencia mística” en el primer milenio a.C.. De tal manera, dejaremos a un judío llamado Joshua, que nos comente su vida e historia, en época de comienzos del “cautiverio” (relato que se fecha entre los años 585 y 525 a.C. -que se corresponden con los comprendidos entre el 3176 y el 3236 de la Era Judía-):

Me llamo Joshua, hijo de Mishel y nací poco tiempo después de que mis padres hubieran de huir de su ciudad, Jerusalén, destruida hace ya mas de sesenta años por las tropas de Nabucodonosor. La familia de mi padre era de rabinos y entre ellos, los mas destacados, trabajaron en el gran Templo de Jerusalén (fundado por Salomón). Lugar sagrado que fue arrasado por los babilonios cuando invadieron nuestra nación. Tras aquel terrible desastre, acaecido hace ya seis décadas, algunos de mis familiares salieron como pudieron, de nuestra “prometida tierra”, evitando la muerte y el cautiverio. Mis tíos maternos, que eran comerciantes, guardaban contactos y amistades entre los fenicios de Tiro; por lo que al enterarse de que iban a llegar las tropas del sátrapa de Mesopotamia, decidieron embarcarse hacia el Occidente, huyendo por mar hasta Cartago, Gadir y Tarshish (la que los helenos llaman, Tartessos). Mi padre, deseando acompañar a algunos rabinos del Gran Templo, tomó otro camino; ya que los principales sacerdotes consiguieron escapar gracias a las advertencias de Jeremías, el profeta. Huyeron antes de la razzia, con los pocos secretos y tesoros de Salomón que pudieron salvar del Templo. Cargando sobre sí mismos lo mas importante que pudieron empacar en las arcas sagradas; consiguiendo esconderlas en cuevas y montes. Todo ello, poco antes de que los babilonios aparecieran, destruyendo cualquier vestigio del pasado en nuestras tierras.

Los mas fieles de entre nosotros, quisieron llegar hasta las cercanías de Egipto, guardando los escritos y lo mas valioso de Jerusalén, para pedir luego asilo al faraón. Como os digo, llevaron sobre sus hombros por el desierto y durante semanas, los pocos objetos que pudieron salvar de Israel. Entre esos estaba el Arca de la Alianza y mi padre fue uno de los que la portó hasta tierras del Sinaí, salvándola de ser destruida, al enterrarla en las proximidades de aquel monte. Le acompañaba mi madre, que con nueve meses de gestación le siguió en su camino. Tras poner a salvo y esconder los tesoros que habían conseguido salvar del templo, cruzaron el Mar de los phoenikes (que en idioma heleno significa El Rojo); saliendo desde el puerto fundado por Salomón, para refugiarse definitivamente en Egipto. Dicen que al poco de llegar al Nilo, en la misma orilla de este rio sagrado, allí me parió mi madre. Aquello fue tenido por todos como una señal y por ello me llamaron José (Joshua) y mi familia se quedó a vivir en la ciudad de Sau (se refiere a la Sais greco-egipcia, capital del Reino Saita, junto a Memfis). Ello ocurrió en el año judío de 3176, mientras los pocos hebreos que lograron escapar de Babilonia, intentaban sobrevivir en tierras lejanas (-se refiere al nuestro de 585 a.C.-).

Mis progenitores vivieron entre los egipcios, quienes les acogieron bien, como huidos y enemigos de Nabucodonosor. Mi padre pudo salir adelante y trabajar con los comerciantes, gracias a sus conocimientos de contabilidad, idioma heleno y metales (que en el Templo había aprendido); pero nunca actuó mas como rabino, porque se había perdido la comunidad. Pese a ello, quiso educarme como sacerdote judío y me enseñó nuestra lengua, nuestra escritura e Historia, tanto como algunos de los secretos de matemática y astronomía del pueblo hebreo. Pude así estudiar los diferentes calendarios, pese a vivir regulado bajo el sencillo sistema de datación solar de Egipto. Por ello, me interesé en la astronomía y pude comparar los ciclos lunisolares judíos, con los solares faraónicos; e incluso llegué a estudiar otras formas de medir el tiempo (como la babilónica, que se enseñaba, en el templo de Neit de Sais). Mi interés por la astronomía y la matemática -que fuera cultivado de niño por mis padres-, me llevó a trabajar para los templos, entre comerciantes y  a encontrar clientela que solicitara mediciones en mercancías, grano y tierras. Pese a todo, en mi familia no hubo problemas, ni mucho hube de trabajar, ya que mi progenitor se embarcó en una gran empresa con la que se hizo un rico mercader; historia que a continuación os narro:

Comenzó y sucedió unos quince años después de haber nacido yo, cuando mis padres consiguieron de nuevo entablar contacto con parientes de Jerusalén, quienes habían huido también de nuestra tierra (salvando con ello, la vida y "el cautiverio"). Dos de los hermanos de mi madre habían llegado al extremo occidente, donde vivían del mercadeo; uno de ellos se había establecido en Gadir, mientras el menor, lo hizo entre Cnossos y Cartago. En ocasiones entablaban contacto con puertos de Fenicia y Egipto, al enviar mercancías y mi padre -en uno de sus viajes hasta Creta-, supo de ellos. A través de los fenicios, pudo enterarse de su paradero, llegando a comunicarse con ellos. Pues mi progenitor, actuaba como comerciante e intermediario de los egipcios, libiofenicios y lo helenos; ya que hablaba con fluidez sus lenguas. Traduciendo bien el griego, dominaba perfectamente el egipcio y el hebreo, que al ser tan cercano al fenicio, le permitió crecer en su prestigio ante gentes de Cartago. Estos libiofenicios, le contrataron para llegar hasta el mismo Occidente, como contable y traductor.

Se embarcó como intérprete y hombre de cuentas hasta Cartago, viajando al mismo Gadir; llegando hasta las puertas del reino de los metales (conocido como Tarshish por los israelitas, o Tartessos entre los helenos). En principio solo lo hizo con el deseo de encontrarse con sus parientes, a los que volvió a ver. Pero tan pronto como hasta ellos llegó, los hermanos de mi madre, sabiendo que vivíamos en Egipto y teníamos amigos helenos, le propusieron un gran negocio. Nuestros parientes asentados en occidente, habían tomado posición entre los fenicios huidos de la conquista babilónica exiliados en Tartessos, y por ello le narraron confidencialmente lo que en esos años sucedía:
Pues al caer las capitales fenicias de Tiro y Sidón, la ciudad ibera de Gadir, estaba asediada por los nuevos dueños del Mediterraneo (los cartagineses). Tirios y sidonios allí, eran ya ciudadanos de segunda categoría y la milicia marna de Cartago les doblegaba y sumía en impuestos y amenazas. El rey de Tartessos, llamado Arganthonio, deseaba entablar nuevos contactos comerciales y vender directamente oro, plata y cobre a los griegos y a los egipcios; aunque los cartagineses no dejaban ni permitían mas mercado que el suyo. Cuantas naves intentaban cruzar el estrecho llamado por los helenos de las columnas (actual Gibraltar), eran hundidas por los cartagineses y cuantos comerciantes pretendieron llegar hasta "Tarshish", tras la caida de Tiro y Sidón, fueron muertos por los guardianes de Cartago (para que no regersaran con mercancía, ni noticia alguna a sus tierras orientales).

Por lo que el rey de los metales (el tartessio Arganthonio) deseoso de abrir nuevos mercados y liberarse del yugo cartaginés, proponía a quien pudiera; que estableciera nuevos contactos y que abriera una ruta comercial para los helenos. Un camino secreto y oculto a los cartagineses, que podía partir desde puertos al norte de las costas iberas, sin necesitar cruzar el Estrecho, para que no pudiera ser visto ni controlado por "los invasores". Algo que facilmente podía hacerse desde emplazamientos cercanos a Emporion (actual Ampurias), o estableciéndose un poco mas al sur, en varaderos cercanos a Alonis (Finestrat-Villajoyosa); embarcando allí y luego cruzando por tierra desde la costa de Hemeroskopión (Denia). Llegando desde aquella por caminos, hasta las minas de Tartessos (actuales de Rio Tinto). Aquella nueva ruta de los metales podría liberar de los cartagineses a Gadir y Tarshish, tanto como enriquecer a los egipcios y griegos, comerciando directamente con los metales de Iberia. Acabando así con el monopolio de poder y mercado del metal, del temible Cartago; que habia terminado por fagocitar a los huidos desde Tiro y Sidón, a quienes esclavizaba (ejerciendo la tiranía sobre Gadir, las colonias iberas y el mismo Tartessos). 

Conociendo los problemas de Iberia, los emisarios del rey Arganthonio, mi padre y sus parientes, firmaron un pacto secreto para intentar abrir esas rutas. Algo que se comprometieron a hacer quienes con mi padre llegaron a tierras occidentales, junto con los representantes de los reinos de Tarshish (todo ello gracias a nuestros tios afincados en Gadir). Concluyendo que intentarían hacer llegar comerciantes helenos y orientales, hasta aquellas tierras lejanas. Al igual que divulgarían la existencia de todas las riquezas existentes en Tartessos, para fomentar la venida de mercaderes hasta Gadir. Tras ello volvieron a Cnossos secretamente, para regresar a Egipto; manteniendo en el viaje bien callado cuanto había visto y oido en tierras de Tarshish.

Poco después de su regerso al Nilo, comenzaron a entablar relaciones autorizadas por los egipcios, con mercaderes helenos afincados en la isla de Creta; para poder preparar una gran expedición que abriera la nueva ruta. El faraón Amosis, decidido a abrir caminos comerciales nuevos, se alió con varias ciudades-estado helenas (principalmente con la isla de Samos) a quienes decide darle puertos en la desembocadura del Nilo. Por su parte, los fenicios huidos de Tiro y Sidón, establecidos en las cercanías de Cnossos, también se interesaron por abrir una nueva via, ya que Cartago les había cerrado toda posibilidad de mercadear con Gadir y les tenía al margen de todo contacto con los metales de Occidente. Finalmente fué un marino llamado Kolaios (o Koleo), nacido en Samos, quien capitaneó la misión, para abrir la nueva ruta comercial hasta Tartessos. Consigueron personarse en tierras de Arganthonio, aunque por el temor a ser perseguidos por los piratas y espías cartagineses, dijeron que la nave de Kolaios iba buscando la desembocadura del Nilo. Tras llegar a Egipto y cargar a mi padre (entre otros pasajeros), siguieron rumbo a Tartessos, pese a que los pilotos estaban obligados a decir que vagaban perdidos a la deriva.... Hacia Occidente.

Así, haciéndose pasar por una nave sin rumbo, arriando velas durante el día y navegando por la noche; llegaron a tierras de Tarshish. Entablaron de nuevo contacto con los mensajeros del rey Arganthonio, quién llegó a recibirles personalmente y premiarles con centenares de kilos de plata y oro. Ello, para que regresaran a la Hélade cargados de riquezas, hablando de la abundancia en metales de Tartessos y que de este modo hasta aquel reino de la metalurgia, llegaran cuantas naves helenas pudieran, con el fin de comerciar. Kolaios retornó hasta Samos cargado de plata y oro, hacia el año 3200 judio (560 a. C. nuestro), regalando una parte al templo y anunciando la nueva ruta hasta Tartessos (tanto como la filo-helenia de su rey). Tras esta expedición, mi padre también se hizo famoso entre los samios y le correspondió una parte de este tesoro de Arganthonio, que trajo hasta Egipto. Así vivimos bien y sin nada faltarnos hasta el año 3220 (se refiere al 540 a.C.) en el que falleció; pese a lo cual, mi padre no dejó de viajar y comerciar, durante los restantes veinte años que vivió.

Al morir mi progenitor, cuando yo tenía mas de cuarenta años, un curioso hecho me "obligó"  decidir hacerme sacerdote en Egipto. Ocurrió tras su defunción y fue la aparición en nuestra casa, del hijo de un mercader de Samos, quien decía haber sido su protegido y amigo. Al parecer era un familiar de Kolaios, llamado Pitágoras, por ser su madre una rica samia también llamada Pithea, y hermana de uno los que fueron con Kolaios (y con mi padre), hasta Tartessos. Aquel nieto de uno de los navegantes que llegaron hasta tierras de Arganthonio con mi progenitor,  era un hombre extraño. Mucho mas joven que yo (unos diez o quince años); solo deseaba vivir para estudiar los misterios de sabiduría en las religiones. Afirmando haber recibido de mi progenitor, grandes enseñanzas, ayuda y apoyo, desde su niñez.

Aquel samio, bajo la dirección de mi padre había comenzado sus pasos en Mileto, en la escuela de cosmógrafos que fundó el famoso Tales (justo en el año que tristemente cayó Jerusalén). Tras ello, residió en Biblos, Tiro y Sidón; reinos ya en parte destruidos, pero donde había conocido el saber del templo de Adonais y el de Isis. Mas tarde, desde Cnossos y siempre ayudado por mi padre, llegó hasta Magna Grecia y a las cercanías del mismo Tartessos; estudiando allí creencias y religiones de unos bárbaros llamados Keltas, quienes tenían sacerdotes denominados druidas, con los que aquel hombre vivió. Por último, al regresar a su tierra, apenas hacía unas lunas, recibió la triste noticia de la muerte de nuestro padre (su gran benefactor).

Tanta fué la tristeza de no haberse podido despedir de su amigo, que decidió embarcarse y venir hasta nosotros, para darnos las gracias por cuantas horas y ayuda, aquel le había regalado. Llegó hasta nuestra casa y en el camino, mientras navegaba, dijo que había oido la voz de nuestro progenitor pidiéndole que ingresara en Egipto como sacerdote y que me convenciera a mí de hacer lo mismo. Narrando esto, pasó varias semanas en nuestra casa; contando las horas y los secretos de religión y sabiduría que nuestro padre le había transmitido; tanto como cuanto le había apoyado para poder viajar y visitar casi todo el Mar de los mortales (se refiere al Mediterraneo, que entonces se llamaba "nuestro", porque era el que navegaban los hombres, considerándose los Océanos, "innavegables"). Quedamos asombrados de lo que el tal Pitágoras contaba, pues nada sabíamos hasta entonces de este hombre tan unido a nuestro padre, ni de los conocimientos que a muchos iba enseñando nuestro progenitor en sus viajes. Tanto como ignorábamos todo sobre la existencia de una unión o fraternidad de sabios comerciantes, nacida en las islas jonias (principalmente en Samos)....

En pocos dias, hablando conmigo; aquel heleno me convenció de ingresar en sacerdocio, pues como tanto decía que mi progenitor deseaba que yo entrase en un templo de matemáticos; pronto me dispuse a hacerlo junto a él (dejando cuantos trabajos y apegos tuve). Para ello, me mantuve célibe un tiempo, estudiamos juntos geometría y me trasladé con Pitágoras a Heliópolis para estudiar en su templo de Neit. Allí nos enviaron a la Casa de la Vida de aquel recinto sagrado (Las Casas de la Vida eran  como "colegios sacerdotales" o universidades donde se formaba, conservaba el saber y se enseñaba en el Egipto Antiguo). Tras pasar un tiempo internos instruyéndonos en matemáticas, en aquel lugar sagrado, solicitamos ingresar el el templo del Sol en Uaset, donde nos permitieron trasladarnos  (la Tebas griega, actual Luxor). Allí buscamos el mejor lugar conocido de los astrónomos, llamado el gran templo del Amón-Ra, fundado por Imnhotep en tiempos de Saqqara; reconstruido por el hereje Amenofis IV; destruido y refundado poco después, por su yerno, Tutankamon (en tiempos que decían cercanos al judío José, quien asesoró al faraón).

Pretendiendo ingresar en el mayor oráculo antiguo de estudios astronómicos, solicitamos su permiso para ser examinados y pagamos cuantiosos diezmos a los templos de Heliópolis y Uaset (santuarios de El Cairo y Luxor -actuales-, que eran los mas famosos de todo Egipto Antiguo). Consiguiendo que poco tiempo después, el Consejo de Supremo de Sacerdotes, del gran templo de Ra, nos admitiera a pruebas. Fuimos presentados en el año 3226 (se refiere al 535 a. C.) para ingresar como aspirantes a matemáticos sagrados. Mi amigo el samio, pese a ser mas de diez  años menor de edad a mí, tenía una mente privilegiada para la ciencia y las cuentas, por lo que solicité que nos dejaran entrar unidos (debido a que en estos templos, lo mas difícil era el ingreso). Fueron días duros y de aislamiento; en los que nos eligieron solo a diez como aspirantes a sacerdotes; de entre centenares que esperaban para ser admitidos a pruebas. (Normalmente, el igreso en la casta sacerdotal se hacía por via hereditaria o familiar, aunque también entraban en este estamento privilegiado de Egipto, quellos que sus clérigos intuían como mentes privilegiadas).

Una vez conocido que estábamos entre los diez electos, nos agruparon de dos en dos, en cinco celdas aisladas y nos explicaron las pruebas; advirtiendo que de entre todos, tan solo pasarían dos de nosotros a ocupar las plazas de aspirantes a astrónomos o agrimensores (especialistas en medir las tierras y dividirlas; tanto como en calendario, horas y en matemática del Universo). Para saber quienes serían los elegidos a estudiar las ciencias de los dioses, los sacerdotes del templo de Uaset (se refiere al actual recinto sagrado de Tebas, llamado hoy: Karnak, en Luxor), nos exigían que resolviéramos la siguiente cuestión:

Nos entregaron una cuerda con la medida de 1 Codo Real egipcio, dividida en 28 dedos. Preguntándonos que si hacíamos una circunferencia perfecta con este cordón métrico y luego un cuadrado de igual medida: Cúal sería la razón matemática que había entre ambas figuras. Solicitando que explicásemos la relación entre ambos (el cuadrado y el círculo) y cómo podríamos hallar sus áreas, o sus volúmenes: Habiendo de explicarse qué características comunes habría entre la geometría de un cuadrado, la de una circunferencia, y hasta la de un triángulo. Todas ellas hechas dentro de círculos exteriores o interiores a los polígonos que formásemos con la medida que nos facilitaban. Y para ello, nos daban como base un períemtro y una cuerda de un Codo Real de 28 Dedos.

Para contestarlo, tendríamos tres días y para resolverlo tan solo podríamos solicitar a los sacerdotes algunos elementos de geometría y de medida. Todos los días, vendrían los superiores del templo y de la Casa de la Vida matemática, acompañados de sirvientes (hasta nuestra celda, que estaba aislada). El servicio, nos traería comida y agua para pasar el día; los grandes sabios, se acercarían junto a ellos, para recibir nuestras  respuestas. Por lo demás, antes de entrar en este examen, solo teníamos una noche aislados, para solicitar algunos elementos u objetos de geometría que necesitásemos (con el fín de ayudarnos de ellos, en la búsqueda y respuesta de lo que nos preguntaban). Apareciendo al amanecer siguiente los del templo, con aquellos objetos que les pidiéramos (si los superiores autorizaban su uso). Transcurridas tres noches desde ello, al tercer amanecer siguiente; habríamos de exponer cuantas razones matemáticas hubiéramos hallado, en lo que se llamaba "cuadratura del círculo".

Estuvimos aquella primera tarde el samio y yo, encerrados en nuestra celda, "jugando" hasta altas horas de la madrugada, con la cuerda métrica de un Codo. Reflexionando sobre lo que podía sernos útil para responder a las preguntas que habríamos de resolver. Tras ello, me acordé de lo que mi padre me narró, sobre sus años de juventud, en los que había estudiado en el Templo de Jerusalén. Contándome cómo resolvían los diámetros y volúmenes valiéndose de codos perimetrales. Estudiando la circunferencia los rabinos y contables, sobre El Mar de Salomón; donde ayudados con esta pila de abluciones (dividida en grados), enseñaban a los rabinos la cuadratura del círculo, los volúmenes y áreas de la circunferencia (que era lo que nos pedían los sacerdotes tebanos resolver).

Comentándoselo a mi compañero Pitágoras, quien no había oido hablar del Mar de Salomón, me dijo que la escuela de Tales había estudiado algo similar (aunque no tan explícitamente enseñado). También, en sus viajes por mar los pilotos de naves de altura, le habían enseñado en gran parte,  a resolver la circunferencia. Por este motivo, consideramos que la medida que nos daban de 1 Codo dividido en 28 dedos como perímero era impropia para estudiar bien los principios de la geometría y decidimos solicitar hacerlo sobre un círculo de 10 Dedos de Diámetro (por ser esta medida equivalente a la que tenía de lado a lado, el Mar de Salomón; que era de 10 Codos Hebreos). 

Por todo ello, pedimos a los del templo que para el examen y el estudio, nos trajeran varias cuerdas métricas, algunas mayores a 1 Codo de longitud. Del mismo modo, les dijimos que precisábamos un recipiente cerámico, perfectamente redondo, fino y cilíndrico; con el tamaño exacto de 10 Dedos  de Diámetro. Rogando, nos permitieran darles las soluciones en referencia a esta medida y su perímetro, no a la que nos exponían de 1 Codo (de 28 Dedos) de contorno. A su vez dijimos que necesitábamos que aquel cuenco cerámico, cilíndrico y de 10 Dedos de lado a lado, vinera acompañado de una medida de agua de al menos 1 y de 4 Dedos cúbicos egipcios. Los sabios, aceptaron nuestras solicitudes y con estos elementos comenzamos a experimentar sin descanso, durante tres días (mi amigo de Samos y yo).  

Tan pronto como comenzamos a trabajar, dimos cuenta a los sacerdotes del templo de que si hacíamos una circunferencia de diámetro 10 Dedos, su contorno sería de mas de 31 Dedos; cercana a 31 + 10/24  (se refiere a 31,41666..., que es casi igual a 10 ·"pi").  
Por su parte, si con una cuerda de igual longitud (31+10/24 Dedos), creábamos un cuadrado perfecto; sus lados tendrían  7 + 10/11 Dedos (se refiere a 7,854165... Dedos). 
Además, el diámetro de la circunferencia con la que trabajábamos (que era de 10 Dedos) multiplicado por un lado de este cuadrado que se hacía con la cuerda (que medía 7 + 10/11 Dedos aproximadamente) era igual al área de la propia circunferencia.

Para comprobar su área, me acordé que explicaba mi padre que en el Mar de Salomón, la razonaban vaciando la pila con medidas. De tal manera, llenamos nuestro cuenco de 10 Codos de perímetro, con un dedo de altura de agua y lo fuimos midiendo en capacidad; observando que esta era algo mas de 78 + 1/2 Dedos cúbicos. Fue lo primero que encontramos y asi apuntámos en la “tablilla” de arena que nos habían dejado para escribir, la fórmula hallada; que consistía en que:

Si hacemos con una cuerda de la misma longitud un círculo y un cuadrado; el área de esa circunferencia, es igual al diámetro del círculo, multiplicado por un lado del cuadrado.

En este caso, ya dijimos que haciendo el círculo con la cuerda métrica de 10 Dedos de diámetro, cuyo contorno sería 31 y 10/24 Dedos. El lado de un cuadrado hecho con la misma cuerda era de 31 y 10/24 partido por 4 = 7 + 10/11 Dedos.  Por lo que:
(7 + 10/11)  x 10 = 79 Dedos  (que es aproximadamente igual a la cantidad de dedos cúbicos que habíamos vaciado de agua, del recipiente círcular con 10 Dedos de lado a lado).

Aunque la operación exacta usando "pi" sería: Diametro=10. Lado del cuadrado=7,85398...
por lo que 10 x 7,85398 = 78,5398 = Area de la circunferencia de diámero 10 

Por ello les pudimos confirmar en poco tiempo a los sacerdotes como primero concluíamos que: El Diámetro, multiplicado por el perímetro dividido en 4, era igual al área de la circunferencia. Algo que nos dieron como solución verdadera.

Nos alegramos mucho de los progresos obtenidos en solo unos momentos y proseguimos, ya con mayor precisión y capacidad de compresión por parte de los sabios del templo. Pues pronto volvimos a hacerles venir, para comunicarles que estábamos encontrandos muchas mas relaciones entre el círculo y el cuadrado. Tal como me había narrado mi padre, quien al hablarme de la matemática del Mar de Salomón, al dividir el perímetro de una circunferencia por su diámetro, se hallaba una cifra sagrada cercana a 3, de la cual dependía la razón entre la circunferencia y las figuras que en su interior o exterior se trazaran:

Para comprobarlo nos servimos del cuenco de diametro similar a la pila de Salomón (10 Dedos), y así lo mostramos ante los sacerdotes; demostrando como  al poner la cuerda perfectamente de lado a lado en el recipiente circular, medía 10 Dedos; pero si lo rodeábamos con la cuerda métrica, su perímetro se acercaba a 31 + 12/24 Dedos. El resultado de la relación entre tamaño del diámetro y su contorno, daba unos 3 + 1/7 aproximadamente.

Sonrientes los sacerdotes, escuchaban lo que les narrábamos y se felicitaban por nuestra "argucia" de haber cambiado el tamaño de la circunferencia pedida a examen; exponiendo que los otros aspirantes, al estar trabajando con un perímetro de 1 Codo de 28 Dedos de longitud (como nos habían dado en un principio), se veían en muchos mas problemas para demostrar teorías como esta que nostros tan facilmente explicábamos (ya que el diámetro era 8 + 10/11 Dedos aproximados, lo que les resdultaba muy dificultoso para operar)....

Tras darnos la enhorabuena por haber cambiado el diámetro a 10 Dedos, nos confirmaron que el perímetro correspondiente era del díametro por 22/7
es decir: 10 x (3+ 1/7) Dedos.
Porque la cifra sagrada de la circunferencia era : 3 + 1/7
(se está refiriendo al valor antiguo de "pi")
Anque nos advirtieron seriamente de que aquel número clave de la circunferencia (que "habíamos encontrado”); era un secreto sabido desde los tiempos mas remotos y así se contenía en todas las construcciones egipcias sagradas, desde tiempos inmemoriales. Pese a ello, era tan secreta, como conocida y desde tiempos de Imnhotep, se tenía como cifra mágica a ocultar del vulgo. Tanto que se denominaba normalmente 22/7; aunque estaba prohibido escribir aquel número (se está refiriedo el relato a "pi" como 22/7 = 3+1/7 = 3,142857...).

Dado que era el gran número sacrosanto de la circunferencia con el que nos podríamos guiar por el desierto y medir las tierras que los templos repartían.

Terminarón diciendo los sacerdotes sobre aquella cifra mágica: -"De este modo, los lados de la mas grande pirámide de Egipto miden 440 Codos reales, mientras su altura es de 280 Codos reales. Por lo que si dividimos el lado por la altura, nos daría esa cifra mágica, partida entre 2.
Es decir: 440÷280 = 22/7 ÷ 2
(lo que modernamente se expresaría como 1/2 de "pi" )

  


 

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