viernes, 14 de diciembre de 2018

Moisés: su significado histórico y arqueológico (parte segunda).

ESTE CAPÍTULO SE HA DIVIDIDO EN DOS PARTES
(Y UNA TERCERA, QUE COMPRENDE LAS CITAS).
ESTA ES LA SEGUNDA PARTE.
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LAS CITAS SE HALLAN EN ESTA ENTRADA.
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ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general de capítulos. PARA CONSULTARLO HACER CLIK sobre:
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SOBRE ESTOS PÁRRAFOS: Dibujo mío de diferentes altares con cuernos hallados en Tell Miqne (fechados entre el siglo XI y el IX a.C.). Semejantes a otros muchos encontrados en ciudades de Canaán (principalmente en Megiddo y Tell Beersheva); estas mesitas-pebeteros con astas se consideran de procedencia sirio-chipriota y más concretamente, heredados desde el mundo minóico. Descendiendo de los altares con cuernos existentes ya en el tercer milenio a.C. en Creta y que también proliferaron en Chipre desde el 1600 al 600 a.C.. Comúnmente se hallan unidos al culto del aceite de oliva; a mi juicio, considero que la unión entre esas aras de cuernos y el aceite, estaría en el concepto de "luz". Simbolizado en las astas, al quemar en ellos óleo (usándolos como lámparas votivas). Pero también en el proceso de industria y comercio de los derivados del olivo; que obligaban a una exportación organizada, e incluso a depender de una marina mercante que lo distribuyera. Porque las astas y las puntas se identificaban con los promontorios y con los cabos; y los cabos con los faros (encendidos a modo de cuernos por las noches). Faros que eran imprescindibles para la navegación; en unas singladuras que se realizaba usando miras semejantes a cuernos, o bien de cabotaje.
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8)- El Exodo y su significado histórico (ante el nacimiento de Israel):
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La teoría oficial sobre la llegada de los judíos a la zona del Sinaí habla de que en el siglo XIII a.C. aparecerán en tierras cercanas al Jordán unas tribus venidas desde Egipto, que se autodenominaban la “Casa de José”. Grupos tribales que al parecer eran muy distintos a los que ya estaban establecidos allí, como nómadas o sedentarios, pero que también se reconocían descendientes de Abrahám. Teóricamente esos “hijos de José” vinieron desde el Nilo y formaron las Tribus llamadas de Efraim y Manases, muy distintas a las demás -incluso en culto y forma de vida-. Tanto que entablaron continuos conflictos y luchas con los hebreos que ya vivían desde antiguo, establecidos en Canaán. Conflictos que terminarán en el siglo X a.C., cuando David consigue unificar las dos facciones -los dos reinos- en uno solo: El de Israel y Judá. Pero dicha unidad poco duró, pues a la muerte de su hijo Salomón (en el 933 a. C.) volvieron a separarse en el reino del Norte (Israel) y el del Sur (Judá); y ya no se unificarían, al menos hasta la destrucción y conquista de Canáan llevada a cabo por los asirios -en los siglos VII y VI a.C.-.
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Pese a ello, muchos son los autores que niegan o dudan sobre la existencia histórica de El Éxodo o acerca del retorno de los judíos desde Egipto al Sinaí. Nada tenemos que objetar ante este escepticismo histórico, sino solo añadir que posiblemente los hebreos nunca se establecen en tierras del Nilo con un sentido de unidad nacional (al oeste del Mar Rojo). Aunque sí es evidente que los faraones mantuvieron como suyo ese territorio que luego sería Israel y Judá; dominando Egipto durante grandes periodos históricos el área comprendida desde el Sinaí, hasta Líbano. Es decir, que fueron los egipcios quienes primero dominan y gobernaron durante centenares de años, las zonas del actual Israel y Palestina. Por lo demás creemos que en muchas épocas, este poder faraónico en Canaan fue posible gracias a que el pueblo judío colaboró con el faraón, como aliado del Nilo. Y de tal manera, esas zonas pudieron ser un territorio egipcio, que con carácter “colonial” fuesen cedidas a los “hijos de Abraham”. Por cuanto los israelitas se pueden catalogar perfectamente como uno de los pueblos que inicialmente colaboraba con Egipto; viviendo en sus dominios, tras la frontera natural del Mar Rojo. De ello, el Yahvé de Abrahám que le entrega la “Tierra Prometida”, tras establecer con él una alianza, puede interpretarse perfectamente como la voluntad del mismo Faraón (o sus mensajeros); con los que establecerían los pre-israelitas pactos de colaboración y amistad.
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Debe entenderse así por que aquellos que vinieron como nómadas desde Babilonia a establecerse en la zona (entorno al siglo XX a.C., personificados en las tribus de Abraham); se asentarían allí durante unos ciento cincuenta años. Asimismo, tras la llegada de nuevos invasores aparecidos en Canaán entorno al 1700 a.C. y llamados Hicsos. Los hebreos pudieron adaptarse perfectamente a ellos; pues no solo compartían sus orígenes, sino incluso los reyes bárbaros (hicsos) permitirían a los de Abraham fortalecerse, para independizarse de sus amos (los faraones). Ello obliga a pensar que tras la llegada de los Hicsos al Sinaí, las tribus prehebráicas pactasen con ellos, para conseguir el dominio de las tierras que habitaban (a cambio de proporcionarles paso, ayuda y hasta hombres; para conquistar el Nilo). Con ello, se abría la posibilidad de que los descendientes de Abrahám quedasen liberados de Egipto; algo que realmente sucedería cuando los Hicsos triunfaron en el delta del Nilo, gracias al apoyo de los pueblos canaaneos. Ayudas que de seguro los nuevos reyes extranjeros del delta agradecieron sobremanera a las “tribus de Abrahám”, quienes llegarían en ese periodo Hicso a ocupar puestos de gobierno y responsabilidad en el reino del Nilo (tal como narra la historia de José).
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Pero como ya dijimos, la caída de esos faraones extranjeros debió sumir a los hebreos en un periodo de dominio y explotación por parte de los antiguos egipcios, tras imponerse de la XVIII dinastía (que restaura el poder, para las familias y gentes autóctonas). Subyugación judía que no tuvo que ser propiamente una esclavitud en tierras del Nilo, ni aún menos un periodo de cautiverio bajo las fronteras nilotas del Imperio Faraónico (tal como recoge la Biblia). Sino, muy posiblemente consistió en que durante doscientos años, las tierras que ocupaban los judíos en el Sinaí fueran nuevamente sometidas fuertemente, e incluso atacadas con dureza por los ejércitos de los Faraones -atemorizándoles y haciéndoles pagar duros impuestos a sus habitantes-. Es desde entonces -del 1580 a.C., hasta el 1377 a.C. aprox.-, cuando debió ser subyugada de manera extrema aquella zona en que habrían vivido las Tribus descendientes de Abrahám -desde su llegada en el siglo XIX a.C.-. Tanto que la Biblia recuerda este periodo como el de un cautiverio y una esclavitud sometida y rigurosa. Un yugo que sabemos permaneció férreo para las colonias egipcias de Oriente; al menos hasta la llegada de Akhenatón, el rey que olvidó sus deberes políticos y militares, dedicándose tan solo a la reforma religiosa, provocando una escisión y una debilitación del Imperio. Viéndose obligado a retirar sus ejércitos en tierras de frontera; en especial en las de Mitani, El Sinaí y Canaán.
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Así debió suceder, y hacia 1370 a.C. -tras doscientos años de un fuerte dominio egipcio militar-, los habitantes del Sinaí vieron de nuevo una posibilidad de liberarse del Faraón. Aunque, pese a cuanto exponemos como teoría sobre El Éxodo, también hay que contemplar que la historia narrada por La Biblia (cuando menciona a los judíos esclavizados para labores del campo y construcción en el Nilo) posiblemente tenga una gran base real. Quizás haciendo referencia al pago de una cuota o porcentaje de población joven enviados al Nilo para servir como esclavos (de fuerza y trabajo) y que los hebreos estaban obligados mandar a Egipto, como pago de impuestos sobre sus dominios. Un hecho muy normal en la Edad del Bronce, donde las ciudades o Estados gobernantes exigían una cuota anual de jóvenes -como imposición común en la mayoría de casos de invasión o de victorias bélicas-. Sea como fuere (si los judíos fueron esclavos en el Nilo o sometidos en el Sinaí); parece evidente que tras Amenofis IV Canaán vió la posibilidad de ser libre; algo que tan solo podrían llevar a cabo logrando la unión de todos los pueblos que habitaban estas tierras al Este de Egipto y contando con la ayuda de los Hittitas.
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JUNTO Y BAJO ESTE PÁRRAFO: Dos imágenes del libro de Athanasius Kircher “Oedipus Aegyptiacus”, editado por primera vez entre 1652 y 1655. En ellas se representa al dios Moloch de los infieles, que se identifica con el Melkart de los fenicios y al que se entregaban vidas de niños para rogarle protección. Citado por La Biblia y mencionado por los israelitas como una de la más profanas deidades; se sabe que en sus templos existía una gran estatua de bronce, donde Moloch (Melkart) se representaba con los brazos extendidos y con un enorme pebetero -horno- en su pecho. Hay diferentes versiones acerca del modo en que se inmolaban sus víctimas, aunque todos coinciden que los cuerpos de los niños se ponían entre aquellos brazos de bronce, para que rodasen hasta el horno; donde ardían, tras caer por su peso. Se supone que el sacrificio ritual era realizado con hijos que los padres no deseaban y por ello ofrecidos al templo; aunque en caso de grandes desgracias, de guerras o de epidemias, sabemos que los nobles tenían la obligación de entregar a sus primogénitos (recordando la Historia holocaustos en los que se inmolaron trescientos niños a la vez, en un mismo altar de Moloch). Esta religión de origen semita y que obligaba sacrificar al hijo primero, era profesada desde la Alta Edad del Bronce por algunos pueblos canaanitas. Unos cultos que se negaron a seguir los israelitas (desde el siglo XX a.C.), narrando la historia bíblica el modo en que el Patriarca Abrahám logra una nueva “alianza”, consiguiendo no estar obligado a matar a Isaac. A cambio, circuncida a su hijo y puede ofrecer un carnero a Yahvé; quien le manda el ángel y la res, para indicar cómo han de ser los nuevos sacrificios desde aquel momento.
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Como ya dijimos, después del siglo XIV a.C. el poder del Faraón tras el Mar Rojo se debilitó enormemente; tanto, que el último intento para llegar hasta Canaán y dominar de nuevo aquellas tierras, fue hecho por Ramsés II. Quién llega a zonas de Palestina con sus ejércitos, adentrándose hasta Siria, en el 1299 a.C.. Pero el hecho cierto fue que fue vencido; pues ese área ya llevaba casi setenta años “independizada” de Egipto y con grandes apoyos del reino Hittita, que deseaba desgastar a sus enemigos del Nilo. Por tal circunstancia y viéndose ya muy débil el faraón, sin capacidad de parar la fuerza de los canaaneos -pero intentando dominarles-, decide Ramsés II casarse con una princesa Hittita, con el fin de “emparedar”, o de cercar Canaán y repartirse entre ambos reinos esa zona. Siendo así cómo la dividen en dos partes en 1283 a.C. (+,-), quedando el Sur para Egipto y el norte para los anatolios de Hatti. Aunque esta situación de nuevo dominio creó un sentimiento de nación y territorio común entre todos los pueblos originarios de Canaán, que desde entonces buscaron definitivamente unirse e independizarse de ambas culturas (la faraónica y la hittita).
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Es en este momento cuando aparecen los llamados “Hijos de Israel” protegiendo el Canaán ocupado; sabiéndose que antes del final del reinado de Ramses II (hacia el 1240) ya los judíos estaban establecidos en tierras del Jordán. Por ello, El Éxodo se fecha en estos años; aunque -como hemos mencionado- las últimas teorías arqueológicas no aceptan el hecho histórico de una migración llegada desde Egipto, hasta el Sinaí. Pero a nuestro parecer y a mi modo de ver la Historia; El Éxodo atiende no solo a hechos arqueológicamente probados (como es la permanencia de tribus judías en las zonas de Canaán sin un periodo de “ida y otro de vuelta”); sinó también, a un análisis de un profundo sentido común histórico. Pues nadie puede imaginar que un pueblo esclavizado, cautivo y subyugado en una tierra extranjera durante doscientos años; sea capaz de mantener su idioma, su religión, su identidad y hasta su sentido patrio. Consiguiendo liberarse tras la esa esclavitud y logrando retornar a la tierra de sus ancestros. Muy por el contrario, creemos que cualquier pueblo viviendo bajo un imperio, lejos de sus fronteras y sometido a esclavitud; es poco probable que consiga mantener su cultura y su civilización. Por todo ello, consideramos que El Éxodo no habla propiamente de un retorno desde Egipto de los israelitas, sino que significa más bien la liberación e independencia del Faraón en los territorios del Sinaí. Tierras donde se establecen los judíos hacia el siglo XIX a.C. y donde fueron subyugados fuertemente por Egipto, desde el 1580 a.C.; hasta conseguir a mediados del siglo XIV a.C. comenzar a “independizarse”, para crear paulatinamente su Estado (que será el reino de Juda-Israel).
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Pese a todo existe el problema de la llamada Casa de José, que conforme dicen las fuentes, son tribus que aparecen en el Sur del Jordán entorno al siglo XIII a.C.; aseverando ser los descendientes de los cautivos en Egipto. De hecho, no fue tanta la unión entre aquellos llamados “Casa de José” -que llegan por entonces a Canaán- y los israelitas comunes. Por todo ello, ya dijimos que habríamos de pensar que -posiblemente- esas tribus llamadas de Efraím y de Manasés (descendientes de José), más que hebreos propiamente dichos, pudieran ser egipcios adoradores y seguidores de Akhenatón. Quienes tras las sucesivas escisiones que sufre el Nilo, finalmente serían expulsados por un Faraón cercano en época a Ramsés II (o por este mismo, como la Historia recuerda). Algo de ello se entiende en el hecho de que Efraím (cuyo significado es “país fructífero”) se considera un hijo de José, pero no se tiene como totalmente hebreo. Tal como el Génesis (48, 1 y ss) expresa, pues tanto él como su hermano gemelo -Manases-, son hijos adoptivos de Jacob (Israel). De tal manera se narra que ambos nacen de José y de su mujer egipcia, por lo que ocuparon los territorios más ricos y mejores del Jordán. Todo lo que puede llevar a pensar que Efraim y Manases fueran a personificación de dos grupos religiosos egipcios, llegados hasta esa zona, tras huir del Nilo a causa de las persecuciones contra el cisma de Akhenatón.
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Asimismo, parece que hay alguna evidencia histórica acerca de la aparición real de esas dos tribus (Efraim y Manases) en el Jordán, hacia el siglo XIII a.C.; siendo considerados gentes mezcladas con egipcios y huidos del Nilo. Sin dejar duda de que estos dos linajes fueron muy distintos a los restantes de Israel; al ser quienes siguieron de un modo estricto -incluso radical-, una religión monoteista fijada en el culto tan solo a Yahvé. Pues muy distintas fueron las restantes tribus judías, más “elhoistas”, ya que tuvieron un carácter más canaaneo y menos puritano. Estos diez linajes más antigups formaron los que se llamó Israel, mientras los de Efraim y Manasés constituyeron Judá. Entre ambos reinos hubo una gran diferencia no solo de culto, sino también de formas sociales; tanto que Israel tenía una monarquía electa, mientras Judá constituyó una hereditaria. Por lo demás, la alianza con Dios entre los Israelitas se concebía como una unión entre el pueblo y su divinidad; mientras que para los del Sur era el rey quien pactaba con el Altísimo. Todo ello hace pensar en que las referidas tribus de Efraim y Manases estuvieron muy influenciadas por la religión egipcia (muy probablemente por la de Akhenatón).
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Continuando con la escisión de Egipto, lograda paulatinamente por los habitantes de Canaán desde el siglo XIII a.C. -narrada en El Éxodo-. Para ella debió de ser crucial la colaboración y ayuda de los marineros que habitaban las costas canaaneas (navegantes muy influyentes en el Nilo). Tanto que hemos considerado a Moisés como la personificación de estos pueblos “protofenicios”; simbolizando a estas ciudades del litoral de Oriente Medio (Ugarit, Biblos etc.). Puertos y enclaves económicos que debieron ayudar mucho a Israel para conseguir su definitiva independencia, del poderoso Imperio nilota. Una escisión que debía ser más que difícil, pues existía una pequeña frontera por tierra (en la zona de Suez) por donde el ejército del Faraón podía pasar; llevando a cabo ataques y razzias -que primero caerían sobre los asentados junto Mar Rojo-. Además de dicho puente, los cientos de kilómetros de litoral frente a Egipto en el Mar Rojo, debían hacer muy vulnerable el territorio de los israelitas y difícilmente “aislable” del poder del Faraón.
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JUNTO Y BAJO ESTE PÁRRAFO: Dos imágenes de Jonás, devorado y vomitado por “el pez”. Al lado y abajo: Fotos del sepulcro llamado de Jonás (donde se representa, al Profeta vomitado y despertando en tierra). Sarcófago del siglo IV d.C., hallado en la villa de Carranque y expuesto en el Museo de Los Concilios, de Toledo -al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen-. Sobre a Jonás, su pasaje (31) dijimos que vemos uno de estos rituales típicos de los marineros canaaneos, donde se ofrecía a un “tifónio” para apaciguar la tormenta. Pese a ello, la historia narra cómo aquel infeliz salvó su vida al ser tragado por un enorme pez, que tres días después lo vomitó en tierra. Tal como ya expuse -a mi juicio- la interpretación que debemos dar a este episodio es la llamada “espera del tifonio”. Un tiempo normalmente de tres días, en el que la víctima era preparada y durante el que se suprimía el sacrificio, si cesaba el mal -la tempestad, en este caso-. De aquí el suceso que narra como el monstruo marinó traga a Jonás y lo vomita; todo lo que relataría que habría sido indultado antes de arrojarlo al océano, al apaciguarse la tormenta (después de tres días en espera).
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En razón a lo expuesto antes de las imágenes, analizamos el pasaje que narra como Moisés abre las aguas del mar (32) opinando que este hecho puede simbolizar la creación y colocación permanente de una armada fenicia en esta zona; capaz de separar definitivamente el territoro de Canaán y el de Egipto. En referencia a ello, se sabe que desde el siglo XIV a.C., las ciudades de las costas de Oriente Medio (Biblos, Ugarit, Sidón y etc) van situando una flota en todo el Mar Rojo. Un golfo que debiera haberse llamado Mar de Egipto (o de Israel), pero que se denominó “rojo”, porque quienes lo gobernaron fueron los fenicios (los rojizos o púnicos). Hombres de púrpura, tan diestros en las aguas que llegaban en barco hasta Ofir (Reyes 1, 10-23); situada en el puerto de Akaaba, en la actual Península Arábiga. Desde allí, pasaban también a la India, usando naves de Tarshis, mención que muchos desean en identificar con la ruta hacia Tartessos. Aunque en este caso la expresión bíblica “Naves de Tarshis” se usaría como indicación de unos barcos de enorme tamaño; mostrando que el cabotaje y la tipología de aquellos navíos utilizados para llegar a La India, era similar a los que se usaban para ir hasta Tartessos (en Iberia). Donde llegaban fenicios y judíos también en barcos de enorme tamaño, pero en este caso partiendo desde los puertos mediterráneos de Israel -como el de Hoppe (junto a Haifa) donde Jonás tomó el pasaje para ir a Tarshis- (33) .
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Todo ello demuestra cómo los fenicios eran los dueños de ese mar llamado igual que ellos (púnicos o púrpuras) y en modo en que desde los puertos judíos del Mar Rojo, accedían hasta el golfo arábigo o a la India. Todo lo que obligaría a ejercer una continua vigilancia de sus barcos y de esa travesía; para evitar los robos y piratería en esta franja que dividía el Sinaí de Egipto. Cuanto hace evidente las alianzas entre judíos y fenicios, pero también entre egipcios, púnicos e israelitas; con el fin de mantener abierta tan interesante vía mercantil. Pues hasta ese momento en que los fenicios consiguen acceder hasta Asia por el Mar Rojo; el comercio entre La India y el Mundo Mediterráneo, se había realizado tan solo en caravanas. Atravesando los desiertos arábigos a caballo (ya que el camello no llega a la zona hasta el siglo VII a.C.); una situación que perduró durante milenios, en los que aquellos beduinos asentados entre el Sinaí y Mesopotamia ejercían de mercaderes, con muy escasas las posibilidades de mantener un verdadero intercambio. Aunque desde e siglo XIII y XII a.C., las ciudades púnicas de Tiro y Sidón, logran junto a los judíos acceder hasta las costas de la India por esa vía (embarcando en los puertos del Sur del Sinaí); consiguiendo importar hasta Israel, Egipto y el Mediterráneo mercancías orientales.
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La apertura de las rutas del Mar Rojo y el mantenimiento allí de las flotas canaáneas es lo que consideramos que significa el episodio de la apertura y cierre del Mar Rojo por Moisés. Pues tal y como hemos analizado, si este héroe legendario es la personificación de los hebreos y cannaneos marineros; “su división de las aguas” simbolizaría el hecho de que los fenicios aliados con los judíos, establecieran en ese Mar Rojo su flota. Dominando dicho espacio marítimo los barcos de gentes canaaneas (fundamentalmente de Fenicia, pero también de Israel). Consecuentemente a ello, se sabe que los judíos formaron dos flotas defensivas; una en el Mar Rojo nacida sobre en época de Josafat; otra decenios más tarde, en su franja costera del Mediterráneo. Recibiendo para ello la ayuda de Biblos y de los fenicios; por cuanto si hubiéramos de decidirnos a qué ciudad o cultura personificó realmente Moisés; habríamos de mencionar que fue la Giblita. De hecho, el salvador de los Judíos (nacido de las Aguas, o venido por el mar), no es propiamente semita ni israelita; pues tiene visos de representar a un pueblo de gran influencia egipcia (como lo fue Biblos). Ello nos atrevemos a decirlo, por hechos tales como un Moisés circuncidado de adulto, tal y como los egipcios realizaban por voluntad propia. Por lo que concluimos, que Moisés pudo ser la personificación de aquel (pueblo) de Biblos, llegado por mar; que vivió y nació entre los Faraones, habiendo sido adoptado como un país egipcio. Aunque como sabemos, Biblos es atacado y se subleva hacia el 1500 a.C.; momento en que decidiría ayudar a sus hermanos canaaneos (logrando que se liberasen de Egipto tras reconocer que ambos pertenecían a “igual raza” y orígenes).
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JUNTO A ESTE PÁRRAFO: Jonás, devorado y vomitado por “el pez”; panel con azulejos del siglo XVII, del Convento de los Carmelitas en Toledo (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen, tomada en la exposición ATEMPORA, Talavera). El caso del profeta que hablamos, se relaciona plenamente con Tartessos, ya que partió desde el puerto de Hoppe (junto a la actual Haifa), en una enorme “Nave de Tarshish”; huyendo en dirección contraria a Nínive (donde Yahveh le enviaba). Ello obliga a pensar que Jonás se dirigió donde narra su historia, no dónde Flavio Josefo supuso; creyendo el historiador judeo-romano que Tarshish era Tarso de Cilicia. Una ciudad al Sur de la actual Turquía, que se encuentra en dirección a Nínive y dista apenas tres días de Haifa (navegando) a la que no se necesitaba ir en grandes naves. Como repetidamente apuntamos, esta identificación de Flavio Josefo carece de todo argumento, pues desde Haifa a Tarso se puede llegar por tierra en pocos días. Todo lo que demuestra que no era el destino de Jonás, que viajó hacia zonas muy alejadas, en singladura de altura; viniendo a Tarshis (Tartessos). Este profeta, puede ser también una personificación, como figura bíblica que representaría a un templo, o una secta. Quizás se trató del representante de un templo enviado por JeroBoam II, para evangelizar a tierras lejanas; quienes habiendo sido mandados a predicar en la peligrosa Nínive, tomaron sentido opuesto, dirigiéndose hacia el Estrecho y al Atlántico (a Tarshish, o Tartessos). Un lugar, cuyas aguas estaban llenas de cetáceos y de enormes peces; especies que apenas se verían en el Mediterráneo, pero que en el siglo VII a.C. poblarían por doquier el Océano. De tal modo, la narración de Jonás no solo muestra que los judíos conocían o llegaban a la Tarshish bíblica (la Tartessos griega); sino que también sabían que este punto del extremo occidente estaba entonces habitado por ballenas y multitud de cetáceos (como así sucedía).
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9) – SOBRE MOISÉS Y EL ORIGEN DE LOS JUDÍOS, NARRADO POR FLAVIO JOSEFO:
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9-A) . “CONTRA APIÓN Sobre la antigüedad del pueblo Judío”:
Mención especial haremos al nacimiento del pueblo de Israel y de Moisés, que Flavio Josefo indica en su obra “CONTRA APIÓN Sobre la antigüedad del pueblo Judío”, exponiendo en su Libro I, diferentes historias recogidas por fuentes egipcias y helenas (34) . De tal manera, este autor comienza explicando el origen de israelitas que describe la antes mencionada “Historia de Egipto” de Maneto ó Manetón. Quien -ya vimos- era un sacerdote egipcio de comienzos del siglo III a.C., cuya obra se perdió; pero que Flavio Josefo consiguió leer y comentar. Así el historiador judío nos transmite datos de esta “Historia de Egipto” perdida, denostando sus conclusiones. Comenzará comentando los párrafos referidos al faraón Tutimeo, que se correspondería con el primer rey Hicso; explicando como “unos hombres de linaje desconocido venidos del Oriente, que invadieron Egipto dominando por la fuerza sin apenas combate” (LXXV). Dicho Faraón comenta Busto Saiz, que es el último de la XIV dinastía, bajo cuyo reinado se originó la dominación de los Hicsos -que permanecieron aproximadamente desde el 1720 al 1550 a.C.-. Unos recién llegados al Nilo, que “sometieron a sus dirigentes, incendiaron salvajemente las ciudades, destruyeron los templos de los dioses, trataron muy cruelmente a los naturales del país, matando a unos y otros, reduciendo a la esclavitud a los hijos y mujeres de otros” (LXXVI). “Finalmente, llegaron a hacer rey a uno de ellos, cuyo nombre era Salitis” (LXXVII), exponiendo como establecen una capital en Avaris, junto al rio Bubasties (LXXVIII). “Se llamaba al conjunto de esta nación Hicsos, lo que quiere decir reyes pastores, pues hic en lengua sagrada quiere decir rey y sos, pastor” (LXXXII).
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Sobre esos Hicsos, añade Flavio Josefo (comentando a Manetón) que “Algunos dicen que eran árabes”; aunque “en otros lugares se dice que el vocablo hic no significa reyes, sino que quiere decir, por el contrario, pastores cautivos, pues en lengua egipcia hic y hac (...) significa cautivos” (LXXXIII). “Maneto dice que estos reyes (...) dominaron Egipto quinientos once años”.(LXXXIV). Hemos de realizar un inciso en este momento, pues la interpretación de Flavio Josefo de la palabra Hicsos, como “reyes pastores”; nunca se ha podido probar. Es más, en mi opinión él conforma esta traducción, para intentar identificar a los Hicsos con los hebreos, tal como más tarde hará, cuando dice que estos reyes se dedicaban al pastoreo -como los judíos- y que tras ser expulsados de Egipto, regresan a Jerusalén (donde fundan su nuevo reino y sus palacios). Todo lo que solo en parte concuerda con la verdad histórica; pues los Hicsos parece que fueron las gentes que huyen del terremoto Tera-Santorino, producido en el 1680 a.C.. Seísmo y volcán que destruye todo el litoral de Creta y el Egeo, dañado las costas de Anatolia y dejando sin verano durante años a esta zona del Mediterráneo (bajo una nube de polvo). Tras esa hecaombe, los egipcios parece que bajan al Sur -atemorizados al ver lo que en el Mediterráneo sucede, observando maremotos y restos de la devastación del volcán en el delta-. Siendo así como estas gentes procedentes del imperio minóico destruido -o de la Anatolia arrasada-, se dirigen hacia el Sinaí y avanzan hasta lograr conquistar el Norte de Egipto (estableciendo su dinastía con capital en Avaris). Más tarde, cuando los Hicsos fueron expulsados del Nilo -por los verdaderos egipcios, que regresan al delta- se establecen en Canáan, fundando allí un reino y elevando palacios en Jerusalén. Todo lo que le lleva a pensar a Flavio Josefo que eran hebreos y que por ello se ha de traducir la voz Hicsa como “reyes pastores”, tal como fueron los monarcas judíos.
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Señala asimismo Flavio Josefo que “posteriormente tuvo lugar la rebelión de los reyes de Tebas y del resto de Egipto contra los pastores y estalló entre ellos una importante y larga guerra (LXXXV). Bajo Tutmosis III (al que Maneto llama Misfragmutosis) fueron vencidos los pastores (hicsos), expulsados de todo Egipto y confinados en el lugar llamado Avaris (LXXXVI), donde se rodearon de una alta muralla (LXXXVII). El hijo de aquel faraón Tutmosis, intentó dominarlos por la fuerza atacando con cuatrocientos ochenta mil hombres Avaris, no consiguiendo rendirles, habiendo de conformarse “con establecer un pacto para que abandonaran todos Egipto, marchándose donde quisieran si sufrir daño alguno” (LXXXVIII). “Según se reconoce, recorrieron el desierto desde Egipto hasta Siria con sus familias y posesiones no menos de doscientos cuarenta mil hombres” (LXXXIX). “Edificaron en el territorio llamado ahora Judea una ciudad que pudiera albergar a tantos hombres a la que llamaron Jerusalén” (XC). Tras ello, Flavio Josefo da una relación exhaustiva de los Faraones que fueron gobernando después, de sus nombres y del numero de años de su reinado (XC al CII).
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En una segunda parte, el mismo historiador judío habla de que “Maneto (Manetón) después de haber dicho que nuestros antepasados vinieron de Egipto en número de muchos miles y dominaron sobre sus habitantes, luego reconoce el mismo que al ser expulsados cierto tiempo después conquistaron Judea, fundaron Jerusalén y edificaron el templo” (CCXXVII). Comentando como Maneto crea una segunda versión sobre una oleada posterior de gentes que llegan desde el Nilo a Judea, diciendo que procedían de leprosos y enfermos esclavizados por los egipcios, que consiguieron huir (versión que molesta a Flavio Josefo). Tal segunda marcha, que se correspondería con el “Éxodo”, la sitúa el historiador egipcio en época de Amenofis IV (Akhenatón, que como ya sabemos reino aprox. Del 1378 al 1358 a.C.). Según Manetón, esta huida tuvo lugar quinientos dieciocho años después de la entrada de los Hicsos, sumando los reinados de los faraones que hubo entre el primero Hicso y ese episodio. Pero erróneamente computa dos veces los 59 años del gobiero de Seti I, debiendo ser realmente 459 los años de diferencia, los que hubo entre la entrada de los Hicsos y el mencionado Éxodo. Todo lo que nos llevaría hasta el reinado de Akhenatón, puesto que del 1720 al 1361 a.C. hay estos 460 años que en verdad se deben sumar en la cronología que presenta Maneto. Con ello, según los historiadores egipcios, tal éxodo de cautivos desde Egipto hacia Judea, tuvo lugar en estos años cercanos al 1360 a.C..
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Así narra Flavio Josefo que según Manetón recogió -en su Historia perdida, ver cita (35) -, como el Faraón Amenofis IV hizo una gran reforma y decidió “reunir a todos los enfermos de Egipto, cuyo número era de ochenta mil, y les envió a las canteras del Este del Nilo (CCXXXV) -canteras que según observa el traductor Busto Saiz son las del Tura, de donde obtuvieron las piedras de las pirámides, citadas por Heródoto en II,8 y 124 - . “Entre estos deportados a aquellas estaban incluso nobles faraónicos, sabios y sacerdotes, afectados por lepra” ( CCXXXVI). Pero a los que sufrían en las canteras cuando pasó un tiempo, les cedió el rey (...) la antigua ciudad de los pastores Avaris, que entonces estaba deshabitada” (CCXXXVII). Allí tomaron como jefe a un sacerdote de Heliópolis llamado Osarsef, jurando todos obedecerle ( CCXXXVIII). “Este prescribió como primera ley no adorar a los dioses, no abstenerse de la carne de ninguno de los animales que las normas religiosas consideraban sagrados en Egipto, no tener reparo en sacrificarlos y consumirlos, además de no unirse con ningún hombre, excepto los ligados por el mismo juramento” (CCXXXIX y XL). Tras ello reparó las murallas de Avaris y comenzó la lucha contra el el rey Amenofis IV. Enviando una embajada hasta Jerusalén invitando a los habitantes de esa ciudad (que denomina “pastores expulsados por Tutmosis”) a unirse en una expedición contra Egipto (CCXLI). Así “les prometió conducirles hacia Avaris, la patria de sus antepasados, proporcionándoles sin tasa lo necesario para combatir” (CCXLII). Salieron doscientos mil hombres que llegaron a Avaris (CCXLIII). Amenofis IV se exilia a Etiopía ante esta avalancha, evitando la confrontación con su ejército, y ello lo aprovechan los de Avaris atacando Egipto (CCXLVII).
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SOBRE ESTAS LÍNEAS: Altar del incienso grabado de "An Illustrated History of the Holy Bible", publicado por Henry Bill (1871) en la W. Struse Collection. En el grabado se representa el altar del incienso, tal como lo manda contruir Yahvé y sobre el que oficia el Sumo Sacerdote de Salomón, al que vemos con el Efod y el pectoral de Aarón (adorno en el pecho que relaciono plenamente con los colgantes de El Carambolo). Como podremos leer en La Biblia; el del incienso se trata igualmente de un altar con cuernos, fabricado con madera de acacia y recubierto de metales preciosos (de un Codo por un Codo de ancho y de dos Codos de alto -recordemos que 1 Codo sagrado de Israel, se corresponde con el Codo Real egipcio, en tiempos de Akhenatón = 525 centímetros aproximadamente-). Sobre este ara manda Yahvé quemar incienso al atardecer y al anochecer, no pudiendo libarse otra ofrenda; pero ordenando que los cuernos sí fueran purificados anualmente con una limpieza hecha con sangre (de carnero y buey). Lo que recoge el Éxodo con las palabras: "Y sobre sus cuernos hará Aarón expiación una vez en el año con la sangre del sacrificio por el pecado para expiación; una vez en el año hará expiación sobre él por vuestras generaciones; será muy santo a Jehová". Explicando con mayor exactitud el Levítico: "Entonces saldrá al altar que está delante del Señor y hará expiación por él, y tomará de la sangre del novillo y de la sangre del macho cabrío y la pondrá en los cuernos del altar por todos los lados. Y con su dedo rociará sobre él de la sangre siete veces, y lo limpiará, y lo santificará de las impurezas de los Israelitas" .
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ABAJO: Sacerdote oficiando frente a un Altar del Holocausto, tal como lo imaginaban en el siglo XIX los grabadores de History of the Holy Bible, publicada por Henry Bill en 1871. El dibujo se hizo con más de un siglo de antelación al hallazgo de esas mesas ciclópeas en piedra, sobre las que ofrecían los judíos a Yahveh grandes oficios. Altares como el de Beersebá, encontrado hace apenas unos decenios por el profesor Yohanán Aharoni y que hemos incluido en nuestra primera imagen. Quienes recreaban hasta hace no mucho estos grandes altares usados por los hebreos para ofrecer holocaustos (bovinos y ovinos); pensaron que era simplemente una copia del de incienso, suponiéndolo igual, más grande y también cubierto con "chapas" de bronce -con formas de cuernos en sus esquinas, tal como vimos Yahveh ordena hacer para el quemaperfumes, el Antiguo Testamento (especialmente en el Éxodo y Levítico)-.
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Aunque sería imposible imaginar el oficio sobre una "mesa" de las caracterisiticas que vemos en el grabado; pues habríamos pensar las consecuencias de mantener un fuego con estas dimensiones, dentro de un receptáculo metálico -lo que imposibilitaría al oficiante siquiera acercarse al altar-. Por ello, quizás, el Antiguo Testamento indica que el Altar del Holocausto ha hacerse sobre tierra o con arcilla, y en todo caso con piedras naturales. Ordenando Yahvé un "Altar de tierra harás (...) y sacrificaras sobre el tus holocaustos y tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas" (...) Y si me haces altar de piedras, no las labres de canteria, porque si alzas herramienta sobre ese, lo profanarás". Siendo importante observar la indicación de que nunca se labre la piedra, algo que puede relacionarse no solo con la necesidad de sencillez y humildad en el altar. Sino, además con las altas tempetratura que estas mesas deberían soportar; sufriendo roturas y necesitando cambios en sus sillares -habida cuenta como se quebrarían por los cambios de calor y frío a los que les sometían con el fuego central y a las libaciones-.
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Pese a ello, el ara de Beersebá (cuya imagen repetimos más abajo), contiene una cobra muy mal labrada en uno de sus sillares laterales. Algo que personalmente considero un "añadido" tallado allí por el posible enemigo que la destruyó. Lo que me atrevo a expresar, sabiendo que este ara apareció rota y con una de sus astas arrancadas. Todo lo que supondría haber sido desacralizada y profanada (por invasores); un hecho que pudo producirse en época de Nabucodonosor -hacia el 586 a.C., cuando este monarca asirio arrasa Israel y esclaviza su población-. Por lo demás y para terminar de exponer el por qué nos extendemos tanto acerca de estas mesas de cuernos hebráicas. Diremos que, personalmente, observo enormes paralelismos con los altares de Tartessos (El Carambolo, Coria del Rio, Málaga o Cancho Roano) y el modo en que Yahvé ordena realizar el holocausto: Sobre una "mesa" de arcilla o de tierra; o en su caso, revestida con unas simples piedras (ÉXODO 20, 23-26).
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Sigue comentando Flavio Josefo sobre su líder y el conflicto de los sublevados, “recogiendo” lo dicho por Manetón: “Se dice que el sacerdote que les impuso esta constitución y estas leyes era del linaje de Heliópolis, y que se llamaba Orsasef, por el nombre del dios de Osiris, adorado en Heliópolis; que al unirse a este pueblo cambió su nombre por el de Moisés” (CCL). Amenofis IV decide al final entrar en guerra y “atacaron a ambos, a los pastores y a los impuros, los vencieron y, después de matar un gran número, persiguieron al resto hasta la frontrera de Siria (CCLI). Y sobre Moisés termina diciendo que su “verdadero nombre significa el salvado de las aguas, pues los egipcios llaman al agua mon” (CCLXXVI). Siendo muy importante ver en todo este relato que recoge Flavio Josefo de una Historia del Egipto Antiguo escrita a principios del siglo III a.C.; donde en el recuerdo de esta nación faraónica, los hebreos y Judá fueron originados por dos migraciones fundamentales: La primera con la huida de los Hicsos, a la caída de su reino en Egipto; hechos contemporáneos al desastre del Tera Santorino (sobre el 1580 a.C.). La segunda hacia el 1360 a.C., tras la guerra y la huida de cautivos refugiados en Avaris, que fueron ayudados por los antiguos Hicsos desde la Jerusalén fundada por ellos. Por su parte Moisés era (según Maneto) un sacerdote de Heliópolis rebelde a Amenofis IV, y en toda su historia se lee claramente que la situación a que llegan de confrontación se debe a las injusticias y reforma religiosa del Faraón que se autodenomina Akhenatón.
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Algo muy similar recoge Flavio Josefo narrado por Ceremón (filósofo y escritor preceptor de Nerón en Roma y director del museo en Alejandría) ocurrido en los tiempos del mismo rey egipcio. Escribiendo el historiador hebreo que “Isis se apareció a Amenofis en sus sueños para reprocharle la destrucción de su templo (...) diciéndole que si purificaba Egipto de hombres afectados de manchas, su terror desaparecería” (CCLXXIX). “El rey reunió doscientos cincuenta mil de estos hombres nocivos y los expulsó. Sus jefes eran Moisés y José, ambos intérpretes también de los misterios sagrados. Sus nombre egipcios era el de Tisitien para Moisés y Petesef para José” (CCXC). “Estos llegaron a Pelusio y encontraron allí trescientos ochenta mil hombres, dejados por Amenoras y a los que no quería conducir a Egipto. Estableciendo con ellos un tratado de amistad, marcharon contra Egipto”(CCIXC). “Amenofis no hizo frente y huyó a Etiopía, dejando a su mujer encinta (...) -su hijo- llamado Ramses, cuando se convirtió en adulto persiguió a los judíos que eran alrededor de doscientos mil, hasta Siria”(CCVIIIC).
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Esta segunda versión sobre el Éxodo recogida y conservada por un escritor que fue director de la Biblioteca de Alejandría (del que ha de suponerse, tuvo acceso a libros originales sobre la Historia de Egipto); narra un origen de los judíos y su Éxodo muy similar al anterior: Ocurrida en época de Amenofis IV y expulsados por este faraón. Lo que concuerda plenamente con los hechos acontecidos bajo el reinado de Akhenatón, cargado de conflictos civiles, cautiverios y expulsiones de Egipto. Años en los que el Imperio del Nilo, se convulsionaba bajo la reforma religiosa de ese Amenofis IV; que destruía los antiguos templos, borrando las inscripciones de los anteriores dioses, obligando a todos a seguir la nueva religión creada bajo su mandato. Por lo que la hipótesis de que los judíos huidos fueran aquellos egipcios que se negaron a aceptar los nuevos ritos y continuaban adorando los antiguos cultos, es más que probable. A ellos habrían de sumarse otros ciudadanos, que por tener relación con los Hicsos, hubieran sido también subyugados. Habiendo creando Amenofis IV unos lugares donde concentrar o expulsar de su reino a dichos rebeldes, relacionados con Avaris, atacándolos finalmente, en su huida hasta la frontera con Siria.
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Esta sería las versión sobre los hebreos y Moisés que conservaba la historia de Egipto, en libros que desaparecieron en Alejandría. Cuyo relato sobre el origen de los judíos, Flavio Josefo pudo conservar, y que muy poco difiere con lo que la arqueología nos narra. Pudiéndose fechar de tal manera la primera huida de los hebreos, junto a los Hicsos expulsados; sobre el 1580 a.C.; de quien dice este autor que fundaron tras su marcha de Egipto la ciudad de Jerusalén. Tanto como El Éxodo de Moisés se fecharía hacia el 1360 a.C., habiendo sido este libertador un sacerdote rebelde a Amenofis IV. Pudiéndose pensar en su hermano menor, Tut- Moses, nacido de Amenofis III y de otra madre diferente a la de Akhenatón (una princesa llamada Giluhepa). Existiendo teorías que narran como este Tut-Moses habría sido nombrado sacerdote supremo por el faraón y se sublevó. Llegando a quienes afirman como Aarón y Moisés, fueron esos dos hermanos (Akhenatón y Tut-Moses); todo lo que parece más pertenecer al terreno de las hipótesis románticas, que a una posible realidad -ya que en Egipto se escribía y registraba todo cuanto un faraón realizaba-.
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AL LADO Y ABAJO: Junto estas lineas, de nuevo el relieve de la familia de Akhenaton; presentando a sus hijas -propiedad del Museo de Berlín (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen)-. Observemos los rayos del Sol dibujados como manos, pero a su vez guardando la apariencia de una escala de grados; tanto, que hacia cada lado salen nueve brazos solares, dejando el décimo en medio. Ello significaría que las lineas en trigonometría guardarían diez grados de distancia hasta el centro y veinte entre ambos cónyuges... . Todo representado con dos reyes “famélicos” y alargados, de un modo que yo interpreto motivado por el consumo de la raíz de mandrágora rallada sobre la cerveza. Una bebida que se puso de moda en tiempos de Amenofis III y que en el de su hijo (Akhenatón) parece fue la más común -entre nobles, ricos y artistas-. Todo ello debió hacer ver a este Amenofis IV un “mundo nuevo”, en el que él era el único representante de dios (realizando la gran reforma religiosa que lleva a la guerra civil a Egipto).
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ABAJO: Otras imágenes tomadas en verano hace algunos años; esta vez con mi familia: Junto a las tres estatuas de los rameshidas, mi mujer y tres de mis sobrinos -en Karnak (Luxor)-.
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9-B) . Moisés en “ANTIGÜEDADES JUDÍAS” de Flavio Josefo -sus paralelismos y divergencias con El Antiguo Testamento- :
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9-B) 1º. Flavio Josefo:
Flavio Josefo recogió gran parte de la Historia judía, resumiendo los libros sagrados hebreos y sintetizando cuanto narraban; tratando de un modo especial sobre su libertador y legislador (Moisés). Trabajando durante años como historiador y escritor, después de que Israel y su Segundo Templo fueran destruidos por Vespasiano. Momento en que este autor, al verse rendido ante Roma, decide tomar nueva ciudadanía y aceptar la caída de su civilización; dedicándose desde entonces a recopilar y redactar la historia de su pueblo en lenguas grecolatinas. Todo sucede tras su participación en la guerra y al verse obligado a rendir el mando que le confiaron los nobles de Judea; por pertenecer a una familia principal de sacerdotes del Sanedrín y a la estirpe real hebrea. Siendo uno de los principales que se enfrentaron a los ejércitos de Vespasiano -como comandante-, curiosamente parece que inicialmente el autor no era del todo contrario a la integración de su cultura con la latina. Tal como se intuye al observar que dos años antes (en el 64 d.C.) Flavio Josefo visitó Roma; logrando grandes éxitos, demostrando entre los principales del Lacio enormes cualidades humanísticas -habida cuenta su enorme memoria y sus conocimientos culturales, acompañados por el hecho de que hablaba latín, griego y hebreo a la perfección-. Durante este viaje entabló amistad en la capital del imperio con algunos de los nobles más importantes -como Popea, mujer de Nerón-; logrando la liberación de numerosos sacerdotes judíos deportados y encarcelados en Italia.
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Pero al regresar a su tierra natal (en el año 65 a.C.), las rebeliones no cesaban; por lo que finalmente enviaron hacia Jerusalén a Vespasiano con Tito, para doblegar y arrasar esa provincia que llamaron Judea. Ante la inminente invasión, Flavio Josefo logró que le nombrasen uno de los más altos jefes (apenas sin conocimientos militares); tanto que finalmente defendería las últimas plazas israelitas asediadas -como fueron Mashada y la fortaleza de Jotapata-. Entonces, dice la leyenda, que salvó la vida gracias a su astucia y a grandes conocimientos de matemáticas. Pues cuentan que al verse allí -rodeados por legiones- los pocos judíos que quedaban defendiendo esos puestos, decidieron evitar caer presos; dándose muerte unos a otros -cortando la yugular al que tenían a su lado y dejando que el último se suicidase-. Para elegir quién comenzaba la autoinmolación, Flavio Josefo usó una argucia; determinando un sorteo por el cual él quedaba último. Así fue como los asediados se mataron -unos a otros-; aunque finalmente ese último (que era él) dio aviso a los romanos de que podían entrar en la fortaleza, al haberse suicidado todos. Tras estos hechos, fue llevado a solas ante Vespasiano, y con gran soltura se dirigió al general vencedor augurándole que llegaría a emperador. La perfección del latín que hablaba, el descaro que mostró y su modo de hablar vaticinando al general que sería un día rey de Roma; hizo que Vespasiano no solo le perdonase la vida, sino que le unió a su séquito (donde actúa como intermediario e intérprete). Entre los romanos, presenció Flavio Josefo la destrucción del Templo y de su ciudad santa; regresando luego a Roma, donde participó en el desfile triunfal. Finalmente le concedieron la ciudadanía romana y tierras en Judea; donde pasó el resto de sus días escribiendo y estudiando. Redactando desde entonces decenas de volúmenes en los que recogió la Historia, costumbres, religión, y otros hechos de los hebreos.
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Su obra se publica en libros que superan las tres mil páginas. Entre los más conocidos se hallan: “La guerra de los judíos” (escrito en arameo primero y que se contienen en siete tomos); además de “Antigüedades de los judíos” (escrito en griego en veinte volúmenes). En el primero se narran diversos episodios bélicos de los israelitas, terminando por las campañas de Vespasiano, al que dedica grandes elogios. En el segundo (Antigüedades de los judíos) resume los libros sagrados hebreos, siendo por lo tanto un texto “paralelo” al Antiguo Testamento (como síntesis del Talmud y la Torá). Finalmente, escribió otras obras como la citada antes “Contra Apión”, también conocida con el título “Sobre la Antigüedad de los judíos”. Redactada al final de su vida (hacia el 93 d. C.); donde Flavio Josefo discute con diversas fuentes la veracidad de lo que escribe Apión acerca de los judíos y de su liberación; haciéndo énfasis en el valor de la civilización y la cultura judía.
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9-B) 2º. Moisés en Antigüedades Judías y en El Antiguo Testamento:
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Resumiremos a continuación lo que Flavio Josefo expone sobre el libertador de los hebreos, para compararlo con cuanto recogen las Sagradas Escrituras; pudiendo así observar numerosas diferencias que manifestarían la visión que de Moisés tenían los sacerdotes judíos en el siglo I d.C.. Para su compilación y comprensión, recogeremos los textos originales de Flavio Josefo en citas, así como los resúmenes del Antiguo Testamento -comparándolos-; utilizando la traducción del autor judío publicada en Buenos Aires (1961) por J. Farré. De tal manera, Antigüedades Judías comienza recopilando los LIBROS DE MOISES (tal como hace La Biblia) con las siguientes palabras: “Toda nuestra organización deriva de la sabiduría de nuestro legislador Moisés, es ineludible que comience por decir algo a su respecto (…) Conviene saber que él consideraba imprescindible tomar en consideración la naturaleza divina para todo aquel que quiera conducirse bien en la vida y legislar para sus semejantes; y observando los actos de Dios, imitar su modelo hasta donde pueda caber la imitación en la naturaleza humana y empeñarse en seguirla. Sin ello ningún legislador puede actuar con criterio justo ni promoverá lo que escriba el desarrollo de las virtudes, lo que sólo se logra enseñando que Dios es padre y señor de todas las cosas (…) Cuando Moisés quiso instituir su doctrina a sus conciudadanos, no comenzó a establecer sus leyes como lo hacían otros legisladores, mediante contratos y otros convenios mutuos, sino haciéndoles elevar su pensamiento hacia Dios y su creación del mundo, y persuadiéndolos que los hombres somos la más perfecta de sus creaciones terrestres” (36) .
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Vemos ya el carácter divino del legislador y de sus leyes, tras lo que pasará Flavio Josefo a explicarnos el inicio del Génesis (tal como lo recoge el Libro de Moisés): La creación del mundo. El paraíso. El pecado original. Expulsión de Adán y Eva (….) Después del séptimo día Moisés comienza a hablar en términos de interpretación filosófica y dice acerca de la formación del hombre, que Dios tomó tierra del suelo, hizo al hombre y le insufló espíritu y alma. A este hombre lo llamé Adán, que en lengua hebrea significa roja, porque fué hecho de tierra roja macerada. Porque ésta es auténtica tierra virgen (…) o durmió, le sacó una costilla y con ella formó a la mujer. Adán la conoció y supo que había sido sacada de él mismo. Ishá se dice a la mujer en lengua hebrea” (37) . En algunos estudios míos ya he comentado nuestra teoría acerca de la identificación entre la “Luna” y la mujer (cuyos ciclos vienen a ser iguales a los lunisolares o a las mareas, e 28 días) y entre esta y la costilla. Tanto que en jeroglífico egipcio “Luna” y “costilla” se escriben del mismo modo -como una linea curvada, de derecha a izquierda y semejante a un creciente-. Asimismo, el hecho descrito de arrancar este hueso para obtener mujer, puede tratarse del recuerdo de un ritual ancestral (neolítico); en el que los hombres entregasen una de sus costillas menores, a cambio de recibir esposa (como prueba de lealtad y de valor hacia ella).
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Tras ello, pasa en el LIBRO II, a narrar el nacimiento de Moisés; contando Flavio Josefo cómo después de años de convivencia con los hebreos, los egipcios se habían vuelto malos, vagos y voluptuosos. Queriendo poseer más, esclavizaron a los judíosy tras una profecía que proclamaba como el faraón iba a ser destronado por un niño hebreo nacido en Egipto, ordenan ahogar en el Nilo a cuantos varones nacieran de esta estirpe. Este conocido pasaje coincide con otro prácticamente igual, que contiene el Antiguo Testamento (38) . Sigue Flavio Josefo narrando que un judío esclavizado llamado Amrad y de la más alta alcurnia, temió que su estirpe se erradicase de la Tierra, por falta de varones. Así decide tener el hijo que esperaba con su esposa Joquebed y salvarlo; después de soñar con Yahvé, que le asegura aquel niño “será ocultado de los que vigilan para destruirlo; después de ser criado de manera sorprendente, salvará a la nación hebrea de la desgracia que la aflige en Egipto. Su memoria será famosa mientras dure el mundo; no sólo entre los hebreos, sino también entre los extranjeros. Todo lo cual será consecuencia del favor que te dispensaré a ti y a tu posteridad. Tu hijo tendrá otro hermano que obtendrá mi sacerdocio, el que pasará a su posteridad después de él hasta el fin del mundo” . Así fue como “Hicieron una arquilla de fibras de papiro con la forma de una cuna, de un tamaño suficiente para que pudiera caber un niño sin mucha estrechez. La untaron con betún, que impediría la entrada del agua por entre las junturas, pusieron en ella al niño y depositándolo en el agua le abandonaron al cuidado de Dios. El río recibió al niño y lo llevó a flote”. -como vemos, este episodio es casi paralelo con el mismo que recoge El Antiguo Testamento en Libro II, cap. 2- (39) .
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AL LADO Y ABAJO: Junto estas lineas, dibujo coloreado procedente de los grabados del libro de Cecile Torr: “Ancient Ships ex exped...”. Está tomado de los bajorrelieves de Der Bahali (entorno al 1250 a.C.) y sacado de un dibujo de Mariette, donde se recogen figuras ya desaparecidas en este templo. Vemos una expedición hasta el reino de Punt ordenada por la faraona Hatsepsut, con una embarcación que se dirige por el Mar Rojo hacia el Cuerno de África (Somalia y Etiopía, donde obtenían parte del oro los egipcios). Observemos que la nave es de quince remeros, lo que supone más de veinte metros de eslora. Abajo, miniatura de una chalupa del siglo XIX (tal como la expone el Museo Naval, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Según manifiesta el texto en vitrina, las chalupas de este tipo no solían superar los veinte metros de eslora y se usaron hasta 1910 para la pesca de bonito en el cantábrico (teniendo remos y una estructura astillera muy semejante a las traineras). Como podemos ver, estas embarcaciones boniteras utilizadas hasta el siglo XX a.C., eran de menor cabotaje y capacidad que las egipcias representadas en los frescos de Deir Bahali. Pese a ello, los marineros del Norte de España recorrían con ellas el un mar como el Cantábrico; famoso por la peligrosidad de sus aguas y de sus costas. Cuanto observamos, por comparación, obliga a pensar que los egipcios en el siglo XV a.C. (tanto como los fenicios en el XII a.C.) tenían embarcaciones casi tan seguras y rápidas como las usadas por los marineros en nuestras costas, hasta la aparición del vapor y de los cascos metálicos.
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El siguiente episodio descrito por Flavio Josefo, narra el modo en que la hija del faraón recoge al niño en la canastilla y lo adopta (aun sabiendo que se trataba de un bebé expuesto para ahogarse, tal como ordenaban hacer a los judíos). Tras ello, buscando pronto quien pueda amamantarlo, los del faraón, encargan a su propia madre que sea la nodriza del niño (sin saberlo). Después, fue llamado Moses, que significaba nacido de las aguas; y llegando a ser famoso por su inteligencia y su fuerza a los tres años, le llevan ante el trono de Egipto. Allí, frente su padre adoptivo (el hijo del rey) realizó un extraño gesto que hizo rodar la corona del Nilo por los suelos; y siendo aquello presagio de que podría quebrantar el poder del faraón hubo quienes aconsejaron matar al niño (con horror, los padres adoptivos se negaron) (40) . En El Antiguo Testamento, el episodio de la corona no se menciona, narrando otra “versión” en la que Moisés de joven, sale en ayuda de un hebreo y se enfrenta a un egipcio; al proteger a aquel judío esclavo, mata sin darse cuenta al súbdito del faraón y debe huir de tierras del Nilo (para purgar sus pecados). De modo distinto, el capítulo X de Flavio Josefo narra el modo en que Moisés durante su juventud gana la guerra a los etíopes que asolaban el Nilo; primero los venció por la fuerza, logrando liberar el reino del faraón de sus acometidas. Más tarde los siguió hasta sus ciudades originarias, donde la reina de los etíopes se enamora del general, pidiéndole la paz a cambio de contraer matrimonio. Así es como se casa Moisés con Tarbis, la hija del rey de Etiopía (41) . Este episodio tampoco se contiene en El Nuevo Testamento y nos deja ver que en otras versiones Moisés, antes que libertador, fue un gran general que luchó a favor del faraón. Muy probablemente un militar que conocía las artes de navegación y tenía una gran escuadra, pues Etiopía era el llamado “reino de Punt” -en el Cuerno de África- al que se llegaba cruzando el Mar Rojo. En navegaciones que precisaban unas tres semanas de ida -y otras tantas de vuelta-; de cuyas expediciones hay testimonios claros en época de Moisés, tal como los bajorrelieves del templo de Hatseput describen. Reflejando algunos bajorrelieves ya desaparecidos -que Mariette logró dibujar- las partidas de numerosas naves, viajando hacia el reino de Punt (Somalia y Etiopía); de donde regresaban los barcos cargados de oro, plata, joyas y animales exóticos.
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El siguiente capítulo de Flavio Josefo coindide con episodios que narra La Biblia, pues se trata de la huida de Moisés a Madián. Aunque el autor judío narra que el libertador se ve obligado a marcharse del Nilo, por la envidia que sus logros militares y sus triunfos guerreros habían levantado entre los egipcios. Así fue como “Llegó a la ciudad de Madián, a orillas del mar Rojo, llamada así por uno de los hijos de Abram y Cetura. Se sentó junto a un pozo a descansar de la pesada jornada y de la aflicción que sufría” (…) Allí ayudó a unas hermanas, que eran tratadas con desprecio por los pastores, al no tener hijos su padre (sin varón que las protegiera al tomar agua para sus rebaños). Entonces, el progenitor de aquellas “que admiraba su virtud y le aseguró que había dado asistencia a personas que no eran insensibles a los favores y que deseaban devolverle su gentileza y sobrepasar la medida de su generosidad. Lo hizo entonces su hijo, dándole una de sus hijas en matrimonio. Y lo nombró guardián y superintendente de su ganado, que desde antiguo constituía toda la riqueza de los bárbaros”, casándose Moisés en Madián (42) .
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El capítulo XII de Flavio Josefo narra lo acontecido posterioremente con la zarza ardiendo; donde se le aparece Yahvé mientras el libertador pastoreaba el ganado de su suegro, episodio que de un modo casi igual contiene El Antiguo Testamento. Relatando el modo en que Dios le indicó que debía regresar a Egipto para liberar a su pueblo; misión para la que su señor siempre le ayudaría. Y para que tomase Moisés confianza, le da muestra de su poder, realizando los siguientes milagros: “Le ordenó que como prenda de confianza arrojara su vara al suelo, la cual, cuando así lo hizo, se arrastró y se transformó en una serpiente, se enrolló, irguió la cabeza, pronta a defenderse de quien la atacara, y luego se transformó nuevamente en una vara como antes. Luego Dios ordenó a Moisés que se pusiera la mano derecha en el pecho. Obedeció, y cuando la sacó estaba blanca, del color de la tiza; pero luego recuperó su color habitual. A una orden de Dios, tomó un poco de agua y la derramó en el suelo, y vió que su color era el de la sangre. Ante el asombro que Moisés manifestó por los milagros. Dios lo exhortó a que tuviera ánimo y estuviera seguro de que él sería su gran apoyo. Le ordenó que usara esos signos para hacer que los hombres creyeran(43) . A mi modo de ver, estos ritos y señas conciernen al mundo de los guías en el desierto; a prodigios que sabían resalizar quienes conocían las estrellas y el modo de atravesar el desierto. Para lo que era imprescindible la “vara”; una medida exacta con la que se localizaba la situación de las sombras y de los astros (valiéndose de ella como una alidada de cuerdas). A esta mira con cordeles creemos que es a lo que se refiere el texto cuando muestra que la vara de Moisés es una serpiente; ofidio que luego vuelve a convertirse en leño. Demostrando el poder de esas varas alidadas entre cuerdas, con las que se guiaban los antiguos para no perderse. Asimismo, los milagros concernientes al agua y a la piel, creemos que refieren los secretos de conocer dónde había pozos en el desierto, tanto como el modo de aguantar la sed y el calor entre las arenas.
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El siguiente episodio relata el encuentro con su verdadero hermano, Aarón, y la visita ante su padre adoptivo -el faraón-; donde le expone los designios de Yahvé; pidiendo que liberase a los judíos. De tal modo nos dice Flavio Josefo: “Como el rey ridiculizara a Moisés, le hizo ver los signos que le fueron dados en el Sinaí. El rey se enojó, lo trató de malvado y lo acusó de haber huído de su esclavitud en Egipto para volver ahora a sorprenderlo con trucos engañosos y milagros de artes mágicas. Diciendo esto ordenó a los sacerdotes que le hicieran ver idénticos milagros (…) Los sacerdotes arrojaron sus varas, que se transformaron en serpientes. Pero Moisés no se amilanó (…) arrojó al suelo su vara y le ordenó que se convirtiera en una serpiente. La vara obedeció, recorrió la estancia y devoró las varas de los egipcios, que parecían dragones, hasta que los consumió enteramente. Luego recuperó su forma anterior y Moisés la tomó de nuevo en su mano”. Finalmente, el faraón enojado por lo que creía astucias y argucias, no solo se niega a dar la libertad a los hebreos, sino que además los castiga a trabajar de un modo más duro y sin descanso (todo lo que hace que muchos de los judíos imprecasen contra Moisés) (44) . Algunas variaciones hay entre este capítulo y los tres que contienen pasajes parecidos en La Biblia; aunque hay un hecho casi idéntico en ambos, como es el relato de las varas de los egipcios devoradas por la de Moisés. Todo cuanto a mi juicio habla de que la medida y las alidadas que manejaban los judíos, eran mejores que las que tenían los egipcios. Al menos las de los sacerdotes o especialistas hebreos (como Moisés), cuyas miras y fórmulas servirían mejor parar no perderse en el desierto ni en los mares.
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El capítulo XIV de Flavio Josefo recoge Las Diez Plagas; descritas de un modo casi igual que describe La Biblia (45) . La última de ellas es la muerte del primogénito; todo lo que ya hemos explicado desde el punto de vista religioso, considerando que en la Antigüedad era común la práctica de cultos que obligaban a entregar al hijo mayor en sacrificio (al igual que debía llevarse al templo toda criatura nacida primera, entre los animales domésticos). Normalmente estos ritos de origen ganadero y neolítico, obligaban a matar a las reses, caballerías y aves nacidos de madre primeriza; debido a que -al parecer- es normal que el ganado bovino y ovino abandone a su primera cría (al igual que sucede con algunas yeguas y asnos). Siendo así y pensando que el primogénito se criaba con carencias y defectos, debido a la falta de pericia de los progenitores para mantenerlo; pudo instituirse este terrible rito, en el cual el hijo primero también era llevado al altar para ser inmolado. Aunque realmente el sacrificio del primer infante (tan normal en religiones semitas) tuvo su razón de ser, en atrapar a la poblaciones bajo el yugo del terror. Ya que aquellos padres que entregaban al niño con ese fin, evidentemente eran esclavos del templo desde ese momento; pues no había excusa alguna para impedir hacer lo mismo con ellos (ya que entregaban en su mayor inocencia al hijo; que inmolaban por voluntad de los progenitores, apenas con unos años de edad). Por todo cuanto decimos, aquella décima plaga de Moisés, a nuestro juicio supone que en Egipto en ese moento continuaron las religiones piramidales, en las que se llegaba a sacrificar al primogénito; mientras en los ritos judíos se sustituía el niño por el carnero (tal como mandaba la ley, desde Abraham).
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AL LADO Y ABAJO: Junto estas lineas, el Ank (ó bien “Ankh”, ó “Anj”) ); signo de la vida y merca de Isis, que se corresponde con una cruz ansada. Este símbolo, que fue uno de los más importantes del Antiguo Egipto y a mi juicio tuvo su origen en las alidadas de cuerdas o en las miras para observar los astros. Báculos astronómicos -alidadas- que deberían estar perfectamente calculadas conforme a medidas geodésicas; pues de lo contrario, los guías se perderían en el desierto. El ajuste de estas “varas” a la medida sagrada y de aquella a un patrón universal que les permitiera viajar pudiéndose orientar observando la altura de astros y sombras. Obliga a pensar que cuanto mayor fuera el conocimiento del tamaño del perímetro terrestre, mejor sería ese patrón capaz de transportarles de un lugar a otro sin pérdidas. Ya que un simple error de pocos kilómetros en el desierto supondría la muerte entre las arenas; no así en los mares, donde una confusión de decenas de millas tan solo suele llevar hasta un punto de costa, más o menos cercano al lugar al que deseamos arribar. Debido a ello, hemos de suponer que en las civilizaciones del desierto, donde es fácil observar las sombras; tenían un empeño constante por mejorar su medida sagrada y de ello pudo surgir la “lucha de varas”, entre la de Moisés y las de los sacerdotes de Egipto.
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Al lado: Una ballestilla de varios palos, llamada comúnmente “Báculo de Jacob” (jacobstab) al haber sido Jacob Koebel quien en una publicación de 1598 explicó su uso. Se trata de una simple cruceta, pasada en ocasiones por un solo travesaño, aunque las más modernas contiene tres “martillos”. El palo central (vara) está graduada y los que la cruzan simplemente tienen miras en sus extremos para ir posicionando hacia ellas la observación de luces y sombras de los astros. El ingenio puede mejorarse incluyéndole cuerdas, para ajustar mejor las distancias y marcar los ángulos totalmente rectos. Estas ballestillas fueron los compases con los que normalmente leían el cielo para guiarse (hasta la llegada de la brújula en el siglo XIII d.C.). Otros astrolabios eran más sofisticados, aunque el funcionamiento estaba basado en el mismo principio: Tomar una distancia hacia un astro, ver la horizontal y determinar en qué ángulo se hallaba la estrella en cuestión. Agradecemos al Museo Naval de Madrid, nos permita divulgar nuestra foto de esta ballestilla de su propiedad (expuesta en sus vitrinas, junto a la explicación de su funcionamiento).
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Abajo: Grabado de William Borough, editado en Londres en 1585; donde vemos a dos capitanes de barcos de guerra orientándose a través de ballestillas. Observemos estas y la figura del “Ank” egipcio, imaginando que de ellas colgaba una cuerda final de ajuste. De tal manera, pudo ser mucha su similitud con el “ank” y el origen de este símbolo de vida faraónico quizás estuvo en aquellas alidadas sacerdotales (bastones sagrados) para orientarse. A ello creemos que refiere La Biblia y Flavio Josefo cuando mencionan la vara de Moisés, tanto como la de Aarón; a la vez que relatan una lucha de “varas”, que a mi juicio hemos de interpretar como una disputa por ver qué medida y qué alidada era la mejor.
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En los capítulos XV y XVI, Flavio Josefo narra cómo los hebreos salen de Egipto. Describiendo que se dirigieron por Letópolis y tres jornadas más tarde lograron llegar hasta un lugar denominado Baalsefón (junto al Mar Rojo); punto que La Biblia identifica con las cercanías de Pihahirot y Migdol -marcado en imagen, junto a la ruta trazada sobre la zona-. En mapas más abajo, vemos que Letópolis estaba ubicada en las cercanías de Giza (algo más al Norte) y que su distancia hasta el Mar Rojo es de unos 150 kilómetros -prácticaente en linea recta, de Este a Oeste-. Así se explica que tal como dice La Biblia, llegaran a las proximidades del Mar Rojo en tres jornadas (lo que caminando, correspondería a unos cincuenta kilómetros día). Allí es donde se produce el milagro de las aguas; donde Moisés logra abrir el Mar Rojo y cruzar a su pueblo (por tierra firme); mientras que aquellas olas se cierran de nuevo y caen sobre el ejército del faraón. El pasaje, no por famoso deja de ser interesante; pues plantea a duda de que Moisés personificase a los marineros canaaneos, que facilitaron la huida del pueblo hebreo; transportando en sus barcos a los que escapaban, cruzándoles al otro lado del Mar Rojo. O si bien se refiere a que ese libertador era capaz de guiar a su pueblo en pleno desierto y por tierras desconocidas; atravesando el paso del Sinaí (a la altura de Ezam) y adentrándose entre las arenas, sin poder ser seguido ya por los egipcios.
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Sea como fuere, es de gran importancia destacar el camino que toman (desde Giza -Letópolis- hacia el Sinaí); que es la llamada Ruta de El Haj. Via de caravanas que -como decimos- arrancaba desde las capitales del Delta del Nilo, caminando hacia el Este puro; llegando a las cercanías de Migdol, para luego adentrarse en el desierto de Ezam, cruzar el de Parán y terminar en el puerto del Mar Rojo, Esyón Geber (situado en el estuario de la Península del Sinaí, a Sur de Israel). Hemos destacado en el mapa (abajo) esta ruta caravanera, pintada en morado; a la vez que se han apuntado las otras hipótesis de huida marcadas por Flavio Josefo o La Biblia. Por las que Moisés cruzaría el Mar Rojo, embarcándose en Pihahirot, cerca de Migdol -auque no hay que dejar de pensar que el paso más sencillo era dirigirse por tierra hacia el desierto de Ezam-. Sea como fuere, llama poderosamente la atención el nombre que los textos dan al punto de salida, o última ciudad, de territorio egipcio junto a la que acampan los hebreos. Urbe que denominan Baal-zefón (o BaalSefón) y que a mi juicio refiere al culto de los Baal semitas, que exigía el sacrificio del primogénito. Sobre este punto, El Antiguo Testamento escribe textualmente: “Di a los hijos de Israel que den la vuelta y acampen delante de Pi-hahirot, entre Migdol y el mar, delante de Baal-zefón; delante de ese lugar acamparéis, junto al mar” (Ex.14;2). A la vez que Flavio Josefo nos dirá: “Y los hebreos se fueron de Egipto, mientras los egipcios lloraban y se arrepentían de haberlos tratado tan duramente. Se dirigieron por Letópolis, un sitio desierto a la sazón (...). Marcharon apresuradamente y al tercer día llegaron a un lugar llamado Baalsefón, junto al mar Rojo” (Antig. Judías; MOISÉS II, XV,1) (46) .
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Todo cuanto hemos recogido deja claro que el punto final y de escape fue aquel “Baal-sefón” o “Baal-zefón”; que bien podríamos identificar con la voz Baal-zebú (el demonio o señor de las bestias). O bien con un lugar donde los egipcios permitían celebrar sacrificios del tipo que describe esa décima plaga: La inmolación del primogénito. Tratándose quizás de una costumbre que los del faraón consentían a los pueblos que vigilaban sus fronteras; gentes de origen canaaneo, que tenía por costumbre esa entrega de infantes a los dioses, para establecer sus pactos de sociedad y religión. Por lo demás, habríamos de analizar el significado acerca de este punto de embarque y el camino que toman los hebreos; junto al de la “vara” de Moisés, que abre aquel paso. Debiendo volver a recalcar que el famoso bastón representa no solo el báculo de poder, sino a mi juicio también simbolizaría la “medida” del guía y del sacerdote astrónomo. Clérigo formado en Egipto y que -por tanto- conocía perfectamente el movimiento de la bóveda celeste; todo lo que le permitía navegar por el desierto (o por los mares). Siempre sirviéndose se aquellas miras -ballestas o varas- y viajando preferentemente por las noches, para dormir durante el día (en tiendas de color igual al de las arenas, para no ser vistos).
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Este conocimiento oculto, sería la garantía de permanencia y defensa del Nilo; no pudiendo llegar hasta sus ciudades más que aquellos que dominaban los caminos por tierra y el devenir de los astros. Todo cuanto relatamos deja patente el hecho de que cualquier ciudadano del Nilo, para salir de Egipto atravesando el desierto; debía ser orientado por un “guía autorizado”. Astrónomos que se formarían como clérigos o bien junto al sacerdocio; impidiendo que otros lograsen sus conocimientos. Con la finalidad de que extraños y extranjeros no llegasen a las ciudades de Egipto; o para que no pudieran abandonarlas los no autorizados ni menos los esclavos. Consecuentemente, estos pasajes de La Biblia o de Flavio Josefo, parece que nos enseñan que Moisés (o el libertador de los hebreos) era un sacerdote egipcio de enormes conocimientos: Capaz de guiarse con su “vara” por el mar y el desierto; tanto como de encontrar agua valiéndose de ella y de otros misterios zahoríes.
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AL LADO Y ABAJO: Junto estas lineas, un mapa de Egipto donde hemos marcado Letópolis y la ruta de salida de los hebreos (bien por Mar o atravesando el desierto de Ezam). Abajo, fragmento de un mapa editado en el libro “Por los caminos de la Biblia” de M.J. Esteve (Barcelona 1967; página 86). En este vemos en morado la ruta de caravanas llamada El Haj (que quizás inspira el camino de salda de Moisés). En otros colores, he marcado las posibles vías seguidas por los hebreos, según narran Las Escrituras. Observemos en el mapa la situación de Letópolis, la de Migdol, Ezam y Pihahirot (ciudades citadas en los pasajes mosáicos).
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Tras el paso del Mar Rojo, comienza Flavio Josefo su Libro III de Moisés, del que añade “que abarca un espacio de dos años” (refiriéndose a los dos primeros años en que los hebreos permanecen errando por esta Península). Así, el primer capítulo trata del modo en que el libertador llega con su pueblo hasta El Sinaí, debiendo buscar alimento y agua en pleno desierto (47) . Logrando manar un pozo al que arroja un palo; tanto como sacar agua de una roca, que Moisés golpea con su vara. Asimismo, Dios hará llegar el maná a los judíos (para alimentarles en el desierto). Todo cuanto relatamos; de nuevo expresa un Moisés sacerdote y guía de los caminos desérticos; formado en las Casas de la Vida de Egipto. Lo que le facilitaría esa capacidad para orientase entre las dunas, saber hallar agua y lograr abastecerse de alimento entre las arenas. Siguiendo con la narración, Flavio Josefo narra en el siguiente episodio una victoria de los hebreos, al verse obligados a enfrentarse contra los amalecitas (Libro III , cap. 2); hechos que no recoge El Antiguo Testamento (48) . Aunque pasa más tarde a relatar los famosos pasajes de Moisés en El Sinaí, tras recibir a su suegro y su mujer; siendo aconsejado por ellos sobre el modo de ordenar a su pueblo. Posteriormente verá a Dios en una zarza ardiendo y finalmente sube a la montaña para recoger las tablas de la Ley (49) . Siendo el Decálogo que recoge Flavio Josefo, el siguiente: El primer mandamiento nos enseña que no hay más que un Dios, y que sólo a él debemos adorar. El segundo nos ordena no hacer ninguna imagen de animal para adorarla. El tercero, que no debemos jurar por Dios falsamente. El cuarto, que debemos guardar el séptimo día, descansando de toda clase de trabajo. El quinto que debemos honrar a nuestros padres. El sexto que debemos abstenernos de matar. El séptimo, que no debemos cometer adulterio. El octavo, que no debemos ser culpables de robo. El noveno, que no debemos prestar falso testimonio. El décimo, que no debemos cobijar deseos de lo que sea de otros”.
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Por su parte, Flavio Josefo no recoge importantes episodios, como el del Becerro de Oro. Resultando a su vez paradójico que algunos de los datos y hechos que relata este autor, no estén plasmados en El Antiguo Testamento. Pese a ello, desde este punto ya ambos textos se refieren fundamentalmente al Moisés legislador; narrando el modo en que ordenó los Sociedad, los ritos, los templos, el sacerdocio y la religión judía. Todo lo que podemos resumir con los títulos de cada capitulo en la obra de Flavio Josefo y que a partir de aquí se intitulan del siguiente modo: CAPITULO VI, El tabernáculo que Moisés construye en el desierto en honor de Dios, y que sirve de templo. CAPITULO VII, Las vestimentas de los sacerdotes y del sumo sacerdote. CAPITULO VIII, El sacerdocio de Aarón. Consagración del tabernáculo. CAPITULO IX, La naturaleza de nuestros sacrificios de ofrenda. CAPITULO XI, De las purificaciones. CAPITULO XII, Diversas leyes. CAPITULO XIII, Moisés parte del monte Sinaí conduciendo al pueblo hasta las fronteras de los cananeos. CAPITULO XIV, Moisés envía a varias personas a explorar la tierra de los cananeos, y el tamaño de sus ciudades. Ante el informe de los enviados la multitud cae en la desesperación y resuelve apedrear a Moisés y regresar a Egipto servir a los egipcios. CAPITULO XV, Moisés queda disgustado y predice que continuarán en el desierto cuarenta años, durante los cuales no volverán a Egipto ni tomarán posesión de Canaán.
En este punto da comienzo el libro cuarto en la obra de Flavio Josefo, donde sigue reatando la historia de Moisés; cuya trama podemos seguir leyendo cómo va titulando cada capítulo: LIBRO IV, Abarca un lapso de treinta y ocho años. CAPITULO I, La lucha de los hebreos con los cananeos, sin el consentimiento de Moisés, y su derrota. CAPITULO II, La sedición de Coré y de la multitud, contra Moisés y su hermano, con motivo del sacerdocio. CAPITULO III, Los sediciosos son destruidos por la voluntad de Dios. Aarón, el hermano de Moisés, retiene el sacerdocio. CAPITULO IV, La permanencia de los hebreos en el desierto durante treinta y ocho años. CAPITULO V, Moisés vence a los amorreos Sicón y Og, destruyéndoles todo el ejército, y luego divide la tierra entre dos y media tribus de los hebreos. CAPITULO VI El profeta Balaam y la apostasía de Zambrías. CAPITULO VII Los hebreos pelean con los madianitas, y los vencen. CAPITULO VIII Sobre la política establecida por Moisés, y de cómo el legislador desaparece del mundo.
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Termina Flavio Josefo los textos relativos a Moisés en este último capítulo octavo; siendo los episodios antes citados un resumen de lo que en Sagradas Escrituras contienen: El Levítico, Números y Deuteronomio. Finalizando el autor sus libros de Moisés, con las siguientes palabras: “Moisés vivió en total ciento veinte años, una tercera parte de los cuales, menos un mes, fue el gobernante del pueblo. Murió el último mes del año, llamado por los macedonios distro y por nosotros adar, el primer día del mes. Fue superior a todos los hombres en inteligencia, e hizo el mejor uso de lo que esa inteligencia le indicaba. Tenía una manera muy grata de hablar y dirigirse a la multitud, y en cuanto a sus otras cualidades, sabía dominar ampliamente sus pasiones, como si apenas las tuviera en su alma, y las conocía sólo de nombre y más bien por advertirlas en los demás que en sí mismo. Fue además un general de ejército de los que se ven pocos, y un profeta como no se conoció ningún otro, hasta el punto de que cualquier cosa que decía era la voz de Dios mismo la que hablaba. El pueblo lo lloró treinta días. Jamás sufrieron los hebreos una pena tan honda como la que sintieron por la muerte de Moisés; no sólo lo querían aquellos que habían experimentado su conducción sino todos los que utilizaron las leyes que dejó y que le dio la extraordinaria virtud que poseía. Con lo cual considero que es bastante para expresar de qué modo se produjo la muerte de Moisés” (50) .
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AL LADO Y ABAJO: Junto estas lineas Codo Egipcio en Madrea; de época de Amenofis III; abajo, detalle de la misma pieza. Este es uno de los tres Codos Reales que exponen el Museo De Turín (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Los “Codos” fueron la medida sagrada de los Egipcios; teniendo dos tipos: Codo Real (de 28 dedos y 7 Palmos) y Codo Vulgar (de 24 dedos y 6 Palmos). Gracias a las excavaciones de Arthur Weigall y Ernesto Schiaparelli, en la tumba del arquitecto Kha y su mujer Merit (muertos entorno a 1350 a.C.); pudieron recuperarse dos Codos prácticamente intactos. El primero es un regalo del faraón Amenofis a Kha, hecho en oro y el otro consiste en una medida plegable, para llevar en el equipo de trabajo. Ambos coinciden en tamaño y están expuestos junto a este otro Codo que vemos en imágenes y que también adquirió el Museo de Turín. Su medida exacta es de 52,5 centímeros, lo que reafirma que en tiempos de Amenofis II y Akhenatón, el Codo Real equivalente a esos 525 milímetros (se dividía en 7 Palmos de 75 mm. y 21 Dedos de 18,75 mm.). Siendo el Codo Vulgar de entonces, exactamente 45 centímetros (6 Palmos; o bien 24 Dedos).
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Decimos por entonces, porque desde el establecimiento del Codo como medida sagrada por el arquitecto supremo Imnohtep, en tiempos de Saaqara (aprox. siglo XXVIII a.C.); su medida tuvo varias reformas. Variaciones que a mi modo de ver surgieron debido al cambio de capitales del Nilo; pues cuando trasladaron la ciudad principal del Imperio, al Sur; las sombras harían percibir un arco terrestre más amplio, obligando a pensar que la Tierra medía más de lo que en el delta se consideraba. Ello explica que en tiempos de Saaqara y de las Pirámides, el Codo Real midiera unos 52,39 centímetros; mientras que en la dinastía XVIII pasó a establecerse en 525 milímetros. Pues como hemos explicado en muchos de mis estudios, a mi jucio, aquel Codo se obtenía midiendo el Grado de la Tierra, simplemente trazando una linea recta en el desierto y observando en qué momento cambiaba la sombra un grado. Debido a ello, la medida que se lograba en Giza y en Luxor, serían diferentes. Por lo demás, con el sistema descrito se obtenía el valor del arco terrestre, posibilitando un patrón geodésico; lo que permitía deducir las variables según el punto de latitud. Ya que las estrellas y sombras no solo varían conforme al movimiento, sino también en razón al punto de altura en el Globo, desde el cual se observan.
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Para terminar este comentario de imágenes diremos que estas medidas sagradas eran inalterable en el Nilo (solo podía ser reformada por los sacerdotes supremos); tanto que todo egipcio debía jurar no haberla cambiado, cuando se presentaba en el juicio final y ante Osiris. Ese juramento, que pudiera parecer un “capricho” religioso, tenía como fundamento dos principios: Primero, mantener el comercio sin alteraciones ni fraudes (ya que todo este se basaba en medidas de longitud, líquidos y capacidad, descendientes de aquel Codo Sagrado). En segundo lugar, la no alteración de la medida servía para que los guías y astrónomos no se confundieran; habida cuenta que se trataba de un patrón geodésico obtenido por y para el estudio de los astros o sombras (sobre obeliscos y monumentos, estudiados en determinadas fechas). Pese a la complejidad que pudiera parecer; e conocimiento de aquella fórmula geodésica era más que sencilla; pues como dije, para hallarla bastaría trazar una linea recta en el desierto (Norte Sur, por ejemplo junto al Nilo) y observar sobre una regla de grados en qué momento cambia la sombra. Tras ello, multiplicando por 360 esa distancia en la que el reflejo del Sol se modifica un grado, se obtiene el arco de la Tierra. Finalmente, fraccionando el meridiano tendremos una medida “sagrada” (geodésica), que nos permitirá guiarnos sin perdida en el desierto (pudiendo calcular perfectamente la latitud). Ello sería lo que sucedería con el Codo de 525 milímetros; que se correspondería con 210.000 Codos por Grado (110.250 metros nuestros) y 39.690.000 metros, para el Meridiano.
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Abajo: Explicación del Codo Real y Vulgar en un diseño de Laura Donatelli para LA VIDA COTIDIANA DE LOS EGIPCIOS (agradecemos a Laura Donatelli nos permita divulgar su dibujo). Las medidas coinciden en las tres piezas expuestas en el museo Turín (los dos Codos del Arquitecto Kha y el Codo III, que hemos visto en anteriores imágenes). Como podemos comprobar, el Codo Real en tiempos de los Amenofis era de 525 milímetros y el Vulgar de 45 mm.. Sus medidas son absolutamente geodésicas; tanto que prácticamente coinciden con el sistema métrico. En base a ellas, podemos obtener la conclusión de que en tiempos de Akhenatón consideraron que el Grado tenía 210.000 Codos (110.250 metros), por cuanto el arco terrestre lo cifrarían en 39690000 metros (aprox) -resultando simplemente de multiplicar 110.250 mts. x 360º = 75.600.000 Codos Reales = 39.690 kilómetros-. Esta conclusión se obtendría tan solo observando la distancia en la que cambia la sombra a igual hora. Pese a ello, el cálculo del meridiano no es exacto de este modo, habida cuenta que la Tierra está “achatada” debido a su rotación -teniendo forma un tanto “ovoide” y no perfectamente redonda-. Por esta razón, a mi jucio, cuando los faraones tomaron medidas de las sombras en las nuevas capitales del Sur, se verían obligados a aumentar el valor del Codo Real; ya que conforme nos acercamos al Ecuador, el Globo crece su perímetro. Estas variaciones y reformas religiosas del Codo, y el uso de aquel como patrón geodésico para guiarse valiéndose de las estrellas; es lo que en mi opinión describe La Biblia y los textos de Favio Josefo, al mencionar la guerra de “varas” de Moisés y de los sacerdotes (convertidas en serpientes). Lo que decimos acerca del valor e interpretación de estas varas mosáicas, se demostraría porque los hebreos importaron la medida egipcia del tiempo de Akhenatón. Quedando aquel tamaño como patrón sagrado y estandarizado entre los judío; y equivaliendo a día de hoy el Codo Sagrado hebreo a 525 mm. (tanto como el Codo Vulgar hebreo sigue siendo de 45 mm.). Con ello podemos ver que los Codos Judíos son exactamente iguales a las medidas de idéntico nombre que usaban en el Nilo durante el siglo XIV a.C. (en tiempos de Moisés).
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10) – EL NACIMIENTO DE ISRAEL: La Edad del Hierro, los Pueblos del Mar y la creación de Fenicia.
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Tras analizar las noticias que los libros de religión hebreos rememoran; regresaremos a la arqueología. Una historia que habíamos dejado cuando Amenofis IV provoca la secesión y la caída del poder faraónico; momento en que muchos de los hebreos huyen o se liberan del Nilo. Bien por ser seguidores del faraón y de su religión monoteísta, o bien al escapar de la esclavitud a la que los egipcios les sometían. De tal manera desde la crisis de Akhenatón, se produce esa decadencia en Egipto que lleva hasta una época en que comienza la “liberación” de los pueblos que vivían en Canaán, con el nacimiento de los reinos y las civilizaciones propiamente canaáneas (entre las más importantes la fenicia y la israelita). Etapa en la que hay un factor histórico crucial, como fue la difusión del Hierro por el Mediterráneo -desde finales del siglo XIII a.C.-. Un metal que sobre el siglo XIV a.C. comienzan trabajar templado en Anatolia; aunque antes había sido hallado en forma dulce dentro de los aerolitos y usado como precioso (para decorar o para hacer piezas inoxidables extraídas de meteoritos). Hierro que tan solo llegaron a conseguir endurecer (acerar) hacia el siglo XIV a.C. algunas gentes que vivían bajo el dominio hittita. Estos, por medio del uso de hornos y crisoles de carbón, consiguen trabajar las altas temperaturas que el hierro necesita para su fusión y temple, consiguiendo los primeros aceros capaces de romper y destruir las armas de bronce.
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El nuevo metal traerá a nuevas gentes al escenario histórico; muchos de ellos bárbaros e incultos, debido a que el hierro no precisaba casi de conocimientos para su obtención, ni su aleación -aún menos para hallar minas-. Por ello, grupos formados por tribus, e incluso por bandas armadas, se bastarán para hacer frente y luchar contra los ejércitos de los grandes Estados del Mudo Antiguo (las más sofisticadas civilizaciones del Bronce, enfrentadas contra vándalos sirviéndose del hierro). Es así como a finales del siglo XIII a.C., comienzan a bajar por el Mediterráneo turbas y hordas de piratas; encaminándose hacia Canaán y luego a Egipto. Grupos deseosos de conquistar tierras, procedentes desde las costas cercanas a Anatolia y del Continente Europeo; quienes con su nuevo armamento consiguen hacer un daño inigualable a los ejércitos del Faraón. Entre estos invasores, los mas importantes fueron los grupos que surgen desde 1195 a.C hasta el 1155 a.C. (+,-), denominados Pueblos del Mar; llegados en barco hasta Oriente Medio y que posteriormente arriban a Egipto con el deseo de conquistarlo -de forma muy similar a como lo hicieron los Hicsos, unos quinientos años antes-.
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Por los relatos egipcios conocemos algunos de los nombres de estos grupos “bárbaros” que llegaban en barcos hasta las costas del Nilo; obligando continuamente a los Faraones del siglo XII a rechazarles. De tal modo, en el 1156 a.C. ( +,-) ya Egipto estaba exhausto de los continuos ataques sufridos en sus costas y decide aislarse, haciendo la vida lejos del litoral marino, internándose aún más en el desierto para defenderse de esas razzias continuadas. De alguna forma debieron de conseguir evitar los ataques de estas gentes, pues las estelas de Ramses III narran cómo en 1149 a.C. (+,-) este Faraón derrota a esos Pueblos del Mar y consigue que se establezcan en territorios lejanos al Nilo. De dicha derrota casi todos los arqueólogos dudan y se inclinan más a pensar que Egipto les facilita el medio para que se estas tribus del Hierro marineras encuentren hogar y puerto en lugares de Chipre, y Canaán, e incluso en el Nilo. Aunque aquellas gentes tan feroces ya habían entrado en territorio de Canaán y se habían establecido al menos en sus costas unos treinta años antes – del 1195 al 1185 a.C. (+,-)-.
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Por su parte, la aparición del Los Pueblos del Mar en las costas canaáneas a comienzos del siglo XII a.C., trajo como resultado inmediato el declive y casi la desaparición de Biblos y la cultura Giblita. Una antiquísima ciudad y emporio, fundada por Egipto en el cuarto milenio a.C. y que durante casi dos mil años había sido la capital de los puertos mediterráneos -en pleno Oriente Medio-. Quedó así reducida Biblos a un segundo plano, mientras emergen como grandes potencias Tiro y Sidón. Estas dos ciudades del litoral canaaneo fueron “refundadas” y mejoradas con la llegada de esos Pueblos del Mar, que se unen a los oriundos de Canaán; con toda probabilidad para liberarse -o luchar- contra el Nilo y los de Anatolia. Desde entonces Tiro y Sidón aparecen como dos núcleos capitales, que ya dominarían todo el comercio de la zona mediterranea oriental -hasta su caída y conquista por Babilonia (desde el siglo XII, hasta el VII a.C.)-.
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Dichos puertos, fortificados y elevados sobre islas artificiales, ejercerían la Thalasocracia mercantíl durante más de seiscientos años en el Oriente Mediterráneo. Seis siglos durante los que se elevaron como auténticos emporios inexpugnables. Para lo que reedificaron sus zonas de vigía, sobre rocas artificiales en la cercanía de las costas; buscando sus fundadores, manantiales y aguas en el fondo del mar (ganando terreno a las aguas y adentrarse en islotes con formas de imposible sitio y cerco). De tal manera consiguen crear unas urbes protegidas y fortificadas, en lo que hasta ese momento eran islas o rocas en mitad del mar, sin posibilidades de habitabilidad. Allí construyen sus puertos y sus ciudadelas, como “una Venecia” del siglo XII a.C., con cientos de muros y aljibes para guardar las aguas de las lluvias y las dulces que conseguían “robar” al mar por medio de mangueras de cuero -usando embudos con los que canalizaban los manantiales potables interiores, hasta sus casas- (51) . Todo ello sucede tras la unión de los Pueblos del Mar (recién llegados al litoral) con estas gentes marineras que hasta entonces habían vivido en las costas de Canaán. Creando una nueva cultura, que luego fructificó y se conoció como: Fenicia (52) .
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Fenicia fue realmente una nueva civilización, en todos los sentidos; pues la unión de los recién llegados de Anatolia en barco, con los canaáneos (que durante miles de años fueron el pueblo puente entre semitas, indoeuropeos y egipcios); se creó definitivamente una cultura nueva. A ello hemos de sumarle las influencias heredadas de los cretochipriotas, que entonces huyen de sus islas (asediadas y destruidas por los dorios desde el siglo XI a.C.). De tal manera, si los Pueblos del Mar importaron a Fenicia el hierro y las nuevas técnicas de navegación y construcción de barcos (que el acero debió proporcionar). Los canaaneos aportarían los miles de años de cultura y organización marinera que dominaban (desde Biblos); junto a las técnicas del comercio y el uso mercantil del metal. Pero asimismo, los egeos, cretenses y chipriotas que se refugian en esos siglos en Canaan, les enseñarían sus sistemas de mercado, de construcción y navegación; tanto como las rutas comerciales que durante milenios habían practicado la civilización minóica y micenia. Así de la unión de la barbarie más feroz (los Pueblos del Mar), junto con el civismo más experimentado y antiguo (Biblos, Creta, Chipre y el Canaan costero), nacería la cultura púnica, cuna del comercio y la colonización mediterránea.
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AL LADO Y ABAJO: Junto estas lineas, dibujo mío coloreado de una pentera fenicia del siglo X a.C.. Con más de treinta remos y cuarenta metros de eslora, estos barcos podrían surcar el Mar Rojo y el Mediterráneo sin problemas (durante los meses de buen tiempo; pues sabemos que en el invierno se suspendían las singladuras de altura y tan solo se navegaba de cabotaje -observando siempre cabos y sin perder la linea de tierra-). Abajo: De nuevo mapa de las tribus de Israel, tomado del libro: “Por los caminos de la Biblia” de M.J. Esteve (página 60; Barcelona 1967) -a cuyos herederos y editorial agradecemos nos permitan divulgarlo-. En este podemos ver el orden de las distintas tribus de Israel, su establecimiento y distribución en tiempos posteriores a Moisés (entorno al sigo XII al XI a.C.). Se marcan las de Efraím y Manases en el centro de Canaán, aunque muchos consideran que su lugar inicial era el Sur, lindando con el Sinaí y en frontera con tierras cercanas al faraón. Por su parte aparece la de tribu Dan, en un principio asentada entre los filisteos, pero más tarde emigrada al Norte (establecida en Golán). Ello concuerda con el verdadero origen de esta tribu, que no era hebrea, sino de procedencia micenia o creto-chipriota; lo que por entonces se llamaban filisteos. Considerados cercanos a un Pueblo del Mar (los Dannaos) finalmente asimilan la religión judía, dejando de ser extranjeros y marchando hacia su nuevo territorio en Golán (al norte, en zonas lejanas a tierras filisteas, situadas en el litoral -desde Gaza a Hoppe, ó Haifa-).
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Pese a cuanto narramos, el obligado exilio desde sus islas, de los micénios y minóicos; junto a la llegada de los Pueblos del Mar, también provocaron un rechazo entre algunas culturas genuinas de Oriente Medio. De tal manera, no todos los de Canaán aceptaron mezclarse con esos recién venidos “por el Mar” y que así fueron apareciendo por sus costas (desde el 1195 a.C. +/-). Pues veremos como en 1194 a.C., algunos de estos Pueblos del Mar ya son rechazados repetidamente y finalmente se tienen que asentar en los territorios de costa, antes ocupados por cretenses y chipriotas (desde mediados del segundo milenio a.C.). De ese modo, la zona en que se establecen estos Pueblos del Mar, fue una larga franja litoral de Palestina y la más cercana a Egipto (Gaza). Todo lo que hace pensar que posiblemente el Faraón les permite ese asentamiento, con el fin de darles una tierra para que no pretendieran conquistar más el territorio del Nilo. Aunque posiblemente también los asientan allí, para que hicieran frontera marítima con los judíos (sin permitir incursiones de barcos hacia Israel, pero a su vez controlando la salida de los hebreos al mar).
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El nombre que dieron en Egipto a esos que se establecen en las actuales playas de Palestina ya dijimos que fue el de Pelest; quienes más tarde fueron llamados Filisteos por los hebreos. Unos vecinos israelitas que no debieron aceptar mezclarse con ellos, ni les era grata la frontera con estas gentes tenidas por bárbaras (nacidas de los Pueblos del Mar). Aunque como ya dijimos, históricamente esos Filisteos son considerados por muchos arqueólogos gentes huidas desde Creta y venidas ya desde el desastre del Tera-Santorino. Sin estar claro qué pudo suceder históricamente en esta franja costera de Palestina (Gaza), en el tiempo comprendido entre el terremoto (del 1680 a.C.) y hasta la llegada de los Pueblos del Mar (en 1194 a. C.). Un periodo de unos quinientos años, que se completa con la aparición de cretochipriotas en tierras de Israel hacia el siglo XII a.C.. Gentes venidas del mundo minóico y micénico, refugiadas en dos zonas: Una en el Sur (Gaza) y otra cercana a Golán (junto a Fenicia, en el Norte; quienes llegan a integrarse como una tribu judía más, llamada DAN y como “danaos” que eran). Todo ello, deja intuir que esas costas de Canaan cercanas a Egipto, fueron desde el siglo XVII a.C. puertos de Creta y Chipre, frecuentados también por bibliotas; pero sobre todo, donde realizaban su actividad comercial los minóicos durante el tercer y segundo milenio a.C.. Lo que explicará que allí posteriormente se asienten los huidos del Tera Santorino (en el siglo XVII a.C.) y más tarde los Pueblos del Mar; o los que escapan de las hordas del hierro, al destruirse la civilización cretense y chipriota (hacia el 1100 a.C.). Habiendo de comprenderse que la franja Sur (Gaza) era donde se establecían desde etapas más antiguas aquellos que tenían “permiso” del faraón para asentarse; al ser unas tierras tan cercanas a Egipto, que debían estar siempre vigiladas por los ejércitos del Nilo y cedidas a aliados que no les atacaran.
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Por su parte, en lo que se refiere a los Pueblos del Mar, la gran mayoría se componían por bandas de huidos o guerreros apátridas (muchos hittitas); surgidos tras la caída de Troya y la desaparición del Imperio de Hatti -siglos antes de que Anatolia fuera dominada por los griegos Aqueos-. Pero hemos de pensar que una gran parte de ellos también debieron ser gentes micénicas y muy cercanas culturalmente a Creta. Puesto que los troyanos, vencidos por los griegos continentales sobre el 1212 a.C. (+,-), eran a su vez, huidos y refugiados cretenses -en este caso, escapados del desastre del Tera-. Cuando cuatrocientos años antes, se habían establecido en las costas de Anatolia gentes venidas del derruido imperio Minoico. Tales creto-micénicos se habían hecho claramente con el poder en la zona de Troya, gracias a controlar el paso del Bósforo, que unía el Mediterráneo con el Mar Negro. Un Estrecho marítimo que era crucial pues se trataba del camino obligado hasta la Cólquida (el Caúcaso), montes donde se situaban las minas de cobre y estaño mas conocidas en esta baja Edad del Bronce. De tal manera, hemos de pensar que el poder de estos troyanos y sus gentes cercanas en las costas anatólicas; residía principalmente en cerrar ese paso hasta las minas de las que se extraía el bronce. Una fuerza que hubo de ser enorme; puesto que podían controlar gran parte del armamento de la época (los ejércitos y sus guerras).
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AL LADO: Armadura del tipo micenio, del siglo XIV-XV a.C., muy similar a las que llevarían los nobles en la Guerra de Troya. Procede de la Tumba de Dedra y es propiedad del Museo Nacional de Atenas (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen).
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ABAJO: De nuevo, mapa que contiene en su página 162, el libro LOS PUEBLOS DEL MAR, de N.K. Sandars; Madrid 2005 -a cuyo editor agradecemos nos permita divulgar esta imagen-. Veamos en él cómo sitúa el lugar de asentamiento de los filisteos en dos zonas: Por un lado en el litoral de Oriente Medio, en un área muy cercana a Chipre; tanto como igualmente contempla a los Peleset (filisteos) en la actual franja de Gaza. Ese doble emplazamiento de aquel Pueblo del Mar, sin duda y en nuestra opinión se debe a que aquellos que los judíos llamaron filisteos (y los egipcios peleset) eran originarios del Egeo y del área cercana a Chipre, donde primero los sitúa la Historia. Aunque hacia el año 1180 aparecen luchando en Egipto contra Ramses III, época en que se mencionan ya asentados en la franja de tierra que hasta entonces había sido egipcia y que tomó el nombre de Gaza. Voz que en mi opinión procede de Gath, ciudad filistea con un famoso héroe homónimo que llamado G-lath (Goliat). Palabras cuyo origen consideramos proceden del arameo "GLTH" y que significan: "Errantes, el que vaga, el que peregrina".
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Habiendo denominado los arameos así a los filisteos; durante los años en que buscaban asentarse en Canaán y mientras huían de sus tierras invadidas por los dorios (los Hombres del Hierro). Por cuanto esos micenios expusados de las costas de Anatolia, del Egeo, de Creta o Chipre; serían llamados por los israelitas “GLHT” = “los errantes, los que vagan”. De allí el nombre de la franja de terreno donde lograron asentarse: Gath, al igual que su ciudad principal y su famoso héroe homónimo (Goliat). Área que, como decimos, actualmente se corresponde con Gaza y donde vivirían los peleset (ó filisteos) hasta que se asimilaron con los israelitas -por lo que aún hoy se denomina Palestina-. En el mapa de la imagen igualmente se observa junto a estos PELESET, a otro Pueblo del Mar (micenio o anatolio errante) denominado DANUNA. Gentes que se identifican comúnmente con los Aqueos o preaqueos a los que la Historia llama Danaos (tal y como que se citan en las cartas de Amarna, y eran conocidos en la misma Grecia). Unos Danuna o Danaos que primeramente compartieron tierras con los Peleset y de los que se supone posteriormente se unirían o fundirían entre los judíos con el nombre de Tribu de Dan. Importante grupo israelita que fundo sus ciudades junto al Golán a comienzos del I milenio a.C..
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Finalmente, en el mismo mapa y en la franja de Gaza, pero unos kilómetros más al Norte de los PELESET y DANUNA, marca a los TJEKER; otro de los Pueblos del Mar (errantes en estos siglos); que se cree procedía de Salamina -Chipre- o bien de la Tróade -Troya-. Sabiéndose eran aliados de los anteriores Filisteos y Danaos, con los que compartieron tierras y ejércitos. Estos grupos que aparecen como migratorios durante los siglos XIII y XII a.C., fueron con toda seguridad -al menos a mi juicio- las gentes micénias o anatólias y egeas, que durante la expansión del Hierro se vieron obligadas a huir y establecerse en otros lugares. Siendo acogidos una gran mayoría en las costas de Canaan y asentándose en la franja marítima de Israel-Judá. Algo que impulsarían los habitantes del llamado "creciente fértil" porque los cananeos apenas navegaban, al carecer de medios y fundamentalmente de bosques para construir armadas. De todo lo que se comprende el modo en que los judíos y habitantes del área del Jordán pactaban con estos marineros errantes; situándolos en los litorales como un medio de proteger sus costas. Por lo demás, la franja marítima de Gaza, hasta la llegada de los Peleset -o los Danuna y Tjeker (filisteos, danaos y tróades)- había estado en poder de Egipto. Quedando fuera del dominio de Ramses III hacia el 1180 a.C., momento en el que se documenta precisamente la entrada de los Pueblos del Mar en aquella zona. Todo lo que deja de manifiesto que se asentarían ayudados (o apoyados) por los habitantes de esas tierras hasta entonces fronterizas con las del faraón (principalmente los judíos, habida cuenta que algunos de los Pueblos del Mar terminarían formando parte de sus tribus).
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AL LADO: De nuevo, mapa editado en el libro “Por los caminos de la Biblia” de M.J. Esteve (Barcelona 1967; página 86), con el fin de comparar tribus de Israel y Pueblos del Mar.
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Tal como relatamos, el siglo XIII a. C. sucedió el “milagro del hierro”, dando paso a una nueva era presidida por ese nuevo metal. Cuya materia prima era fácil de hallar y de trabajar; por lo que resultaba barato fabricar resistentes espadas, sin precisar buscar su mineral en tierras lejanas y menos cruzar el Bósforo. Después de aquello, parece ser que consiguieron unirse los griegos aqueos para asediar el paso hacia el Mar Negro y derrotar a los que les dominaban desde hacía centenares de años -controlando desde Troya gran parte de las minas de cobre y estaño-. Ello culminó a nuestro modo de ver con La Caída de Troya; que finalmente debió crear el gran éxodo de pueblos hasta entonces asentados en las costas de Anatolia; quienes se vieron obligados a huir (preferentemente hacia Canaán y Egipto). Así, la Guerra de Troya, junto a la caída del Imperio Hittita son -a nuestro juicio- los principales motivos de la aparición y del origen de aquellos que fueron llamados Pueblos del Mar. Entre los que muchos serían hittitas, pero la mayoría hubieron de ser gentes micénicas vencidas por la una emergente Hélade -entonces en periodo de creación-. Pueblos o tribus cuyo origen en muchos casos a su vez estuvo en los que habían huido desde Creta y Chipre en el 1680 a.C., hacia Anatolia, ante la destrucción y ruina sembrada por el Tera-Santorino. Y que este siglo XVII a.C. inician lo que luego va a ser Micenas, o el nuevo mundo minóico (de periodo palacial). De tal manera, poco debieron tardar los micenios continentales en hallar las armas de hierro y en sublevarse contra sus hermanos anatolios, para destruir su capital (Troya) en el paso hacia el Caúcaso. Y de esta hecatombe que debió suponer la caída del mundo troyano, junto a los pueblos que le rodeaban; debieron surgir esas gentes a las que llamaron Pueblos del Mar. Quienes huyen al Sur en busca de tierra -en algunos casos- o como simples mercenarios desarraigados; sin mando ni misión, cargados de armas y viviendo de atacar las costas del Mediterráneo, repetidamente.
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El origen probable cretense de muchos de esos Pueblos del Mar, quizás causó que estos buscasen ir hacia tierras donde estaban otras gentes micénicas o minóicas, con ancestros comunes. Así, posiblemente llegaron a parar al litoral de Canaán, estos que llamaron los egipcios Pelet y los judíos Filisteos. Al territorio que luego fue llamado Palestina por los romanos; cuando los conquistadores llegados de Italia en el siglo I a.C. desearon borrar el nombre de Judá e Israel de aquellas tierras; dadas las revueltas de sus habitantes, que no se dejaban dominar. Pues para olvidar a los judíos, finalmente Roma denominó a la totalidad de la zona con el nombre de tierra de los Filisteos (Pelet, o Palestina). Por lo demás, el hecho que puede corroborar el origen micenio de este pueblo Peleset, ha sido antes destacado; al considerar que su nombre posiblemente significa: “hijos de dios” (filis-teo); o bien mercenarios (peleteo) y también pelasgos (pelegeo) -todos de origen y procedencia egea-. De ello, se puede concluir plenamente en la posibilidad de que fueran gentes micénicas venidas desde Troya, tras la guerra perdida.
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De lo antes relatado, entenderemos por qué gran parte de las leyendas fundacionales de la primera Edad del Hierro están unidas a estos Pueblos del Mar y mencionan la Guerra de Troya. Tal como recoge en el origen mítico de varias ciudades de Oriente, pero también en las del Occidente mediterráneo; en especial en Italia el Sur de Francia e Iberia. Donde existen infinidad de historias que relacionan la fundación de múltiples urbes y Estados, con huidos llegados desde Troya. Tanto, que se llega a relacionar la palabra Etruria con la misma Troya; ya que en al parecer la forma más antigua de escribir este nombre es el de Turta. Siendo Schulten (entre otros) quien a principios del siglo XX menciona el hecho de que esta voz Turta -o Tursha- y que al parecer daría origen a Etruria, también sería la raíz del nombre de Tartessos (relacionadas ambas con Troya). Apuntando la posibilidad de que tanto gran parte de Italia, como otras costas más Occidentales, fueran colonizadas tras la guerra de Troya, por gentes huidas de este desastre. Algo que no solo se referiría a la caída de Troya, sino a la del mundo del Bronce, tras la llegada del Hierro. Debido a todo lo antes expuesto, algunos afirman también que el origen de nombres de ciertas ciudades del Sur de Francia (como Tarascon) se relaciona con estos pueblos venidos desde Anatolia (troyanos); existiendo infinidad de mitos y leyendas en los que se menciona al mismo Príamo y sus guerreros, llegando para fundar en estas latitudes. Debiendo recordarse que junto a Tartessos se hallaba el puerto de Menesteo (otro de los héroes troyanos) cuya ciudad hoy es El Puerto de Santa María; lo que confirmaría que Schulten puede tener más que motivos para apuntar la idea de que Tartessos y la Turta italiana sean palabras muy similares, nacidas de Troya. Concluyendo el sabio alemán, que muy posiblemente el origen de la cultura etrusca y la tartésica sea común y traída por aquel Pueblo del Mar llamado “Tereshk” y que en Canaán vimos anotado junto a Megido y escrito como Tjeker (ver mapa anterior). Para comprobar y entender la afirmación de Schulten, bastará comparar la orfebrería, la escultura, el alfabeto y un largo etc. de similitudes culturales entre Tartessos y Etruria.
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ARRIBA Y ABAJO: Dos piezas etruscas, con el fin de compararlas con las de Iberia de igual época. En la imagen superior, restos del recubrimiento en plata de un arca hallada en Vetulonia y fechada en el siglo VII a.C. -tal como la expone el Museo Arqueológico de Florencia, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen-. Como podemos observar, su diseño es muy parecido al de joyas o escultras ibérico-tartessias, de igual época y muy influidas por el arte neohitita. Todo lo que dejaría ver que el origen pudiera estar en estos "Tjeker", Pueblo del Mar asentado en Canaán quizás también emigrado a Italia. Bajo estas líneas: Estantería con exvotos etruscos en bronce del siglo IV al III, tal como los exhibe el Museo de Arezzo (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Observemos el parecido entre estos exvotos y los ibéricos de igual época.
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11) – EL PUEBLO FILISTEO (el reino Peleteo y los Cereteos).
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11- A) Sansón y los filisteos:
Tras la muerte de Moisés y acerca de quienes compartieron la Tierra de Canaán (a la llegada de los hebreos), existen múltiples leyendas bíblicas que nos explican su historia y desarrollo. Una de las que creemos fundamental para comprender el nacimiento de Israel, Juda y su convivencia con los Pueblos del Mar canaanitas, es la de Sansón. Historia que La Biblia describe en Jueces (13 a 16) tal como recogemos en cita (53) y que debemos de datar en fechas cercanas a Moisés (durante la centuria que comprende los reinados de Ramsés II al de Ramsés III). Su nombre al parecer significa “el Pequeño Sol” y ello puede referir a algunos judíos que habían conservado la adoración solar procedente de cultos egipcios y de otros pueblos (ajenos al de Yahvé). La época de Sansón a nuestro juicio se puede situar en los siglos anteriores a David (del 1200 al 1100 a.C) y en nuestro análisis, su leyenda debe relacionarse con nacimiento de Israel (aunque en época previa a la organización unificada de los judíos). Por cuanto su figura creemos que personifica a los guerreros pre-israelitas que se aliaron con los Pueblos del Mar, tras la entrada de esos extranjeros en Canaán, sobre el 1195 a.C.. Pareciendo dejar entender esta leyenda, que una gran parte de la armada y ejército de los israelitas del Norte, se alió y mezcló con esos venidos desde Anatolia e islas del Mediterráneo (en el siglo XII a.C.). Su significado como “un gigante” de gran fuerza, hace ver que personifica a los mas fuertes hombres hebreos, quienes claramente son los de Israel (no Judá) y que debieron unirse a esos otros llegados “del Mar”. Posiblemente la alianza de estos Pueblos del Mar con canaaneos, se produjo para atacar Egipto conjuntamente; unos con el fin de lograr territorios, y los de Canaán para independizarse definitivamente del yugo faraónico (hechos que la Historia contempla en continuas razzias llevadas a cabo por los Pueblos del Mar en el Nilo y que dejaron muy debilitadas las fuerzas egipcias).
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Mas volviendo al análisis de la historia de Sansón, parece explicar su leyenda que tales militares de origen israelita, decidieron no solo aliarse con los extranjeros llegados por mar (Filisteos) sino también mezclarse con ellos. Algo que se deduce del primer matrimonio de Sansón con una Filistea y de su posterior amor por Dalila (nombre, que al parecer significa: “la coqueta”). Dejando entrever dicha narración, que las mujeres filisteas (nuevas en Canaán) debieron ser de un tipo similar a la codiciada Elena: Bellas y con capacidad de tomar decisiones. Jugando un importante papel en la historia de Sansón; quien pese a ser el elegido para liberar a Israel de los Filisteos, primero se casa con una de ellas (de quien enviuda por haber sido asesinada). Pero además, posteriormente se enamora de la prostituta filistea Dalila, a quien descubre su secreto -gracias a lo que definitivamente destruyen la fuerza de Sansón mientras “duerme” (cortando su pelo, su vigor, o su poderío militar)-. Ello se debe interpretar no solo como el dominio que debieron ejercer estas mujeres sobre los judíos; sino además ha de significar que los israelitas y los filisteos en sus comienzos estaban unidos. Así se desprende del descubrimiento del secreto de su fuerza, que se idealiza en el pelo del guerrero de Israel; un misterio que desvela Sansón erróneamente a su amada. Por cuanto Dalia lo transmite a los filisteos y tras ello se lo corta, mientras duerme confiado. Dicho poder simbolizado en el cabello nace por ser este el atributo de la fuerza y del sexo masculino; tanto que muchas culturas antiguas impedían cortárselo a los guerreros o a los hombres entregados a Dios -como era el caso de Sansón- (54) . Significando el cabello del vigor o la fuerza; una idea fácilmente comprensible, porque cuando el pelo comienza a cambiar de tono (a canoso) o a caerse, se entendía como el comienzo de la vejez o de la decrepitud física.
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11- B) La Gaza de Goliat y el nacimiento de Israel:
El relato que hemos analizado de Sansón, consideramos que se refiere a hechos ocurridos entre hebreos y filisteos en el siglo XII a.C.. Tras convivir juntos, aunque ambos pueblos -al parecer- terminaron luchando por motivos de fé. Por todo ello, deducimos que esta leyenda se sitúa en los tiempos desde la llegada de Filisteos a Canaán y hasta la formación de Israel-Judá (del 1195 a.C. al 1100 a.C.). De tal manera, poco después y a principios del siglo X a.C. será cuando el pequeño rey David vence con una “pedrada de honda” definitivamente al gigante Goliat. Un Goliat que ya dijimos era el símbolo de la capital filistea, ciudad (llamada Gat); situándose tras este hecho el nacimiento del reino de David (el comienzo del Estado unificado de Israel-Judá).
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Consecuentemente, tras la muerte de Sansón pasamos a una segunda etapa, en la que vemos a un reino hebreo que nace -disminuido y débil-; representado en su jóven rey David, pero que consigue hacer frente al gigante bárbaro. Un Goliat cuya capital homónima era la ciudad donde se habían establecido los “micenios” (Ghalt, Gat; hoy Gaza), quienes se integraron finalmente en esa franja, junto a Egipto. Hechos que ya hemos estudiado en mi artículo: LOS HEREDEROS DE MICENAS, que resumo en cita (55) y que recomendamos leer. Donde razonábamos cómo una gran parte de los cretochipriotas y egeos huidos de sus tierras tras la legada del Hierro y durante los siglos XII al X a.C., fueron a parar a Canaan -estableciéndose unos en Gat y otros en Golán (junto a Fenicia)-. Tratando ampliamente de esta época en nuestros trabajo, ya dijimos que para mí existe la certeza de una primera llegada a la zona de esos “filisteos” en los siglos XVII y XVI a.C., como cretenses huidos del Tera (también comentado en el “epígrafe 4” del artículo anterior). En nuestros estudios tratamos el problema de la aparición de pueblos llegados desde Creta y Chipre hacia el siglo XVI a.C. a las costas de Oriente Medio, quienes ayudarán a la formación del poder Hicso. Concluyendo que desde este momento, y tras ese asentamiento de cretochipriotas huidos del Tera-Santorino, se crea un permanente contacto entre Canaán, Creta, Chipre, Micenas y Anatolia; una unión que nunca se perderá. Pues de aquella alianza de pueblos y de su enfrentamiento contra Egipto, lograrán que los Hicsos se internen en el Nilo y lo conquisten. Debido a que las fuerzas Hicsas -de seguro- estaban formadas por los huidos del Tera Santorino (anatolios, mitanios, cretenses y chipriotas) a los que dan apoyo, gentes y asilo en Canáan. Generando estos hechos una unión ancestral y comercial, que pensamos perduró durante siglos. Lo que permitiría a los cretochipriotas y anatolios refugiarse en la zona, cuatrocientos años más tarde; siendo entonces denominados Filisteos (conocidos por los egipcios como Pueblos del Mar).
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La época que tratamos son los años en que Ramses III levantará monumentos conmemorando su victoria frente a esos piratas errantes. Escribiendo en sus estelas ese faraón, el modo en que vence a los Pueblos del Mar (en el 1156 a. C. +/-). Por lo que hemos de suponer que los muchos de estos invasores o mercenarios que vagaban buscando territorios, se retiraron definitivamente a las costas de Canaán antes de esa fecha. Constituyendo el reino Filisteo, culturalmente muy ajeno a los canaanitas y que hemos de considerar se mantuvo bastante fuerte e independiente, hasta comienzos del siglo X a.C.. Cuando -al parecer- los judíos lo reducen a una franja costera. Siendo esa la victoria de David contra Goliat que narra el Antiguo Testamento (I Paral 18 y ss); tras lo que se funda el reino de Israel unificado (poco después del año 1000 a. C.). Por lo tanto esos Filisteos, personificados en Goliat, sabemos que quedaron reducidos desde entonces a una pequeña zona de territorio litoral, al sur de Haifa. Pero nunca fueron expulsados definitivamente, lo que obliga a pensar que ello se debió a ser su presencia útil a Israel y a los fenicios. Pues como ya dijimos, en este territorio de Gaza los Filisteos permanecieron conviviendo con Fenicia; lo que permitía a los judíos establecer contacto con Egipto y comerciar fácilmente con los súbditos del faraón. Todo lo que explica que Gaza se mantuviera habitada por Filisteos hasta la destrucción del Primer Templo (con la conquista asiria de toda la zona en el siglo VII a. C.; en la que Assarhadón invade la Tierra Canaán y conduce a muchos de sus pueblos al cautiverio en Mesopotamia -entorno al 677 a.C.-).
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ABAJO: Delimitación del reino filisteo en Gaza (en morado). A su lado, hemos trazado del reino Hicso y de la zona de influencia hicsa en Canaán, durante los siglos XVII y XV a.C. (sobre el mapa de Israel publicado en el libro de M.J.STEVE “Por los caminos de la Biblia” página 86 -Barcelona 1967-). En lineas discontinuas rojas he marcado las fronteras de ese reino hicso; en lineas azules, el área de gran influencia de su gobierno, que tenía como frente Norte de importancia la zona de Meggido y Hazor (señaladas con un círculo rojo). Asimismo podemos ver en letras rojas la capital hicsa Avaris y su segunda ciudad Memfis; y en letras verdes la situación de Biblos. Puerto de influencia egipcia, de cuya destrucción o sustitución nacerían los emporios fenicios desde el siglo XV a.C. (Sidón y Tiro), fronterizos con Israel y con las tierras de los filisteos (Gath -Gaza- y con las de Dan en Golán).
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11-C) – Filisteos, peleteos o cereteos (pelasgos, mercenarios o cretenses):
Pese a este “supuesto odio” narrado entre los Filisteos (los Pueblos del Mar) y los israelitas; algo muy distinto ha de suponerse en verdad, tal como deja ver la arqueología y La Biblia. Puesto que las reyertas entre unos y otros se deben más a motivos de hermandad y a intereses comunes, que a la vecindad o al rencor. De tal modo, veremos cumpliendo a los filisteos infinidad de funciones entre los judíos, que estos no querían o no podían desarrollar. Así es como a esos Pueblos del Mar -en el Antiguo Testamento, nombrados como: Filisteos, los Peleteos y los Cereteos- se les menciona repetidamente, internados dentro de la Sociedad israelita. Y aunque esos tres grupos posiblemente fueran muy distintos, para los judíos parece tratarse de una misma cultura. En lo que se refiere a los primeros, la identificación entre Filisteo y Peleteo es inmediata, pues quizás la segunda voz proviene de su nombre egipcio (Pelet, que sabemos era pelasgo o mercinario) pronunciado entre los hebreos como “pheleteo”. Por el contrario, a los Cereteos hemos de suponerles un origen cretense, o de Chipre (de Kaftor, Keretara o de Citerea); lo que les relaciona plenamente con los “que también se decían huidos de Creta” (Filisteos).
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En numerosas ocasiones los judíos separan como tipos muy distintos a los filisteos y los cereteos; aunque siempre destacarán que se trata de pueblos comunes; llegados a la vez a Canaán, ocupando la misma zona meridional costera de todo Israel (1,Sam. 30,14 ; Ez, 25,16 y Sof 2,5). De igual forma se les menciona como pueblos mercenarios que incluso eran los que componían guardia personal de David rey (2 Sam 8,18; 15,18 y 20,7 etc). Ello obliga a pensar que los Filisteos, Peleteos o Cereteos, no fueron tan enemigos de los hebreos sino un pueblo vecino, con múltiples causas en común y con el que los israelitas tendrían las normales disputas que todo Estado fronterizo causa. Muy posiblemente sí que fueron odiados por los judíos del Sur, donde el reino de Judá chocaba con sus costumbres y sus límites de tierra. Aunque ya sabemos que los de Judá (Efraím y Manasés) eran más xenófobos, y mucho más radicales en sus premisas religiosas y en sus leyes; seguramente al proceder directamente de grupos escapados de Egipto, en época de Akhenatón. Pese a todo, no es posible pensar que los propiamente israelitas mantuvieran mala relación con los filisteos; pues tras la victoria sobre Goliat, la guardia personal de David se compuso por soldados de este pueblo. Con ello se llega a concluir que Israel Norte, realmente pudo reorganizar, controlar y contratar a sus órdenes los servicios de estas gentes (filisteas). Quienes se dedicaban a trabajar como mercenarios; cediéndoles a cambio una parte de territorio, en el que pudieron vivir al margen de Israel y procurando no tener más conflictos con ellos. Pues bien es sabido que esos Pueblos del Mar -en su huida al Sur Mediterráneo- se dedicaron sobre todo a la rapiña y a la guerrilla, sin organizarse como Ciudades Estado. Algo que quizás Israel cortó, obligándoles a reducirse y organizarse como reino en esta franja de costa al sur de la actual Haifa.
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Sobre el origen y distinción de estos tres pueblos, hemos de determinar que claramente La Biblia los menciona indistintamente como Cereteos, o Peleteos; considerándolo uno mismo. A ello hemos de unir que en opinión general, se relacionan totalmente con los Filisteos. Pese a todo, históricamente podemos concluir que los Cereteos, se trataba de gentes de venidas desde Creta o Micenas (de Ceretea). Aunque también pudieran proceder de Chipre, cuyo nombre como el de Citerea se da en algunos relatos. Confundiendo la isla de Creta (Kaftor) con aquella en que nace la diosa del amor (Citera), debido a que Afrodita se traslada tras su nacimiento a Creta. Pero la diosa de la belleza, donde o emerge de la espuma marina -sobre una concha- es en la isla de Citera; la más meridional de las griegas, junto a Tera y al Norte de Creta (56) . Tras ello Afrodita, se trasladó a Chipre, haciendo que se confundiera en muchas ocasiones también esta otra, como su lugar de origen -en vez de la pequeña Citera (situada junto a Grecia Continental)-. Pues Citera pese a ser como nuestra Ibiza, fue un centro comercial cretense desde épocas muy remotas, además de un gran puente entre el Peloponeso, Creta y Oriente Medio. Allí parece que se inició el culto a Afrodita posiblemente llevado por los fenicios o canaaneos a sus tierras (57) y en la forma de Ishtar; como una “deformación” de Astarté unida con la egipcia Isis. A nuestro juicio, tal culto es de origen Giblita y se relacionaría plenamente con la figura de la mujer bella, la estrella guía, pero también con la “adoración” al murex y a la púrpura. De tal modo, la diosa que vino en una concha, nacida de la espuma no tiene solo un significado sexual (como la concha y la espuma guardan), sino también comercial y hace referencia al molusco que producía el tinte de la púrpura. A todas luces, el culto a Afrodita, llegará a Grecia desde zonas muy cercana a Biblos, llamándonos la atención su parecido y proximidad con el de la Astarté (semítico-canaanea) que finalmente termina siendo Ishtar entre los fenicios. Su relación con el nombre de Estrella hace pensar que fue igualmente admitida por indoeuropeos, sobre todo en zonas hittitas; más concretamente, en lugares como Chipre donde se convierte en una de las deidades principales. Siendo por todo ello normal que cretenses, egeos y chipriotas fueran llamados cereteos entre los hebreos. Por lo demás, su simbología relacionada con el planeta Venus, hace comprender que pueblos como el de Judá, que denostaban estos cultos con un carácter tan sexual; identificaran a Afrodita y su planeta Véspero, con el mismo demonio, llamando al diablo como esa estrella (Luxíferos). De modo muy distinto, parece que los israelitas (reino hebreo del Norte) sí aceptaban este tipo de deidades y seguían con una mayor adaptación en Canaán los cultos no originarios del lugar.
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AL LADO Y ABAJO: Junto estas lineas, grabado donde podemos ver un sacerdote supremo del Templo de Salomón; ataviado con su “ephod” en el pecho y su pectoral de Aarón. La joya principal de ese clérigo supremo del judaísmo es un pectoral muy similar a los colgantes de el tesoro de El carambolo. Galápagos de oro, de los que podemos deducir eran usados de un modo muy similar al que llevaba el gran sacerdote hebreo. Abajo, dibujo mío comparativo entre los atributos del sacerdote supremo del templo de Salomón y quien llevó las joyas de El Carambolo. Observemos los paralelismos entre ambos cultos; lo que por otro lado no es extraño ya que desde Joppe (Haifa) salían naves hacia Tarshis, y en las costas de Note de Israel o de Gaza, estaban establecidos los fenicios y los micenios (filisteos) con los que comúnmente comerció Tartessos.
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12) EL IDIOMA DE LAS TABLAS DE LA LEY: Alfabetos protosináiticos y alefatos canaáneos (alfabetización del Egeo):
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El alfabeto por letras o signos -no el silábico, ni el jeroglífico- se considera un “invento” canaaneo (al menos su difusión). Este es un hecho a tener muy en cuenta para localizar las áreas de influencia de los fenicios en el Mundo Antiguo. En referencia a ello, sabemos que la idea de definir cada sonido en un signo, comienza ya en las dos zonas donde se inició la escritura más antigua, y que fueron: Akad y Egipto. Donde hacia el siglo XXII a.C. ya se desarrollan algunos caracteres que se interpretaban como una sola “letra” (no una sílaba, ni una vocal). Por su parte, en estas mismas épocas, ya en Creta se escribía en alfabetos silábicos (lineal A), donde cada signo era una sílaba -existiendo sílabas que se correspondían con las letras vocales-. Muy cercano era este sistema minóico del abecedárico; aunque no fueron los que originan el alfabeto. Pues el lineal-A y el lineal-B se pierden en la noche de los tiempos, tras la destrucción del Imperio de Minos. Pero en la misma época en la que se quedaban olvidados estos lineales silábicos cretenses (hacia el 1580 a.C.) comienza a surgir una nueva idea de alfabetos precisamente en la zona de Fenicia y el Sinaí. Así se desarrolla ese tipo de escritura durante el siglo XV a.C., en una de las ciudades protofenicias por entonces más fuertes: Ugarit. Un puerto situado a pocos kilómetros al Norte de Biblos; donde crean un sistema de recoger el idioma con signos muy similar a lo que serán luego las letras; siendo este el comienzo del alefato. Para definirlos se valieron los ugaritas de símbolos cuneiformes tomados de la escritura babilónica.
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Pese a todo, ese alfabeto de Ugarit diseñado con signos cuneiformes no tuvo continuidad, porque el resto de los canaaneos decidieron avanzar hacia un abecedario nacido de símbolos más cercanos a los jeroglíficos de Egipto. Sobre este punto es muy interesante observar que los signos que van tomando y que terminarían formando las letras en los alfabetos fenicio-canaaneos (surgidos desde el siglo XIII al XI a.C.); prevalecen algunos muy relacionados con ideogramas egipcios. Es más todo hace pensar que desde estos jeroglíficos desarrollan los signos nacidos desde onomatopeyas, la inicial de cada palabra, en el ideograma egipcio. Así, por ejemplo, cuando escribían una serpiente esquematizada y representada como unas lineas curvas; este dibujo luego derivaría hacia el sonido de la sierpe, leyéndose finalmente como “S” o la “Z” (letras con forma de culebra, que siguen teniendo este valor). De igual manera, el signo inicial de estos alfabetos -denominados protosemíticos y protosináiticos-, normalmente fue la cabeza de ganado; lo que realmente se corresponde con una “A” invertida (en la que basta poner dos ojos para ver que realmente esa “A” es la testa de un bovino).
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Actualmente sabemos que este alfabeto prosinaítico lo desarrollaron gentes muy relacionadas con Egipto, entre los siglos XVII al XIII; quienes posiblemente desearon crear un sistema de escritura propio, para generar una nueva civilización (la de Canaán). De tal manera, el inventar esa nueva fórmula por sonidos, posibilitaría enormemente la contabilidad y el contacto con otros pueblos; ya que en ellos se podría escribir cualquier palabra y transcribirse todos los idiomas. Pero sobre todo, con ese alefato propio se independizarían culturalmente de Egipto; llegando a imponer una civilización distinta; enseñándola a los pueblos con quienes comerciaban o a los que dominaban. Esta idea de escritura que surge hacia el siglo XVII a.C. (en tiempos de José y poco despues de Abrahám) , parece que culmina y se desarrolla en tiempos de Moisés. Debiendo considerarse que en el siglo XIV a.C. el protosinaítico ya estaba establecido como sistema de lectura para esos pueblos que vivían del otro lado del Mar Rojo y al Sur de Canaan. Siendo claramente el alfabeto de singnos en los que se recogerá el Decálogo y en el que se recordarán los primeros libros del Antiguo Testamento.
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En el siglo XIII a.C., finalmente se terminan a de formar esos alefatos canaaneos, basados en una escritura de consonantes -fundamentalmente- y con un origen directamente común en todos (desde el hebreo, arameo, hasta el fenicio). Siendo en ciudades como Biblos, donde antes intentaron adoptar este tipo de escritura; seguramente para confirmar esa independencia cultural con Egipto e incluso con Mesopotamia. Por este motivo, y por el deseo de no tomar una escritura babilónica, ni egipcia; creemos que es por lo que usan y divulgan el alfabeto de Ugarit (que ya dijimos, procedía del akadio cuneiforme); desarrollando cada cultura uno propio. Aunque la primera creación del alefato -a nuestro modo de ver- se lleva a cabo copiando aquel sistema del Sinaí, que llegará hacia el siglo XIV a.C. a las costas del sur de Fenicia. Todo lo que hace pensar que muy posiblemente, su divulgación se debe a judíos regresados desde Egipto con Moisés -ver lo antes narrado sobre la interpretación del Exodo-. O bien a hebreos que ya desde el siglo XV a.C. escapan del poder del Nilo; donde habían trabajado como escribas o contables. Sea como fuere, creemos que esos alfabetos protosemícos se difunden gracias a las tribus hebreas y luego a los pueblos de Fenicia; cuando los primeros escapan del poder faraónico (desde el siglo XIV a.C.) con la intención de crear su propia civilización en las tierras de Canaán. Posteriormente, este sistema de escritura se instituyó como un alefato propio de los judíos; desarrollando cada pueblo de Canaán el suyo. Así fue creado al alefato fenicio, que entró en El Egeo unos dos siglos después (importado hacia el IX a.C., en las colonias púnicas). Ya que fueron las distintas ciudades de Fenicia, las que divulgan este sistema de escritura a otras zonas del Mediterráneo (donde fundaron sus enclaves). Como sucede en los puertos griegos, donde gradualmente fueron transformando sus signos hasta poder escribir el sonido de las siete vocales que el idioma heleno pronuncia y distingue. Todo lo que logran entorno al siglo VIII a.C., cuando ya podemos determinar la existencia de un alfabeto griego (padre de los sistemas de escritura europeos).
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Sea como fuere, los alfabetos que actualmente utilizamos en Occidente (latinos, griegos, cirílicos, góticos y etc); proceden todos de esta rama. Descendiendo del protosináitico que debieron de usar desde tiempos de Moisés, configurando un alefato por sonidos,tomando signos desde el jeroglífico y añadiendo caracteres propios.
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AL LADO Y ABAJO: Varias tablas con los signos protosinaíticos y su comparación con otros sistemas de escritura (del que desciende o a los que dio origen). Los gráficos han sido tomados de la página de PROEL. 














Junto estas lineas, signos protosinaíticos. Al lado también: Caracteres protosinaíticos y su comparación con los egipcios. 
Abajo, comparación de los signos protosinaíticos y dos sistemas de escritura a los que dio origen: El fenicio y el griego.
Agradecemos a la promotora lingüistica PROEL nos permita divulgar sus gráficos obtenidos de su página: ESCRITURA PROTOSINAÍTICA
http://www.proel.org/index.php?pagina=alfabetos/protosin





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AL LADO: Portada del libro Reading the Past; -autor I. HODDER (Cambridge University Press, 27 nov. 1986). En esta interesante obra podremos leer la evolución de los alfabetos y la descendencia o ascendencia de los alefatos protosinaíticos.

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ABAJO: Uno de los gráficos del libro antes mencionado. En este se contiene la evolución de los signos desde el alefato fenicio y el hebreo, hasta el griego, el etrusco y el latino.

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13) CULTOS CANAÁNEOS, RITOS EGIPCIOS Y DIOSES MINÓICOS:
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De los intercambios culturales antes descritos y de una continua conexión entre Oriente Medio y Micenas, surgieron cultos y ritos ajenos a los egipcios en el Israel posterior a Mosiés. Uno de los principales fue la veneración a Adonis (que se exportó a Grecia y El Egeo), aunque esta deidad fue de origen canaaneo y probablemente judío. Pues se considera que su nombre procede de la voz fenicia “adon” que significa “señor”, y según algunos especialistas vendría del dios sirio Tammuz (58) ; aunque realmente -a nuestro modo de ver- sería una tranformación directa del Osiris de Biblos. De tal manera, el dios Adonis presidía el panteón de Biblos y las fiestas de su nacimiento constituía el mayor festival de aquella ciudad de Canaán. Pero dicho dios, brotaba del interior de un árbol de la vida (que se consideraba era el de mirra o el cedro del Líbano) y su nacimiento simboliza la obtención de las resinas y de la mirra. Narrando su mito que aquel niño era extraído con un cuchillo de la corteza del árbol, donde su madre lo escondía. Aunque para entender los orígenes de tan extraño relato, hemos de recordar a Osiris, que fué asesinado y lanzado al Nilo en un sarcófago cerrado, donde bajó el rio hasta llegar al delta; tras lo que navegando por mar, arribó a Biblos. Allí se introdujo el dios egipcio en un árbol de la vida, donde resucitó dentro de ese tronco. Su viuda Isis, descubrió tal reencarnación y cortó el árbol, llevando a su marido en esta forma hasta el palacio real de Biblos; donde lo coloca como pilar central, y donde le ama y adora en la figura aquella. Finalmente diremos que este mito se relaciona plenamente con la adoración al árbol en Biblos y la exaltación de los cedros de sus bosques, que proporcionaban la madera para crear barcos, casas, enseres, herramientas y etc. Árbol tan venerado y útil, que aún aparece en la misma bandera de Líbano.
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El culto osiriaco egipcio antes expuesto, vemos que también se relaciona plenamente con el de Adonis, igualmente nacido de un árbol de la vida: El de mirra, que se usaba para embalsamar y el del mencionado cedro, con que el construían preferentemente los barcos fenicios. Tantas conexiones tiene este mito con el de Osiris, que en la historia de Adonis existe un conocido sinsentido, sin poder razonarse por qué el dios de la belleza es atacado por un jabalí que lo mata. Algunos argumentan que ello se debe a que es este animal el que con sus colmillos daña la corteza del árbol sagrado y extrae la resina, y por lo tanto al niño Adonis (lo que relacionaría su nacimiento con su muerte). Pero ningún experto explica qué relación tiene dicha muerte producida por el jabalí, con la verdadera historia del dios púnicoheleno de la belleza. Aunque si repasamos la “vida” de Osiris, veremos que este divo fue igualmente atacado y muerto por un jabalí; facochero que representaba a Set (el demonio). Ello se debía al odio que los pueblos del desierto sentían por el cerdo -como el egipcio-; animal que nunca se preocuparon en pastorear ni domesticar, dado que en un medio como el suyo es una especie muy dañina (al ensuciar y hasta llenar de plagas las aguas). Este significado del cerdo como animal que destruye y que es devastador para el desierto, hace que igualmente el hijo de Osiris (Horus), fuera dañado y hasta sodomizado por otro cerdo salvaje que intentó acabar con él. Del mismo modo, Adonis, pudo verse influenciado por este ciclo osiriaco y tener un final relacionado con el jabalí (en Africa el facochero) y ello explicaría su muerte, debido a su origen desde itos la religión egipcia.
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Asimismo, Adonis, está muy conectado con el culto judío a Yahvé, también llamado por los hebreos Adonai o Adón; tanto que desde Isaías es ya un homónimo del mismo nombre de Yahvé, y puede afirmarse que desde la época de este profeta (siglo VII a.C.) se susutituye la palabra Yahvé por la de Adón o Adonai. El significado de esta voz en hebreo es igualmente que en fenicio, “el señor de las tierras” (el señor), y muy posiblemente el nombre del Adonis griego puede proceder de esta voz judía (dado que el mismo dios en Siria, ya dijimos que se llamaba Tammuz). Por cuanto expresamos, no sería una teoría extraña pensar que el mencionado dios supremo que adoraban los Filisteos (en el templo que destruye Sansón) no era Dagón, tal como luego pudieron escribir las crónicas; sinó de Adón, o Adonis, deidad helena tomada de Canaán. Pues el mencionado Ladón se describe como una deidad semita con forma de Pez y que entre los griegos era un demonio, al igual que para los judíos. De tal manera, Dagón (Ladón) para los helenos se consideraba un monstruo marino nacido de Zeto, o de la serpiente Equidna; con forma de pez y tenido por un dragón cuya misión era la guarda y custodia de las manzanas de oro en el Jardín de las Hespérides (59) . Por lo que no nos extraña que el episodio que narra cómo Sansón se quita la vida destruyendo el templo filisteo de Dagón, quizás ha aliterado el nombre de la deidad (Jueces, 16) (60) .
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AL LADO Y ABAJO: Junto estas lineas, “la muerte de Adonis”, grabado de Caude Mellán (hacia 1670) -observemos el jabalí el fondo, en la parte central de la escena-. Como decimos, probablemente el dios Dagón al que adoraban los filisteos, pudiera tratarse del Adonis de Biblos, al que todos los pueblos de la zona rendían culto. 
Abajo, Sansón derribando las columnas del templo de Dagón, en un dibujo-grabado de Julius S. von Carolsfeld.
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Como venimos exponiendo, Osiris transformado en Adonis era veneradísimo en Biblos; donde muy cerca pasaba un río homónimo (Adonis), que todos los años “vestían” de rojo el día que se celebraba el nacimiento del niño árbol. Lavando en sus aguas las ofrendas, tras recoger las savias con las que fabricaban la mirra. Una resina que se consideraba sangre de los árboles; aunque seguramente, los adoradores de Adonis, para celebrar el nacimiento del niño dios también sacrificaban reses y seres vivos, derramando luego su sangre en el río del mismo nombre. En cuanto a su relación con los cultos a Afrodita, también llevados por los canaáneos a Grecia; diremos que ambos procedían igual origen y estaban unidos. Tanto que se consideran a Adonis y Afrodita pareja, por lo que ella termina llorando eternamente la terrible muerte del dios; su “señor” e inseparable amigo. Es evidente que aquel era un dios agrario, de adoración a la vegetación y a la primavera, procedente del Osiris egipcio; pero con el significado añadido del árbol de la vida. Aunque también hay que destacar que termina confundiéndose en Grecia y Creta, con Dionisos (Baco) -deidad de la semilla y del vino-. Pero la veneración hacia Adonis junto a Afrodita, se transforma también en la Hélade en los cultos de Apolo; que se distinguían por su serenidad y armonía, separándose de los de Dionisos -que aún estando relacionados en origen con los de Adonis, fueron degenerando a orgiásticos y desenfrenados-.
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Por ello no es de extrañar que los misterios iniciáticos hebreos se relacionen mucho con dicha deidad de la belleza griega; dado que las ceremonias que realizan los judíos (y hasta las que implanta Jesús) fueron ritos de sacrificio agrario: Del pan y el vino. Sustituyendo de la muerte de una víctima, o de un animal; por la ofrenda de un vegetal; lo que significa el paso último dado por las religiones, a fines del Hierro (hacia la “no violencia”). Para crear cultos con un vínculo social obligado, solo basado en el sacrificio del trabajo y del fruto de la tierra (sin derramamiento de sangre). En esta linea pueden considerarse los ritos del Adonis canaaneo, que importaron a Grecia y que se siguieron en muchas celebraciones greco-latinas, como cultos de Apolo. Pese a ello y como dijimos, otra linea del mismo misterio se mezcla con el dios micénico de nombre similar: Dionisos y los misterios “ctónicos” de Atenas. Por lo que dichos cultos dionisiacos de la Hélade eran los mas ancestrales ritos agrarios, basados en el vino y la locura lasciva, dando como resultado celebraciones tan arcaicas como las llevadas a cabo por las famosas “bacantes”. Sacerdotisas desnudas de Baco que en su euforia y borrachera, llegaban a desollar carneros vivos con la boca y manos; comiéndolos en crudo, a mordiscos.
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Pese a todo, las fiestas de ritos agrarios se distinguieron claramente entre dos tipos bien diferenciados: Las apolineas (o cultas) y las dionisiacas (o brutales). Pues los cultos de Adonis o Apolo, sin inmolación de víctima, triunfaron y fueron los que hicieron nacer una nueva religión que en Europa llegó fundamentalmente con Roma. Su mensaje de paz se establece por estas celebraciones basadas en el sacrificio del cereal y la fruta, divulgándose finalmente muchos de esos rituales de origen judío (similares a los de adoración a su Adonai). Como ceremonias agrarias, sin inmolación de vidas animales y donde se sustituyen los cultos de sangre, por otros de savia y resina -bajo el significado de Adonis dentro del árbol-. De tal manera y volviendo al Adonis “señor” que deseaba tan solo el sacrificio de los frutos de la tierra. Hemos de insistir en que este se relaciona plenamente con Osiris, dios del trigo y la vegetación, para quien se celebraban ya las primeras fiestas con ritos del pan y el vino desde comienzos del III milenio a.C.. Como dios más benéfico de Egipto, que da su vida por los hombres y era arrojado al Nilo, llegando hasta Biblos flotando en su ataúd, donde resucita y difunde su mensaje y su religión. Por lo que habríamos de estudiar cuanto de Osiris hay en el Yahvé judío y sobre todo, cuanto hubo del Señor Adonai de los hebreos, en aquel Jesús que inspiró el Nuevo Testamento (61) .
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Para terminar este epígrafe volveremos a recordar los estudios sobre Moisés, de Jan Assmann (62a) -comentados en nuestro epígrafe 6/b-; donde explicábamos que este profesor experto en Historia y teología hebrea, considera a libertador de los judíos también el creador del monoteismo. Idea que no compartimos, al poderse demostrar que Egipto ha tenido desde sus inicios dinásticos, una religión que prácticamente adoraba a un solo dios. Pues las otras deidades del Nilo, a mi juicio se corresponderían más con el concepto mediterráneo de lo sagrado; por el cual aún creyendo en un solo Dios, se veneran también infinidad de Santos, Vírgenes y Cristos. Tanto es así, que el mismo Dios de los cristianos son tres personas en una sola; todo lo que expresa un monoteísmo “incierto”; con capacidad plena para admitir como sagrado otras figuras que no sea “La Unidad” (abarcando de entrada tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo). Pero regresando a la religión de Egipto, es obvio que el antiguo Osiris era el dios supremo y único; reinando en el panteón junto a su mujer (Isis) y su hijo (Horus), en la forma semejante a las tres personas distintas en una sola deidad. Todo lo que en nuevas reformas se convirtió en Amón (ó bien en Amón-Ra); como la representación del Sol. Astro sagrado y supremo, que posteriormente se considera dios del Nilo, actuando asimismo como deidad cuasi única. Las pruebas de cuanto expreso las recojo en cita (62b) , donde expongo frases de Mircea Eliade, quien nos explica que Los teólogos del Imperio Nuevo insisten en el carácter complementario de los dioses opuestos o incluso antagónicos. En la Letanía de Ra se llama al dios solar «el Uno conjunto»”. Aunque finalmente será Amenofis III (padre de Akhenatón) quien inicia la reforma para cambiar la adoración única y el nombre de Amón, por el de Atón; considerándolo no solo el Sol, sino además el disco de la luz (quizás concediendo a esa circunferencia solar, valor geométrico o trigonométrico). Una herejía que hereda Amenofis IV, quien (tras cambiarse su nombre en favor de Atón) decide destruir las estatuas de otros dioses y dejar a este como único de su panteón. Reforma que lleva a la guerra civil y a la secesión a Egipto; etapa y hechos de los que considera Assmann procede Moisés. Quien personificaría -o dirigiría- a los súbditos del Nilo, que hubieron de huir de su tierra tras la caída de Akhenatón.
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Dejando al margen esta teoría del Moisés nacido desde la herejía de Amenofis IV; que parece probada (al menos para el caso de las tribus de Manasés y Efraím, asentadas al Sur y que conformaron Judá, y no Israel). Hemos de revisar la idea de que el monteísmo fuera instituido por Akhenatón; pues -como decimos- la religión de Egipto siempre adoró a un dios supremo. Una deidad superior y única que representaba al faraón; y como tal, el mismo nombre de Amón era el de “Min” o “Minu”; el divo gobernante, considerado unificador del Alto y Bajo Egipto (creando la monarquía dinástica). De tal manera, Amón-Rá era en sí mismo Minu y el Sol; unidad divina que simbolizaba al monarca como representación del astro dios y del hombre rey. Todo ello explica que en Egipto realmente hubiera un solo dios superior y un solo gobernante supremo; por cuanto el monoteísmo estaba inserto en el ADN de aquel imperio, que según la leyenda había creado Minu. Ese dios de a fertilidad de tez oscura; que llegó a ser el primer faraón tras sufrir la amputación de un brazo, por haber preñado a casi todas las mujeres del Nilo. Así es como se inicia la dinastía de Egipto, con capital en Menfis (la ciudad de Min: “Minu-fes”); erigiendo un imperio piramidal, en cuya cumbre solo estaba un dios gobernado por la triada, de la que surgía el “triángulo de triángulos”: Osiris, Isis y Set; Sol, Luna y Venus; Faraón, reina y príncipe.
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ARRIBA: Sobre estas lineas, dibujo mío del altar del holocausto y del altar del incienso, tal como manda construirlos Moisés en Éxodo. Ambos son “asheras” de tipo semejantes a las usadas antes por los minóicos y micénios, con forma de toro y cuernos. Pues tal como indica ese libro de Moisés, en el ara de incienso: “hizo cuernos en sus cuatro esquinas, los cuales eran de una misma pieza con el altar, y lo recubrió de bronce. Hizo asimismo todos los utensilios del altar: calderos, y palas, y tazones, y garfios y braseros” (...) “Hizo también el altar del incienso de madera de acacia; de un codo su longitud y de un codo su anchura; era cuadrado; y su altura era de dos codos y sus cuernos eran de una misma pieza de este. Y lo recubrió de oro puro su cubierta, y sus paredes alrededor y sus cuernos; y le hizo una cornisa de oro alrededor. Le hizo también dos argollas de oro debajo de la cornisa en las dos esquinas, a los dos lados, para pasar por ellas las varas con que había de ser transportado” (62) . Estos altares contienen una enorme influencia creto-chipriota, tal como hemos demostrado en varios de nuestros estudios; teniendo la forma de pellejo bovino o acabando en cuernos. Así, con un igual diseño, eran las mesas de celebración de Chipre y Creta a mediados del segundo milenio a.C. (usadas por los fenicios posteriormente e importadas a occidente). Todo lo que muestra la síncresis religiosa y de ritos que supuso el culto mosáico.
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ABAJO: Cuadro de Giuseppe Leonardo -propiedad de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, a la que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen-. En la obra se representa a Moisés y el culto a la serpiente; un pasaje bíblico, donde vemos la complejidad del origen en los ritos y creencias mosáicas. Este pasaje de los ofidios lo contempla de forma muy distinta Flavio Josefo, narrando que Moisés libera a Egipto de una plaga de sierpes lanzadas por los etíopes. Sea como fuere, en los ritos mosáicos se observan cultos canaaneos y egipcios; muy ajenos a lo que posteriormente pudo considerarse el mundo hebreo.
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14) MOISÉS LEGISLADOR; MOISÉS SACERDOTE; MOISÉS LIBERTADOR; MOISÉS GENERAL:
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Terminamos con este pequeño epígrafe en el que queremos exponer las diferentes personificaciones que simbolizaría la figura de de Moisés. Pues si los judíos le consideran preferentemente el gran legislador; no hay que olvidar que asimismo fue libertador, general y sacerdote de los hebreos. Todo lo que se explica repetidamente en los Libros de Moisés, que recogen los textos sagrados judíos (de la Halajá), El Antiguo Testamento y la obra de Flavio Josefo. Aunque para analizar la figura del Moisés legislador, habríamos de tener muy presente que aquellas leyes consideradas mosáicas, en su mayor parte serían normas redactadas mucho antes y después de la etapa en que fechamos el Éxodo (siglo XIV a.C.). Debiendo pensar que esa legislación repetidamente citada en el Levítico o en Números o Deuteronomio, procede de tiempos de Abrahám o de José; y que muchas de sus leyes son muy posteriores a Moisés. Acerca de los antecedentes del este código mosáico, ha quedado históricamente demostrado que fueron heredadas desde los mesopotámicos; seguramente importados por los herbreos en sus primeros viajes hasta Canáan. Hechos que podemos observar en las coincidencias existentes entre estas y el código de Hammurabi, que cuatro siglos antes ya recoge la “ley del Talión” de forma muy parecida (tal como dictan los libros sagrados judíos). Otras legislaciones que comparten paralelos con las normas de Moisés podremos leerlas en múltiples códices de Babilonia y Summer; todas ellas escritas cientos de años antes de la fecha del Éxodo. Acerca de ello, nos dice Luis Vegas Montaner: Si comparamos la Biblia con los códigos y leyes orientales citados, podemos comprobar que el núcleo civil de la misma (Código de la Alianza) ofrece muchas semejanzas con el derecho oriental, especialmente con el Código de Hammurabi y con las leyes mesoasirias” (64) .
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Tras la anterior afirmación, Luis Vegas Montaner pasa a referir las coincidencias entre las leyes mosáicas y estos códigos babilónios o mesoasirios; entre las que destaca: “- ley del talión - pena de muerte infligida al autor de un rapto - indemnización equivalente prevista cuando un pastor deja pacer su ganado en el campo de otro sin el acuerdo del propietario - liberación del esclavo tras varios años - responsabilidad civil del agresor - restitución de un bien prestado, incluso si éste ha sido robado - aborto ocasionado por golpes - magia - daños causados por el ganado - juicio de Dios u ordalía” . Citando otros pasajes bíblicos que coinciden con las leyes de Hammurabi, como es el caso de: - falso testimonio - condena a muerte de la mujer adúltera y de su cómplice (65) . Continúa escribiendo el mismo autor que: “Por otra parte, las costumbres de época patriarcal muestran claras concomitancias con la legislación hurrita de Nuzi, lo cual no resulta extraño si consideramos la estancia patriarcal en Harán, uno de los centros hurritas más importantes” (66) .
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Para concluir escribiendo:En suma, la ley del talión está en pleno vigor en el Antiguo Testamento y en el Código de Hammurabi. La Biblia conoce varias causas para la pena de muerte, entre ellas la motivada por heridas a los padres (Ex 21,15), que el Código de Hammurabi, castiga sólo con el corte de las manos. En general, los códigos sumerios y las leyes hititas muestran más lenidad, mientras que las leyes bíblicas comparten la severidad de las leyes mesoasirias. Por otra parte, así como es evidente que otros códigos, como el de Esnunna, reflejan la estructura jurídica de una sociedad urbana, las leyes del Antiguo Testamento conservan evidentes principios tribales (por ejemplo, venganza del cabeza de familia, etc.)” (…) “Aunque similares, estas leyes reflejan la diferencia básica entre los sistemas legales israelita y mesopotámico. Los códigos de Mesopotamia son esencialmente seculares, en cuanto que tratan solamente de asuntos concernientes a la conducta de un ser humano respecto a otro. La relación entre lo humano y lo divino no está regulada, ni hay sanciones religiosas que respalden las leyes seculares. En la legislación de Israel se produce una mezcla de ley y religión. Toda ley deriva en última instancia de Dios. Las violaciones de la ley religiosa son susceptibles de castigo por tribunales humanos, y se aplican sanciones religiosas además de las seculares” (…) “La característica general de los códigos bíblicos es su sentido religioso. Es evidente que en la redacción entraron diversos factores naturales: condiciones geográficas, económicas, sociales, culturales y psicológicas. Pero el factor principal es el religioso. La religión interviene como freno y como orientación positiva. Israel es una teocracia, cuya autoridad suprema reside en Dios” (67) .
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Pese a todo, y aún reconociendo el magnífico trabajo antes citado (de Luis Vegas Montaner); hay un episodio que excluye u omite, como es la enorme influencia que debieron tener las normativas egipcias en las leyes mosáicas. Tristemente no nos han llegado códigos faraónicos, ni compilaciones de legislación del Egipto Antiguo; habiendo sido tan solo recuperados algunos preceptos, normas y sentencias. Documentos que en su mayoría se circunscriben al ámbito privado -como son, multas impuestas por robo o dejación de funciones, dictámenes en caso de adulterio, edictos para que los funcionarios no abusaran de sus cargos y etc-. Pese a ello, muchos reconocen aspectos de la legislación de época de Akhenatón, entre los preceptos que recogen los libros sagrados judíos. Existiendo paralelos en normas tan extrañas y peculiares como aquellas que marcan qué hacer con el semen del hombre que cae sobre la ropa mientras duerme; o en la silla de montar, cuando viaja en caballerizas. Asimismo, se considera que las ordenes mosáicas que obligan a lavar las impurezas en las mujeres (tras la menstruación o el parto), pudieran también tener este origen egipcio. Por lo demás, existen indudables concomitancias entre algunos Salmos de la Biblia y los himnos del Nilo; destacándose el Salmo 104 y su enorme parecido con un canto a Atón escrito en época de Amenofis IV -que recogemos en cita (68) -. Pese a todo, si deseamos buscar un paralelismo entre las leyes mosáicas y las egipcias, a mi juicio, lo mejor sería repasar el Libro de los Muertos faraónico. Donde podremos encontrar pasajes como el que refiere el “Conjuro 125” que dicta mensajes muy cercanos a los Diez Mandamientos; tal como podemos leer junto a la siguiente imagen.
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AL LADO: Portada del Libro de los Muertos, en traducción de Budge y notas de Laurent. A continuación recogemos parte del capítulo CXXV, donde el difunto se presenta ante Osiris y debe confesar de modo negativo sus virtudes; negando haber dañado a los hombres. Se trata de unos cuarenta versículos, en los que prácticamente se recogen todas las bondades que enseña a cumplir el Decálogo de Moisés. En la cita (69) recogemos el texto entero, que a continuación resumo:
Yo no he hecho mal a los hombres.// Yo no empleé la violencia con mis parientes.// Yo no reemplacé por la Injusticia a la Justicia.// Yo no frecuenté a los malos.// Yo no cometí crímenes.// Yo no hice trabajar para mi beneficio con exceso.// Yo no intrigué por ambición.// Yo no di malos tratos a mis servidores.// Yo no blasfemé de los dioses.
Yo no privé al pobre de su alimento.// No cometí actos execrados por los dioses.// Yo no permití que un amo maltratase a su sirviente.// Yo no hice sufrir a otro. // Yo no provoqué el hambre.// No hice llorar a los hombres, mis semejantes.// Yo no maté ni ordené matar.// Yo no provoqué enfermedades entre los hombres.// Yo no sustraje las ofrendas de los templos.// Yo no robé panes de los dioses (…) // Yo no traté de aumentar mis dominios Utilizando medios ilícitos ni usurpando los campos de otros.// Yo no manipulé los pesos de la balanza ni su astil (vara) (…) // Yo no violé las reglas de las ofrendas de carne.// Yo no me apoderé del ganado que pertenecía a los templos de los dioses.// Yo no impedía a un dios que se manifestase.
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Otro aspecto de la figura de Moisés sería su función de sacerdocio. Perfectamente descrita y recogida en los Libros Mosáicos; donde desde el Éxodo al Deuteronomio leemos las normas de ofrenda, las vestimentas, festividades, sacrificios y templos, que él ordena. Narrando su historia como tras la liberación de los judíos, y al llegar al Sinaí, hubo de comunicarse repetidamente con Dios -aparecido en el fulgor de una zarza-.; que le manda subir a la cima del Sinaí, para darle las Tabas de la Ley. Posteriormente ordena a su pueblo en diferentes tribus y crea la casta de sacerdotes, mandando construir El Tabernáculo (templo desmontable, que podía transportarse y donde se reunirá con sus pueblo y el clero). Asimismo, nombrará sacerdote supremo a su hermano Aarón -con la oposición de parte de los hebreos-, describiendo las vestimentas y los atributos que lucirán sus clérigos (levitas, rabinos y el superior). Manda también a los artesanos realizar los principales enseres sagrados del Tabernáculo y que más tarde pasarán al Templo. Entre otros: Las cortinas colgadas con anillas de oro, el altar del incienso, el candelabro de siete brazos (la Ménhorá) y el Arca de la Alianza (donde guardarán finalmente las leyes y la vara de Aarón). Acerca de estos pasajes, diremos que en todos los rasgos de cuanto ordena y crea Moisés, también veremos una síncesis entre las religiones de Canaán, las mesopotámicas, las del egeo (cretochipriotas) y la faraónica. Siendo el altar del incienso muy semejante a las asheras minóicas y chipriotas, tanto como a los altarcillos de aceite canaaneos -hallados en Meggido-. Igualmente, las vestimentas de Aarón (sacerdote supremo) son de tipo oriental; luciendo un pectoral y efod muy semejante a los del Nilo y que parece también llevaban los clérigos de Biblos o de Fenicia. Del mismo modo, el Arca, coronada por dos querubines; aparenta enormes influencias egipcias, al estar rodeada por esas dos figuras angelicales que semejan esfinges aladas. Finalmente diremos que asimismo otros atributos sagrados, como el candelabro de siete brazos, simbolizando los siete planetas y sus luces; pudieran tener influencia mesopotámica -en cuyos templos (dirigidos por astrónomos) se simulaba el orbe celestial y sus astros-.
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Por lo demás si hablamos del Moisés libertador, habríamos de tratar asimismo del general que lucho por y con su pueblo. Entendiendo además qué funciones de sacerdote se mezclaron con sus conocimientos militares, para actuar como guía y señor de los hebreos. Ya que atributos como su vara -con la que abre el camino y logra hacer brotar agua de las rocas- demuestran un Moisés más clérigo que militar. Entendido como un noble formado en las Casas de la Vida egipcias, con conocimientos sobre el modo de orientarse en el desierto y encontrar pozos en sus arenas. Aunque no hemos de olvidar tampoco que su figura como libertador y guía en el desierto, quizás también nos habla de aquellos hebreos (canaáneos) marineros; que teniendo un gran poder en el Mar Rojo y en el reino del Nilo, serían capaces de sacar en sus barcos a esclavos del faraón.
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Pero si nos ceñimos al Moisés entendido como una persona, que a raíz del cisma de Egipto logró el permiso de sus gobernantes para sacar de sus fronteras a los seguidores de la nueva religión impuesta por Amenofis III y su heredero (Akhenatón). Toda su historia quizás hablaría de Amenofis III y más concretamente de su primogénito, llamado Tutmoses. Quien ejercía el cargo de Sumo Sacerdote en Menfis y que debió morir antes que su padre (en el año 30 de su reinado); pues el trono pasó al segundo hijo -Akhenatón, Amenofis IV-. De tal manera, la historia no volverá a mencionar a este Tutmosis (primogénito de la corona); aunque hay quienes ven en él, el recuerdo de aquel llamado Moisés, como Tut-Mosés. Pudiendo haberse tomado su desaparecida figura para fingir un nuevo reinado de Amarna; cuando es destruida la herejía de Akhenatón y quienes la seguían. Siendo posible que algún familiar de Amenofis IV decidiera erigirse como nuevo monarca, bajo el nombre y el recuerdo del aquel primogénito fallecido de joven: Tut-Moses, el hijo primero de Amenofis III, quien en verdad inició la herejía monoteísta.
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ARRIBA: Dibujo mío en que podemos ver las vestimentas de los clérigos judíos, ta l como lo determinó Moisés. En el caso del Sacerdote Supremo del templo de Salomón, es de destacar que entre sus atributos está el uso del pectoral llamado de Aarón y la mitra. Ambos son de clara influencia egipcia; una civilización donde el pectoral o collar (Mehent, menat etc) era el símbolo del poder y la protección (70) . Asimismo, la mitra significaba la superioridad de inteligencia para los egipcios y los mesopotamios; su simbolismo tenía tales connotaciones que se ha perpetuado hasta nuestros días (en que los obispos y doctores de la Iglesia lucen un tocado muy semejante).
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ABAJO: Detalle del Arco de Tito, erigido su muerte, por su hermano Domiciano. Tito fue quien finalmente venció a los judíos en una tremenda guerra que duró cuatro años. Pues como dijimos al habla de Flavio Josefo, la gran revuelta de Judea comenzó en el año 66 d.C.; aunque no fue sofocada hasta casi un lustro después. En sus comienzos pidió ser elegido Flavio Josefo uno de sus cabecillas; aunque se rindió en verano del 67 a Vespasiano -a quien cayó en gracia este judío de estirpe levita, sangre real y enorme cultura, cuando le pronosticó que pronto sería emperador-. Desde entonces, Josefo realizó labores para llegar a un acuerdo entre ambos bandos, pero con horror finalmente vería como los romanos destruían Jerusalén y hasta el Templo de Salomón. Cuando antes de finalizar de la contienda Vespasiano tuvo que regresar a Roma (donde le llamaban para ocupar el cargo de emperador -tal como había predicho Flavio Josefo); dejando el mando a su hijo, Tito. Siendo entonces cuando las tropas romanas tuvieron un comportamiento encarnizado, llegando a provocar un genocidio en Jerusalén y sus inmediaciones. La cifra de muertos parece que superó el millón cien mil judíos; hablándose de seiscientos mil de ellos crucificados y cien mil más -que no pudieron huir- vendidos como esclavos. Además, los soldados imperiales decidieron finalmente quemar y saquear el Templo de Salomón, con cuyos tesoros se dice que elevaron el Coliseo en Roma (para entretener a las masas, comenzando Tito la decadente política de “pan y circo”). En imagen podemos ver esta escena del expolio en el templo judío, presidida por el retrato de Tito -al que acompañan en efigie, su padre Vespasiano y su hermano Domiciano-. Por su parte, Flavio Josefo se vio obligado a asistir al triunfo y desfile de Tito con Vespasiano en Roma (el año 71 d.C.); donde portarían El Arca de la Alianza, las trompetas de Moisés y la Mehnorá (entre otros tesoros expoliados en Jerusalén, que vemos en esta escena del arco). Flavio Josefo recibió la ciudadanía romana y dedicó su vida a escribir la Historia de su pueblo, que no se perdió -en gran parte- gracias a la labor de este estratega (muy criticado por algunos, pero cuyo trabajo como escritor y estudioso fue inigualable)
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ESTE CAPÍTULO SE HA DIVIDIDO EN DOS PARTES
(Y UNA TERCERA, QUE COMPRENDE LAS CITAS).
ESTA ERA LA SEGUNDA PARTE.
LA PARTE PRIMERA PUEDEN ENCONTRARLA PULSANDO
LAS CITAS SE HALLAN EN ESTA OTRA ENTRADA.
SE RECOMIENDA ABRIR ARTÍCULO Y CITAS A LA VEZ, PARA TENER LAS DOS PÁGINAS A SU DISPOSICIÓN Y PODER LEER EL ARTÍCULO MIENTRAS CONSULTAN LAS CITAS.

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