viernes, 14 de diciembre de 2018

Moisés: su significado histórico y arqueológico (parte primera).


ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general de capítulos. PARA CONSULTARLO HACER CLIK sobre:
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ESTE CAPÍTULO SE HA DIVIDIDO EN DOS PARTES
(Y UNA TERCERA, QUE COMPRENDE LAS CITAS).
ESTA ES LA PRIMERA PARTE.
LA PARTE SEGUNDA PUEDEN ENCONTRARLA PULSANDO
LAS CITAS SE HALLAN EN ESTA OTRA ENTRADA.
SE RECOMIENDA ABRIR ARTÍCULO Y CITAS A LA VEZ, PARA TENER LAS DOS PÁGINAS A SU DISPOSICIÓN Y PODER LEER EL ARTÍCULO MIENTRAS CONSULTAN LAS CITAS.
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El artículo se desarrolla en un texto escrito en negro y se acompaña de imágenes con un amplio comentario explicativo (en rojo y cuya finalidad es razonar las ideas). Podrá leerse completo, pero si desea hacerlo entre líneas, bastará con seguir la negrilla o las letras rojas destacadas.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes de frescos minóicos e hicsos. Arriba, el famoso “salto” del toro (Taurokathapsia) procedente del Palacio de Knossos, tal como actualmente se expone en el Museo de Herakion, Creta (al que agradecemos nos permmita divulgar nuestra imagen). La fecha a la que pertenece esta obra permanece todavía en discusión; habiendo teóricos que creen fue realizada durante el Minoico Neopalacial (entorno al 1425 a.C.). Su descubridor -Sir Arthur Evans- rescató estas pinturas del ala Este del Palacio de Cnossos (cercana al patio junto al trono); por cuanto su ejecución debe fecharse antes del 1375 a.C., cuando fue destruido ese recinto real. Pese a ello, muchos otros investigadores consideran que puede tratarse de una obra muy anterior, perteneciente a los siglos XVI o XVII a.C.. Un criterio que compartimos al observar los restos de las paredes descubiertas en el palacio de los reyes hicsos, en Avaris (Egipto). Frescos que sin duda se fechan en ese periodo del dominio de extranjeros en el Delta del Nilo; que comprende entre el 1670 y el 1570 a.C. (+/- 20 años).
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Abajo: Fotografías de las pinturas halladas en el palacio hicso de Avaris; agradecemos a Terrae Antiqvae y a su director Jose Luis Santos, nos permita divulgar las imágenes tomadas desde su página: https://terraeantiqvae.blogia.com/2008/032101-minoicos-creta-y-egipcios-en-avaris-y-malqata-egipto-la-taurokatapsia.php . En la antigua ciudad de Avaris -situada junto a la actual Tell-El-Daba- elevaron los reyes extranjeros la capital de su reino hacia el 1670 a.C., tras dominar el Bajo Egipto. Hechos que se suceden poco después de la erupción del Tera, fechada ocurrida entorno al 1680 a.C. en la isla de Santorini (a unas cien millas al Norte de Cnossos). Explosión volcánica, que sabemos fue una de las mayores hecatombes de la antigüedad; que destruyó todo vestigio de civilización a cientos de kilómetros a la redonda, llegando a afectar la desembocadura del Nilo. Hemos de suponer que los supervivientes al desastre -pertenecientes a la cultura minóico-chipriota- se vieron obligados a abandonar la zona (Creta y alrededores). Asimismo, las consecuencias del Tera provocarían la huida de muchos que vivían en áreas próximas, donde se observaban los sucesivos maremotos, las nubes de polvo magmático y lajas lanzadas por el cráter. Debiendo deducirse que muchos de los egipcios se dirigieran hacia tierras lejos de la costa y situadas al Sur, abandonado la desembocadura del Nilo (donde llegaban por tierra y mar, las olas, humos, gases y piedras volcánicas). Un momento que debemos considerar idóneo para que los cretenses y chipriotas que escapaban del Tera (buscando un lugar donde asentarse), aprovechasen la ocasión para establecerse en el Delta. De este modo, encontrándose semi-abandonada la zona Norte de Egipto, estos extranjeros pudieron entrar desde Canaán hasta el Nilo, construyendo allí su reino con capital en Avaris.
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INTRODUCCIÓN:
Este artículo es un resumen corregido y aumentado de otro mío, publicado hace unos meses en el blog “ARQUEOLOGÍA, FLAMENCO Y PREFLAMENCO” -intituladoCANAÁN Y LOS PUEBLOS QUE COLONIZARON IBERIA...”- . A los interesados en consultar este trabajo inicial, les recomendamos hacerlo a través del enlace que presentamos en cita (1) ; donde accederán a varios capítulos que formaban parte de un gran libro que redacté entre los años 2008 al 2010. Un estudio extenso, dedicado a los orígenes del folklore del Sur peninsular y que pensaba titular: “Prehistoria e Historia del Flamenco”. Finalmente, este proyecto de libro que ya había acanzado las seiscientas páginas -aunque tan solo llegaba a la etapa romana-; no encontró apoyos académicos (ni empresariales) para conocer la luz, por lo que quedó inédito. Debido a ello, desde el año 2015 decidí divulgarlo en ese blog llamado “ARQUEOLOGÍA, FLAMENCO Y PREFLAMENCO” (2) donde voy recogiendo los capítulos escritos tiempo atrás.
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1) - Caída de los Hicsos y Canaán como enemigo de Egipto:
Recordaremos que entorno al 1680 a.C. habían invadido el Delta del Nilo diversos pueblos extranjeros, procedentes de Oriente Medio. “Bárbaros” que según se considera, fueron empujados hacia Canaán por varios motivos; entre otros motivos, la Historia marca la eclosión de la Mesopotamia de Hammurabi y el nacimiento de mundo hittita. Asimismo, aquellas hordas extranjeras entrarían en tierras del Faraón tras la aparición de determinadas armas, como el carro de guerra (que se atribuye a los Hurritas)-. Todo ello situaría en el actual Canaán y a comienzos del siglo XVII a.C., diversos pueblos hasta entonces ajenos a la zona; entre los que destacarían los Amorritas, tribu desértica antecesora directa de los hebreos. Junto a ellos, a nuestro juicio también se establecen en Canaán gentes procedentes del mundo minóico y de las inmediaciones de Chipre o Creta; cuando los movimientos telúricos hicieron inhabitables sus islas. Siendo evidente que desde el 1680 a.C. -al reventar la caldera del volcán Tera Santorino (destruyendo todo a su alrededor)-, los habitantes del mundo minóico-chipriota hubieron de emigrar de sus tierra. Huyendo hacia Oriente Medio, tras la catástrofe que acabó con la cultura cretense de su tiempo, erradicando todo vestigio de civilización a cientos de kilómetros a la redonda. Hechos que obligarían ir hacia lugares más seguros a los supervivientes de Creta y Chipre; quienes escaparían a Siria o Anatolia, pero que finalmente serían “reconducidos” hacia Canaán (por los hittitas y mesopotamios).
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Acerca de la gran explosión del Tera y sus consecuencias, repetimos lo ya escrito en varios de nuestros artículos; donde describíamos como ese volcán produjo gran bajada de temperaturas, años sin veranos, lanzamiento de piedras y polvo magmático, junto a repetidos maremotos. Una destrucción que no solo asoló Creta e islas cercanas, sino que incluso llegó hasta Egipto; donde alcanzaron rocas volcánicas y diversos males provocados por la erupción. Hechos -que a mi juicio- llevarían a los mandatarios nilotas a huir de zonas costeras y bajar hacia el Sur; abandonando en parte la desembocadura. Todo ello, mientras quienes escapaban del área del Tera se trasladaban, buscando nuevas tierras; logrando asentarse en Canaán. Creto chipriotas, que a mi juicio se internan poco más tarde en tierras faraónicas y donde conquistarían el Delta con gran facilidad (hacia el 1670 a.C.); seguramente con la ayuda de otras gentes establecidas, o bien originarias de Canaán. Dando origen así al periodo Hicso; reino extranjero del Nilo, que perduró durante unos cien años. Un siglo en el que los hebreos (tribus canaanitas) fueron los burócratas o ayudantes de esos hicsos (que a mi entender, procedían del Mundo minóico).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, mapa del Bajo Egipto (desembocadura) donde vemos marcada Avaris; en un lugar muy cercano a la actual Tell-El-Daba. Como podemos observar, la antigua capital de los hicsos se hallaba junto a Canaán. A mi juicio, tan solo colocarían la ciudad principal en un lugar tan fronterizo, aquellos monarcas que fueran muy cercanos a los vecinos. Todo lo que confirmaría que los hicsos eran creto-chipriotas huidos del Tera, que entraron en Egipto con la ayuda de las tribus canaanitas. Lo que nos hace suponer sobre aquellos reyes bárbaros que dominaron el Norte de Egipto durante un siglo, que fueron minóicos refugiados en la costa Sur de Oriente Medio. Quienes aprovecharon el abandono el Delta del Nilo tras el volcán; estableciendo allí un reino con la colaboración de los que por entonces habitaban Canáan (precursores de los hebreos). Abajo, imagen de la desembocadura del Nilo. La escena que vemos no es muy diferente de la que pudieron observar hace treinta y seis siglos.
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Unos cien años más tarde de la creación del reino de Avaris, se producen otras grandes explosiones en el cinturón del Tera-Santorino (entorno al 1580 a.C.). Siendo ese momento cuando retroceden los reyes Hicsos hasta Canaán, ante la presencia de los antiguos egipcios en su zona. Lo hacen prácticamente sin combatir y por debilitamiento de sus huestes. Por cuanto creemos que los hicsos abandonan Egipto debido al desastre y las erupciones que de nuevo azotan sus tierras de origen; provocando nuevamente maremotos y lluvia de lava con cenizas sobre las ciudades costeras -desde el Nilo hasta Anatolia-. Debido a ello, en mi opinión la caída del reino de Avaris no se debió a una “expulsión” lograda a golpe de espada por los antiguos dueños de aquellas tierras (como los egipcios clásicos quisieron escribir). Sino más bien a problemas de destrucción en la armada y en puertos hicsos; junto a otros daños sufridos en las costas de Egipto o El Egeo -provocados nuevamente por el Tera-. Lo que les llevaría a marcharse de Egipto, debido a la falta de abastecimiento y a la destrucción de ciudades asociadas, dañadas por el cataclismo; sitas en Creta, Chipre o Canaán. Ello, unido a las supersticiones religiosas que resurgirían tras aquellos sucesos nuevos del Tera, llevarían a los hicsos a retroceder para establecerse en palacios y en urbes de Canaán. Por todo ello, en aquel momento, los súbditos del faraón aprovecharían la situación para reorganizarse y avanzar hacia la desembocadura (donde se hallaba Avaris, la capital de aquellos invasores que tanto habían odiado durante más de cien años). Viniendo con sus huestes desde el Sur y del Alto reino del Nilo, con el fin de expulsarles; haciendo frente a los hicsos todos aquellos que se consideraban “verdaderos egipcios”. Quienes habían mantenido su cultura milenaria, consiguiendo no ser sometidos por la invasión; tras haberse instituido como una resistencia -incluso parte de los habitantes del Delta-. Tras permanecer durante cien años mandados desde una nueva capital por entonces creada y hoy llamada Luxor (la egipcia “Lunu-sema”, o la “Tebas” grecoegipcia). Desde la que se reorganizaron como un Nuevo Egipto Faraónico, para acabar finalmente con el reino bárbaro de Avaris.
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De ese modo y tras el debilitamiento de los Hicsos, consiguen expulsarlos promoviendo un renacimiento; dando así paso al Reino Nuevo. Que comienza desde este momento -entre los años 1580 y 1560 a.C.-; manteniendo el poder en Luxor, donde lo situaron desde el comienzo del Reino Medio (en el 2050 a.C.). Con una capital escondida a centenares de kilómetros y muy lejos del mar; fuera de los posibles ataques extranjeros. Allí donde se habían mantenido los verdaderos egipcios en estado “puro” durante la invasión de los reyes de Avaris. Por cuanto, tras la caída de esa dinastía bárbara, los súbditos del faraón promueven la expulsión o la esclavitud de todos los habían colaborado con el reinado de extranjeros. Pueblos en su mayoría llegados desde Canaán; entre los que se encontraba el hebreo. Quienes -como hemos dicho- habrían entrado con los hicsos en el Delta, para establecerse allí como una burguesía comerciante y con capacidad de organizar gestiones de tesoro y administración. Pero tras ese siglo de dominio extranjero del Bajo Nilo y al caer su poder; fácil es imaginar que la sed de venganza que los egipcios antiguos tenían hacia los que habían colaborado con los reyes de Avaris. Tanto era el odio a ellos y a sus gentes asociadas, que fue denostada la misma ciudad de Biblos; un puerto que durante miles de años había sido tenido por aliado y fiel baluarte del Faraón (colonia hermanada con el Nilo). Pasándose a considerar a los bibliotas unos grandes traidores; afirmando los egipcios que Biblos había iniciado una política de expansión, aprovechando el gobierno Hicso, sin ayudar a sus “hermanos” faraónicos y vendiendo a su propia nación. Así es como hacia el 1570 y el 1550 a.C., Ahmosis y Tutmosis II expulsaron definitivamente a aquellos “gobernantes extranjeros” del Delta, que según narran las crónicas nilotas eran “reyes pastores, tiranos e ignorantes, bajo cuyo reinado no hubo prosperidad” (3) .
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Este periodo de dominación hicso llevaría a Egipto a tener un fuerte sentido patrio y a fortalecerse militarmente; pero sobre todo a desear destruir Canaán (de donde consideraban procedían aquellos “bárbaros”). Avanzando pronto los ejércitos del faraón hasta aquellas tierras vecinas, en diferentes incursiones; donde atacan y en gran parte, acaban con ciudades tan importantes (como la mencionada de Biblos). En unas primeras victorias territoriales de Egipto, con las que logran dominar la zona del Líbano por completo. Tras ello, se alía Tutmosis II con el reino de Mitani (unidos a Babilonia) para repartirse Canaán y someterlo enteramente; creando así un fortísimo imperio faraónico que comprendía Líbano y Siria, llegando hasta el Eúfrates. Y tanta era la furia de los del Nilo en estos años contra los pueblos originarios de Canaán; que un siglo después de la caída del los hicsos (en 1462 a.C.); Tutmosis III atacará Mitani por el Eúfrates, para controlar totalmente a los semitas (recordemos que esta civilización mesopotámica de Mitani, había sido de fundación Hurrita -de igual raíz a la de los Hicsos-).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes del Nilo. Al lado, la ribera del río faraónico en lados con canales artificiales. Abajo, mi mujer junto a mis sobrinos, en la presa de Asuán.






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El Reino Nuevo es la época del “gran renacimiento” y gloria egipcia, en la que se genera un periodo de arquitectura incomparable; en el que se levantan -entre otras maravillas- el famoso Valle de los Reyes, así como innumerables templos junto a su capital (la actual Luxor). Pese a ello, ese nuevo Egipto renacido (el Imperio Nuevo) evitará acercarse al Mediterráneo. Al menos tal como hicieron otros antiguos reinos de faraón con capital en Memfis, que se atrevían a enterrar a sus muertos en maravillosos cenotafios y en las proximidades del mar -a la vista de cuantos extraños llegaban a la desembocadura del Nilo-. Pero ese otro Egipto, posterior a los Hicsos, será ya siempre temeroso y hasta xenófobo (cerrado en sí mismo); no deseando que los extranjeros conozcan sus entrañas sociales, ni menos sus secretos -religiosos o de ciencia-. Pretendiendo alejarse de otras civilizaciones a quienes se limitarán a someter; más que conquistarlas y civilizarlas, como antaño había hecho (siendo este el motivo por el que se perdió el recuerdo de su cultura, tan solo parcialmente recuperada tras la lectura de los jeroglíficos en el siglo XIX d.C.).
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Por su parte, los canaánitas que no huyeron del Nilo al caer el mundo Hicso, pasaron a ser esclavos; al igual que cuantos prisioneros hicieron en Oriente Medio los ejércitos del faraón. Una zona que durante este periodo del Reino Nuevo se intentó liberar como pudo del yugo egipcio; principalmente en los dos siglos anteriores a Akhenatón. Cuando durante el inicio del Imperio Nuevo (del 1580 al 1380 a.C.) los nilotas conquistaron el corredor Sirio-Palestino para evitar nuevas invasiones, incorporando también Nubia (Sudán). Aunque tan solo algunas ciudades de Canaán consiguieron por entonces escapar al poder faraónico; principalmente las situadas en costa, unidas a la organización filistea. Por lo que debieron servir a los egipcios de aliados; actuado como mercaderes y sobre todo de transportistas marítimos. Ya que la invasión faraónica de Canaán y zonas limítrofes en esos años fue tan severa, que hasta los cedros del Líbano pasaron a ser adquiridos como recaudación de impuestos. Debiendo Biblos (o las urbes adyacentes) pagarlos al rey del Nilo, obligatoriamente. Dejando de ser Egipto durante el Nuevo Imperio, compradores y aliados de la zona; llegando entonces hasta este área del Líbano como duros recaudadores, cuyos cobros e impuestos en tiempos de los Tutmosis (II, III y IV) fueron verdaderamente duros. A estos faraones le suceden los Amenotheps; entre los que Amenofis II y III actuaron ya con menos militarismos y con más dedicación a la cultura. Relajando un tanto el yugo sobre Canaán y las fronteras (pese a que conservaron el Imperio y su gloria). Llegándose así hasta el momento en que un rey “extraño” decidió reformar la religión y el país del Nilo.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes de la famosa estatua de Nefertiti, esposa de Akhenatón. La talla recubierta de estuco fue hallada en Amarna, el 6. diciembre de 1912 y se halla en el Neues Museum, de Berlin (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Se fecha entorno a 1360 a.C., aunque actualmente existe una extraña polémica sobre su autenticidad y fecha. Todo lo que surge en razón al refinamiento y la calidad que contiene la obra; cuya estética y perfección es inigualable. Esta esposa de Akhenatón, al parecer era de origen “mittanio” y se llega creer que sucedió a su marido en el trono, disfrazada de hombre y bajo el nombre de “Smenekhara”. Otras teorías consideran que la cámara funeraria de Tutankhámon (hijastro o yerno de ella), inicialmente fue la de Nefertiti; quien enterrada allí como reina o como “Semenejkara”, habría sido expulsada de su cenotafio para inhumar en su lugar al joven faraón muerto y que finalmente descubrió Carter -en 1922-.
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2) Akhenatón el rey “hereje”:
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En el 1377 a.C. (fechas aprox. +/- 30 años) sube al trono Amenofis IV, el gran “rey hereje Akhenatón”, quien dedica todo su reinado al “florecimiento” cultural, espiritual, y sobre todo, a la reforma religiosa que personalmente decide llevar a cabo. Una nueva fe que intentó imponer durante su vida entera y que se ha denominado “el monoteísmo” de Egipto; transformando gran parte del culto y costumbres del Imperio hacia la veneración a un dios único (Atón). Sus cambios llegaron hasta el punto de modificar la capital del reino, que ya dijimos anteriormente habían situado en el actual Luxor hacia el 2050 a.C. -por motivos de defensa y de nueva política-. Construyendo la nueva ciudad y corte en la llamada Akhenatón; elevada con su mismo nombre, que significaba el “Horizónte de Atón. La ubicó donde hoy se sitúa la urbe de Amarna, y a medio camino, en el Nilo; a una distancia similar, entre Luxor y la desembocadura. Pese a tanta reforma y cambios, el monoteísmo de Amenofis IV -del que tanto se habla-, no fue más que una reforma en la que se sustituye al rey de los dioses Amón, por el nuevo dios único: Atón (personificado en el disco solar). Un culto a Atón que ya se había iniciado en época de su padre (Amenofis III); aunque la transformación religiosa del hijo fue de carácter más reaccionario. Tanto como para perseguir a quienes venerasen antiguos dioses. Por cuanto este faraón llamado “hereje” y que reinó unos diecisiete años, ordenó destruir todas las estatuas del antiguo Amón y sustituirlas por la imagen de Atón; del mismo modo que borra el nombre e inscripciones de Amón-Ra, obligando crear nuevos templos y bajorrelieves en favor del dios único representado en el disco-Sol (Atón).
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Asimismo, Akhenatón, bajo este nuevo rito se inviste como pontífice supremo y con ello lo que realmente buscó fue restar poder al sacerdocio, para detentar todo el gobierno desde la corona. Pues realmente, el credo del antiguo Egipto se dirigía a un solo dios-rey; en la forma del Sol (Ra), muy similar al que proclamará luego Akhenatón. De lo expuesto, no nos debe quedar la menor duda de que en las posteriores creencias del Mediterráneo Antiguo Oriental, será fundamental la historia del Osiris primigenio; como “dios padre” -dios único y creador verdadero-. Por todo ello, afirmar que Akhenatón pretendía instituir el primer monoteísmo con fines filosóficos, creemos que pudiera ser tan erróneo como considerar que la armonía de las estrellas fue una idea de Platón (ya que este filósofo la copió literalmente de los textos y de las enseñanzas de los pitagóricos -principalmente de los que compró a la familia de Filolao). Pero el hecho realmente importante es que el faraón trató de imitar cultos canaaneos y mitanios de su época; seguramente para llegar a una confluencia con estos pueblos vecinos. Pues aunque en infinidad de estudios que refieren el origen de los hebreos, repiten y afirman de que el Yahvé bíblico está muy influido del Atón de ese rey. Muy por el contrario, en nuestra opinión fue Amenofis IV quien toma un dios similar al que adoraban los semitas; posiblemente en un intento por acercarse a países cercanos y a su organización estatal (con fines de alianza y para evitar guerras, en un momento de gran crisis fronteriza).
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De tal manera, esta nueva deidad única egipcia se acerca más al divo del fuego de origen mesopotamio y canaanita, que al dios del Sol. Asimilándose mucho el Atón de Amenofis IV a los Baal (o reyes), que todas las ciudades y religiones semíticas tenían. Pues con la voz Baal -que sabemos significa “señor” en lenguas semita- representaban al mismo monarca; por lo que “el señor, su dios” hablaba por boca del propio gobernante -a través del que era adorado-. Tanto, que para su veneración se hacía común el sacrifico de humanos en el templo en sustitución del rey; donde se contenía la efigie de ese monarca-Baal (el dueño de la urbe o del reino). Siendo así el modo en que “el señor” de la Ciudad o del Estado (Baal), fue venerado simbolizado en el mismo fuego, representando la luz y las estrellas (el Sol). Por lo que era común entre estos pueblos, quemar vícctimas en su nombre -vivas o recién sacrificadas- ofrecidas sobre un pebetero sagrado del templo. En especial a los primogénitos que las familias adoradoras del rey (las nobles), que entregaban a sus hijos con este fin. Tales ritos y usos se sabe se llevaron a cabo entre semitas y sobre todo tenemos testimonio de haberse practicado en los templos fenicios y cartagineses (especialmente del Baal Melkarte en ciudades como Tiro, Sidón, Cartago o Cádiz). Pese a ello, aquellas inmolaciones del primogénito fueron precisamente la piedra de toque para la creación de una nueva religión y de una nueva civilización. Nacida desde Abrahám, cuando se acabó con este cruento ritual de ofrecer el hijo primero (tal como muestra la historia del famoso Sacrificio de Isaac).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes del Nilo en su curso medio; en las cercanías de Amarna (la antigua capital Akhenatón, fundada por Amenofis IV y destruida tras su reinado).









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3) El Yahvé de los Israelitas:
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De tal manera, si consideramos que es Akhenatón quien copia un modelo semita religioso del Baal, pretendiendo atraer hacia Egipto a estas culturas coetáneas, que nacían en su tiempo e iban fortaleciéndose en Canaán y el Sinaí (como la fenicia). Comprendemos el por qué del nuevo dios Atón; principalmente en un intento de Akhenatón por aliarse con Mitani, los Canaaneos y Amorritas. Pretendiendo este faraón débil y decadente aunarse con aquellos pueblos vecinos, cuando repetidamente observa a los Hittitas “bajando” desde Anatolia, realizando terribles razzias y conquistando antiguas tierras de frontera faraónica en el Medio Oriente. De ese modo, durante su reinado pasan a manos hittitas, prácticamente la totalidad de la actual Siria y el Líbano. Zonas que hasta Amenofis III dominaba perfectamente Egipto; al igual que los territorios sináicos que alcanzaban hasta Mesopotamia. Pero debido a estas circunstancias políticas, creemos que aquel retroceso de fronteras faraónicas fue acompañado por el intento de reformar la religión del Nilo; con la intención segura de atraerse la amistad de mitanios y canaanitas. Aunque esta postura y la introducción de nuevos cultos, produjeron en Egipto todo tipo de protestas; provocando incluso escisiones en los ejércitos que guardaban tierras lejanas.
Cuanto antes expresábamos lo comprenderemos mejor si observamos al antiguo Amón Ra como dios del día y de la noche (es decir de la oscuridad y la luz y por ello, en verdad un dios único). Mientras el nuevo Atón -reformado por Akhenatón-, es solo el señor de la claridad y niega las tinieblas. Partiendo desde un planteamiento maniqueo, plenamente semita; donde la oscuridad no puede ser adorada, al representar el mal. De ello nos atrevemos a afirmar que el reformador Amenofis IV es quien se inspira en religiones extranjeras y no el que influye en ellas -tal como comúnmente se dicta-. Por tanto, habríamos de negar la idea tan proclamada de que los judíos y su Yahvé nazcan desde este Atón y Akhenatón. Siendo imprescindible observar que el Dios de la Biblia es absolutamente distinto a Atón. Tanto que Yahvé no se puede representar en efigie y se expresa o simboliza con fenómenos como “la zarza ardiendo”(Exodo, 3, 3) y sobre todo como una simple voz (más nunca en la forma del Sol, la Luna, ni otro astro). Pues ya en El Decálogo se prohíbe expresamente la creación de imágenes de Dios, del cielo o los infiernos (Exodo. 20, 4-6). Siendo por tanto el Dios de Judá, una idea abstracta, sin representación terrenal y que se manifiesta solo en la forma necesaria para comunicarse (la palabra): Bien para entregar La Ley Mosaica (Gen. 19) o bien para evitar el sacrificio del primogénito -común en los rituales del Baal-.
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Las características antes descritas nos enlazan plenamente con algunas deidades semitas y babilónicas, relacionando este Yahvé con ideas comunes a códigos de leyes, como fue del rey-dios Hammurabi (del siglo XVIII a.C.). Aunque a su vez lo aparta del sacrificio humano y de la inmolación primogénito, que se sabe practicaban los fenicios y mesopotamios en sus templos. Tanto que la transformación religiosa hacia el Yahvé judío se produce en razón a que el Dios de la Biblia ordena el llamado “rescate”, con el que se sustituye un animal por la persona ofrecida a Dios. Así lo vemos en “El Sacrificio de Isaac” (Genesis 22), tanto como en la ceremonia de “rescate” que se llevaba a cabo en los templos levíticos; matando un animal -nunca un ser humano-, cuando el niño se presentaba ante Dios por primera vez. Por cuanto hemos explicado, parece claro que Yahvé ya está determinado como monoteísmo en época de Abraham (unos cinco siglos antes de Akhenatón); distinguiéndose de los dioses semitas en que prohíbe la inmolación de personas en su nombre, sustituyendo ese ritual por la entrega de una res. Más tarde estudiaremos los orígenes de este Dios de los judíos, que en el siglo XIX a.C. haría nacer unas nuevas civilizaciones; desde las que proceden algunos pueblos sináicos y las doce tribus de Judá e Israel.
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Hay numerosas referencias históricas y arqueológicas, para relacionar al pueblo judío con tribus del Sinaí y con hurritas, tanto como con migraciones de origen mesopotámico. Por lo demás, en lo que se refiere a su religión; la gran reforma que genera el pueblo judío, es la imposición del rescate y la negación de sacrificio ritual humano -inmolación de personas, común en las religiones de este área y época-. Transformando así realmente estos ritos semitas, generando cultos que se abrirán hacia una nueva etapa, llegando al monoteísmo moderno. Puesto que al derogar la inmolación sagrada de humanos a principios del II milenio a.C., lógicamente conseguirían mantener el espíritu de un pueblo unido durante siglos -tanto que aún hoy ha permanecido cohesionado y no ha desaparecido-. Debido a que en aquella época, la mayoría del Mundo Antiguo subsistía en el las sombras Eneolítico y tal solo las zonas más avanzadas habían comenzado una plena Edad del Bronce -quinientos años antes-. Por cuanto la supresión de sacrificios humanos rituales era impensable, en una etapa donde el poder se organizaba aterrorizando a los súbditos con ritos terribles (como la entrega de infantes), para que así rindieran plena pleitesía a los gobernantes.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes de Filae, en las cercanías de Asuán. Al lado, fotografía del templo de Isis, en Philae, antes de ser trasladado a su emplazamiento actual, tras realizar la presa del lago Nasser; del libro “Egypt Caught in Time” por Colin Osman (collection of photos and postcards Pyramid of Giza Research Assocation. Abajo, de nuevo el templo de Isis en Philae; otra imagen tomada antes de su traslado y procedente de “Egypt Caught in Time”, obra de Colin Osman (collection of photos and postcards Pyramid of Giza Research Assocation). En tiempos del Imperio Nuevo, los primeros faraones conquistan La Nubia (que comenzaba en las cercanías de Filae, junto a Asuán). Tras expulsar a los Hicsos -entorno al 1580 a.C.- los faraones mantuvieron durante dos siglos un ejército de enorme fuerza, extendido por Oriente Medio y el Nilo, llegando su poder hasta el actual Sudán. Pero en tiempos de Amenofis III, el poder del rey nilota va debilitándose y su hijo “Akenathón” llegará a gobernar un imperio con enormes problemas fronterizos y militares (asediado por los hititas). A mi juicio es este el motivo que llevará a Akhenatón a intentar asociarse con mitanios, canaaneos y otros pueblos de Oriente Medio; para lo que asimila el dios Osiris (Amón) con un nuevo Atón, creado de forma sincrética, tomando cultos y ritos de aquellos con los que deseaba aliarse.
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Continuando con Abraham y la supresión del sacrificio humano, hemos de reflexionar sobre el significado de ese rito, para comprender su importancia histórica. Así, sabiendo que la figura del patriarca se sitúa en el siglo XIX a.C.; hemos de tener muy presente que en la Europa contemporánea a Cristo, aún todas las religiones celtas llevaban a cabo en sus santuarios terribles inmolaciones de personas. Tal como realizaban antes los etruscos; quienes solían matar a víctimas propiciatorias con el fin de leer sus vísceras y el hígado (al igual que los celtas). Unas costumbres que los romanos combatieron y erradicaron de Italia antes del siglo III a.C.; aunque no hay que olvidar que entre los latinos se mantuvo el sacrificio de vírgenes Vestales. Del mismo modo en Grecia existieron templos dedicados a diosas como Artemisa, Hécate y deidades demoniacas (Daimones); donde se ritualizaba la muerte sagrada de humanos. Todo ello con el sentido e intención de dominar al pueblo, que impávido y sin poder hacer nada para salvar al inocente, debía contemplar en grupo las ejecuciones sagradas (para demostrar que de no obedecer, cualquiera podía ser ofrecido de manera igual). Estos ritos crueles religiosos, eran comunes a todas las Sociedades neolíticas y eneolíticas y el paso hacia la civilización plena -tal como la concebimos-, suele coincidir con su supresión. Tal como sucedió en las culturas precolombinas; donde fueron erradicados tras la aparición de los españoles en el siglo XV. Pues en lugares como México, el número de sacrificados en templos era más de treinta mil a año. La mayoría entregados por sus propias familias en el honor de los dioses; ofreciendo niños para ahogarlos ante el dios de las aguas (Tlaloc) o doncellas para diferentes rituales de muerte; junto a hombres a los que extirpaban el corazón en vivo (que luego comían) o bien eran desollados vivos por sacerdotes como los de Hiutchilopotchli.
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Por cuanto hemos expuesto, hubo de ser absolutamente innovadora aquella religión surgida en Canaán sobre 1850 a.C.; cuando en la montaña de Moirá se prohíbe el sacrificio del hijo primogénito -como recoge la Biblia-. Un ritual de inmolación que los semitas practicaban como rito iniciático y que asimismo era llevado a cabo por la mayoría de los pueblos de entonces (4) . Siendo este un hecho tan transcendental e importante -históricamente hablando-, que explica la creencia de los judíos de ser el pueblo de Dios (tras haberse negado a la inmolación ritual). Todo lo que asimismo explicaría la existencia y cohesión de estas gentes bajo un mismo culto; pues hay que recordar que el pueblo judío no lo compone una raza y ni siquiera un país determinado, sino de una religión. Creencias que entendemos partiendo desde este punto originario; conociendo que en el siglo XIX a.C. hubo gentes que se negaron a entregar a sus hijos para sacrificarlos en nombre del dios (el Baal o el señor-rey). Una negativa que por entonces suponía la condena al destierro de las ciudades y la obligación a quedar solos en el desierto. Comprendiéndose así el significado y origen de aquel grupo que más tarde se asienta en Canaán; cuya cohesión pudo estar rubricada durante milenios en base a ese principio: No admitir sacrificios humanos en el templo y menos entregar familiares para ese fin (tal como otros hacían). Todo lo que sería el origen del pueblo hebreo, sin relación alguna con el monteismo de Akhenatón; nacido desde tribus que preferían vagar por el desierto, antes de someterse a las leyes del Baal. Unos hechos que mantendrían unidos a los judíos por su religión; absolutamente innovadora en plena Edad del Bronce, donde las inmolaciones sagradas eran la base del poder y del gobierno eclesiástico.
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Continuando con la Historia religiosa de Canaán, comparada con el cisma de Amarna (la herejía de Akhenatón). También hemos visto cómo la historia judía es muy anterior al referido faraón; ya que su episodio más transcendental se data hacia el siglo XIX a.C.. Donde la aparición de Abrahám y del Dios de Judá, desde tiempos tan remotos, tiene como misión que no se realice más el rito de inmolar al hijo mayor (Isaac). Narrando el Génesis (22) el modo en que Yahvé envía un Angel, que ordena a Abraham no sacrificar a su primogénito, cuando ya se disponía a asesinarle; indicando donde hay una zarza en la que está atrapado el carnero que ha de sacrificar en sustitución del hijo. Este episodio es el que marca la diferencia verdadera entre el pueblo judío y los demás de Canaán; incluso entre los hebreos y otras tribus sináicas de igual origen racial (pero que permanecían con los ritos de inmolaciones humanas). Puesto que sabemos como aquellos que no admitían los ritos del Baal, se verían expulsados de las ciudades y obligados a vagar por el desierto. Debido a ello, hemos de entender al pueblo judío como aquellos que preferían vivir fuera de las urbes protegidas y amuralladas -errando por Canaán cual beduinos-; sin someterse a la inmolación del hijo. Generando así un pueblo propio, que nacería entorno al 1850 a.C.; hechos que La Biblia explica en la figura de Abrahám y que sitúa en tierras de camino entre Ur (Babilonia) y el Sinaí. Lo que según el Antiguo Testamento, sucedería en el monte de Moriá y en la ruta que seguía este pueblo pre-israelita para comerciar co Mesopotamia y Egipto. En un altozano cuyo nombre se repite en la colina donde Salomón edifica su templo; aunque el nombre de Moirá habríamos de interpretarlo más bien como los “montes Ammorreos”.
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Como venimos repitiendo, este es el momento histórico donde hay que marcar el inicio de los hebreos; cuya diferenciación con otros no fue racial, ni de territorio o político; sino solamente religiosa. Pues el judaísmo marca su inicio claramente en época de Abraham y con este hecho que lo distingue totalmente de otras religiones semitas. Así hemos de considerar claramente como hebreos pudieron ser ya un pueblo cohesionado en Canaán durante el siglo XIX a.C.; diferenciándose claramente de otros caananitas que practicaron las religiones semitas -que ofrecían personas al rey (o al Baal)-. Mientras aquellos a los que hoy llamamos judíos, nacerían cuando instituyen la ceremonia llamada de “rescate”, donde se sustituye al niño por un animal. Acogiendo entre ellos a todos los expulsados de ciudades o de las fronteras, cuando se negaban a matar víctimas humanas en efigie y ofrecimiento al “señor”. Aunque hubo reyes y poderosos de Judá que volvieron a los ritos semitas y practicaron el sacrificio del hijo propio. Siendo considerados monarcas o personajes degenerados entre los judíos; tal como podremos leer en el libro de los Reyes; donde Jeremías o bien Ezequiel hablan de ellos -entre otros pasajes bíblicos que recogen cómo se practicaban esas terribles costumbres; ver cita (5) -.
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Por cuanto hemos expuesto, consideramos que la afirmación de que el Yahvé de la Biblia nace del monoteísmo de Atón, es una apreciación alejada de la realidad histórica. Muy por el contrario, en episodios del Antiguo Testamento que se fechan en tiempos cercanos al reinado de Akhenatón -tal como es el Exodo (era de Moisés)-, sí veremos ritos de tipo semita o caananeo en Egipto. Basta recordar el famoso episodio de las Diez Plagas, cuya última maldición consiste en la muerte de todos los primogénitos (animal o humano) como narra el Exodo -ver cita (6) -. Con motivo de esta décima plaga, que traerá la muerte incluso al heredero del Faraón; se instituye la Pascua (Exodo 12) por mandato divino y en la que los judíos tienen la obligación de matar el cordero (cabrito) de un año de vida -comiéndolo en familia con agradecimiento a Yahvé-. Realmente, este relato de la décima plaga que puede resultar “extraño”; es comprensible históricamente cuando conocemos las prácticas religiosas de los caananeos y semitas. Quienes ofrecían sus hijos al templo; cuando se producían catástrofes climatológicas, epidemias, hambrunas, guerras o crisis de Estado. Momentos en los que era obligado llevar a los vástagos ante los dioses -principalmente primogénitos-, para sacrificarlos sobre el altar divino y frente a la mirada de la familia (que no debía ni gemir presenciando la escena; en la que normalmente era degollado el niño, antes de ser arrojado al fuego sagrado...). Con lo relatado, comprendemos el simbolismo de cuanto narra el Éxodo, advirtiendo de que si no liberaba al pueblo judío (que negaba el sacrifico de infantes), morirían todos los primogénitos; antes los de los animales, pero después habrían de matar a los de humanos. Al estar practicándose ritos que admitían esas ceremonias de inmolación; cuya pirámide religiosa comenzaba por ofrecer el primer nacido de cada animal, pero terminaba matando al heredero de cada casa (en efigie del príncipe real).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Máscara y sarcófago de Tutankhámon (propiedad del museo de El Cairo; al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Actualmente existe una extraña teoría sobre las facciones y la ejecución de ambas piezas. Habiendo quien afirma que se trata en realidad la máscara y sarcófago de Nefertiti, que tras la muerte de su yerno fueron transformadas, añadiendo las facciones de Tutankhamon. Todo lo que explicaría los cortes a los lados del rostro, mostrando como el modelo que vemos está pegado sobre un molde anterior; a la vez que justificaría la tosquedad de las orejas (que abrían sido añadidas).




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4) – La “herejía” de Akhenatón y su posible influencia sobre el judaísmo:
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Para comprender perfectamente lo antes expuesto, hemos de tener en cuenta algunas premisas. Fundamentalmente para la diferenciación de quienes eran fenicios, canaaneos, israelitas y judíos:
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A-) La delimitación de lo propiamente hebreo: En nuestra opinión -como dijimos- el carácter de lo hebráico aparece con Abraham, hacia el XIX a.C.. De tal manera, partiendo de que esas tribus -pueblos nómadas- que van a formar luego Israel, proceden de quienes huyen o emigran de Ur, en el siglo XX a.C, para comerciar y pastorear por el Sinaí. A nuestro modo de ver, aquellos beduinos errantes se establecerían en tierras fronterizas al mar rojo y al Imperio faraónico, con la ayuda y aceptación de Egipto (como colaboradores o aliados del Nilo).
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B-) Partiendo de que estas gentes venidas desde Mesopotamia se afincan en tierras dominadas por Faraón, con el apoyo de su dueño: Hay que tener en cuenta que en época de Abraham, muy posiblemente ya adoptan muchos usos y creencias del Nilo. Ello, junto a una forma de vida y costumbres que les impondrían o enseñarían, los egipcios; un hecho necesario para conservar amistad y alianza con emigrantes de repoblación. En referencia a ello, el Yahvé de Abraham, sí puede ser una transformación del dios Osiris o una deidad egipcia enseñada desde el Nilo a los preisraelitas, que se establecen en tierras controladas por nilotas (impidiendo que sacrifiquen a sus primogénitos). De tal manera, el “rescate” -salvación de la víctima humana- quizás se trata de una ceremonia o rito de iniciación egipcio. Una celebración practicada ya desde el III milenio en el Nilo, y enseñado a los de Abraham, por cuanto cambiarían su religión semita, hacia ese culto de “rescate” iniciático.
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Esta idea de que “el rescate” hebráico pueda proceder desde costumbres de Nilo se comprende perfectamente; pues en una sociedad piramidal -como la de Egipto- las vidas y almas disfrutaban de una metempsicosis extraña, encadenada de un modo escalonado. Lo que afirmamos se explicaría del siguiente modo: Sabiendo que en los templos de los estratos mas bajos sociales faraónicos, inmolaban animales menores. Hemos de suponer que en los altares más elevados en escala social, se realizaría un mismo sacrificio, ofreciendo un ser vivo mas importante (mas valioso). De ese modo -por ejemplo- si en una ceremonia humilde sacrificaban varios peces; ese rito equivaldría en una escala piramidal más elevada, a la inmolación de un ave. Por lo que asimismo, el sacrificio de numerosos pájaros, hecho en templos medios; se igualaría con el de un ovino o un caprino, llevado a cabo entre los ricos -oveja o cabra que ya podrían entregar individuos con cierta capacidad económica-. Consecuentemente en templos frecuentados por los más potentados, las anteriores ofrendas de varias reses menores, se equivaldrían con la de un bovino. Todo ello en una cadena de valor sacrifical, que se complicaría hasta llegar a las mascotas -tan queridas por sus amos en Egipto-; o a los caballos y asnos -cuya carne ritual no era alimento, sino tan solo se ofrecía al dios-. De tal manera, sobre esta esta escala piramidal y del rescate de unas vidas por otras, la Biblia nos explica su ritos y su significado.
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C-) Consecuentemente, el Levítico comienza tratando así de “El holocausto”: En su ley (Lev, 1), vemos que las ofrendas se diferencian en animales mayores (vacas), de ganado menor (cordero o cabra) o de aves. Igualmente en Exodo (22, 28); refiere los mismos sacrificios y nos dice textualmente: “Me darás el primogénito de tus hijos. Así harás con el primogénito de tus vacas y tus ovejas, quedará siete días con su madre y al octavo me lo darás”. Todo ello hemos de relacionarlo con la ceremonia y el misterio de la circuncisión; que se lleva a cabo al cumplir una semana el niño, desde que viene al mundo. Presentando al neonato en el templo y debiendo ofrecerse en el altar un sacrificio cruento, para lavar la afrenta de dañar al hijo; consistente en la inmolación de aves (palomas), ovinos o bovinos -conforme la capacidad económica de los progenitores-. Como muestra de cuanto exponemos, podemos leer en el Nuevo Testamento (Lucas; 2, 21-24); donde María y José, tras pasar esa primera semana desde el nacimiento de Jesús, le llevan a circuncidar, para luego presentarle en el templo y que así sus padres quedasen purificados. En tal purificación ofrecen ante el altar sagrado, un par de tórtolas (tal como ordena el Levítico 2, 10).
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Este rito lo relacionamos con el “rescate”; una pirámide de salvación que vamos describiendo, donde puede llegar a redimirse la vida de un ser vivo superior, cambiándola por varios de inferior rango (animales o humanos). De tal modo, en Exodo (34, 19 y ss) dice textualmente Yahvé: “Todo primer nacido es mio y todo primer parto de tu ganado (...) sin embargo, el primer fruto del asno lo rescatarás con una res menor, y si no lo quieres rescatar lo has de desnucar. Rescatarás todo primogénito de los hijos y no comparecerás ante mí con las manos vacías”. Todo ello, sin duda alguna se relaciona con el primitivo rito de salvación de seres humanos, en la obligada inmolación del primogénito que las religiones semitas practicaban. Un culto que nos lleva indudablemente hasta la figura de Abrahám y el sacrificio de su hijo, Isaac; episodio del Génesis cuya comprensión creemos que puede explicar gran parte del significado de lo hebráico, así como el origen de la teología judeo cristiana. Puesto que entrelineas, en esos capítulos del Génesis, veremos que el Sacrificio de Isaac se lleva a cabo cuando ese hijo de Abrahám tenía treinta y seis -o treinta y siete- años de edad. Precisamente a la “edad de Cristo”, que como sabemos nació durante el Padrón de Herodes, realizado en el año 4º a. C..
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Así pues, leyendo las citas recogidas en (8) descubrimos que si Sara tuvo a Isaac con noventa años de edad (Gen. 17, 17); ello supone que cuando muere la madre, el hijo de Abrahám tendría treinta y seis -o treinta y siete-. Pues el capítulo siguiente al del Sacrificio (Gen. 22), narra como Sara fallece con ciento veintisiete años (Gen 23) tras ese episodio de la inmolación sustitutoria. Ello significaría probablemente la existencia de un segundo rito de iniciación hebrea, que se llevaría a cabo al cumplirse los treinta y seis. Momento en que quizás el padre era requerido para ofrecer al hijo; quien sin conocer que sería rescatado, podría optar por decidir sobre la vida de otro, antes de que le “inmolasen”. Siendo así, el progenitor llevaría hasta el altar al vástago, quien viéndose atado y entregado para su sacrificio, pediría que otro familiar le sustituyera. Pagándose finalmente aquel rescate con una anciana o un viejo de la familia; tal como era Sara (la madre de Isaac; que muere tras el episodio del Sacrificio). Todo lo que dejaría preso de sus actos al rescatado, que finalmente habría de aceptar la traición ordenada sobre un familiar; aunque se tomase como individuos de sustitución aquellos que por su vejez o enfermedad, apenas podían ya valerse solos. Una ceremonia de rescate que sería de enorme utilidad para que el templo se apoderarse de la voluntad y vida de aquellos ofrecidos; que ante ante Dios debían reconocer su debilidad y su voluntad de entregar a un viejo, en sustitución de ellos mismos.
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Como decimos, este ritual de Abrahám, visto en el modo en que lo hemos planteado, podría resolver gran parte de la teología judáica, e incluso la cristiana. De tal manera y realizando un paralelismo entre el sacrificio de Cristo y el de Isaac; veremos que aunque ambos se llevan a cabo a la misma edad (unos treinta y seis años), en el de Jesús faltan todos los elementos sagrados: El padre, que ofrece su vástago a Dios; el cordero pascual y sustitutorio; la liberación del hijo y el rescate del inocente. Así puede comprenderse quizás, por qué en la Pasión de Cristo desaparece la figura del padre (San José), quedando solo el hijo (Jesús). Pero además, el rescate que se lleva a cabo durante esa Pasión de Jesús, es el del culpable -Barrabás-; sin liberar al inocente, tal como debía ser. Dejando al hijo en la situación del “Cordero de Dios que quita los pecados”; cordero pascual, que en el caso de la Pasión cristiana pasa a ser el hijo y no una res. Todo ello nos lleva a pensar en que aquel último rito iniciático quedaría transformado cuando Cristo fue llevado a la cruz, en vez sustituir su inmolación por la de un ovino y por la dormición de un anciano. Todo lo que pudo generar una nueva secta o una nueva religión entre los hebreos; quienes al verse ocupados por Roma y desvirtuados en sus creencias y costumbres, siguieron a un nuevo maestro. A un rabino que cambió el último trance, por uno mucho más duro; fundando así el cristianismo.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, mi sobrino japonés junto a la estatua del dios Horus, representado como un halcón; en el templo de Filae. Al lado: Estatua de Akhenatón en el Museo de Luxor (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Abajo: Un “encantador de serpientes” en el Nilo. Estas tres imágenes muestran dos de los totems más importantes del mundo faraónico: El halcón y la cobra. Sin duda alguna, en el Egipto Antiguo los animales se valoraban por su belleza y por sus enormes cualidades naturales; aunque se debieron deificar con arreglo al uso y a la utilidad que prestaban al hombre. Siendo el halcón capaz de cazar en el desierto -proporcionando alimento-, asimismo servía como ave de rapiña para atrapar a las palomas (usadas de mensajeras entre quienes se comunicaban secretamente). Por su parte la cobra era enormemente temida, pero a su vez se utilizaba para guardar graneros, soltándolas en los silos como ahuyentadoras de roedores -bastando quitar sus colmillos con el fin de que no atacasen a humanos-. Todo ello, configuró una religión piramidal de tipo totémica; donde algunos animales, como el carnero Amón, el perro Anubis (el halcón, el gato o la sierpe) presidían el mundo de los dioses -frente a otras especies que se consideraban diabólicas-.
Por cuanto hemos expuesto, consideramos que la afirmación de que el Yahvé de la Biblia nace del monoteísmo de Atón, es una apreciación alejada de la realidad histórica. Muy por el contrario, en episodios bíblicos que se fechan cercanos al reinado de Akhenatón -tal como El Exodo (la era de Moisés)-, sí vemos ritos de tipo semita o caananeo en Egipto. Basta recordar el famoso pasaje de “las Diez Plagas” en las que la última consiste en la muerte de todos los primogénitos (de animal o humano) (Exodo 11 y 12 ). Con motivo de esta décima plaga, que traerá la muerte -entre otros- del heredero del Faraón, se instituye la Pascua (Exodo 12) por mandato divino, en la que los judíos tienen la obligación de matar el cordero (o cabrito) de un año de vida y comerlo en agradecimiento a su Dios que le salva de ello. Realmente, este relato que puede resultar extraño, se nos hace fácil de comprender cuando conocemos las prácticas de los caananeos y semitas en momentos de cambio o crisis del estado. Durante los que había la obligación de llevar a sus hijos primogénitos para sacrificarlos sobre el altar divino, ante la mirada de la familia que no debía ni gemir presenciando la escena en la que normalmente era degollado el niño antes de ser arrojado al fuego sagrado.... Con ello, comprendemos el simbolismo de lo que narra el Exodo advirtiendo de que si no era liberado el pueblo judío (que negaba el sacrifico de infantes), morirían esa Pascua (en esos ritos) los primeros hijos de los animales, tanto como los de los hombres, pués no pactaban con Yahvé, el Dios que no admitía esas ceremonias.
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Es decir, que en esta época en que se fecha la existencia de Moisés (sobre el siglo XIV a.C.) parece que pudieron internarse las religiónes semitas en Egipto, quizás de la mano de Akhenatón, o de alguno de sus antecesores. De tal manera, no sería raro que las reformas religiosas de Amenofis IV, que ya inició su padre, lo que realmente deseaban era un trato o alianza de los egipcios con territorios del Sinaí y Mesopotamia, incorporando esos ritos semitas a la religión del Nilo. De ello, la aparición en la Biblia del dato que enseña cómo Egipto estaba “en el mal camino”, al morir los primogénitos, tanto de hombre como de animal. Lo que se debería a la práctica de rituales de sacrificio humano sin ceremonia de “rescate”, típica de las religiones semitas (menos en la judía). Por lo que concluimos que el Yahvé bíblico tanto como los Baal semiticocanaaneos, fueron los que debieron influir en la reforma de Akhenatón y no viceversa tal y como casi todos los expertos afirman.
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D-) Partimos también de suponer que los ritos judíos de rescate puedan relacionarse con la religión faraónica: Cultos del Nilo en los que se sacrificaban en templos diferentes animales, de menor a mayor importancia; ascendiendo en sus “grados” y de forma piramidal. Algo que fácilmente comprendemos cuando imaginamos la idea (expresada ya en el Levítico) por la cual “varias aves equivalen a un cordero” y “un número de corderos a una vaca”, así como varios bovinos se corresponderían a un asno (etc). Una “pirámide de salvación y sustitución” en la que quizás existía la posibilidad de redimir a un hombre, a cambio de varios animales superiores (de mayor o menor importancia, según el rango del humano). Aunque más habríamos de pensar en el rescate de un humano de casta superior (reyes y nobles) cambiado por decenas de hombres de clase media, o más bien por centenares de esclavos. Ello nos llevaría a ritos piramidales, llevados a cabo consecutivamente, en templos “asociados” y socialmente escalonados; en los que se irían sustituyendo de menos a más, las vidas de animales o de hombres, según la importancia de todos ellos. Llegando así hasta recintos sagrados tan solo reservados para las élites, donde se celebrarían cultos de gran complejidad, en los que se liberasen hijos de sumos sacerdotes y faraones, a cambio de una gran cantidad de hombres o bien pagado con miles de cabezas de ganado, ovino, bovino o caballar (en favor del templo que los recibía y redimía).
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Por todo ello, habríamos de deducir que sobre la cumbre de esta pirámide ritual de inmolaciones de animales, siempre estaría otra escala compuesta por vidas humanas. Un rescate de personas entre los egipcios, que estaría igualmente ordenado de menor a mayor rango social. Cuanto expresamos significaría que en el Nilo habría dos tipos de redenciones y adoraciones: Las de animales y las de hombres; celebrados con sacrificios cruentos e incruentos. Los segundos se corresponderían con entrega al templo de trigo, semillas o frutos de la huerta; que se ofrecían a Osiris y a los dioses del bien (como fruto del trabajo). Pero a los dioses del mal o de la guerra (representados con totems como el cocodrilo y el hipopótamo), se debían entregar vidas de animales o personas. De tal manera, en esas ceremonias de rescate debemos pensar que lo más sencillo sería fijar el precio a pagar para redimir del templo a los acusados de haber delinquido. Siendo bajo el rescate de un esclavo en esa situación; el precio fijado para la redención de un hijo o de un pariente sería alto. Máxime si aquel era de familia adinerada o próximo a la nobleza. Asimismo, otros casos de salvación se relacionarían con homicidios, asesinatos o con incumplimiento en los deberes militares; donde las personas de gran poder pagarían fortunas al templo para que liberasen de penas y deberes a sus familiares condenados. Finalmente, incluso podrían llegar a establecer un impuesto de rescate para las personas al tuvieran una determinada edad (como los treinta y seis años antes referidos); siendo obligado a quien cumplía esos años, ir al templo y realizar determinadas ceremonias iniciáticas.
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E- ) Visto que los ritos y la religión de Abraham pudieron tratarse de una síncresis entre las creencias semitas y las egipcias: Consideramos -como dijimos-, que la afirmación de que el dios de Akhenatón es el que genera el Yahvé de Moisés, no es adecuada (históricamente hablando). Lo que se resulta obvio, ya que el Dios de Moisés era el mismo que el de Abraham y el patriarca venido desde Ur precede en al menos cinco siglos a Akhenatón.
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F- ) Como una de las conclusiones finales, deseamos considerar que el rito de circuncisión es de origen egipcio: Esta ceremonia se lleva a cabo entre los judíos en el día octavo, tras el nacimiento; siendo el único sacrificio humano que tolera el Levítico y el Éxodo. De tal manera, como hemos narrado, el Nuevo Testamento describe que tras circuncidar a Jesús niño, María y José acuden al templo para purificar lo que han hecho, por lo que ofrecen la muerte de dos tórtolas (en símbolo propio, como holocausto de sangre suya). Aunque es importante añadir que la circuncisión se relacionaba en Egipto con la salida del Sol en el Amanecer, entre las dunas (al igual que el emerge el glande del prepucio). Un hecho religioso que se identifica con el disco solar de Atón (el dios de Akhenatón), pero igualmente con el de Amón-Ra y el Osiris; venerado ya desde el comienzo del Egipto Dinástico. De igual forma, el pene circuncidado se identifica con el loto del Nilo, abriéndose sobre las aguas; pero asimismo con las columnas de los templos en forma de cipo y que tenían talladas estas flores en su capitel. Unos pétalos de loto que ingeridos en forma de te, proporcionaban una sustancia alucinógena, que la mitología greco-egipcia describe al narrar episodios sobre “lotófagos” (hombres que se alimentaban de esas flores de río).
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Por lo demás el Sol al amanecer en su disco -Amón o bien Atón-, era el símbolo del huevo cósmico o primigenio; del que se origina todo el Universo. Por cuanto nos será fácil entender por qué el pene circunciso significa la iniciación hacia una nueva vida. Entre los egipcios, este rito era solo obligado para los sacerdotes y se realizaba de adultos, por voluntad propia. Aunque hemos de entender que para las tribus del desierto, carentes de agua, se hace muy necesaria la circuncisión, al facilitar la limpieza del pene -evitando enfermedades-. De ello, que -quizás- este rito de adolescencia egipcio, se trasladase a la niñez entre los judíos; quienes habitaban zonas muy pobres en pozos y aguas (ya que el Nilo facilitaba suficiente caudal como para realizar una higiene personal diaria).
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Por lo anteriormente expuesto, si Akhenatón hubiera sido el primero en instituir la circuncisión; podríamos pensar que este ritual que sustituía el sacrificio del niño, pudo ser llevado hasta los hebreos en tiempos de aquel Faraón. Pero históricamente no fue así, pues la circuncisión se observa ya a comienzos del III milenio a.C. entre los egipcios. Por cuanto hemos de pensar que Abraham la toma como forma de Alianza con Dios y con el Nilo, pactando con Yahvé esta ceremonia como señal de único sacrificio sagrado (Gen. 17, 9 y ss.). De tal modo en cita anterior (8) ya vimos el pasaje Bíblico donde Yahvé manda circuncidar a todo judío nacido (en su octavo día); pero también a todo esclavo adquirido, fuera o no del linaje de Leví. Ello nos indica que además de un significado religioso tenía otro médico, tal como pudimos tratar en nuestra obra “higa, higo, hígado y aojo. Magia religión y medicina”. Pues el cuidado de las partes genitales y de sus enfermedades en el desierto era primordial, ya que de sus mucosas procedían algunos de los peores males endémicos que vivían las civilizaciones de entonces. Nos referimos a Las gonorreas y la ceguera que transmite su bacteria “clamydia” (9) . Por todo lo explicado, parece claro que muy posiblemente la religión de Yahvé y sus ritos, nacieron en gran parte en Egipto (aunque procediera originariamente de Babilonia). Siendo adoptadas por los antecesores de los judíos” que a comienzos del II milenio a.C. habitaban la zona de Canaán y el Sinaí.
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IMÁGENES, AL LADO Y ABAJO: Dos efigies de Akhenatón. Al lado, estatua del rey tal como se expone en el Museo de Luxor (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Abajo: Estela fechada entorno al 1340 a.C.; que representa a Amenofis IV junto a su mujer (Nefertiti) y sus tres primeras hijas (Merit-atón la 1ª; Meket-atón la 2ª y Ankhesen-atón la 3ª) -agradecemos al Museo Arqueológico de Berlín nos permita divulgar la imagen-. En la fotografía hemos incluido el nombre de las niñas, que aparecen desproporcionadas y representadas tal como se hacía en la época de Akhenatón: Con los miembros largos y deformes. A mi juicio, tales malformaciones se deberían en parte a prácticas de modificación del individuo llevadas a cabo por sacerdotes (vendando el cráneo y otros huesos); pero también al abuso de la mandrágora, mezclada con bebidas alcohólicas. Pues al parecer, en época de Akenathón se puso de moda consumir ralladura de mandrágora con cerveza o vino; un alucinógeno que modifica el nervio óptico, haciendo ver alargadas las escenas. Asimismo, el abuso de esta bebida pudo llevar al mismo rey a tomar muchas de sus decisiones y a promover el cambio de religión; llegando a crear problemas en Egipto, que vistos históricamente resultan tan absurdos como desacertados e irresolubles.
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G)-: Las estirpes de Efraim y Manases: Para concluir, añadiremos como dato importante que dentro del mundo hebreo existen dos tribus consideradas de origen egipcio -o extranjero- llamadas, la de Efraim y de Manases. Dichos grupos son los que fundan el reino de Judá (ajeno al de Israel) y se consideran llegados tras la época de Akhenatón al Jordán; creyendo que se establecen en este momento al Sur de Canaán. Por su parte, el Génesis nos dice que Efraim y Manasés eran dos hijos gemelos de José; nacidos de ese hebreo (que llegó a visir del faraón) y de su mujer egipcia. De tal manera, estas dos tribus se pueden considerar una personificación de posibles migraciónes desde el Nilo, tras la herejía de Akhenatón -en épocas cercanas a Ramsés II (tal como la Historia recuerda)-. Quizás, la huida de dos pueblos; uno de linaje más faraónico y otro con raíces hebreas. Todo ello pudiera relacionarse con el Éxodo; aunque hemos de tener muy en cuenta que tan solo se comprendería la venida desde Egipto de dos de las Doce Tribus. Por lo demás, dichos grupos de Efraim y Manasés parece que tenían un orden y unos cultos muy distintos a los comunes entre israelitas. Tanto, que establecen un reino aparte, llamado Judá y que apenas se unifica unos setenta años con el de Israel (durante los periodos de David y Salomón). Este pueblo es el llamado Yahvista y el que mas influye en muchos de los posteriores cultos de los judíos; pues al ser más conservador y teocrático, fue el que siempre resistió más al invasor y no se dejó subyugar fácilmente. De tal manera, habríamos de hablar tan solo de este origen egipcio, en los hebreos de Judá; una nación muy relacionada con Amenofis IV. Mientras el reino de Israel -que corresponde a las tribus restantes-, no procedería de este Éxodo y su aparición en Canaán sería muy anterior. Finalmente faltarían incluir una tribu más extranjera (procedente de Creta o Chipre); asentada en Golán y de origen “Danao”, que sería la llamada de Dan (10) ; incluyendo asimismo a los filisteos, que era otro Pueblo del Mar (de origen similar a los de Dan) pero asentados en la franja de Gaza, desde comienzos del siglo XII a.C..
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H)-: Por último, hemos descartado la posibilidad de que el origen de los judíos se circunscriba a época de Akhenatón (mediados del siglo XIV a.C.): Creyendo poder demostrar que es al menos cinco siglos anterior. Por ello desearíamos terminar concluyendo con un breve bosquejo de la procedencia inicial de los israelitas. Pues el inicio del pueblo de Israel se produce cuando gentes de origen Amorrita, en el siglo XIX a.C., entran en contacto con Egipto. Pactando su posible asentamiento en tierras dominadas por el faraón en Canaán, cumpliendo una misión comercial y de pastoreo favorable al Nilo. Aquellas zonas del Sinaí eran limítrofes y gobernadas por Egipto -directa o indirectamente-; por cuanto para su asentamiento en ellas hemos de suponer un pacto con quienes las dominaban. Dichos tratados deben ser los que refiere el Génesis cuando habla de que Yahvé promete una tierra al pueblo de Abraham, a cambio de una serie de alianzas, que tienen vinculación religiosa (entre las que se destaca el sustituir el carnero por el niño y la circuncisión). Con ello podemos entender cómo un pueblo que vaga errante, viajando desde Babilonia al Nilo, finalmente deciden convertirse en sedentario; otorgándoles los egipcios esas tierras del otro lado del Mar Rojo, a cambio de unos acuerdos. Lo que generaría grandes alianzas con el faraón, motivando que sus descendientes se trasladasen a vivir al mismo Egipto (en época de José). Siendo esta la teoría que más encaja con la formación y asentamiento del pueblo de Israel, desde sus principios y en sus fronteras de Canaán.
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I-): FINAL: Tras las disertaciones anteriores sobre el origen de los hebreos, volvemos a Akhenatón; faraón del que ya dijimos cómo principalmente se dedicó a su reforma religiosa. Tanto fue así, que llega a abandonar la política, el comercio y a olvidar sus destacamentos de frontera. Su imperio se fue desmoronando en los pocos años de su reinado (apenas diecisiete); mientras el rey tan solo se ocupó de instituir su nueva “idea monoteista”, en la cual deseaba ser él mismo la cabeza y “gloria del dios Atón”. Pese a tal decadencia, su reinado es de gran importancia artística y creativa, aunque gran parte de esas obras fueron destruidas a su muerte, por considerarlas heréticas. Nació en su etapa una nueva estética y un nuevo tipo de arte figurativo, en el que se alargan y deforman las figuras humanas. Se dijo de él que el mismo Faraón era deforme y alargado, con malformaciones oseas y que para imitar sus defectos se crea esa estética. Pese a ello, el mismo tipo de esculturas comienzan levemente iniciarse durante el gobierno de su padre (Amenofis III); en cuyas representaciones ya vemos rasgos “estirados”, su cabeza apepinada y sus extremidades alargadas. Aunque es sobre todo durante el periodo de este Akhenatón, cuando se llega a presentar a los hombres, a los reyes y dioses, con formas en sus cuerpos similares a las de los insectos (a veces más parecidos a escarabajos o libélulas, que a humanos). Sobre ese hecho hay una teoría comprobada afirmando que durante los reinados de Amenofis III y IV, en toda la corte y en la alta sociedad egipcia, se impone como moda el consumo de cerveza con mandrágora rallada. Al parecer, se pudo comprobar por los estudiosos de arqueo-medicina, que dicha bebida alcohólica mezclada con limaduras del la raíz de esa planta, causa alucinaciones permanentes, que hacen ver la realidad distorsionada. Su consumo de forma continuada afecta a la visión y al nervio óptico, percibiendo la realidad de forma muy similar y tal como se representa el arte de época de Akhenatón (en una “psicodelia” del siglo XIV a.C., que alarga brazos y cabezas; nacida a todas luces del consumo desmesurado de cerveza con mandrágora).
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No deseamos afirmar que quizás esta pócima -que se tiene como la inspiradora de aquella estética de rasgos alargados-, posiblemente también produjo el empeño del rey por su “reforma”. Aunque es una hipótesis a estudiar, que el “visionario estado” de Akhenatón y su empecinamiento por temas religiosos, pueda explicarse en relación a su abuso de cerveza con mandrágora. Ya que la herejía que comienza en época de su padre, fue dirigida por él de forma muy virulenta; llegando a la persecución e intento de destrucción de la religión anterior egipcia. Por ello, deseamos exponer que fue quizás esa cerveza mezclada con mandrágora, el motivo que lleva a Akhenatón a ser como fue: Olvidado todo asunto de política, comercio o fronteras y únicamente pensando en imponer su nuevo dios en Egipto; un dios del cual él era su única cabeza.
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Debido a la situación que narramos, la nación egipcia se escinde prácticamente en tiempos de Akhenatón, dividida en partidarios y detractores del nuevo culto. Luego, el fanatismo de unos y otros, hace que se hunda el Nilo en una gran crisis, que casi hizo desaparecer el reino de Egipto (un debilitamiento tan solo similar a la situación que produjo la llegada de los Hicsos). Por su parte, los Hittitas aprovecharán esta situación de conflictos internos; llegando desde Anatolia a tierras del faraón y arrollando todos los puestos avanzados que tenía Egipto, hasta el Norte de Siria. Alcanzando Líbano y aliándose con los Canaaneos, quienes les ven como libertadores y les facilitan el camino hacia el Sur. De ese modo consiguen los hittitas en pocos años dominar desde el Líbano al Sinaí -con alianzas o victorias- ; alcanzando -por el este- hasta la entonces egipcia Mitani, creando así los de Hattusa un imperio de extensiones desmedidas. Por su parte, algunas ciudades Oriente Medio, que estaban ocupadas por egipcios -como lo fué Biblos-, deciden continuar fieles al faraón, pero Akhenatón no envían ayuda a fronteras y pronto caen pasto de los caudillos Caananitas revueltos, que ayudados por los Hittitas destruyen sus emporios. La fama de Egipto se desvanece y nadie puede permitirse mantenerse ya fiel a Amenofis IV (Akhenatón); quien mientras su reino se hundía, dedicaba sus principales esfuerzos para que los egipcios adorasen a Atón en vez de a Amón... .
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De esta forma, el reino del “Faraón hereje” se convierte en una anarquía y en ese periodo de declive -dicen- aparece por primera vez en la zona del Sinaí un pueblo que los del Nilo llamaron “Apiru” y que creemos se traduce como “los del otro lado”. Dichos Apiru (o Hapiru) son según muchos autores los que luego se llamarían hebreos; quienes durante el reinado de Akhenaton se intentan establecer al Oeste del Jordán y más tarde parece que consiguen hacerlo al Este de aquel río. Pese a todo, en nuestro modo de ver, quizás es entonces cuando los hebreos (o Apiru) se escinden de Egipto, huyendo a tierras más lejanas, al otro lado del Mar Rojo. Muchos creen que es en esos años cuando huyen del Nilo, pero no debemos de pensar tanto en una huida como en el hecho de que en este momento Egipto pierde la hegemonía en esas tierras de Canaán y del Sinaí. Que sin tener un señor, ni un gobernante; obligará a aquellos que las habitan a organizarse de forma independiente y autosuficiente. Es decir, que quizás la crisis de Akhenatón, provoca la necesidad imperiosa de organizarse para subsistir a esos del “otro lado”, quienes por entonces habitaban en Canaán o en el Sinaí (dominado hasta esos días por el faraón). Sobre todo, ante la llegada de otros tiempos; en que los egipcios no gobernarían estas tierras ni protegerían más a los habitantes de Canaán.
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IMAGEN, AL LADO: Junto a estas lineas, un cuadro portugués con la presentación de Jesús en el templo (en este caso se trata de una obra de Jorge Alfonso, perteneciente al precioso monasterio de San José en Setúbal -actualmente cerrado por reformas y al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen-). De nuevo vemos a San José ofreciendo dos palomas y al rabino, que muestra o realiza la circuncisión del niño. Tras cuanto hemos relatado acerca de las religiones de “rescate” nacidas en la Edad del Bronce, comprendemos perfectamente los elementos de la escena (la circuncisión como elemento de alianza con Yahvé, a cambio del niño). Por lo demás, el hecho de que “el rescate” se lleve a cabo con el primogénito, se debe -a mi juicio- a una costumbre pastoril; porque entre el ganado, las cabras, ovejas y algunas vacas, rechazan al primer parido. No sabemos bien a qué se debe este comportamieto de las primerizas (muy común entre las ovejas), pero parece que en el género humano también existe esa tendencia de temor o de rechazo hacia el primer hijo; por motivos psíquicos postparto. Todo ello, unido al sentido del linaje; explicaría el rito de rescate, como una alianza impuesta en estas religiones que debían liberar al primogénito. Aunque en los cultos semitas más antiguos, se practicaría la entrega del primogénito al templo (normalmente para inmolarlo en efigie del Baal o señor -tal como aún hacían los fenicios hasta tiempos de Roma-).
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ABAJO: Imagen de Akhenatón tomada de la antigua fototeca de la Universidad de Bruselas (a la que agradecemos nos permita divulgarla). En ella vemos una de las esculturas de este faraón, donde se aprecian los rasgos alargados, como signo de esa deformación que yo atribuyo -personalmente- al abuso de la cerveza con mandrágora rallada. Este rey, quiso ser el centro de toda la actividad religiosa de Egipto; probablemente movido por ideas surgidas del consumo de aquella bebida alucinógena. Pretendiendo una reforma en la que él fuese la única figura y persona que representase al dios Atón (Amón) en la Tierra. Abandonó sus deberes como gobernante, dividió el reino en dos facciones (partidarios y contrarios a su reforma) e internó al Nilo en una guerra civil, que debilitó casi por completo sus fronteras y su poder. Es entonces cuando -a mi juicio- aquellos pueblos que habitaban en tierras limítrofes con Egipto, hasta entonces dominadas por el faraón; necesitarán ser autosuficientes y deberán defenderse por sí mismos -fundando Estados-. Generándose en la zona de Canáan y del Sinaí el pueblo israelí y el judío -durante aquella época-; ya con plena consciencia y separados del Nilo, bajo la necesidad imperiosa de crear una nación propia (al verse solos y sin el dominio, ni la defensa, de los ejércitos del faraón).
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5) – El cautiverio judío, El Éxodo y Moisés (su relación con Akhenatón):
Hasta este momento no hemos tratado la figura de Moisés, el gran libertador y legislador judío; ni sobre del significado de El Éxodo -propiamente-. Pero tras llegar a este punto de la Historia, nos será más fácil comprender las situaciones que se generaron. Aunque regresaremos a la etapa de entrada de los hebreos en Egipto, para ir comprendiendo las fases de este pueblo. Así, acerca de esos judíos emigrados al Nilo (en época de los Hicsos), nos dice la Biblia que los descendientes de Jacob -venidos con José- luego hubieron de sufrir un largo periodo de “cautiverio”. Lo que interpretamos como una esclavitud o una dominación -reducidos a casta inferior-, ocurrida desde la caída de los reyes Hicsos. Faraones extranjeros que les traerían a esas tierras, para trabajar como funcionarios o como burguesía (durante el siglo XVII a.C.); lo que les granjeó el odio de los verdaderos súbditos de Egipto, que les subyugan tras recuperar su reino del Norte y echar a la dinastía Hicsa. Permaneciendo allí cautivos los hebreos unos doscientos años y hasta la crisis de Akhenatón (sucedida hacia el 1350 a.C.).
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Difícil es comprender que los hebreos fueran totalmente esclavizados en tierras ajenas y no perdieran su lengua, ni sus costumbres. Debiendo considerarse más bien que tras el final del imperio Hicso (acontecido hacia el 1580 a.C.), esos hebreos debieron caer en “desgracia” y serían desplazados desde la clase alta, hasta los mas bajos estratos sociales. Con ello se entiende el relato bíblico en el que los descendientes de Jacob, pasan de ser la élite social, a trabajar en labores de clase media baja (entre las que estaba el oficio de albañilería, ladrillero y las faenas del campo) (11) . Muy posiblemente ello ocurrió durante el periodo que hemos marcado (entre el 1580 y el 1350 a.C.). Debiendo por entonces soportar el yugo de los faraones más guerreros y más fuertes del Imperio Nuevo (antes mencionados, de la XVIII Dinastía; entre ellos: Amosis, los Amenofis y los Tutmosis). Aunque con la llegada de Akhenatón, los canaaneos dejan de sufrir este férreo control del Nilo; ya que el “rey hereje” no impedirá que Canaán se “independice”, o que sea tomado por los Hittitas (olvidando toda obligación política y militar en esas tierras). Siendo obvio que tras sublevarse esos territorios faraónicos del otro lado del Mar Rojo; caerían bajo infuencia Hittita. Así, los hebreos que habitaban aún en Egipto verían la posibilidad de salir del territorio y del Imperio, para establecerse en lo que ya considerarían como su tierra (liberada). Lo que sucedería durante esta etapa, en el que -como dijimos- incluso se escinde Egipto; dividido en guerras civiles, entre partidarios y oponentes a la nueva religión.
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Muchos de los pueblos subyugados y esclavizados aprovecharían esa fase de debilidad, para huir del poder faraónico y establecerse donde los hittitas les permitieran. Para ganarse la amistad de los enemigos de Egipto, quizás debieron exagerar su propia historia; relatando que habían sido terriblemente esclavizados y perseguidos en tierras del Nilo. Con lo que se ganarían la confianza de los hittias, para que les permitieran establecerse en esa franja de Canán; dominadas por los que verían un buen socio a todo pueblo que odiaba al faraón. Probablemente ello explique cómo los judíos conservaron todas sus tradiciones y lengua desde la marcha de los Hicsos y hasta la llegada de Akhenatón; pues probablemente no fueron tan cautivos, sino mas bien ciudadanos sometidos a duros tributos y a trabajos incómodos (ordenados por el rey del Nilo). Es decir, que desde la caída del reinado Hicso, los faraones consideraron a estas gentes de origen Canaánita como colonos de sus tierras allende el Mar Rojo; pero sometiéndolos con dureza, obligados a fuertes tributos. De ello, posiblemente tras la decadencia de Akhenatón y cuando logran independizarse definitivamente de Egipto; los israelitas prefirieron narrar una dura historia de cautiverio y enemistad con el Faraón. Momento en el que creemos surge la figura de Moisés y también en el que aparecen los denominados “Apiru” -asentados en territorios del Jordán-. Apiru ó Hapiru -Hebreos- que más bien hemos de identificar con las tribus de Manasés y Efraim, quienes más tarde conforman el Estado de Judá (como reino del Sur y distinto al de Israel). Aunque ello no explica plenamente la historia bíblica que nos narra El Éxodo, en la que un hombre de origen levítico, criado entre los faraones, es quien lleva al pueblo de Israel hasta le Tierra de Canáan.
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Para comprender la figura de este salvador de los judíos -llamado Moisés-, hemos de avanzar un poco más en la Historia de Egipto; estudiando lo sucedido tras la muerte de Akhenatón, siéndonos así más fácil comprender a quién personifica esta figura mesiánica. Pues sabemos que tras el fallecimiento del “rey monoteista” en el 1362 a.C (+,-) la anarquía se adueña de un dividido Egipto; que heredará su yerno, el famoso Tutankhamón. El nuevo soberano abjura de la religión de su suegro, e intenta reconvertir el reino al sistema antiguo; reponiendo la capital en Tebas y sustituyendo la que fundó Akhenatón -con su mismo nombre, en el término medio del Nilo; ciudad que fue destruida y olvidada-. Tutankhamón (que en vida de su suegro se llamaba Tutankh-Atón, en honor del Atón) pronto pasa a denominarse como mandaba el antiguo culto a Amón, para honra y orgullo del dios anterior a Akhenatón -ya restituido-. Así, el nuevo rey, se reconcilia con los sacerdotes y vuelve al culto de Amón, mandando destruir los templos, palacios y hasta las tumbas y esculturas realizadas por Akhenatón. Su desprecio hacia el padre político -del que había heredado el trono- lleva a inclusive a desahuciar y expoliar las tumbas de las familias de Amarna. Sabiéndose recientemente que vaciaron hasta el cenotafio de la madre de su mujer; pues este sepulcro de la esposa de Akhenatón se supone fue el que poco después se reutilizó para enterrarle -cuando al parecer, le asesinaron-. Siendo esa la tumba que encontró en 1922 Howard Carter; y que antes de ser de Tutankhamón se considera que fue la de Nefertiti (12) .
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En dicha decadencia del reino de Egipto, donde llegaron a asesinar al joven faraón; los que le suceden solo intentaron reconquistar algunas tierras perdidas y un poco del orden olvidado. Así se llega -tras Hotrembeb- a Ramses I, y luego a Seti I en 1319 a.C.. Reyes guerreros que pretenden la reconstrucción del Reino Nuevo, con campañas en Siria y Líbano, durante los cuales hemos de imaginar que los hebreos aún permanecían en semi-esclavitud o huyendo de Egipto; mientras en las fronteras de Oriente Medio se libraban múltiples batallas. Finalmente, sube al trono el famoso Ramsés II, quien deseoso de reconquistar Canaán, pierde la guerra frente a los Hittitas en 1299 a.C. (en Siria y Líbano); derrota tras la que jamás volverá a gobernar Egipto plenamente aquella zona. De tal modo, sobre 1283 a. C. (+,-) teóricamente los hittitas y egipcios se reparten Canaán en dos mitades, pero realmente ya ni unos, ni otros, la dominarán plenamente; pues están naciendo allí nuevos reinos y ciudades (entre los que se encontrarán los Estados fenicios y los judíos). Ramsés II se casará entonces con una princesa Hittita, para forzar el dominio de Oriente Medio; pero tras ello realmente no logra el dominio de la zona. Tanto que Biblos como otras ciudades costeras, junto a casi todo Canaán, pasan a ser considerados tierras enemigas de ambos imperios y de frontera entre esos dos “agresores” (hittitas y faraónicos). Ello produce un fuerte sentido nacional común entre los habitantes de aquel área; intentando así fenicios, caananitas y judíos, independizarse del vasallaje del Nilo. Hasta el mismo Biblos comienza a ser totalmente autónomo, consiguiendo marcar una frontera con Egipto y con los Hittitas (lograda plenamente sobre el siglo XII a.C.). A todo ello se sumarán dos hechos, que posteriormente trataremos y que son: La aparición de los Pueblos del Mar, pero sobre todo la del Hierro. Lo que desde el siglo XII genera unas nuevas migraciones y una nueva etapa en Oriente Medio. Un periodo durante el que se crean las tres civilizaciones que perviven en Canaán: La Fenicia, el reino de Judá-Israel y el de los Pueblos del Mar (los huidos del Hierro). Quienes habitaron la zona promoviendo gran prosperidad durante unos cinco siglos; hasta que los Babilonios atacan Oriente Medio en el 722 a.C.; llegando a destruir sus ciudades principales unos ciento cincuenta años después.
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IMÁGENES, AL LADO Y ABAJO: Junto estas lineas, altar tartessio hallado en de Coria del Rio. Se trata de una mesa ritual hecha con tierra compacta y cuya forma recuerda a la piel de un bovino. Su diseño es asimismo igual al del pectoral más pequeño en el tesoro de El Carambolo. En la foto -bajo estas lineas- vemos los colgantes, tal como los muestra una vitrina del Museo Arqueológico Nacional, donde se encuentra la reproducción de el ajuar hallado en El Carambolo (agradecemos al MAN nos permita divulgar su imagen). Asimismo podemos observar en la parte alta de la foto; un dibujo con el altar de El Carambolo, construido sobre el suelo y muy parecido al de Coria del Río, tanto como a los colgantes en forma de pellejo. Tal como hemos dicho; estos altares tartessios aparecidos en la Península Ibérica y fechados entorno al siglo VII a.C.; cumplen las reglas del protocolo levítico. Siendo como Exige Yahvé se hagan sus mesas rituales del holocausto: Sobre el suelo, sin apenas adornos, aprovechando algunas arenas y con forma de res.
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ABAJO: Altar de Beersheva, tal como lo muestra el Museo de Jerusalén (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). Estas asheras sagradas estaban construidas como ordenaba El Levítico: Con unas piedras, sobre la arena y sin apenas más recursos. Finalmente se sincretizaron con asheras venidas de otros cultos (especialmente con los micenios y los cretochipriotas); por lo que sus cuernos pasan simbolizar al mismo dios, o al poder. De tal manera eran atributo de deidad sus astas, que para pedir asilo al templo habían de agarrarse a una esquina de estas mesas, pudiendo los sacerdotes conceder protección al que allí se sujetase. Aunque si altar perdía uno solo de sus cuernos, quedaba sin valor y se consideraba profanado. No pudiendo cumplir con sus funciones sagradas y menos con la potestad de asilar o salvar al que allí se asiera. Esta potestad del cuerno, que asimismo el pueblo judío ritualizaba en el sonido del “shofar” (trompeta sagrada construida con el asta de carnero), nos habla de cultos venidos de la ganadería. Especialmente de religiones ancestrales, donde las reses tenían un simbolismo fundamental; por cuanto asir al ganado por los cuernos, significaba vencer al animal. De allí procedería el valor de las esquinas en los altares judíos; un simbolismo que quizás tuvieron también los laterales de las mesas sagradas de Tartessos (igualmente con forma de bovino).
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6) – Moisés y la Tierra de Canaán (diferentes autores y distintas interpretaciones):
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6-a) Moisés visto por Freud, Campbell y otros teóricos del Éxodo:
Hemos explicado la historia de los judíos, como un pueblo de origen canaaneo (amorrita) que se trasladó al Nilo y que tras la caída de los Hicsos permaneció -en gran parte- subyugado por Egipto (aunque finalmente se liberarían; posiblemente desde el siglo XIV a.C.). Los que comenzarían a huir y a independizarse en tiempos de Akhenatón, son considerados por muchos autores como exiliados; quienes época de Ramsés II deciden abandonar totalmente Egipto. Pero según varios estudiosos, el secreto de su huida parece estar más relacionado con la escisión de Egipto -en partidarios y detractores de Akhenatón-, que con el éxodo de un pueblo esclavizado. Asimismo para otros, serían los pertenecientes a las tribus de Efraím y Manasés, que como sabemos no pertenecían a israel, sino fundaron Judá en el Sur de Canaán. De tal manera, dicen estos expertos en el tema, que tras el fallecimiento de Amenofis IV; los aún partidarios de la religión de ese faraón (“hereje”y monoteista), se sublevan durante decenios. Hablando de que lucharían hasta contra Ramsés II, al que los judíos -unidos a esos egipcios partidarios de la “herejía”-, habrían solicitando un territorio, para crear una nación diferente a Egipto. Esta es la hipótesis que muchos historiadores siguen y que por primera vez intuyó ese magnífico “arqueólogo” aficionado de origen judío -el inigualable psicólogo, que fué padre del psicoanálisis-. Sigmund Freud en su libro “Moisés y la religión monoteista” plantea que el principio del pueblo judío fue solo como una escisión del egipcio; separándose una parte de seguidores de Akhenatón, cuando deciden emigrar de su tierra y huir al desierto -para evitar la confrontación y crear un nuevo reino-. Esos hechos los fecha Freud, tras la muerte del “Faraón hereje”, datándolos en su opinión entre el 1350 y el 1310 a.C.
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Joseph Campbell narra en “Las Máscaras de Dios” del siguiente modo las consecuencias de tal teoría, expuesta por primera vez por el psiquiatra-arqueólogo: “Sigmung Feud dió un susto a muchos de sus admiradores cuando propuso en su última gran obra `Moisés y la religión monoteista´ que Moisés no era judío sinó un noble egipcio -especificamente de la casa del faraón herético Aknatón, quien reinó entre 1377 y 1358 a.C.-. Que en los años inmediatamente siguientes a la muerte de este Faraón, que supuso el colapso tanto de su corte como de su culto al monoteísmo; Moisés partió de Egipto acompañado de colonos semitas del Delta, a quienes procuró inculcar las creencias monoteistas de Akhenatón. Sin embargo, en el desierto, esta gente oprimida por sus castigos le mató y su liderazgo fué ocupado por el sacerdote madianita de un dios volcánico árabe: Yahvé”. Continúa relatando como el recuerdo de Moisés entre los huidos consiguió ir transformando el dios Yahvé en un dios mosaico, dando nueva vida a esa religión judaica (13) .
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Tal y como afirma el profesor Campbell, no debemos rebatir directamente tal teoría de Freud, cuando menos meritoria por haberse escrito hace más de cien años (14) . Aún más siendo el mismo padre del psicoanálisis de origen judío, mientras niega que uno de los hombres más ilustres de su pueblo, no lo fuera. Pues la creatividad de tal idea y la razón arqueológica asisten al genial Freud; que quizás sin suficientes argumentos o datos -pero con gran sentido común- intuye una verdad que puede convertir un mito, en una leyenda con visos de realidad histórica. Porque su interpretación de Moisés verdaderamente alcanza a hechos históricos que pudieron suceder perfectamente en los orígenes del pueblo de Israel. Pese a ello, Joseph Campbell, cree que tal mito de Moisés no es de origen egipcio, sino semita y que se trata de una leyenda compuesta hacia el siglo VIII en Israel, pero inspirada en una historia nacida en Summer. Dicho planteamiento (del también genial Campbell), no podemos compartirlo, pues dejaría fuera de toda realidad histórica a Moisés y a El Éxodo. De tal manera, si pensamos que la narración del Éxodo solo es un relato babilónico revivido, habríamos de plantearnos la veracidad histórica y la autenticidad del Antiguo Testamento (sin tener sentido el cautiverio, la huida, ni la llegada a Egipto de los judíos... Siquiera ni el mismo Abraham puede explicarse arqueológicamente). Todo ello, es lo mismo que negar cualquier viso de hechos históricos en el Génesis y el Éxodo, hipótesis que no podemos admitir; ya que no explica siquiera por qué no pueden encajar sus figuras históricas, las fechas y personificaciones; en etapas que realmente vivió el pueblo hebreo.
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Es decir: Si sabemos por restos arqueológicos y culturales, que los judíos son de origen Amorrita, venidos de la zona de Mesopotamia; que luego vivieron cerca de los egipcios (o entre ellos) y que hacia el reinado de Akhenatón, regresaron al Sinaí. Se hace imposible pensar que El Génesis y El Éxodo no nos hablan de etapas, personificaciones y gentes coetáneas o paralelas. Pues el Antiguo Testamento narra que el pueblo de Abraham, nacido en Ur y venido hasta Canaán; por sus penalidades, emigró en época de José a Egipto, tras lo que triunfan en el Nilo. Aunque luego son allí sometidos, por lo que deciden huir o en regresar a Canaán, en tiempos la de Moisés. Unos hechos y etapas que concuerdan con lo que la Historia dice y descubre; por tanto, si todo el Génesis y el Éxodo es falso -tal como Joseph Cambel afirma- ¿Por qué encajan sus relatos con lo que la arqueología y los arqueólogos van hallando?. Así pues, si partimos, tal como dice Campbell, de que el Éxodo es un mito semita transcrito en el siglo VII, sin contener realidades vividas por los judíos; jamás llegaremos a entender por qué estos Libros del Antiguo Testamento coinciden con las etapas y sucesos de Egipto o de Canaán... . Por lo tanto, la única hipótesis admisible sería considerar a Moisés como un personaje histórico (más o menos legendario). Aunque Campbell cree que los judíos del siglo VII a.C. -al ser invadidos por los babilonios- le añaden las cualidades y leyendas de un rey semita (akkadio), llamado Sargón. Asimilando los israelitas su más venerado héroe, con un monarca de Mesopotamia, cuyo gobierno se fecha en el III milenio a.C. y cuyo recuerdo se pierde en la memoria. Aunque es casi imposible creer esta hipótesis de Campbell, considerando que los israelitas, durante su cautiverio en Babilonia, estudiasen y conocieran a Sargón el akkadio (Sargón I de Argade); tanto como para incluir pasajes en La Biblia inspirados en la historia de aquel monarca del siglo XXIII a.C..
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IMÁGENES, AL LADO Y ABAJO: Junto estas lineas, famosa cabeza en bronce akkadia, que se supone la del rey Sargón (2270 al 2215 a.C. +/-). La fotografía es una de las primeras tomadas a este busto, que considera representa al famoso monarca akkadio. Perteneció a la serie de imágenes que hizo su descubridor en 1931 (el profesor R.Campbell Thomson); mientras en un igual tiempo (desde 1925 a 1935) otro profesor Campbell (Joseph Campbell) iniciaba sus estudios de antiguas religiones y de filosofía comparada. Creo que el parentesco con el descubridor del busto akkadio, o bien su mismo apellido, llevaron al joven Joseph a interesarse por la historia del antiguo rey Sargón -estudiado y descubierto por R. Campbell-. Quizás confundiéndolo con el Sargón de Siria (contemporáneo al cautiverio de los judíos); por lo que en mi opinión, Joseph Cambell construyó esta extraña teoría en la que identifica al Sargón de Akkadia, con Moisés. Personajes cuyo único nexo de unión es que al nacer fueron dejados por la madre en un cestillo flotando en el río. Aunque Sargón sería recogido por un jardinero, quien tras transmitirle su profesión, vio como la diosa Ihstar se enamoró de ese chico que trabajaba el jardín de su templo, concediéndole dones para llegar a general -y más tarde a rey-. Una historia que muy poco tiene que ver con la de Moisés, existiendo cientos de leyendas antiguas que tratan de niños abandonados en cestillos en el río; entre las que podemos destacar Rómulo y Remo (en Roma), o Habis (en Tartessos).
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ABAJO: Moisés colérico, rompiendo las Tablas de la Ley, al ver adorar a su pueblo el becerro de oro (grabado de Gustavo Doré). Este pasaje bíblico muestra el modo en que Israel todavía en pleno Éxodo, practicaba ritos pertenecientes a diversas religiones de la Edad del Bronce y de culturas coetáneas (como la minóica o la egipcia).
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Pese a todo lo expuesto, Joseph Campell defiende que el “mito de Moisés” es una transcripción del de Sargón rey de Argade (Akkadia); un monarca que data de los comienzos de Babilonia, hacia el 2350 a. C.. Personaje que igualmente fue dejado en un cestillo por sus padres y luego gobernó su reinó junto al Eúfrates (15) . Para su razonamiento se sirve de otros ejemplos que fundamentalmente estudió Otto Rank (16) en los que este autor escribe una monografía comparando más de setenta variantes de esta leyenda, con otras similares: El hombre nacido de padres desconocidos o de virgen, abandonado en las aguas de niño, recogido por animales (o padres adoptivos), que finalmente triunfa, llegando a gobernar un reino. Entre ellos son sobradamente conocidos para nosotros niños-héroes cuya historia es parecida a la de Moisés; como Rómulo y Remo, fundadores de Roma; o Gárgoris y Habis, creadores de las primeras dinastías en la Hispania prerromana (17) . Aunque nunca nos atreveríamos a afirmar que la historia de Habis se relaciona plenamente con la Moisés, ni aún menos la de Rómulo y Remo. Pese a todo para el profesor Campbell, Moisés no es ningún personaje histórico, sino más bien hemos de hablar de un mito babilónico “traducido” al mundo judío.
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Sin desear contradecir a una autoridad tan destacada como Campbell, hemos de manifestar nuestro absoluto desacuerdo con tal planteamiento (que nos parece más bien surgido del paralelismo de nombres entre el descubridor del busto de Sargón de Akkadia -Campbell Thomson- y Joseph Campbell). Pues para afirmar que El Génesis o El Éxodo no tienen relación con hechos históricos, argumenta ese profesor americano que nadie ha conseguido diferenciar las etapas de Abraham, José, la de cautiverio y la de Moisés. Todo lo que no es cierto, ya que hay diferentes teorías que encajan perfectamente con las Historia de Egipto, en esas narraciones de El Antiguo Testamento. Tanto que el mismo Campbell expone una relación de ellas, en las que destacan: La de J.W. Jack, que piensa que el Exodo se produce en época de Tutmosis III (sobre el 1502 al 1480 a. C +,-). La de Freud, que fecha la salida de Egipto en los años de Tutankhamón (1358 al 1349 a. C. +,-). La de Albright, que la data en el reinado de Ramses II (1301 al 1234 a.C.) y la de Scharff que piensa que se produce entre Ramses II y Merneptah (del 1240 al 1230 a. C.), por encontrarse en esta época estelas egipcias hablando de las revueltas judías y hallarse entonces ya el término Israel escrito. Aun habiendo quien piensa, como el prof. Meek, que la huida de los israelitas se produce al final de la XVIII Dinastía (entre el 1220 y el 1200 a. C. +,-); con Seti II, cuando estos “abandorían” Egipto aprovechando las revueltas internas.
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Tal diferencia de dataciones las considera Campbell una incongruencia, por lo que descarta que la historia narrada por el Exodo concuerde con hechos ciertos. Pese a todo, lo que no observa este gran autor es que la Biblia hubo de recordarse en la memoria, durante varios siglos, hasta ser escrita (pues los alfabetos sináicos comienzan a extenderse en los siglos XIV al XII a.C.). Ello que deja la posibilidad de que los hechos que se narran -recogidos en un solo momento- quizás sucedieron en varias épocas, o en un largo periodo de tiempo. Por lo que cabe la posibilidad de que la huida de Egipto pudo hacerse en oleadas distintas, hasta con centenares de años de distancia entre unos y otros éxodos.
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6-b) El Moisés de Assmann:
El más ilustre especialista de nuestros tiempos en esta figura bíblica, ha sido Jan Assmann; profesor emérito de Heideberg, cuyo libro “Moisés el egipcio” (Moses the Egyptian) publicado hace casi tres décadas, aún constituye una guía para estudiar este personaje. De este modo, analizaremos la obra de Assmann intentando comprender mejor el significado de lo mosáico; aunque para obtener una opinión más perfecta, lo haremos recopilando comentarios que acerca del libro escriben otros catedráticos y especialistas en el tema. Recogiendo preferentemente las ideas o críticas publicadas por Greg Johnson (del gabinete de prensa de la Universidad de Harvard); por Saul Friedlander (profesor de la universidad de California, Jerusalen y Tel-Aviv); junto a las de Roberto Navarrete Alonso (de la Universidad Complutense de Madrid).
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Comenzaremos por el análisis que Greg Johnson realiza del libro de Assmann (18) ; recogiendo sus palabras, traducidas de varios artículos. Donde nos dice este profesor de Harvard: Moses the Egyptian, de Jan Assmann (obra que leí en junio de 1997) fue una experiencia que cambió mi vida; ya que pertenece al género más extraño de libros académicos escrito -audaz y emocionante-. Pues aunque se trata de un erudito, documentado y riguroso estudio; en él Assmann abarca toda la amplitud del pensamiento occidental e incluso alcanza lo eterno. Todo con el fin de iluminar el gran vacío existente en la Historia Occidental, que no explica la aparición del monoteísmo bíblico” (...) “El hermetismo jugó un papel importante en la liberación de la mente europea fomentada por el cristianismo, ya que se presentó como una tradición de sabiduría egipcia que databa del tiempo de Moisés, proporcionando así un marco de referencia más antiguo que la Biblia. Siendo importante que la tradición hermética fuera más antigua que la Biblia, ya que era imposible rechazar el cristianismo, aunque se esperaba que sumiéndolo dentro de una tradición más amplia, fuera posible alejarlo de la intolerancia religiosa y la persecución”.
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Aunque los textos del Corpus Hermeticum bíblico están escritos en griego y latín (datando de los siglos segundo y tercero a.C..); Assmann argumenta que las ideas centrales de ese Corpus Hermeticum y el saber relacionado con los conocimientos del antiguo Egipto son de hecho consistentes con las fuentes más antiguas del Nilo y que no están lejos del tiempo de Moisés, aunque le precederían tambéin en milenios. Lo que significa que había una tradición ininterrumpida que transmitía las genuinas enseñanzas de sabiduría egipcia a los antiguos griegos y romanos; lo que nos ha llegado a través de esta vía hasta el mundo moderno” (19) (...) “Asimimismo, Assmann especialmente conecta el monoteísmo bíblico fundado por Moisés, con la religión del faraón hereje egipcio Akhenatón -de mediados del siglo XIV a.C.-; a través de tradiciones egipcias y grec romanas poco conocidas y que dan una visión egipcia de la historia del Éxodo. Estas tradiciones aun siendo muy interesantes, no establecen un vínculo directo entre Moisés y Akhnaton” -una idea que repetidamente también hemos expuesto, como conclusión nuestra- (...) Pese a ello, sigue diciendo Johnson que según Assmann “Hay más que simples paralelos textuales entre el monoteísmo de Akhnaton y la versión bíblica. Exisntiendo también similitudes doctrinales. Pues ambos monoteísmos se basan en la negación del politeísmo egipcio; se declaran a sí mismos como la única religión verdadera y condenan otras religiones -como falsas-. Finalmente, ambos monoteísmos no se contentan simplemente con negar otras religiones, buscando también destruirlas; cerrando sus templos, desfigurando imágenes, destruyendo escritos y persiguiendo a sus creyentes”.
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Consecuentemente, para Greg Johnson, “Uno de los conceptos más interesantes de Assmann es la "contra-religión". Argumentando que tanto el monoteísmo de Akhnaton, como el de la Biblia, surgieron como contra-religiones enfrentándose al politeísmo egipcio. De hecho, todas las religiones nuevas, o movimientos de reforma dentro de las religiones, se definen a sí mismas en oposición a lo que les precedió. Sin embargo, en el caso del monoteísmo judío, la contrareligión tomó la forma de lo que Assmann llama "inversión normativa", lo que significa que los judíos llegaron a su concepto de lo sagrado simplemente invirtiendo y profanando lo que los egipcios consideraban sagrado. Por ejemplo, dado que los egipcios sostuvieron que el toro y el carnero eran animales sagrados, la ley judía prescribe que serán sacrificados”. Sobre ello, sigue Johnson manifestando que “Aunque Assmann no obtiene esta conclusión, su argumento apoya la idea de que la "rebelión de esclavos en la moral" que Nietzsche vio en la raíz de la moralidad cristiana, se remonta a la creación del judaísmo en el Monte Sinaí. El judaísmo, en resumen, no es más una religión en contra. Es decir, inversiones odiosas -parodias- de otras creencias ajenas (o anti-religiones)”. En este punto no coincido en absoluto con la visión de Assmann, ni con la que expresa Johnson; pues a mi juicio la religión egipcia ya era monoteista desde su inicio, habiendo mantenido desde el IV milenio a.C. una sola deidad suprema: Amón (al que Akhenatón tan solo “sustituye” por Atón). Asimismo, en la lectura del Génesis podemos comprender que personajes como Abrahám emigran de su tierra originaria situada en Mesopotamia (Ur), huyendo del politeísmo y de cultos aberrantes. Habiendo tomado este Patriarca que personifica a los primeros hebreos llegados a Canaán (hacia el siglo XX a.C.); muchos de los principios y creencias del Nilo.
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IMÁGENES, AL LADO Y ABAJO: Junto estas lineas, portada del libro que comentamos: “Moisés el egipcio”, de Assmann. 
















Al lado, imagen del profesor Jan Assmann. Abajo, otro de los libros escritos por el mismo autor: LA DISTINCIÓN MOSÁICA, O EL PRECIO DEL MONOTEÏSMO (editado en España por Akal).




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En referencia a paralelo que Assmann realiza entre Moisés y Akhenatón, Johnson manifiesta que ambos personajes históricostrazaron una línea entre las religiones verdaderas y las falsas” (...) afirmando que sus religiones eran las únicas verdaderas; mientras todas las demás debían considerarse falsas”. Proscribiendo ambos a quienes seguían otras creencias, ordenando su persecución y la destrucción de aquellos cultos extraños. Todo lo que a mi juicio puede ser cierto en el caso de Akhenatón, aunque no lo vemos tan claro en el de Moisés; quien no dicta la presecución ni destrucción de templos y religiones ajenas; exigiendo tal solo respeto a los seguidores de Yahvé, y que estos no adorasen a otros dioses.
Sigue Johnson comentando a Asmann, afimando que: “El politeísmo antiguo no solo promovió la tolerancia religiosa. También ayudó a promover la paz entre las naciones en una era de constante guerra y derramamiento de sangre. La idea de un orden divino universal sirvió como base para el derecho internacional y la paz entre las naciones (...) Según Assmann, esta idea de la "traducibilidad" mutua de los diferentes panteones está atestiguada por las tablas de correspondencias mesopotámicas del tercer milenio a.C..” (...) “El cosmismo pagano, la idea de que detrás de la pluralidad de diferentes religiones hay un solo orden divino que se manifiesta de diversas maneras, es la raíz de la idea tradicionalista de la `Unidad Trascendente de las Religiones´.” (...) “Sin embargo, es importante para los tradicionalistas reconocer que la unidad trascendente de las religiones es rechazada por el monoteísmo bíblico, que se define a sí mismo como la negación del politeísmo, no como su cumplimiento en la noción de un orden divino común. Los politeístas consideran que todas las religiones son verdaderas, mientras que los monoteístas consideran que solo su religión es verdadera y que todas las demás religiones son falsas. Los politeístas están felices de reconocer que el monoteísmo bíblico también es cierto. Están ansiosos por identificar al Dios bíblico con sus propios dioses soberanos. Pero para hacer esto, los politeístas deben negar la verdad de uno de los rasgos esenciales del Dios bíblico: su pretensión de ser el único Dios verdadero”.
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Acerca de las palabras anteriores, escritas por Johnson -resumiendo las teorías de Assmann-; diremos que a mi juicio contienen ideas políticas, ajenas a la realidad histórica. No pudiéndose afirmar que el monoteísmo sea el origen de las guerras o de los enfrentamientos religiosos entre Estados y Sociedades. Pues durante la Antigüedad, todos fueron politeístas; pero no por ello se evitaba que los distintos territorios, tribus, culturas o civilizaciones, luchasen para defender e imponer sus dioses -intentando destruir los ajenos-. Resultando falso que aquellos que creen en distintas divinidades, dejan de luchar en nombre de sus ideas religiosas. Ideas de Johnson que se acercan a las teorías histriónicas que consideran un genocidio la Evangelización de América. Sin comprender que las religiones precolombinas sacrificaban miles de personas a sus dioses, para lo que necesitaban de perpetuas guerras intestinas. Fomentadas por pueblos como los Aztecas, que ofrecía unas treinta mil inmolaciones humanas al año en sus altares. Víctimas que tomaban a través de a lucha o simplemente secuestrando y exterminando a pueblos que les rodeaban (como los Tlaxcaltecas). De un mismo modo, tampoco es cierto que el politeísmo de otras épocas y zonas del Planeta, no fueron a la guerra en nombre de sus dioses (tal como afirma Johnson siguiendo a Assmann). Bastando para comprobarlo recordar el modo en que las religiones politeístas asiáticas y africanas han matado -o intentado exterminar- a quienes practicaban otras creencias. Hechos que pueden confirmarse simplemente recordando a los mártires cristianos del Japón, a los de China o de la India; tanto como a los miles de misioneros muertos en África por intentar extender y enseñar su fe en aquellos territorios ajenos al cristianismo.
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Tras continuar exponiendo Johnson que el monoteísmo es una de las fuentes de la intolerancia, de las guerras ideológicas y de las Sociedades autoritarias -tal como recogemos en cita (20) -. Terminará concluyendo que el único camino es regresar a un politeísmo; anterior, natural y desde el cual se llegó a ese monoteísmo “tan atrasado” (para estos autores) del cual parecen ser “culpables” Moisés y Akhenaton. Todo lo que razona con las siguientes palabras (que intentaremos traducir, aunque no llegamos a explicarlas): Restringir el celo persecutorio del monoteísmo es un motivo noble. Pero no altera el hecho de que es intelectualmente incoherente incluir el monoteísmo bíblico dentro de la tradición única, primordial y perenne. Esa tradición es integralmente pagana, politeísta y cosmoteísta. El tradicionalismo solo puede abrazar el monoteísmo bíblico desnaturalizándolo, es decir, al negar uno de sus rasgos esenciales, su pretensión de la verdad exclusiva. Por lo tanto, cada tradicionalista es un hereje según los estándares bíblicos. El tradicionalismo judeo-cristiano son contradicciones en los términos. Porque las "contra-religiones" bíblicas que explica Assmann, se corresponden con la "contra-tradición" y la "contra-iniciación" como negaciones de la Tradición misma”. Extrañas palabras con las que debemos de entender que el monoteísmo hay que considerarlo como una herejía, contraria a la religión primera e incluso a la verdadera naturaleza del hombre. De ello que sea la fuente de tantas desdichas (según afirma Johnson).
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Igual de inexplicables nos resultan otras de las palabras de Greg Johnson, en sus “Notas sobre el Moisés egipcio de Jan Assmann” (21) , donde el profesor de Harvard nuevamente expresa que el monoteísmo fue creado por Akhenatón y Moisés; generando un “dios único” que se oponía a todos los demás y declaraba falsas al resto de religiones. Con este carácter y sentido, resume Johnson el capítulo primero del libro de Assman (22) ; pasando posteriormente a una parte segunda del libro en que explica la identificación entre Akhenatón y Moisés, junto a las distintas ideas paralelas, acerca del faraón hereje y del libertador de los israelitas. Presentando la conocida teoría de que “Moisés fue un sacerdote egipcio de Heliópolis conocido como Osarsiph” (23) . Así comienza a resumir los capítulos del libro donde Assmann explica la herejía de Amarna y el reinado de Akhenatón; relacionádolo con el significado de lo mosaico y lo hebreo. Uniendo el periodo hicso, con la historia de José y los sucesos del periodo de Amenofis IV con el Éxodo. Terminando por identificar a Osarsiph con Moisés y a los enfermos que le acompañaban con los hebreos que finalmente logran huir de Egipto (24) . Así finaliza Johnson su resumen de esta parte del libro de Assmann con la frase: “Por todo lo dicho, hay más de una docena de tales relatos, que repetidamente hablan de la expulsión de los judíos y los asocian con enfermedades, subversión, misantropía, y la creación de una religión a través de la `inversión normativa´; significando la profanación de todo lo que Egipto concebía como sagrado”. Dando una extraña visión en la que se identifica a los judíos y a su religión, como la de un pueblo marginal, misántropo, “enfermo” y absurdo (frente al gran Egipto). Sin reparar que los hebreos eran simplemente una cultura diferente, distante y fronteriza con el Nilo (evidentemente más pobres). Gentes del Sinaí, emigradas a tierras del faraón desde el siglo XVIII a.C.; pero que desde caída de los reyes hicsos (sus grandes benefactores) habían sido tomados como enemigos del reino nilota -que los subyugó con fuerza durante la primera parte del Imperio Nuevo (especialmente desde el 1580 al 1350 a.C.)-.
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Para terminar, expone que según Assmann, el mal nombre histórico de los judíos se debe a Akhenatón y a los crímenes que este faraón cometió en nombre de su dios único. Una teoría -a mi juicio- improbable; pues cuando en España comenzaron las degollinas y los atentados terribles contra las aljamas hebreas de nuestras ciudades (desde 1390) nadie conocía a Akhenatón. Ya que las persecuciones de judíos hispanos se debieron a predicaciones católicas y a la identificación del mundo árabe con el semita; uniendo a judíos y musulmanes, en plena fase final de la Reconquista. Un antisemitismo nacido sobre todo de la envidia cristiana, hacia el nivel de vida y la cultura de los hebreos (ricos, bien formados, autónomos y políglotas); pues en el siglo XIV los católicos eran mucho más pobres y tenían menos recursos que los judíos (25) . Para terminar nuestro comentario acerca de Jassmann y Johnson, quienes consideran al monoteísmo el principal origen de las guerras de religión (al obligar declarar falsas, toda otra creencia). Diremos que históricamente está probado que Egipto ya era una Sociedad monoteísta desde el Periodo Dinástico; adorando a un solo díos (Osiris, con el nombre de Amón); aunque Akhenatón elimina esos divos que acompañaban al “gran creador”. Pero para entender mejor cuanto expresamos, añadiremos que en Egipto, el Faraón era además un dios; por cuanto los súbditos iban a la guerra en nombre de este. Del mismo modo que los romanos, consideraba divino al emperador y que Roma luchaba en nombre de ese divo-rey desde El Imperio. Tanto que cuando los cristianos se negaban a adorarle, los perseguían y martirizaban. Del mismo modo que hizo Teodosio con los paganos, cuando decidió imponer el culto a Cristo. De tal manera, para ver que el monoteísmo y guerra religiosa nada tienen de correlativo, bastará recordar cómo los galos se enfrentaban a los romanos en nombre de Teutates o Beleno (sus dioses); así cómo destacar que hasta hace unos decenios los japoneses aún morían en nombre de su emperador (dios del politeísmo y panteísmo sintoista).
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Mucho más comedido y exacto será en sus planeamientos el profesor Roberto Navarrete Alonso, quien nos dirá en su trabajo Historia, memoria, éxodo. A propósito de Jan Assmann”:A finales del siglo XIX tuvo lugar un giro decisivo en la historia del pensamiento occidental. El descubrimiento del inconsciente por Sigmund Freud representa una de las grandes humillaciones sufridas por la humanidad a lo largo de su historia, junto con las derivadas del heliocentrismo y la teoría de la evolución (...) Son de sobra conocidas tres de sus obras al respecto: Totem und Tabu (1913), Die Zukunft einer Illusion (1927) y Das Unbehagen in der Kultur (1930), pero quizá no tanto el último de los trabajos de Freud: Der Mann Moses und die monotheistische Religion (1939), en el que el psiquiatra austríaco aplicó su tesis sobre el retorno de lo reprimido a la conformación de la identidad, no de las culturas en general, sino de una en particular y, de hecho, particularísima: la del pueblo judío, cuyo surgimiento es reconstruido por Freud a través de la figura del “hombre Moisés” (…) “Con y contra Freud, tanto Yerushalmi como Assmann se han aproximado al problema de la conformación de la identidad colectiva judía, en el caso de Yerushalmi, y no sólo judía, en el de Assmann a partir de la distinción entre historia y memoria” (…) “Jan Assmann. Es la aportación de este último a la teoría de la cultura aquello a lo que proponemos atender aquí, debido al enorme potencial del que está dotada para hacer frente a dos de las cuestiones más urgentes de nuestro tiempo: el fanatismo religioso llevado al extremo del terror y el problema de la identidad cultural en un mundo global y, sin embargo, todavía poblado de fronteras y límites de muy diversa índole” (26) .
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IMÁGENES, ARRIBA Y ABAJO: Sobre estas líneas, foto intitulada “Piramides 1881”; de Egypt Caught in Time, por Colin Osman. Abajo, foto del sigo XIX de la Gran Pirámide (agradecemos nos permitan divulgarlas, a la Pyramid of Giza Research Assocation, pertencen a su “collection of photos and postcards”).





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7) – Moisés y los “proto-fenicios”.
Teoría propia sobre el legislador y libertador hebreo, como personificación de los canaáneos navegantes, que se enfrentaron a Egipto:
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De tal manera, y a mi modo de ver; la conclusión lógica ante lo que estudiamos del Antiguo Testamento, creemos sería pensar que: En los ciento cincuenta años que median desde la muerte de Akhenatón, hasta el final de la XVIII Dinastía (desde el 1358 al 1200 a.C. +,-). Los canaaneos que habían vivido bajo el yugo egipcio, tras el comienzo del Reino Nuevo, van liberándose gracias a la decadencia de Egipto. Asimismo, se hace evidente, la existencia de un pueblo de origen canaaneo que vino a vivir cerca o en el mismo Egipto -durante el periodo Hicso-. Gentes que se quedan en el Nilo o en la frontera egipcia, siendo subyugados o semiesclavizados, tras el nacimiento de la XVIII Dinastía (con la caída de los monarcas extranjeros). Pueblo o tribus que habrían llegado desde el Sinaí; como comerciantes, emigrantes o colaboradores de esos reyes Hicsos. Estos se relacionaban con los Apiru (Habiru o hebreos) que vemos citados desde Akhenatón como población que va asentándose junto al Jordán. Cuando muchos de los que quedaron bajo mandato del faraón, tras las crisis y las muertes de Amenofis IV y de Tutankhamón; finalmente decidirían huir de Egipto e irse a las inmediaciones del Jordán. Lo que consiguen gracias a la ayuda de algunos egipcios y hasta de miembros de la realeza del Nilo; quienes o bien huyen con ellos -debido a estas crisis-, o bien les apoyan a salir del territorio, al estar emparentados religiosa o familiarmente con los israelitas. Esta creemos que es la conclusión lógica y no podemos aceptar las teorías de ese magnífico especialista que es Campbell, quien extrañamente desestima toda posibilidad de hechos históricos en los relatos de El Éxodo. Siendo la teoría generalizada, que este texto recoge lo que sucedió (de manera idealizada) del mismo modo que sucede con la Troya de Homero. Pues aunque la Iliada sea un poema épico; las evidencias arqueológicas manifiestan gran parte de su veracidad histórica (no de lo narrado, pero sí de lo acontecido).
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En esta hipótesis nuestra, es importante lograr descifrar el significado de lo que Él Génesis y El Éxodo nos narran. Cuyo valor sería incalculable, pues ha de suponerse que los hechos se mantuvieron en la memoria de los judíos durante miles de años (hasta llegar a escribirse). Dicha memoria -ágrafa- es lo que nos obliga a destacar aún más todo ello; pues demuestra que durante milenios se puede recordar una Historia y unos orígenes, trasmitidos de padres a hijos de manera inalterable. Y como antes hemos apuntado, algo muy similar sucedió con la Iliada o la Odisea. Cuya transcripción se ha de datar aproximadamente cuatro siglos después de la guerra de Troya, porque esa contienda troyana tuvo lugar a fines del siglo XIII a.C., mientras el alfabeto griego no se comienza a desarrollar hasta el IX y VIII a.C.. Lo que significa que la Iliada no se pudo escribir hasta la centuria del 700 a.C., en la que ha de “situarse” a Homero. Diciéndose por ello (de seguro) que su autor, fue el gran ciego-poeta; una invidencia que obliga a entender que jamás pudo escribir la obra, y que en todo caso, la recitaba de memoria... . Lo que nos lleva a pensar que el significado del mismo Homero -como ya dijimos en otros estudios- es el de la personificación de esos poetas o aedas (trovadores y bardos griegos) que cantaban versos heredados, guardando la memoria histórica en poemas cantados (que siglos después, otros escribirían). Del mismo modo, El Génesis y El Éxodo hubieron de mantenerse cantados y recitados en versos; cuidadosamente guardados durante milenios, posiblemente junto a melodías muy similares a las que aún entonan los judíos.
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Volviendo a Moisés y su significado dado por Campbell, verdad es que su personaje esconde unas claves mitológicas comunes a muchas otras leyendas mediterráneas o mesopotámicas. Pero si tuviéramos que analizar lo que significan esos niños arrojados al mar y salvados, que luego reinan; a mi entender su figura se explicaría del siguiente modo: Por ser mitos o leyendas que personifican a “culturas” o “pueblos” surgidos del mar y a gentes llegadas cruzando los mares, que logran colonizar o gobernar unas tierras (como los griegos, los fenicios o infinidad de navegantes llegados hasta un lugar que más tarde convirtieron en sus dominios). Debido a ello, todos se relacionan con la “navegación”; tanto que como dice la Biblia: Moisés significa “nacido de las aguas” (27) . Al igual que el nombre de Habis tiene el mismo sentido (nacido de las aguas); o tal como Rómulo y Remo, se relacionan con la acción de navegar, salvar el agua y remar (del latín Remo=Remus y Remigo=Remar). Por ello, creemos que el Moisés histórico pudo ser un familiar del faraón, que ayuda a cruzar el Mar Rojo a los israelitas (tal como defendía Freud). Quizás un príncipe o un noble de la casa de Akhenatón (relacionado con gentes del mar, con los Hicsos o con Biblos); que decide escindirse de Egipto y fundar un nuevo reino al otro margen del Mar Rojo, para lo que se sirve de una parte de los esclavos del faraón, a los que apoya en su huída.
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Pese a ello Flavio Josefo niega este origen egipcio del libertador de los israelitas (tal como más abajo veremos); tanto que replica con gran desprecio la obra de Manetón “HISTORIA DE EGIPTO” donde se defiende un Moisés de estirpe faraónica (28) . Argumentando Josefo que Manetón, fue un historiador greco egipcio del siglo III a.C. y un sacerdote en el Nilo; por lo que solo añade falsedades acerca de esa figura. Aunque realmente el libro referido de Manetón aporta importantísimos datos sobre la historia de los faraones y acerca del mítico Moisés. Narrando cómo en tiempos de Akhenatón hubo una tremenda sublevación de esclavos; unos ochenta mil, que estaban enfermos y leprosos, trabajando en condiciones infrahumanas. No recibiendo atención del rey del Nilo, estos sublevados se habían hecho fuertes en el delta, estableciéndose en la antigua ciudad de Avaris, capital de los reyes Hicsos abandonada a tras la caída de esa dinastía de origen extranjero. Aquellos faraones bárbaros expulsados y los esclavos, tendrían una unión -cultural o sanguínea-; y así desde Avaris los sublevados mandaron una embajada a tierras de Canaán, donde por entonces estaban asentados los reyes Hicsos (quienes tras su marcha de Egipto se establecieron en esta zona de Oriente Medio). Siendo atendida su petición, los Hicsos y otros habitantes de Canaán deciden ayudarles, enviando doscientos mil hombres hasta Avaris para hacer frente al ejército de Akhenatón; liberando entonces el faraón los ochenta mil esclavos y pudiendo huir del Nilo. Todo ello se logró gracias a que estaban liderados por un egipcio llamado Orsasef, un sacerdote de Heliópolis de sangre real, quien tomó luego el nombre de Moisés (29) .
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Más tarde analizaremos esta figura de Orsasef, tanto como la de un hermano de Akhenatón, que ostentaba el cargo de sacerdote supremo y que curiosamente tenía un nombre muy cercano a Moisés: Tut-Mose. De todo ello hablaremos en los siguientes epígrafes, con el fin de hallar una explicación al origen del pueblo hebreo y al problema histórico de El Éxodo. Porque no parece posible un Moisés mítico, “alegoríco-poético”; tal como plantea Joseph Campbell. Ya que -a mi juicio- que debemos entender su figura como una personificación. Un personaje legendario pero con grandes raíces históricas; seguramente basadas en lo sucedido entre los nobles egipcios, cuando aquel país entra en guerra civil durante el periodo de Amenofis IV. Pero también veremos que si fuera tan solo de origen egipcio el príncipe que liberó a los judíos -tal como afirma Freud-; su nombre en hebreo y el significado de su leyenda se desvanece en gran parte. Pues bajo esta hipótesis y con un Moisés tan solo personificado en la aristocracia egipcia partidaria de la fé de Akhenatón -deseosos de independizarse y establecer su credo-. Nos quedan muchos otros puntos sin aclarar; dejando sin explicación cuanto en El Éxodo se narra sobre su de nacimiento, su origen judío, su salvación en las aguas del Nilo -incluso el por qué de su nombre-.
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ARRIBA: Crátera de autor desconocido; representa a Aquiles armado por Atenea junto otros dioses (fechada hacia 575 a.C) y pertenece al Museo Louvre -colección de Campania; al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-. Tal como decimos, Moisés al igual que Aquiles, son personajes históricos sublimados; seguramente como personificación del pueblo al que representan. Tanto que Aquiles simbolizaría a los aqueos, cuyo héroe homónimo recuerda las gestas de su pueblo en Troya. De un mismo modo que el nombre y los hechos de Moisés, sublimarían lo acontecido entre los judíos durante su etapa de huida de Egipto (o bien en el tiempo en que se independizaron de la ocupación militar faraónica, en sus territorios de Canaan).
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BAJO ESTE PÁRRAFO: Frescos del palacio Hicso de Avaris (paredes en reconstrucción del edificio de Tell el-Daba; que ya habíamos publicado en el artículo anterior). Agradecemos a Jose Luis Santos (de TERRAE ANTIQVUAE) nos permita divulgar estas fotografías que desde su valiosa página ha dado a conocer en la Red. En ambos frescos podemos observar varias fases de “taurokatapsia” (lucha o juego con el toro) muy semejantes a las del Palacio de Cnossos. El carácter de estas escenas, lo que representan, su colorido y su técnica; demuestran que las decoraciones del palacio hicso de Avaris (Tell-el-Daba) son absolutamente paralelas con las de Creta y muy similares a los frescos coetáneos hallados en Tera (bajo las cenizas del volcán). Todo lo que demostraría que estos reyes hicsos tendrían un enorme componente cretense; pudiendo haberse tratado de cretochipriotas huidos del desastre volcánico, unidos a gentes e Mitani y ayudados por los canaánitas -que también marcharían de sus tierras avanzando hacia el Nio, por idénticos motivos-.
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Si interpretamos a nuestro modo el mito histórico mosáico, concluiríamos que ese príncipe faraónico sí puede ser la personificación de los pueblos proto-hebráicos. Entendiendo por proto-hebreos a las ciudades y culturas caananeas de esta época: A los Fenicios, a los habitantes Canaán y a los de las zonas de Biblos, Tiro, Sidón etc.; que ya desde ese siglo XV a. C. van tomando gran relevancia. Tanta como para poder liberarse de Egipto y crear sus propios reinos (o ciudades estado en las costas de Oriente Medio). De tal modo, al igual que Rómulo y Remo -o Habis- personificaron las primeras civilizaciones y pueblos llegados por mar hasta Italia o a nuestras tierras, para colonizarlas. Moisés también pertenecería (a mi juicio) a este ciclo de “gentes nacidas de las aguas”, que “huyeron” o vinieron en barco desde un lugar remoto, para asentarse y civilizar otras tierras. Siendo una historia mítica común en todos los casos, la del abandono por sus padres, quienes exponen al recién nacido al ahogamiento. Lo que a mi entender se explica como una sublimación de aquellos que tras haber sido expulsados o “expuestos” por sus culturas “progenitoras”; logran escapar a través del mar. Después de que esas civilizaciones de las que se originan, incluso desearon la desaparición del “neonato” (motivo por el cual se ven obligados a emigrar al otro lado de las aguas). Aunque el caso de Moisés es un tanto diferente, pues es abandonado a la fuerza y recogido por la familia faraónica; lo que bien puede significar la llegada a Egipto de los canaaneos, en barco (los que hemos llamado proto-hebráicos y que se subliman en La Biblia con el pasaje de José). Refiriéndonos a pueblos venidos desde Oriente Medio navegando; de los que se sabe, se aliaron con los faraones para comerciar, llegando incluso a casar a sus princesas con hijos de nobles egipcios (y viceversa).
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Pese a todo, a mi juicio, el abandono y exposición de Moisés en las aguas, quizás debe explicarse en relación a la invasión y subyugación de Canaán, llevada a cabo por Egipto desde el 1580 a.C. -tras la expulsión de los Hicsos-. De tal manera, podemos interpretar cuanto narra la Biblia cuando el Faraón ordena la muerte de todos los niños varones nacidos de Leví; como el reflejo de la época en la que estos reyes se dedicaron a asediar y dominar las ciudades de Oriente Medio -sobre todo sus ejércitos-. Un momento que ya sabemos se corresponde con la etapa de gran expansión de los primeros faraones de la XVIII Dinastía; quienes como dijimos, tras Tutmosis III subyugaron duramente Canaán y gran parte de las tierras, entre Biblos y Mitani. Consecuentemente, el nacimiento de Moisés -recogido en Éxodo (2, 1-4)- creemos que puede situarse esta época; significando esta orden dada por el rey egipcio de matar a todo niño nacido de Leví, la prohibición a todo canaaneo de vivir libre en el Nilo o de realizar labores y trabajos de hombre en Egipto -entiéndase con ello la imposibilidad de estar reclutado para milicias, llevar armas e incluso realizar funciones de contabilidad o gobierno-. Naciendo así un Moisés, niño del linaje de Leví y que en nuestro modo de interpretarlo, le hemos de identificar con la creación en esa época de una gran fuerza militar secreta en Canaán (un pueblo fuerte en sentido castrense). Aunque quizás sería mejor hablar de una armada poderosa -con enormes naves- nacida en las ciudades costeras de Oriente Medio. Por cuanto Moisés (esa fuerza naval) es mantenido en secreto y vive entre sus padres que lo guardan durante tres meses, hasta que no pueden ocultarlo más. Ello podría significar que estos guerreros o marinos armados procedentes de puertos o ciudades de Fenicia ( Líbano) se escondían ante los egipcios. Viajando y sin hacer acto de presencia en las costas del faraón, evitando ser vistos por los egipcios; mientras recibían ayuda y apoyo de las ciudades y reinos de donde eran originarios (con grave riesgo para todos de ser descubiertos).
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Consecuentemente, a continuación narra El Exodo, que cuando sus padres no pudieron cuidarle, ante el temor de que mataran al niño y a ellos, deciden ponerle en un canastillo y dejarle abandonado sobre el Nilo -única solución para que los egipcios no lo ejecutasen (tal y como mandaba la orden del faraón)-. Este último dato, creemos que debemos interpretarlo como el momento en que las ciudades costeras de Canaán ya no pueden arriesgarse a esconder más la existencia de sus marineros y de su verdadero potencial bélico. Unos ejércitos vivientes, localizados en los barcos con los que comerciaban metales y armas para Egipto; procedentes de todos los puertos canaanitas (desde Biblos a Haifa, pasando por Fenicia y Chipre). Así, ante el temor a ser descubiertos y antes de que los egipcios tomasen represalias contra unos y otros (marinos y ciudadanos de los emporios costeros). Obligarán a los navegantes a resolver la situación; bien marchando hacia el Nilo a buscar allí suerte y aceptación del faraón, o bien asentándose en otras tierras lejos de Canaán. Posiblemente significando ese abandono de Moisés, el momento en que ciudades como Biblos (o Tiro y Sidón) no pudiendo arriesgarse a convivir con unas naves que comerciaban con armas y metales a espaldas de los egipcios; ordenan a sus marinos que partan en sus barcos a fundar nuevos reinos -o bien que a entren en contacto con el Faraón, solicitando su permiso para realizar dichas labores de compraventa y distribución de metales en el Nilo.
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El hecho histórico sabido, es que múltiples naves cargadas de marinos, venidos todos desde las costas de Canaán, llegaron hasta Egipto durante el siglo XVI a.C.. La presencia de estos en las costas del Delta les fue muy útil a los ejércitos del faraón, pues los súbditos egipcios tomaron tanto “rechazo” a los extranjeros -tras los Hicsos-, que apenas había quienes desearan comerciar o navegar fuera de sus dominios. Siquiera deseaban por entonces los egipcios salir de su país, a menos que se tratase de campañas y misiones militares; por cuanto la llegada de esas naves marineras canaánitas, les fue de gran utilidad. Pues gracias a esa flota de complemento puderon comerciar. Ya que Egipto durante el Reino Antiguo y Medio había sido un Estado aislado -sin apenas expediciones ni navegaciones por el Mediterráneo- temiendo siempre abrir sus puertas a extraños. Pero en esta época del Imperio Nuevo (después del dominio Hicso) se convirtieron en una sociedad en plenamente xenófoba. Tanto como para no desear contacto económico con países desconocidos; siquiera despertando su interés por crear una marina mercante -aún menos, enviar expediciones por mar-. Debido a ello, tan solo dedicaron sus astilleros y sus marineros, a la guarda y custodia de sus costas; aunque con su capital en Tebas (hoy Luxor) y a setecientos kilómetros tierra adentro, poco le preocupaba un ataque naval en el Delta. Por lo demás, sin tener marinos mercantes y necesitando quienes realizaran esta labor comercial, la aparición de naves venidas desde las costas cercanas a Biblos, fue bienvenida. Aún más, tras la destrucción de Creta; civilización que les había proporcionado barcos y realizado el trabajo comercial marino para el faraón, durante casi un milenio.
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En mi opinión, el hecho antes apuntado fue crucial para que Egipto permitiera crear barcos y armadas mercantes en los puertos de litoral de Oriente Medio. Cuando tras la caída y destrucción del Imperio Minoico -debido a los terribles terremotos sucedidos en la isla desde 1680 a 1580 a.C.-, desapareció casi por completo la armada de Creta y Chipre, que hasta entonces habían cumplido esa función para el Nilo. Ante esta situación, hemos de pensar que desde el siglo XVI a.C. hubieron de abrirse nuevos puertos y astilleros; lo que se lleva a cabo principalmente en las costas de Canaán, gracias a los bosques con cedros del Líbano. Siendo históricamente evidente que los caananeos heredaron esa función ante el Faraón, y que hasta entonces estuvo en manos de bibliotas, cretenses o chipriotas. Sabemos que los habitantes de ese litoral de Oriente Medio prestaron ayuda y apoyo a los grandes afectados, tras el desastre del Tera en el 1680 a.C.; facilitando su salida de Creta y Chipre, para dejarles a refugiarse en el litoral de Canaán. Con ello, de seguro recibieron a cambio grandes secretos de marina, navegación e ingeniería naval; transmitidos por estos cretochipriotas “huidos” a sus costas. Siendo este el momento en que comienza a nacer lo que luego sería Fenicia; lo que aún en el siglo XV a.C. era solo un “proyecto”, aunque en el centenio siguiente se inicia como el gran emporio comercial de las costas de Oriente Medio. Creando fortalezas sobre islas y cabos, suficientemente distantes o protegidos, como para poder defender sus ciudades solamente valiéndose de barcos.
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JUNTO ESTE PÁRRAFO: Un fresco del palacio de Cnossos (publicado en nuestro artículo anterior), fechado hacia el 1500 a.C. y propiedad del Museo de Heraklion -al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-. En la imagen podemos observar el enorme parecido con los frescos del palacio hicso de Avaris, fechados hacia el 1600 a.C. (un siglo antes).
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ABAJO: De Nuevo el mapa que habíamos trazado del reino Hicso y de la zona de influencia hicsa, durante los siglos XVII y XV a.C. (sobre un mapa de Israel publicado en el libro de M.J.STEVE “Por los caminos de la Biblia” página 86 -Barcelona 1967-). En lineas discontinuas rojas he marcado las fronteras de ese reino hicso; en lineas azules, el área de gran influencia de su gobierno, que tenía como frente Norte de importancia la zona de Meggido y Hazor (señaladas con un círculo rojo). Asimismo podemos ver en letras rojas la capital hicsa Avaris y su segunda ciudad Memfis; y en letras verdes la situación de Biblos. Puerto de influencia egipcia, de cuya destrucción o sustitución nacerían los emporios fenicios desde el siglo XV a.C. (Sidón y Tiro), fronterizos con Israel y con las tierras de los filisteos (Gath -Gaza- y Golán).
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Esta nueva civilización de los hombres rojos (púnicos o púrprueos), comienza a gestarse por entonces; al tener un gran éxito en su comercio con Egipto durante el Imperio Nuevo -que, como dijimos se inicia sobre el 1580 a.C (+,-)-. Así, los Faraones de la XVIII Dinastia no solo conceden a los canaaneos de las costas el “monopolio” o confianza para ser sus marinos mercantes; sino incluso, les dejan establecerse en pequeños barrios del Nilo -debido a que estaban originariamente mezclados y muy unidos a egipcios, que habían emigrado a Canaán-. Así comenzaron a instituir sus casas y negocios en Egipto, esos proto-fenicios; tanto como para institucionalizarse como comerciantes, asesores y banqueros de ricos y nobles nilotas. Y aquel pueblo, de orígenes semítico-amorritas, que luego fue mezclado con egipcios, cretenses e hittitas; es el que finalmente formaría Fenicia. Gentes que aparecen muy integradas en el siglo XV a.C. en el delta; viajando continuadamente desde allí hasta sus tierras originarias, por mar -para realizar labores mercantiles-.
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Creemos que en gran parte, es esto lo que simbolizaría Moisés (el nacido del agua), como personificación de los navegantes canaáneos (fenicios). Una civilización que tuvo tanta importancia comercial para el Egipto de la XVIII Dinastía, que su mitololgía llegó a identificarlo con el ave Fenix. De tal manera, a mi juicio, es así como vieron los súbditos del faraón a los venidos por mar desde las costas de Canaán. Quienes llegando con sus mercancías, son interpretados como aquellas aves zancudas que aparecían en el Nilo; anunciando el buen tiempo y la inundación -que traería fertilidad y riqueza-. Además, poco después, dichos mercaderes abrirán también rutas hacia el Sur, por el Mar Rojo, llegando con sus barcos hasta zonas muy próximas a la India. Importando hasta el reino del Faraón, piedras preciosas, pavos reales, marfil en abundancia, metales preciosos, telas (y toda clase de riquezas que Asia desde el II milenio a.C. fabricaba). Debido a ello, esos navegantes canaanitas fueron identificados por los egipcios con la llegada de la garza real (o las zancudas) en el momento en que el Nilo crecía, para traer la abundancia. Pues de manera similar, los barcos de Canaán venían por mar, impulsados por sus velas como las alas del ave Fenix y las palas de sus remos (las patas de las palmípedas). Todo ello, identificará finalmente a los fenicios con la garza o el flamenco; zancudas benéficas que aparecían en tierras de Egipto anunciando la inundación, ayudando al agricultor -comiendo insectos, ratas, ranas y sobre todo, las culebras de los barrizales-.
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Esos hombres a los que luego llamaron “de púrpura”, que viajaban con su oro, sus telas rojizas y sus mercancías para la prosperidad de Egipto; se identificaron con el Ave Fénix. Un mito nacido en Egipto, pero que se exporta a otras religiones antiguas; donde también hablarán de esa zancuda llamada en el Nilo “Bennu” (Bnnw) y que era la fuente del la luz y la riqueza. Aunque la leyenda del Fénix se sublimó más, porque los fenicios eran adoradores del Sol, del oro y sobre todo del fuego sagrado; cuanto les identificaba claramente con el mito del ave sagrada. Pues se decía que esta gran palmípeda, sobrevolaba anualmente la capital egipcia (Heliópolis), tras lo que construía su nido para procrear y renacer de la luz del Sol. En su propio hogar moría y ardía por los rayos solares, tras lo que renacía de sus cenizas en ese nido que se había construido sobre la colina mas alta de la ciudad del Sol: Heliópolis. Su rito se relacionaba con el huevo cósmico y el disco solar naciente en el alba, y su cosmogonía creemos que está muy unida a las ceremonias de los templos de Melkarte de los fenicios. Pues en tales templos, se adoraba al Sol como dios y se tenía por costumbre, quemar a seres humanos vivos, en pebeteros dedicados a Melkarte -dios solar del fuego- (preferentemente niños primogénitos, como efigie del rey ó Baal Melkart). El mito del Ave Fénix (Bennu) que renacía de sus cenizas pudiera entenderse como este horrible culto en el que el inmolado se sacrificaba como “sustituto” del soberano (el Baal), quien renacía en cada holocausto como nuevo rey impuesto, tras la ceremonia en la que la familia -junto a los oficiantes- ejecutaban y abrasaban a la pobre víctima, que simbolizaba al señor.
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Así, tras mencionar nuevamente esos terribles ritos llevados a cabo con los primogénitos fenicios en los templos de Melkarte, podemos regresar a Moisés. Un niño sacrificado y salvado de las aguas; aunque inmolado por dos veces: Primero al ser abandonado en el Nilo y más tarde cuando él deja caer una corona real -con muy pocos años de edad; tal como recoge Flavio Josefo (30) -. Narrándose que en su más tierna infancia fue llevado por su padre adoptivo al templo egipcio; donde el niño hizo que rodase una diadema faraónica. Al ver lo que Moisés hizo con ese símbolo del Nilo, un escriba deseó acabar con su vida (por considerarlo un mal presagio) aunque el propio faraón salvó al infante de ese destino. Una escena recogida por Flavio Josefo y que sin lugar a dudas -para mí-, habla una de religiosidad procedente de Canaaón o de Biblos, donde se adoraba a una extraña Isis bibliota. Cuya historia narra que cada noche quemaba una extremidad de su hijo Horus; al que la mañana siguiente volvía a crecerle aquella parte del cuerpo que por la noche calcinaba su madre. Esa leyenda, a mi entender, sincretiza la religión del Egipto con las de Oriente Medio, donde ya dijimos que se inmolaba al primogénito. Así y sabiendo que desde el cuarto milenio a.C., el puerto y los astilleros de Egipto estuvo en Biblos (situado costas de la actual Siria); hemos de pensar que el ritual llevado a cabo con Moisés es una ceremonia de sustitución, de tipo bibliota y donde el niño se ofrecía, en efigie o a cambio del rey. Siendo así, se comprende que posteriormente aquel infante que había sido llevado a sacrificio, quedase dentro de la casa real, como sirviente y hasta siendo considerado un familiar del faraón (al haber sido entregado en sustitución del príncipe faraón). Algo que explica también a figura de Moisés, como un nacido origen canaaneo y admitido como príncipe egipcio.
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Por cuanto hemos expresado, tanto el Ave Fénix como Moisés consideramos serían la personificación de esos pueblos y personas, llegados en barco desde las costas de Canaán y que convivieron con los egipcios durante la XVIII dinastía. Quienes incluso se casaron con la aristocracia del Nilo. De tal manera, la historia de Moisés se iniciaría con aquellos hombres venidos por mar a comerciar hasta el delta; procedentes de Biblos, Tiro, Sidón o Haifa. Quienes consiguieron hacerse famosos como banqueros, ganándose la confianza de los faraones y que personificarían la figura luego del salvador de los judíos. Pudiéndose de este modo sintetizar el simbolismo de Moisés y su historia -con los datos que hemos ofrecido- para definitivamente descifrarla. Pues con ello llegaremos a saber quiénes fueron realmente estos pueblos venidos de Siria, Libano y Oriente Medio, que colonizaron y civilizaron la Península.
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AL LADO y ABAJO: Dos imágenes del altar púnico de cuernos encontrado en San Juan, tal como lo exhibe el Museo de Alicante -al que agradecemos nos permita divulgar nuestras fotos-. Se trata de una miniatura, casi igual a los altarcillos aparecidos en Megiddo; aunque en este caso fue hallado en Campello (Alicante) y se fecha en etapa greco-fenicia de colonización. Se relaciona con Akra Leuke o la colonia griega junto a la que apareció (Lucentum).







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