(Y
UNA TERCERA, QUE COMPRENDE LAS CITAS).
ESTA
ES LA SEGUNDA PARTE.
LA
PARTE PRIMERA PUEDEN ENCONTRARLA PULSANDO
LAS
CITAS SE HALLAN EN ESTA ENTRADA.
SE
RECOMIENDA ABRIR ARTÍCULO Y CITAS A LA VEZ, PARA TENER LAS DOS
PÁGINAS A SU DISPOSICIÓN Y PODER LEER EL ARTÍCULO MIENTRAS
CONSULTAN LAS CITAS.
.
ÍNDICE
GENERAL: Pulsando
el siguiente enlace, se llega a un índice general de capítulos.
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SOBRE ESTOS PÁRRAFOS:
Dibujo mío
de diferentes altares
con cuernos hallados en Tell Miqne
(fechados entre el siglo XI y el IX a.C.). Semejantes a otros muchos
encontrados en ciudades de Canaán (principalmente en Megiddo y Tell
Beersheva); estas mesitas-pebeteros con astas se
consideran de procedencia sirio-chipriota y más concretamente,
heredados desde el mundo minóico. Descendiendo
de
los altares con cuernos existentes ya en el tercer milenio a.C. en
Creta y
que también proliferaron en Chipre desde el 1600 al 600 a.C..
Comúnmente
se hallan unidos al culto del aceite de oliva; a mi juicio, considero
que la unión entre esas aras de cuernos y el aceite, estaría en el
concepto de "luz". Simbolizado en las astas, al quemar en
ellos óleo (usándolos
como lámparas votivas). Pero
también en el proceso de industria y comercio de los derivados del
olivo; que obligaban a una
exportación organizada, e incluso a depender
de una marina mercante que lo distribuyera. Porque
las astas y las puntas se identificaban con los promontorios y con
los cabos; y los cabos con los faros (encendidos a modo de cuernos
por las noches). Faros que eran imprescindibles para la navegación;
en unas singladuras que se realizaba usando miras semejantes a
cuernos, o bien de cabotaje.
.
8)-
El Exodo y su significado histórico (ante el nacimiento de Israel):
.
La
teoría oficial sobre la llegada de los judíos a la zona del Sinaí
habla de que en el siglo XIII a.C. aparecerán en tierras cercanas al
Jordán unas tribus venidas desde Egipto, que se autodenominaban la
“Casa de José”. Grupos tribales que al parecer eran muy
distintos a los que ya estaban establecidos allí, como
nómadas o sedentarios, pero que
también se reconocían descendientes de Abrahám. Teóricamente esos
“hijos de José” vinieron desde el Nilo y formaron las Tribus
llamadas de Efraim y Manases, muy distintas a las demás
-incluso en culto y forma de vida-. Tanto
que entablaron continuos conflictos y luchas con los hebreos que ya
vivían desde antiguo, establecidos en Canaán. Conflictos que
terminarán en el siglo X a.C., cuando David consigue unificar las
dos facciones -los dos reinos- en uno solo: El de Israel y Judá.
Pero dicha unidad poco duró, pues a la muerte de su hijo Salomón
(en el 933 a. C.) volvieron a separarse en el reino del Norte
(Israel) y el del Sur (Judá); y ya no se unificarían, al menos
hasta la destrucción y conquista de Canáan llevada a cabo por los
asirios -en los siglos VII y VI a.C.-.
.
Pese
a ello, muchos son los autores que niegan o dudan sobre la existencia
histórica de El Éxodo
o acerca del retorno de los judíos desde Egipto al Sinaí. Nada
tenemos que objetar ante este escepticismo histórico, sino solo
añadir que
posiblemente los hebreos nunca se establecen en tierras del Nilo con
un sentido de unidad nacional (al oeste del Mar Rojo). Aunque sí es
evidente que los faraones mantuvieron como suyo ese territorio que
luego sería Israel y Judá; dominando Egipto durante grandes
periodos históricos el área comprendida desde el Sinaí, hasta
Líbano.
Es decir, que fueron los egipcios quienes primero dominan y
gobernaron durante centenares de años, las zonas del actual Israel
y Palestina. Por lo demás creemos
que en muchas épocas, este poder faraónico en Canaan fue posible
gracias a que el pueblo judío colaboró con el faraón, como aliado
del Nilo. Y de tal manera, esas zonas pudieron ser un territorio
egipcio, que con carácter “colonial” fuesen cedidas a los “hijos
de Abraham”.
Por cuanto los israelitas se pueden catalogar perfectamente como uno
de los pueblos que inicialmente colaboraba con Egipto; viviendo en
sus dominios, tras la frontera natural del Mar Rojo. De ello, el
Yahvé de Abrahám que le entrega la “Tierra Prometida”, tras
establecer con él una alianza, puede interpretarse perfectamente
como la voluntad del mismo Faraón (o
sus mensajeros); con los que establecerían los pre-israelitas pactos
de colaboración y amistad.
.
Debe
entenderse así por que
aquellos que vinieron como nómadas desde Babilonia a establecerse en
la zona (entorno al siglo XX a.C., personificados en las tribus de
Abraham); se
asentarían allí durante unos ciento cincuenta años. Asimismo, tras
la llegada de nuevos invasores aparecidos en Canaán entorno al 1700
a.C. y llamados Hicsos. Los hebreos pudieron adaptarse perfectamente
a ellos; pues no solo compartían sus orígenes, sino incluso los
reyes bárbaros (hicsos) permitirían a los de Abraham fortalecerse,
para independizarse de sus amos (los faraones).
Ello obliga a pensar que
tras la llegada de los Hicsos al Sinaí, las tribus prehebráicas
pactasen con ellos, para conseguir el dominio de las tierras que
habitaban
(a cambio de proporcionarles paso, ayuda y hasta hombres; para
conquistar el Nilo). Con ello, se abría la posibilidad de que
los descendientes de Abrahám quedasen liberados de Egipto; algo que
realmente sucedería cuando los Hicsos triunfaron en el delta del
Nilo, gracias al apoyo de los pueblos canaaneos.
Ayudas que de seguro los nuevos reyes extranjeros del delta
agradecieron sobremanera a las
“tribus de Abrahám”, quienes
llegarían en ese periodo Hicso a ocupar puestos de gobierno y
responsabilidad en el reino del Nilo (tal como narra la historia de
José).
.
Pero
como ya dijimos, la
caída de esos faraones extranjeros debió sumir a los hebreos en un
periodo de dominio y explotación por parte de los antiguos egipcios,
tras imponerse de la XVIII dinastía
(que restaura el poder, para las familias y gentes autóctonas).
Subyugación
judía que
no tuvo que ser propiamente una esclavitud en tierras del Nilo, ni
aún menos un periodo de cautiverio bajo las fronteras nilotas del
Imperio Faraónico (tal como recoge la Biblia). Sino, muy
posiblemente consistió en que durante doscientos años, las tierras
que ocupaban los judíos en el Sinaí fueran nuevamente sometidas
fuertemente, e incluso atacadas con dureza por los ejércitos de los
Faraones -atemorizándoles y haciéndoles pagar duros impuestos a sus
habitantes-. Es desde entonces -del 1580 a.C., hasta el 1377 a.C.
aprox.-, cuando debió ser subyugada de manera extrema aquella zona
en
que habrían vivido las Tribus descendientes de Abrahám -desde su
llegada en el siglo XIX a.C.-. Tanto que la Biblia recuerda este
periodo como el de un cautiverio y una esclavitud sometida y
rigurosa. Un
yugo que sabemos permaneció férreo para las colonias egipcias de
Oriente; al menos hasta la llegada de Akhenatón,
el rey que olvidó sus deberes políticos y militares, dedicándose
tan solo a la reforma religiosa, provocando una escisión y una
debilitación del Imperio. Viéndose
obligado a retirar sus ejércitos en tierras de frontera; en especial
en las de Mitani, El Sinaí y Canaán.
.
Así
debió suceder, y hacia 1370 a.C. -tras doscientos años de un fuerte
dominio egipcio militar-, los habitantes del Sinaí vieron de nuevo
una posibilidad de liberarse del Faraón.
Aunque, pese a cuanto exponemos como teoría sobre El Éxodo, también
hay que contemplar que la historia narrada por La Biblia (cuando
menciona a los judíos esclavizados
para labores del campo y construcción en el Nilo) posiblemente tenga
una gran base real. Quizás haciendo referencia al pago de una cuota
o porcentaje de población joven
enviados al Nilo para servir como esclavos (de fuerza y trabajo) y
que
los hebreos estaban obligados mandar a Egipto, como pago de impuestos
sobre sus dominios. Un hecho muy normal en la Edad del Bronce,
donde las ciudades o Estados gobernantes exigían una cuota anual de
jóvenes -como imposición común en la mayoría de casos de invasión
o de victorias bélicas-. Sea
como fuere (si
los judíos fueron esclavos en el Nilo o sometidos en el Sinaí);
parece
evidente que tras Amenofis IV Canaán vió la posibilidad de ser
libre;
algo que tan solo podrían llevar a cabo logrando la unión de todos
los pueblos que habitaban estas tierras al Este de Egipto y contando
con la ayuda de los Hittitas.
JUNTO
Y BAJO ESTE PÁRRAFO:
Dos
imágenes
del libro de Athanasius Kircher “Oedipus Aegyptiacus”,
editado por primera vez entre 1652 y 1655. En
ellas se representa al dios Moloch de los infieles, que se identifica
con el Melkart de los fenicios y al que se entregaban vidas de niños
para rogarle protección.
Citado por La Biblia y mencionado por los israelitas como una de la
más profanas deidades; se sabe que en
sus templos existía una gran estatua de bronce, donde Moloch
(Melkart) se representaba con los brazos extendidos y con un enorme
pebetero -horno- en su pecho.
Hay diferentes versiones acerca del modo en que se inmolaban sus
víctimas, aunque todos coinciden que los
cuerpos de los niños se ponían entre aquellos brazos de bronce,
para que rodasen hasta el horno;
donde ardían, tras caer por su peso. Se supone que el sacrificio
ritual era realizado con hijos que los padres no deseaban y por ello
ofrecidos al templo; aunque
en caso de grandes desgracias, de guerras o de epidemias, sabemos que
los nobles tenían la obligación de entregar a sus primogénitos
(recordando la Historia holocaustos en los que se inmolaron
trescientos niños a la vez, en un mismo altar de Moloch).
Esta religión de origen semita y que obligaba sacrificar al hijo
primero, era profesada desde la Alta Edad del Bronce por algunos
pueblos canaanitas. Unos cultos que se negaron a seguir los
israelitas (desde el siglo XX a.C.), narrando
la historia bíblica el modo en que el Patriarca Abrahám logra una
nueva “alianza”, consiguiendo no estar obligado a matar a Isaac.
A cambio, circuncida a su hijo y puede ofrecer un carnero a Yahvé;
quien le manda el ángel y la res, para indicar cómo han de ser los
nuevos sacrificios desde aquel momento.
Como
ya dijimos, después del siglo XIV a.C. el poder del Faraón tras el
Mar Rojo se debilitó enormemente;
tanto, que el último intento para llegar hasta Canaán y dominar de
nuevo aquellas tierras, fue hecho por Ramsés
II.
Quién llega
a zonas de Palestina con sus ejércitos, adentrándose hasta Siria,
en el 1299 a.C.. Pero
el hecho cierto fue que fue vencido; pues ese área ya llevaba casi
setenta años “independizada” de Egipto y con grandes apoyos del
reino Hittita, que deseaba desgastar a sus enemigos del Nilo. Por tal
circunstancia
y viéndose ya muy débil el faraón, sin capacidad de parar la
fuerza de los canaaneos -pero intentando dominarles-, decide
Ramsés II casarse con una princesa Hittita, con el fin de
“emparedar”, o de cercar Canaán y repartirse entre ambos reinos
esa zona.
Siendo así cómo
la dividen en dos partes en 1283 a.C. (+,-), quedando el Sur para
Egipto y el norte para los anatolios de Hatti. Aunque esta situación
de nuevo dominio creó un sentimiento de nación y territorio común
entre todos los pueblos originarios de Canaán, que desde entonces
buscaron definitivamente unirse e independizarse de ambas culturas
(la
faraónica y la hittita).
.
Es
en este momento cuando aparecen los llamados “Hijos de Israel”
protegiendo el Canaán ocupado; sabiéndose que antes del final del
reinado de Ramses II (hacia el 1240) ya los judíos estaban
establecidos en tierras del Jordán. Por ello, El Éxodo se fecha en
estos años;
aunque -como hemos mencionado- las últimas teorías arqueológicas
no aceptan el hecho histórico de una migración llegada desde
Egipto, hasta el Sinaí. Pero a nuestro parecer y a
mi modo de ver la Historia; El Éxodo atiende no solo a hechos
arqueológicamente probados (como es la permanencia de tribus judías
en las zonas de Canaán sin un periodo de “ida y otro de vuelta”);
sinó también, a un análisis de un profundo sentido común
histórico.
Pues nadie puede imaginar que un pueblo esclavizado, cautivo y
subyugado en una tierra extranjera durante doscientos años; sea
capaz de mantener su idioma, su religión, su identidad y hasta su
sentido patrio. Consiguiendo liberarse tras la esa esclavitud y
logrando retornar a la tierra de sus ancestros. Muy por el contrario,
creemos
que cualquier pueblo viviendo bajo un imperio, lejos de sus fronteras
y sometido a esclavitud; es poco probable que consiga mantener su
cultura y su civilización. Por todo ello, consideramos que El Éxodo
no habla propiamente de un retorno desde Egipto de los israelitas,
sino que significa más bien la liberación e independencia del
Faraón en los territorios del Sinaí.
Tierras donde se establecen los judíos hacia el siglo XIX a.C. y
donde fueron subyugados fuertemente por Egipto, desde el 1580 a.C.;
hasta conseguir a mediados del siglo XIV a.C. comenzar a
“independizarse”, para crear paulatinamente su Estado (que será
el reino de Juda-Israel).
.
Pese
a todo existe el problema de la llamada Casa de José, que conforme
dicen las fuentes, son tribus que aparecen en el Sur del Jordán
entorno al siglo XIII a.C.; aseverando ser los descendientes de los
cautivos en Egipto. De hecho, no fue tanta la unión entre aquellos
llamados “Casa de José” -que llegan por entonces a Canaán- y
los israelitas comunes. Por todo ello, ya dijimos que habríamos de
pensar que -posiblemente-
esas tribus llamadas de Efraím y de Manasés (descendientes de
José), más que hebreos propiamente dichos, pudieran ser egipcios
adoradores y seguidores de Akhenatón. Quienes tras las sucesivas
escisiones que sufre el Nilo, finalmente serían expulsados por un
Faraón cercano en época a Ramsés II
(o por este mismo, como la Historia recuerda). Algo
de ello se entiende en el hecho de que Efraím
(cuyo significado es “país fructífero”) se
considera un hijo de José, pero no se tiene como totalmente hebreo.
Tal como el Génesis (48, 1 y ss) expresa,
pues tanto él como su hermano gemelo -Manases-, son hijos adoptivos
de Jacob (Israel). De
tal manera se narra que
ambos nacen de José y de su mujer egipcia, por lo que ocuparon los
territorios más ricos y mejores del Jordán. Todo lo que puede
llevar a pensar que Efraim y Manases fueran a personificación de dos
grupos religiosos egipcios, llegados hasta esa zona, tras huir del
Nilo a causa de las persecuciones contra el cisma de Akhenatón.
.
Asimismo,
parece que hay alguna evidencia histórica acerca de la aparición
real de esas dos tribus (Efraim y Manases) en el Jordán, hacia el
siglo XIII a.C.;
siendo considerados gentes mezcladas con egipcios y huidos del Nilo.
Sin
dejar duda de que estos dos linajes fueron muy distintos a los
restantes de Israel; al ser quienes siguieron de un modo estricto
-incluso radical-, una religión monoteista fijada en el culto tan
solo a Yahvé. Pues muy distintas fueron las restantes tribus judías,
más “elhoistas”, ya que tuvieron un carácter más canaaneo y
menos puritano. Estos diez linajes más antigups formaron los que se
llamó Israel, mientras los de Efraim y Manasés constituyeron Judá.
Entre ambos reinos hubo una gran diferencia no solo de culto, sino
también de formas sociales; tanto que Israel tenía una monarquía
electa, mientras Judá constituyó una hereditaria. Por lo demás, la
alianza con Dios entre los Israelitas se concebía como una unión
entre el pueblo y su divinidad; mientras que para los del Sur era el
rey quien pactaba con el Altísimo. Todo ello hace pensar en que las
referidas tribus de Efraim y Manases estuvieron muy influenciadas por
la religión egipcia (muy probablemente por la de Akhenatón).
.
Continuando
con la escisión de Egipto, lograda paulatinamente por los habitantes
de Canaán desde el siglo XIII a.C. -narrada en El Éxodo-. Para
ella debió
de ser crucial la colaboración y ayuda de los marineros que
habitaban las costas canaaneas
(navegantes muy influyentes en el Nilo).
Tanto que hemos considerado a Moisés como la personificación de
estos pueblos “protofenicios”; simbolizando a estas ciudades del
litoral de Oriente Medio (Ugarit, Biblos etc.).
Puertos y enclaves económicos que debieron ayudar mucho a Israel
para conseguir su definitiva independencia, del poderoso Imperio
nilota.
Una escisión que debía ser más que difícil, pues existía una
pequeña frontera por tierra (en la zona de Suez) por donde el
ejército del Faraón podía pasar;
llevando a cabo ataques y razzias -que primero caerían sobre los
asentados junto Mar Rojo-. Además de dicho puente,
los cientos de kilómetros de litoral frente a Egipto en el Mar Rojo,
debían hacer muy vulnerable el territorio de los israelitas y
difícilmente “aislable” del poder del Faraón.
JUNTO
Y BAJO ESTE PÁRRAFO:
Dos
imágenes de Jonás, devorado y vomitado por “el pez”. Al
lado y abajo:
Fotos
del sepulcro
llamado de Jonás (donde se representa, al Profeta vomitado y
despertando en tierra). Sarcófago del siglo IV d.C., hallado en la
villa de Carranque y expuesto en el Museo de Los Concilios, de Toledo
-al
que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen-. Sobre
a Jonás, su
pasaje (31)
dijimos
que vemos uno de estos rituales típicos de los marineros canaaneos,
donde se ofrecía a un “tifónio” para apaciguar la tormenta.
Pese a ello, la
historia narra cómo aquel infeliz salvó su vida al ser tragado por
un enorme pez, que tres días después lo vomitó en tierra.
Tal como ya expuse -a mi juicio-
la interpretación que debemos dar a este episodio es la llamada
“espera del tifonio”. Un tiempo normalmente de tres días, en el
que la víctima era preparada y durante el que se suprimía el
sacrificio, si cesaba el mal
-la tempestad, en este caso-. De aquí el suceso que narra como el
monstruo marinó traga a Jonás y lo vomita; todo lo que relataría
que habría sido indultado
antes de arrojarlo al océano, al apaciguarse la tormenta (después
de tres días en espera).
En
razón a lo expuesto antes de las imágenes, analizamos el pasaje que
narra como Moisés abre las aguas del mar
(32)
opinando
que este hecho puede
simbolizar la creación y colocación permanente de una armada
fenicia en esta zona; capaz de separar definitivamente el territoro
de Canaán y el de Egipto.
En referencia a ello, se
sabe que desde el siglo XIV a.C., las ciudades de las costas de
Oriente Medio (Biblos, Ugarit, Sidón y etc) van situando una flota
en todo el Mar Rojo. Un golfo que
debiera haberse llamado Mar de Egipto (o de Israel), pero que
se denominó “rojo”, porque quienes lo gobernaron fueron los
fenicios (los rojizos o púnicos). Hombres de púrpura, tan diestros
en las aguas que llegaban en barco hasta Ofir
(Reyes 1, 10-23);
situada en el puerto de Akaaba, en la actual Península Arábiga.
Desde allí, pasaban también a la India, usando naves de Tarshis,
mención que
muchos desean en identificar con la ruta hacia Tartessos. Aunque en
este caso la expresión bíblica “Naves de Tarshis” se
usaría como indicación de unos barcos de enorme tamaño; mostrando
que el cabotaje y la tipología de aquellos navíos utilizados para
llegar a La India, era similar a los que se usaban para ir hasta
Tartessos (en Iberia). Donde
llegaban fenicios y judíos también en barcos de enorme tamaño,
pero en este caso partiendo desde los puertos mediterráneos de
Israel -como el de Hoppe (junto a Haifa) donde Jonás tomó el pasaje
para ir a Tarshis-
(33) .
.
Todo
ello demuestra cómo los fenicios eran los dueños de ese mar llamado
igual que ellos (púnicos o púrpuras) y en modo en que
desde los puertos judíos del Mar Rojo, accedían hasta el golfo
arábigo o a la India. Todo lo que obligaría a ejercer una continua
vigilancia de sus barcos y de esa travesía; para
evitar los robos y piratería en esta franja que dividía el Sinaí
de Egipto.
Cuanto hace evidente las alianzas entre judíos y fenicios, pero
también entre egipcios, púnicos e israelitas; con el fin de
mantener abierta tan interesante vía mercantil. Pues hasta ese
momento en
que los fenicios consiguen acceder hasta Asia por el Mar Rojo; el
comercio entre La India y el Mundo Mediterráneo, se había realizado
tan solo en caravanas. Atravesando
los desiertos arábigos a caballo (ya que el camello no llega a la
zona hasta el siglo VII a.C.); una situación que perduró durante
milenios, en los que aquellos beduinos asentados entre el Sinaí y
Mesopotamia ejercían de mercaderes, con muy escasas las
posibilidades de mantener un verdadero intercambio. Aunque desde
e siglo XIII y XII a.C., las ciudades púnicas de Tiro y Sidón,
logran junto a los judíos acceder hasta las costas de la India por
esa vía (embarcando en los puertos del Sur del Sinaí); consiguiendo
importar hasta Israel, Egipto y el Mediterráneo mercancías
orientales.
.
La
apertura de las rutas del Mar Rojo y el mantenimiento allí de las
flotas canaáneas es lo que consideramos que significa el episodio de
la apertura y cierre del Mar Rojo por Moisés. Pues
tal y como hemos analizado, si este héroe legendario es la
personificación de los hebreos y cannaneos marineros; “su
división de las aguas” simbolizaría el hecho de que los fenicios
aliados con los judíos, establecieran en ese Mar Rojo su flota.
Dominando dicho espacio marítimo los barcos de gentes canaaneas
(fundamentalmente
de Fenicia, pero también de Israel). Consecuentemente
a ello, se sabe que los judíos formaron dos flotas defensivas; una
en el Mar Rojo nacida sobre en época de Josafat; otra decenios más
tarde, en su franja costera del Mediterráneo. Recibiendo para ello
la ayuda de Biblos y de los fenicios; por cuanto si hubiéramos de
decidirnos a qué ciudad o cultura personificó realmente Moisés;
habríamos de mencionar que fue la Giblita. De
hecho, el salvador de los Judíos (nacido de las Aguas, o venido por
el mar), no es propiamente semita ni israelita; pues tiene visos de
representar a un pueblo de gran influencia egipcia (como lo fue
Biblos). Ello nos atrevemos a decirlo, por hechos tales como un
Moisés circuncidado de adulto, tal y como los egipcios realizaban
por voluntad propia. Por
lo que concluimos, que Moisés pudo ser la personificación de aquel
(pueblo) de Biblos, llegado por mar; que vivió y nació entre los
Faraones, habiendo sido adoptado como un país egipcio. Aunque como
sabemos, Biblos es atacado y se subleva hacia el 1500 a.C.; momento
en que decidiría ayudar a sus hermanos canaaneos (logrando que se
liberasen de Egipto
tras reconocer que ambos pertenecían a “igual raza” y orígenes).
JUNTO
A ESTE PÁRRAFO:
Jonás,
devorado y vomitado por “el pez”; panel
con azulejos del siglo XVII, del Convento de los Carmelitas en Toledo
(al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen, tomada en la
exposición ATEMPORA, Talavera). El
caso del profeta que hablamos, se relaciona plenamente con Tartessos,
ya
que partió desde el puerto de Hoppe (junto a la actual Haifa), en
una enorme “Nave de Tarshish”; huyendo en dirección contraria a
Nínive (donde Yahveh le enviaba). Ello obliga a pensar que Jonás se
dirigió donde narra su historia, no dónde Flavio Josefo supuso;
creyendo el historiador judeo-romano que Tarshish era Tarso de
Cilicia. Una ciudad al Sur de la actual Turquía, que se encuentra en
dirección a Nínive y dista apenas tres días de Haifa (navegando) a
la que no se necesitaba ir en grandes naves. Como repetidamente
apuntamos, esta identificación de Flavio Josefo carece de todo
argumento, pues desde Haifa a Tarso se puede llegar por tierra en
pocos días. Todo lo que demuestra que no era el destino de Jonás,
que viajó hacia zonas muy alejadas, en singladura de altura;
viniendo a Tarshis (Tartessos). Este profeta, puede ser también una
personificación, como figura bíblica que representaría a un
templo, o una secta. Quizás
se trató del representante de un templo enviado por JeroBoam II,
para evangelizar a tierras lejanas; quienes habiendo sido mandados a
predicar en la peligrosa Nínive, tomaron sentido opuesto,
dirigiéndose hacia el Estrecho y al Atlántico (a
Tarshish, o Tartessos). Un lugar, cuyas
aguas estaban llenas de cetáceos y de enormes peces;
especies que apenas se verían en el Mediterráneo, pero que en el
siglo VII a.C. poblarían por doquier el Océano. De tal modo, la
narración de Jonás no solo muestra que los judíos conocían o
llegaban a la Tarshish bíblica (la Tartessos griega); sino que
también sabían que este punto del extremo occidente estaba entonces
habitado por ballenas y multitud de cetáceos (como así sucedía).
.
9)
– SOBRE MOISÉS Y EL ORIGEN DE LOS JUDÍOS, NARRADO POR FLAVIO
JOSEFO:
.
9-A)
. “CONTRA APIÓN Sobre la antigüedad del pueblo Judío”:
Mención
especial haremos al nacimiento del pueblo de Israel y de Moisés, que
Flavio Josefo indica en su obra “CONTRA APIÓN Sobre la antigüedad
del pueblo Judío”, exponiendo en su Libro I, diferentes historias
recogidas por fuentes egipcias y helenas (34)
.
De tal manera, este autor comienza
explicando el origen de israelitas que describe la antes mencionada
“Historia de Egipto” de Maneto ó Manetón. Quien
-ya vimos- era un sacerdote egipcio de comienzos del siglo III a.C.,
cuya obra se perdió; pero que Flavio Josefo consiguió leer y
comentar. Así el
historiador judío nos transmite datos de esta
“Historia de Egipto” perdida, denostando sus conclusiones.
Comenzará comentando los párrafos referidos al faraón Tutimeo, que
se correspondería con el primer rey Hicso; explicando como “unos
hombres de linaje desconocido venidos del Oriente, que invadieron
Egipto dominando por la fuerza sin apenas combate”
(LXXV).
Dicho Faraón comenta
Busto Saiz, que es el último de la XIV dinastía, bajo cuyo reinado
se originó la dominación de los Hicsos
-que permanecieron aproximadamente desde el 1720 al 1550 a.C.-.
Unos recién llegados al Nilo,
que “sometieron
a sus dirigentes, incendiaron salvajemente las ciudades, destruyeron
los templos de los dioses, trataron muy cruelmente a los naturales
del país, matando a unos y otros, reduciendo a la esclavitud a los
hijos y mujeres de otros” (LXXVI). “Finalmente,
llegaron a hacer rey a uno de ellos, cuyo nombre era Salitis”
(LXXVII), exponiendo como establecen
una capital en Avaris, junto al rio Bubasties (LXXVIII).
“Se
llamaba al conjunto de esta nación Hicsos, lo
que quiere decir reyes pastores, pues hic en lengua sagrada quiere
decir rey y sos, pastor” (LXXXII).
.
Sobre
esos Hicsos, añade Flavio Josefo
(comentando a Manetón) que
“Algunos
dicen que eran árabes”; aunque “en otros lugares se dice que el
vocablo hic no significa reyes, sino que quiere decir, por el
contrario, pastores cautivos,
pues en lengua egipcia hic y hac (...) significa cautivos”
(LXXXIII). “Maneto dice que estos reyes (...) dominaron Egipto
quinientos once años”.(LXXXIV).
Hemos de realizar un inciso en este momento, pues la interpretación
de Flavio Josefo de la palabra Hicsos, como “reyes pastores”;
nunca se ha podido probar. Es
más, en mi opinión él
conforma esta traducción, para intentar identificar a los Hicsos con
los hebreos, tal como más tarde hará,
cuando dice que estos reyes se dedicaban al pastoreo -como los
judíos- y que tras ser expulsados de Egipto, regresan a Jerusalén
(donde fundan su nuevo reino y sus palacios). Todo
lo que solo en parte concuerda con la verdad histórica; pues los
Hicsos parece que fueron las gentes que huyen del terremoto
Tera-Santorino, producido en el 1680 a.C.. Seísmo
y volcán que destruye todo el litoral de Creta y el Egeo, dañado
las costas de Anatolia y dejando sin verano durante años a esta zona
del Mediterráneo (bajo una nube de polvo). Tras
esa hecaombe, los egipcios parece que bajan al Sur -atemorizados al
ver lo que en el Mediterráneo sucede,
observando maremotos y restos de la devastación del volcán en el
delta-. Siendo
así como estas gentes procedentes del imperio minóico destruido -o
de la Anatolia arrasada-, se dirigen hacia el Sinaí y avanzan hasta
lograr conquistar el Norte de Egipto
(estableciendo su dinastía con capital en Avaris). Más
tarde, cuando los Hicsos fueron expulsados del Nilo
-por los verdaderos egipcios, que regresan al delta- se
establecen en Canáan, fundando allí un reino y elevando palacios en
Jerusalén.
Todo lo que le lleva a pensar a Flavio Josefo que eran hebreos y que
por ello se ha de traducir la voz Hicsa como “reyes pastores”,
tal como fueron los monarcas judíos.
.
Señala
asimismo Flavio Josefo que “posteriormente
tuvo lugar la rebelión de los reyes de Tebas y del resto de Egipto
contra los pastores y estalló entre ellos una importante y larga
guerra (LXXXV). Bajo
Tutmosis III (al que Maneto llama Misfragmutosis) fueron vencidos los
pastores (hicsos), expulsados de todo Egipto y confinados en el lugar
llamado Avaris
(LXXXVI), donde se rodearon de una alta muralla (LXXXVII). El
hijo de aquel faraón Tutmosis, intentó dominarlos por la fuerza
atacando con cuatrocientos ochenta mil hombres Avaris, no
consiguiendo rendirles, habiendo de conformarse “con establecer un
pacto para que abandonaran todos Egipto, marchándose donde quisieran
si sufrir daño alguno”
(LXXXVIII). “Según
se reconoce, recorrieron el desierto desde Egipto hasta Siria con sus
familias y posesiones no menos de doscientos cuarenta mil hombres”
(LXXXIX). “Edificaron
en el territorio llamado ahora Judea una ciudad que pudiera albergar
a tantos hombres a la que llamaron Jerusalén” (XC).
Tras
ello, Flavio Josefo da una relación exhaustiva de los Faraones que
fueron gobernando después,
de sus nombres y del numero de años de su reinado (XC al CII).
.
En
una segunda parte, el mismo historiador judío habla de que “Maneto
(Manetón) después de haber dicho que nuestros antepasados vinieron
de Egipto en número de muchos miles y dominaron sobre sus
habitantes, luego reconoce el mismo que al ser expulsados cierto
tiempo después conquistaron Judea, fundaron Jerusalén y edificaron
el templo”
(CCXXVII). Comentando
como Maneto
crea una segunda versión sobre una oleada posterior de gentes que
llegan desde el Nilo a Judea, diciendo que procedían de leprosos y
enfermos esclavizados por los egipcios, que consiguieron huir
(versión que molesta a Flavio Josefo). Tal segunda marcha, que se
correspondería con el “Éxodo”, la sitúa el historiador egipcio
en época de Amenofis IV (Akhenatón,
que como ya sabemos reino aprox. Del 1378 al 1358 a.C.). Según
Manetón, esta huida tuvo lugar quinientos dieciocho años después
de la entrada de los Hicsos, sumando los reinados de los faraones que
hubo entre el primero Hicso y ese episodio. Pero erróneamente
computa dos veces los 59 años del gobiero de Seti I, debiendo ser
realmente 459 los años de diferencia, los que hubo entre la entrada
de los Hicsos y el mencionado Éxodo. Todo lo que nos llevaría hasta
el reinado de Akhenatón, puesto que del 1720 al 1361 a.C. hay estos
460 años que en verdad se deben sumar en la cronología que presenta
Maneto.
Con ello, según los historiadores egipcios, tal éxodo de cautivos
desde Egipto hacia Judea, tuvo lugar en estos años cercanos al 1360
a.C..
.
Así
narra Flavio Josefo que según Manetón
recogió -en su Historia perdida, ver cita (35)
-,
como
el Faraón Amenofis IV hizo una gran reforma y decidió “reunir
a todos los enfermos de Egipto, cuyo número era de ochenta mil, y
les envió a las canteras del Este del Nilo (CCXXXV)
-canteras que según observa el traductor Busto Saiz son las del
Tura, de donde obtuvieron las piedras de las pirámides, citadas por
Heródoto en II,8 y 124 - . “Entre
estos deportados a aquellas estaban incluso nobles faraónicos,
sabios y sacerdotes, afectados por lepra”
( CCXXXVI). Pero a los que sufrían en las canteras cuando pasó un
tiempo, les
cedió el rey
(...) la
antigua ciudad de los pastores Avaris, que entonces estaba
deshabitada”
(CCXXXVII). Allí
tomaron como jefe a un sacerdote de Heliópolis llamado Osarsef,
jurando todos obedecerle
( CCXXXVIII). “Este
prescribió como primera ley no adorar a los dioses,
no abstenerse de la carne de ninguno de los animales que las normas
religiosas consideraban sagrados en Egipto, no tener reparo en
sacrificarlos y consumirlos, además de no unirse con ningún hombre,
excepto los ligados por el mismo juramento” (CCXXXIX y XL). Tras
ello reparó
las murallas de Avaris y comenzó la lucha contra el el rey Amenofis
IV. Enviando una embajada hasta Jerusalén invitando a los habitantes
de esa ciudad (que denomina “pastores expulsados por Tutmosis”) a
unirse en una expedición contra Egipto
(CCXLI). Así “les prometió conducirles hacia Avaris, la patria de
sus antepasados, proporcionándoles sin tasa lo necesario para
combatir” (CCXLII). Salieron
doscientos mil hombres que llegaron a Avaris (CCXLIII).
Amenofis IV se exilia a Etiopía ante esta avalancha, evitando la
confrontación con su ejército, y ello lo aprovechan los de Avaris
atacando Egipto
(CCXLVII).
SOBRE
ESTAS LÍNEAS: Altar
del incienso grabado de "An
Illustrated History of the Holy Bible", publicado por Henry Bill
(1871) en la W. Struse Collection. En
el grabado se representa el altar del incienso, tal como lo manda
contruir Yahvé y sobre el que oficia el Sumo Sacerdote de Salomón,
al que vemos con el Efod y el pectoral de Aarón (adorno
en el pecho que relaciono plenamente con los colgantes de El
Carambolo). Como podremos leer en La Biblia; el
del incienso se trata igualmente de un altar con cuernos,
fabricado con madera de acacia y recubierto de metales preciosos (de
un Codo por un Codo de ancho y de dos Codos de alto -recordemos que 1
Codo sagrado de Israel, se corresponde con el Codo Real egipcio, en
tiempos de Akhenatón = 525 centímetros aproximadamente-). Sobre
este ara manda Yahvé quemar incienso
al atardecer y al anochecer, no pudiendo libarse otra ofrenda; pero
ordenando
que los cuernos sí fueran purificados anualmente con una limpieza
hecha con sangre (de
carnero y buey). Lo que recoge el Éxodo con las palabras: "Y
sobre sus cuernos hará Aarón expiación una vez en el año con la
sangre del sacrificio por el pecado para expiación; una vez en el
año hará expiación sobre él por vuestras generaciones; será muy
santo a Jehová". Explicando
con mayor exactitud el Levítico: "Entonces
saldrá al altar que está delante del Señor y hará expiación por
él, y tomará de la sangre del novillo y de la sangre del macho
cabrío y la pondrá en los cuernos del altar por todos los lados. Y
con su dedo rociará sobre él de la sangre siete veces, y lo
limpiará, y lo santificará de las impurezas de los Israelitas"
.
.
ABAJO:
Sacerdote
oficiando frente a un Altar
del Holocausto, tal como lo imaginaban en el siglo XIX los grabadores
de History of the Holy Bible,
publicada por Henry Bill en 1871. El dibujo se hizo con más de un
siglo de antelación al hallazgo de esas mesas
ciclópeas en piedra, sobre las que ofrecían los judíos a Yahveh
grandes oficios. Altares como el de Beersebá, encontrado
hace apenas unos decenios por el profesor Yohanán Aharoni y que
hemos incluido
en nuestra primera imagen.
Quienes recreaban hasta hace no mucho estos grandes altares usados
por los hebreos para ofrecer holocaustos (bovinos y ovinos); pensaron
que era simplemente una copia del de incienso, suponiéndolo igual,
más grande y también cubierto con "chapas" de bronce -con
formas de cuernos en sus esquinas, tal como vimos Yahveh ordena hacer
para el quemaperfumes, el Antiguo Testamento (especialmente en el
Éxodo y Levítico)-.
.
Aunque
sería imposible imaginar el oficio sobre una "mesa" de las
caracterisiticas que vemos en el grabado; pues habríamos pensar las
consecuencias de mantener
un fuego con estas dimensiones, dentro de un receptáculo metálico
-lo
que imposibilitaría al
oficiante siquiera acercarse al altar-.
Por ello, quizás, el
Antiguo Testamento indica que el Altar del Holocausto ha hacerse
sobre tierra o con arcilla, y en todo caso con piedras naturales.
Ordenando Yahvé un "Altar
de tierra harás (...)
y sacrificaras sobre el tus holocaustos y tus ofrendas de paz, tus
ovejas y tus vacas" (...)
Y si me haces altar de piedras, no las labres de canteria, porque
si alzas herramienta sobre ese, lo profanarás".
Siendo
importante observar la indicación de que nunca se labre la piedra,
algo que puede relacionarse no solo con la necesidad de sencillez y
humildad en el altar. Sino, además con las altas tempetratura que
estas mesas deberían soportar; sufriendo roturas y necesitando
cambios en sus sillares -habida
cuenta como se quebrarían por los cambios de calor y frío a los
que les sometían con el fuego central y a las libaciones-.
.
Pese
a ello, el ara de Beersebá (cuya
imagen repetimos más abajo), contiene
una cobra muy mal labrada en uno de sus sillares
laterales. Algo
que personalmente considero un "añadido" tallado allí por
el posible enemigo que la destruyó. Lo
que me atrevo a expresar, sabiendo que este
ara apareció rota y con una de sus astas arrancadas. Todo lo que
supondría haber sido desacralizada y profanada (por
invasores); un hecho que pudo producirse en época de Nabucodonosor
-hacia el 586 a.C., cuando este monarca asirio arrasa Israel y
esclaviza su población-. Por lo demás y para terminar de exponer el
por qué nos extendemos tanto acerca de estas mesas de cuernos
hebráicas. Diremos que, personalmente,
observo enormes paralelismos con los altares de Tartessos (El
Carambolo, Coria del Rio, Málaga o Cancho Roano) y
el modo en que Yahvé ordena realizar el holocausto: Sobre una "mesa"
de arcilla o de tierra; o en su caso, revestida con unas simples
piedras
(ÉXODO 20, 23-26).
Sigue
comentando Flavio Josefo sobre su líder y el conflicto de los
sublevados, “recogiendo” lo dicho por Manetón:
“Se
dice que el sacerdote que les impuso esta constitución y estas leyes
era del linaje de Heliópolis, y que se llamaba Orsasef, por el
nombre del dios de Osiris, adorado en Heliópolis; que al unirse a
este pueblo cambió su nombre por el de Moisés”
(CCL). Amenofis
IV decide al final entrar en guerra y “atacaron a ambos, a los
pastores y a los impuros, los vencieron y, después de matar un gran
número, persiguieron al resto hasta la frontrera de Siria
(CCLI). Y
sobre Moisés termina diciendo que su “verdadero nombre significa
el salvado de las aguas, pues los egipcios llaman al agua mon”
(CCLXXVI).
Siendo muy importante ver en todo este relato que recoge
Flavio Josefo de
una
Historia del Egipto Antiguo escrita a principios del siglo III a.C.;
donde en el recuerdo de esta nación faraónica, los hebreos y Judá
fueron originados por dos migraciones
fundamentales: La
primera con la huida de los Hicsos, a la caída de su reino en
Egipto; hechos contemporáneos al desastre del Tera Santorino (sobre
el 1580 a.C.). La segunda hacia el 1360 a.C., tras la guerra y la
huida de cautivos refugiados en Avaris,
que fueron ayudados por los antiguos Hicsos desde la Jerusalén
fundada por ellos. Por
su parte Moisés era (según Maneto) un sacerdote de Heliópolis
rebelde a Amenofis IV, y en toda su historia se lee claramente que la
situación a que llegan de confrontación se debe a las injusticias y
reforma religiosa del Faraón que se autodenomina Akhenatón.
.
Algo
muy similar recoge Flavio Josefo narrado por Ceremón
(filósofo y escritor preceptor de Nerón en Roma y director del
museo en Alejandría) ocurrido
en los tiempos del mismo rey egipcio. Escribiendo el historiador
hebreo que “Isis
se apareció a Amenofis en sus sueños para reprocharle la
destrucción de su templo (...) diciéndole que si purificaba Egipto
de hombres afectados de manchas, su terror desaparecería”
(CCLXXIX).
“El
rey reunió doscientos cincuenta mil de estos hombres nocivos y los
expulsó. Sus jefes eran Moisés y José, ambos intérpretes también
de los misterios sagrados. Sus nombre egipcios era el de Tisitien
para Moisés y Petesef para José” (CCXC).
“Estos
llegaron a Pelusio y encontraron allí trescientos ochenta mil
hombres, dejados por Amenoras y a los que no quería conducir a
Egipto. Estableciendo con ellos un tratado de amistad, marcharon
contra Egipto”(CCIXC).
“Amenofis
no hizo frente y huyó a Etiopía, dejando a su mujer encinta (...)
-su
hijo- llamado Ramses, cuando se convirtió en adulto persiguió a los
judíos que eran alrededor de doscientos mil, hasta Siria”(CCVIIIC).
.
Esta
segunda versión sobre el Éxodo recogida y conservada por un
escritor que fue director de la Biblioteca de Alejandría
(del que ha de suponerse, tuvo acceso a libros originales sobre la
Historia de Egipto); narra
un origen de los judíos y su Éxodo muy similar al anterior:
Ocurrida en época de Amenofis IV y expulsados por este faraón. Lo
que concuerda plenamente con los hechos acontecidos bajo el reinado
de Akhenatón, cargado de conflictos civiles, cautiverios y
expulsiones de Egipto. Años en los que el Imperio del Nilo, se
convulsionaba bajo la reforma religiosa de ese Amenofis
IV; que destruía los antiguos templos,
borrando las inscripciones de los anteriores dioses, obligando
a todos a seguir la nueva religión creada bajo su mandato. Por lo
que la hipótesis de que los judíos huidos fueran aquellos egipcios
que se negaron a aceptar los nuevos ritos y continuaban adorando los
antiguos cultos, es más que probable.
A ellos habrían de sumarse otros ciudadanos, que por tener relación
con los Hicsos, hubieran sido también subyugados. Habiendo creando
Amenofis IV unos lugares donde concentrar o expulsar de su reino a
dichos rebeldes, relacionados con Avaris, atacándolos finalmente, en
su huida hasta la frontera con Siria.
.
Esta
sería las versión sobre los hebreos y Moisés que conservaba la
historia de Egipto, en libros que desaparecieron en Alejandría. Cuyo
relato sobre el origen de los judíos, Flavio Josefo pudo conservar,
y que muy poco difiere con lo que la arqueología nos narra.
Pudiéndose fechar de tal manera la primera huida de los hebreos,
junto a los Hicsos expulsados; sobre el 1580 a.C.; de quien dice este
autor que fundaron tras su marcha de Egipto la ciudad de Jerusalén.
Tanto como El Éxodo de Moisés se fecharía hacia el 1360 a.C.,
habiendo sido este libertador un sacerdote rebelde a Amenofis IV.
Pudiéndose pensar en su hermano menor, Tut- Moses, nacido de
Amenofis III y de otra madre diferente a la de Akhenatón (una
princesa llamada Giluhepa). Existiendo teorías que narran como este
Tut-Moses habría sido nombrado sacerdote supremo por el faraón y se
sublevó. Llegando a quienes afirman como Aarón y Moisés, fueron
esos dos hermanos (Akhenatón y Tut-Moses); todo lo que parece más
pertenecer al terreno de las hipótesis románticas, que a una
posible realidad -ya
que en Egipto se escribía y registraba todo cuanto un faraón
realizaba-.
AL
LADO Y ABAJO: Junto
estas lineas, de nuevo el relieve de la familia de Akhenaton;
presentando a sus hijas -propiedad del Museo de Berlín (al que
agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen)-. Observemos
los rayos del Sol dibujados como manos, pero a su vez guardando la
apariencia de una escala de grados; tanto, que hacia cada lado salen
nueve brazos solares, dejando el décimo en medio.
Ello significaría que las lineas en trigonometría guardarían diez
grados de distancia hasta el centro y veinte entre ambos cónyuges...
. Todo
representado con dos reyes “famélicos” y alargados, de un modo
que yo interpreto motivado por el consumo de la raíz de mandrágora
rallada sobre la cerveza. Una bebida que se puso de moda en tiempos
de Amenofis III y que en el de su hijo (Akhenatón) parece fue la más
común -entre nobles, ricos y artistas-. Todo ello debió hacer ver a
este Amenofis IV un “mundo nuevo”, en el que él era el único
representante de dios (realizando la gran reforma religiosa que lleva
a la guerra civil a Egipto).
.
ABAJO:
Otras
imágenes tomadas en verano hace algunos años; esta vez con mi
familia:
Junto a las tres estatuas de los rameshidas, mi mujer y tres de mis
sobrinos -en Karnak (Luxor)-.
9-B)
. Moisés en “ANTIGÜEDADES JUDÍAS” de Flavio Josefo -sus
paralelismos y divergencias con El Antiguo Testamento- :
.
9-B)
1º. Flavio Josefo:
Flavio
Josefo recogió gran parte de la Historia judía, resumiendo los
libros sagrados hebreos y sintetizando cuanto narraban; tratando de
un modo especial sobre su libertador y legislador (Moisés).
Trabajando durante años como historiador y escritor, después de
que Israel y su Segundo Templo fueran destruidos por Vespasiano.
Momento en que este autor, al verse rendido ante Roma, decide tomar
nueva ciudadanía y aceptar la caída de su civilización;
dedicándose desde entonces a recopilar y redactar la historia de su
pueblo en lenguas grecolatinas. Todo sucede tras su participación
en la guerra y al verse obligado a rendir el mando que le confiaron
los nobles de Judea; por pertenecer a una familia principal de
sacerdotes del Sanedrín y a la estirpe real hebrea. Siendo uno
de los principales que se enfrentaron a los ejércitos de Vespasiano
-como comandante-, curiosamente parece que inicialmente el autor
no era del todo contrario a la integración de su cultura con la
latina. Tal como se intuye al observar que dos años antes (en el 64
d.C.) Flavio Josefo visitó Roma; logrando grandes éxitos,
demostrando entre los principales del Lacio enormes cualidades
humanísticas -habida cuenta su enorme memoria y sus
conocimientos culturales, acompañados por el hecho de que hablaba
latín, griego y hebreo a la perfección-. Durante este viaje entabló
amistad en la capital del imperio con algunos de los nobles más
importantes -como Popea, mujer de Nerón-; logrando la
liberación de numerosos sacerdotes judíos deportados y encarcelados
en Italia.
.
Pero
al regresar a su tierra natal (en el año 65 a.C.), las rebeliones no
cesaban; por lo que finalmente enviaron hacia Jerusalén a Vespasiano
con Tito, para doblegar y arrasar esa provincia que llamaron Judea.
Ante la inminente invasión, Flavio Josefo logró que le nombrasen
uno de los más altos jefes (apenas sin conocimientos militares);
tanto que finalmente defendería las últimas plazas israelitas
asediadas -como fueron Mashada y la fortaleza de Jotapata-.
Entonces, dice la leyenda, que salvó la vida gracias a su astucia y
a grandes conocimientos de matemáticas. Pues cuentan que al verse
allí -rodeados por legiones- los pocos judíos que quedaban
defendiendo esos puestos, decidieron evitar caer presos; dándose
muerte unos a otros -cortando la yugular al que tenían a su lado y
dejando que el último se suicidase-. Para elegir quién comenzaba la
autoinmolación, Flavio Josefo usó una argucia; determinando un
sorteo por el cual él quedaba último. Así fue como los asediados
se mataron -unos a otros-; aunque finalmente ese último (que era él)
dio aviso a los romanos de que podían entrar en la fortaleza, al
haberse suicidado todos. Tras estos hechos, fue llevado a solas
ante Vespasiano, y con gran soltura se dirigió al general vencedor
augurándole que llegaría a emperador. La perfección del latín
que hablaba, el descaro que mostró y su modo de hablar vaticinando
al general que sería un día rey de Roma; hizo que Vespasiano no
solo le perdonase la vida, sino que le unió a su séquito (donde
actúa como intermediario e intérprete). Entre los romanos,
presenció Flavio Josefo la destrucción del Templo y de su ciudad
santa; regresando luego a Roma, donde participó en el desfile
triunfal. Finalmente le concedieron la ciudadanía romana y tierras
en Judea; donde pasó el resto de sus días escribiendo y estudiando.
Redactando desde entonces decenas de volúmenes en los que recogió
la Historia, costumbres, religión, y otros hechos de los hebreos.
.
Su
obra se publica en libros que superan las tres mil páginas. Entre
los más conocidos se hallan: “La
guerra de los judíos” (escrito
en arameo primero y que se contienen en siete tomos);
además
de “Antigüedades
de los judíos” (escrito
en griego en veinte volúmenes).
En el primero se narran diversos episodios bélicos de los
israelitas, terminando por las campañas de Vespasiano, al que dedica
grandes elogios. En
el segundo (Antigüedades
de los judíos)
resume los libros sagrados hebreos, siendo por lo tanto un texto
“paralelo” al Antiguo Testamento (como síntesis del Talmud y la
Torá).
Finalmente,
escribió otras obras como la citada antes “Contra
Apión”, también
conocida con el título “Sobre
la Antigüedad de los judíos”. Redactada
al final de su vida
(hacia el 93 d. C.);
donde Flavio Josefo discute con diversas fuentes la veracidad de lo
que escribe Apión acerca de los judíos y de su liberación;
haciéndo énfasis en el valor de la civilización y la cultura
judía.
.
9-B)
2º. Moisés en Antigüedades Judías y en El Antiguo Testamento:
.
Resumiremos
a continuación lo que Flavio Josefo expone sobre el libertador de
los hebreos, para compararlo con cuanto recogen las Sagradas
Escrituras; pudiendo así observar numerosas diferencias que
manifestarían la visión que de Moisés tenían los sacerdotes
judíos en el siglo I d.C.. Para su compilación y comprensión,
recogeremos los textos originales de Flavio Josefo en citas, así
como los resúmenes del Antiguo Testamento -comparándolos-;
utilizando la traducción del autor judío publicada en Buenos Aires
(1961) por J. Farré. De tal manera, Antigüedades Judías comienza
recopilando los LIBROS DE MOISES (tal como hace La Biblia) con las
siguientes palabras:
“Toda
nuestra organización deriva de la sabiduría de nuestro legislador
Moisés, es ineludible que comience por decir algo a su respecto (…)
Conviene saber que él consideraba imprescindible tomar en
consideración la naturaleza divina para todo aquel que quiera
conducirse bien en la vida y legislar para sus semejantes; y
observando los actos de Dios, imitar su modelo hasta donde pueda
caber la imitación en la naturaleza humana y empeñarse en seguirla.
Sin ello ningún legislador puede actuar con criterio justo ni
promoverá lo que escriba el desarrollo de las virtudes, lo que sólo
se logra enseñando que Dios es padre y señor de todas las cosas (…)
Cuando Moisés quiso instituir su doctrina a sus conciudadanos, no
comenzó a establecer sus leyes como lo hacían otros legisladores,
mediante contratos y otros convenios mutuos, sino haciéndoles elevar
su pensamiento hacia Dios y su creación del mundo, y persuadiéndolos
que los hombres somos la más perfecta de sus creaciones terrestres”
(36)
.
.
Vemos
ya el carácter divino del legislador y de sus leyes, tras lo que
pasará Flavio Josefo a explicarnos el inicio del Génesis (tal como
lo recoge el Libro de Moisés):
“La
creación del mundo. El paraíso. El pecado original. Expulsión de
Adán y Eva (….) Después del séptimo día Moisés comienza a
hablar en términos de interpretación filosófica y dice acerca de
la formación del hombre, que Dios tomó tierra del suelo, hizo al
hombre y le insufló espíritu y alma. A este hombre lo llamé Adán,
que en lengua hebrea significa roja, porque fué hecho de tierra roja
macerada. Porque ésta es auténtica tierra virgen (…) o durmió,
le sacó una costilla y con ella formó a la mujer. Adán la conoció
y supo que había sido sacada de él mismo. Ishá se dice a la mujer
en lengua hebrea” (37)
.
En
algunos estudios míos ya he comentado nuestra teoría acerca de la
identificación entre la “Luna” y la mujer
(cuyos ciclos vienen a ser iguales a los lunisolares o a las mareas,
e 28 días)
y entre esta y la costilla. Tanto que en jeroglífico egipcio “Luna”
y “costilla” se escriben del mismo modo -como una linea curvada,
de derecha a izquierda y semejante a un creciente-. Asimismo,
el hecho descrito de arrancar este hueso para obtener mujer, puede
tratarse del recuerdo de un ritual ancestral (neolítico); en el que
los hombres entregasen una de sus costillas menores, a cambio de
recibir esposa (como prueba de lealtad y de valor hacia ella).
.
Tras
ello, pasa en el LIBRO II, a narrar el nacimiento de Moisés;
contando Flavio Josefo cómo después de años de convivencia con los
hebreos, los egipcios se habían vuelto malos, vagos y voluptuosos.
Queriendo poseer más, esclavizaron a los judíosy tras una profecía
que proclamaba como el faraón iba a ser destronado por un niño
hebreo nacido en Egipto, ordenan ahogar en el Nilo a cuantos varones
nacieran de esta estirpe. Este conocido pasaje coincide con otro
prácticamente igual, que contiene el Antiguo Testamento
(38)
. Sigue
Flavio Josefo narrando que un judío esclavizado llamado Amrad y de
la más alta alcurnia, temió que su estirpe se erradicase de la
Tierra, por falta de varones. Así decide tener el hijo que esperaba
con su esposa Joquebed
y
salvarlo;
después de soñar
con Yahvé, que le asegura aquel niño “será
ocultado de los que vigilan para destruirlo; después de ser criado
de manera sorprendente, salvará a la nación hebrea de la desgracia
que la aflige en Egipto. Su memoria será famosa mientras dure el
mundo; no sólo entre los hebreos, sino también entre los
extranjeros. Todo lo cual será consecuencia del favor que te
dispensaré a ti y a tu posteridad. Tu hijo tendrá otro hermano que
obtendrá mi sacerdocio, el que pasará a su posteridad después de
él hasta el fin del mundo”
. Así fue como “Hicieron
una arquilla de fibras de papiro con la forma de una cuna, de un
tamaño suficiente para que pudiera caber un niño sin mucha
estrechez. La untaron con betún, que impediría la entrada del agua
por entre las junturas, pusieron en ella al niño y depositándolo en
el agua le abandonaron al cuidado de Dios. El río recibió al niño
y lo llevó a flote”.
-como
vemos, este episodio es casi paralelo con el mismo que recoge El
Antiguo Testamento en Libro II, cap. 2- (39)
.
AL
LADO Y ABAJO: Junto
estas lineas, dibujo coloreado procedente de los grabados del libro
de Cecile Torr: “Ancient
Ships ex exped...”.
Está
tomado de los bajorrelieves de Der Bahali (entorno al 1250 a.C.) y
sacado de un dibujo de Mariette, donde se recogen figuras ya
desaparecidas en este templo. Vemos
una expedición hasta el reino de Punt ordenada por la faraona
Hatsepsut, con una embarcación que se dirige por el Mar Rojo hacia
el Cuerno de África
(Somalia y Etiopía, donde obtenían parte del oro los egipcios).
Observemos que la nave es de quince remeros, lo que supone más de
veinte metros de eslora. Abajo,
miniatura
de una chalupa del siglo XIX (tal como la expone el Museo Naval, al
que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Según
manifiesta el texto en vitrina, las chalupas de este tipo no solían
superar los veinte metros de eslora y se usaron hasta 1910 para la
pesca de bonito en el cantábrico (teniendo remos y una estructura
astillera muy semejante a las traineras). Como
podemos ver, estas embarcaciones boniteras utilizadas hasta el siglo
XX a.C., eran de menor cabotaje y capacidad que las egipcias
representadas en los frescos de Deir Bahali.
Pese a ello, los marineros del Norte de España recorrían con ellas
el un mar como el Cantábrico; famoso por la peligrosidad de sus
aguas y de sus costas. Cuanto
observamos, por comparación, obliga a pensar que los egipcios en el
siglo XV a.C. (tanto como los fenicios en el XII a.C.) tenían
embarcaciones casi tan seguras y rápidas como las usadas por los
marineros en nuestras costas, hasta la aparición del vapor y de los
cascos metálicos.
El
siguiente episodio descrito por Flavio Josefo, narra el modo en que
la hija del faraón recoge al niño en la canastilla y lo adopta (aun
sabiendo que se trataba de un bebé expuesto para ahogarse, tal como
ordenaban hacer a los judíos). Tras ello, buscando pronto quien
pueda amamantarlo, los del faraón, encargan a su propia madre que
sea la nodriza del niño (sin saberlo). Después, fue llamado Moses,
que significaba nacido de las aguas; y llegando a ser famoso por su
inteligencia y su fuerza a los tres años, le llevan ante el trono de
Egipto. Allí, frente su padre adoptivo (el hijo del rey) realizó un
extraño gesto que hizo rodar la corona del Nilo por los suelos; y
siendo aquello presagio de que podría quebrantar el poder del faraón
hubo quienes aconsejaron matar al niño (con horror, los padres
adoptivos se negaron)
(40)
. En
El Antiguo Testamento, el episodio de la corona no se menciona,
narrando otra “versión” en la que Moisés de joven, sale en
ayuda de un hebreo y se enfrenta a un egipcio; al proteger a aquel
judío esclavo, mata sin darse cuenta al súbdito del faraón y debe
huir de tierras del Nilo (para purgar sus pecados). De modo distinto,
el capítulo X de Flavio Josefo narra el modo en que Moisés durante
su juventud gana la guerra a los etíopes que asolaban el Nilo;
primero
los venció por la fuerza, logrando liberar el reino del faraón de
sus acometidas.
Más tarde los siguió hasta sus ciudades originarias, donde
la reina de los etíopes se enamora del general, pidiéndole la paz a
cambio de contraer matrimonio.
Así es como se casa Moisés con Tarbis, la hija del rey de Etiopía
(41)
. Este
episodio tampoco se contiene en El Nuevo Testamento y nos deja ver
que en otras versiones Moisés, antes que libertador, fue un gran
general que luchó a favor del faraón. Muy probablemente un militar
que conocía las artes de navegación y tenía una gran escuadra,
pues Etiopía era el llamado “reino de Punt” -en el Cuerno de
África- al que se llegaba cruzando el Mar Rojo.
En navegaciones que precisaban unas tres semanas de ida -y otras
tantas de vuelta-; de
cuyas expediciones hay testimonios claros en época de Moisés, tal
como los bajorrelieves del templo de Hatseput describen. Reflejando
algunos bajorrelieves ya desaparecidos -que Mariette logró dibujar-
las partidas de numerosas naves, viajando hacia el reino de Punt
(Somalia y Etiopía); de donde regresaban los barcos cargados de oro,
plata, joyas y animales exóticos.
.
El
siguiente capítulo de Flavio Josefo coindide con episodios que narra
La Biblia, pues se trata de la huida de Moisés a Madián. Aunque el
autor judío narra que el libertador se ve obligado a marcharse del
Nilo, por la envidia que sus logros militares y sus triunfos
guerreros habían levantado entre los egipcios.
Así fue como “Llegó
a la ciudad de Madián, a orillas del mar Rojo, llamada así por uno
de los hijos de Abram y Cetura. Se sentó junto a un pozo a descansar
de la pesada jornada y de la aflicción que sufría” (…) Allí
ayudó a unas hermanas, que eran tratadas con desprecio por los
pastores, al no tener hijos su padre
(sin varón que las protegiera al tomar agua para sus rebaños).
Entonces,
el progenitor de aquellas “que
admiraba su virtud y le aseguró que había dado asistencia a
personas que no eran insensibles a los favores y que deseaban
devolverle su gentileza y sobrepasar la medida de su generosidad. Lo
hizo entonces su hijo, dándole una de sus hijas en matrimonio. Y lo
nombró guardián y superintendente de su ganado, que desde antiguo
constituía toda la riqueza de los bárbaros”,
casándose
Moisés en Madián
(42)
.
.
El
capítulo XII de Flavio Josefo narra lo acontecido posterioremente
con la zarza ardiendo; donde se le aparece Yahvé mientras el
libertador pastoreaba el ganado de su suegro, episodio que de un modo
casi igual contiene El Antiguo Testamento. Relatando
el modo en que Dios le indicó que debía regresar a Egipto para
liberar a su pueblo; misión para la que su señor siempre le
ayudaría. Y para que tomase Moisés confianza, le da muestra de su
poder, realizando
los siguientes milagros:
“Le
ordenó que como prenda de confianza arrojara su vara al suelo, la
cual, cuando así lo hizo, se arrastró y se transformó en una
serpiente, se enrolló, irguió la cabeza, pronta a defenderse de
quien la atacara, y luego se transformó nuevamente en una vara como
antes.
Luego
Dios ordenó a Moisés que se pusiera la mano derecha en el pecho.
Obedeció, y cuando la sacó estaba blanca, del color de la tiza;
pero luego recuperó su color habitual. A una orden de Dios, tomó un
poco de agua y la derramó en el suelo, y vió que su color era el de
la sangre. Ante el asombro que Moisés manifestó por los milagros.
Dios lo exhortó a que tuviera ánimo y estuviera seguro de que él
sería su gran apoyo. Le ordenó que usara esos signos para hacer que
los hombres creyeran”(43)
. A
mi modo de ver, estos ritos y señas conciernen al mundo de los guías
en el desierto; a prodigios que sabían resalizar quienes conocían
las estrellas y el modo de atravesar el desierto. Para lo que era
imprescindible la “vara”; una medida exacta con la que se
localizaba la situación de las sombras y de los astros (valiéndose
de ella como una alidada de cuerdas). A esta mira con cordeles
creemos que es a lo que se refiere el texto cuando muestra que la
vara de Moisés es una serpiente; ofidio que luego vuelve a
convertirse en leño. Demostrando
el poder de esas varas alidadas entre cuerdas, con las que se guiaban
los antiguos para no perderse.
Asimismo, los milagros concernientes al agua y a la piel, creemos que
refieren los secretos de conocer dónde había pozos en el desierto,
tanto como el modo de aguantar la sed y el calor entre las arenas.
.
El
siguiente episodio relata el encuentro con su verdadero hermano,
Aarón, y la visita ante su padre adoptivo -el faraón-; donde le
expone los designios de Yahvé; pidiendo que liberase a los judíos.
De
tal modo nos dice Flavio Josefo: “Como
el rey ridiculizara a Moisés, le hizo ver los signos que le fueron
dados en el Sinaí. El rey se enojó, lo trató de malvado y lo acusó
de haber huído de su esclavitud en Egipto para volver ahora a
sorprenderlo con trucos engañosos y milagros de artes mágicas.
Diciendo esto ordenó a los sacerdotes que le hicieran ver idénticos
milagros (…) Los sacerdotes arrojaron sus varas, que se
transformaron en serpientes. Pero Moisés no se amilanó (…) arrojó
al suelo su vara y le ordenó que se convirtiera en una serpiente. La
vara obedeció, recorrió la estancia y devoró las varas de los
egipcios, que parecían dragones, hasta que los consumió
enteramente. Luego recuperó su forma anterior y Moisés la tomó de
nuevo en su mano”. Finalmente,
el faraón enojado por lo que creía astucias y argucias, no solo se
niega a dar la libertad a los hebreos, sino que además los castiga a
trabajar de un modo más duro y sin descanso (todo lo que hace que
muchos de los judíos imprecasen contra Moisés)
(44)
. Algunas
variaciones hay entre este capítulo y los tres que contienen pasajes
parecidos en La Biblia; aunque hay un hecho casi idéntico en ambos,
como es el relato de las varas de los egipcios devoradas por la de
Moisés. Todo cuanto a mi juicio habla de que la medida y las
alidadas que manejaban los judíos, eran mejores que las que tenían
los egipcios. Al menos las de los sacerdotes o especialistas hebreos
(como Moisés), cuyas miras y fórmulas servirían mejor parar no
perderse en el desierto ni en los mares.
.
El
capítulo XIV de Flavio Josefo recoge Las Diez Plagas; descritas de
un modo casi igual que describe La Biblia (45)
.
La última de ellas es la muerte del primogénito; todo lo que ya
hemos explicado desde el punto de vista religioso, considerando que
en la Antigüedad era común la práctica de cultos que obligaban a
entregar al hijo mayor en sacrificio (al
igual que debía llevarse al templo toda criatura nacida primera,
entre los animales domésticos). Normalmente estos ritos de origen
ganadero y neolítico, obligaban a matar a las reses, caballerías y
aves nacidos de madre primeriza; debido a que -al parecer- es normal
que el ganado bovino y ovino abandone a su primera cría (al igual
que sucede con algunas yeguas y asnos). Siendo así y
pensando que el primogénito se criaba con carencias y defectos,
debido a la falta de pericia de los progenitores para mantenerlo;
pudo instituirse este terrible rito, en el cual el hijo primero
también era llevado al altar para ser inmolado. Aunque realmente el
sacrificio del primer infante (tan normal en religiones semitas) tuvo
su razón de ser, en atrapar a la poblaciones bajo el yugo del
terror. Ya que aquellos padres que entregaban al niño con ese fin,
evidentemente eran esclavos del templo desde ese momento; pues no
había excusa alguna para impedir hacer lo mismo con ellos
(ya que entregaban en su mayor inocencia al hijo; que inmolaban por
voluntad de los progenitores, apenas con unos años de edad). Por
todo cuanto decimos, aquella décima plaga de Moisés, a nuestro
juicio supone que en Egipto en ese moento continuaron las religiones
piramidales, en las que se llegaba a sacrificar al primogénito;
mientras en los ritos judíos se sustituía el niño por el carnero
(tal como mandaba la ley, desde Abraham).
AL
LADO Y ABAJO: Junto
estas lineas, el Ank (ó bien “Ankh”, ó “Anj”) ); signo de
la vida y merca de Isis, que se corresponde con una cruz ansada. Este
símbolo, que fue uno de los más importantes del Antiguo Egipto y a
mi juicio tuvo su origen en las alidadas de cuerdas o en las miras
para observar los astros.
Báculos astronómicos -alidadas- que deberían estar perfectamente
calculadas conforme a medidas geodésicas; pues de lo contrario, los
guías se perderían en el desierto. El
ajuste de estas “varas” a la medida sagrada y de aquella a un
patrón universal que les permitiera viajar pudiéndose orientar
observando la altura de astros y sombras. Obliga a pensar que cuanto
mayor fuera el conocimiento del tamaño del perímetro terrestre,
mejor sería ese patrón capaz de transportarles de un lugar a otro
sin pérdidas.
Ya que un simple error de pocos kilómetros en el desierto supondría
la muerte entre las arenas; no así en los mares, donde una confusión
de decenas de millas tan solo suele llevar hasta un punto de costa,
más o menos cercano al lugar al que deseamos arribar. Debido a ello,
hemos de suponer que en
las civilizaciones del desierto, donde es fácil observar las
sombras; tenían un empeño constante por mejorar su medida sagrada y
de ello pudo surgir la “lucha de varas”, entre la de Moisés y
las de los sacerdotes de Egipto.
.
.
Al
lado:
Una
ballestilla de varios palos, llamada comúnmente “Báculo de
Jacob” (jacobstab)
al haber sido Jacob Koebel quien en una publicación de 1598 explicó
su uso. Se trata de una simple cruceta, pasada en ocasiones por un
solo travesaño, aunque las más modernas contiene tres “martillos”.
El palo central (vara) está graduada y los que la cruzan simplemente
tienen miras en sus extremos para ir posicionando hacia ellas la
observación de luces y sombras de los astros. El ingenio puede
mejorarse incluyéndole cuerdas, para ajustar mejor las distancias y
marcar los ángulos totalmente rectos. Estas
ballestillas fueron los compases con los que normalmente leían el
cielo para guiarse (hasta la llegada de la brújula en el siglo XIII
d.C.). Otros astrolabios eran más sofisticados, aunque el
funcionamiento estaba basado en el mismo principio:
Tomar una distancia hacia un astro, ver la horizontal y determinar en
qué ángulo se hallaba la estrella en cuestión. Agradecemos al
Museo Naval de Madrid, nos permita divulgar nuestra foto de esta
ballestilla de su propiedad (expuesta en sus vitrinas, junto a la
explicación de su funcionamiento).
.
.
Abajo:
Grabado
de William Borough, editado en Londres en 1585; donde vemos a dos
capitanes de barcos de guerra orientándose a través de
ballestillas. Observemos
estas y la figura del “Ank” egipcio, imaginando que de ellas
colgaba una cuerda final de ajuste. De tal manera, pudo
ser mucha su similitud con el “ank” y el origen de este símbolo
de vida faraónico quizás estuvo en aquellas alidadas sacerdotales
(bastones sagrados) para orientarse. A ello creemos que refiere La
Biblia y Flavio Josefo cuando mencionan la vara de Moisés, tanto
como la de Aarón; a la vez que relatan una lucha de “varas”, que
a mi juicio hemos de interpretar como una disputa por ver qué medida
y qué alidada era la mejor.
En
los capítulos XV y XVI, Flavio Josefo narra cómo los hebreos salen
de Egipto. Describiendo que se dirigieron por Letópolis y tres
jornadas más tarde lograron llegar hasta un lugar denominado
Baalsefón (junto al Mar Rojo); punto que La Biblia identifica con
las cercanías de Pihahirot y Migdol
-marcado en imagen, junto a la ruta trazada sobre la zona-. En
mapas más abajo, vemos que Letópolis estaba ubicada en las
cercanías de Giza
(algo más al Norte)
y
que
su distancia hasta el Mar Rojo es de unos 150 kilómetros
-prácticaente
en linea recta, de Este a Oeste-. Así se explica que tal como
dice La Biblia, llegaran a las proximidades del Mar Rojo en tres
jornadas (lo que caminando, correspondería a unos cincuenta
kilómetros día).
Allí
es donde se produce el milagro de las aguas; donde Moisés logra
abrir el Mar Rojo y cruzar a su pueblo (por tierra firme); mientras
que aquellas olas se cierran de nuevo y caen sobre el ejército del
faraón. El pasaje,
no por famoso deja de ser interesante; pues plantea
a duda de que Moisés personificase a los marineros canaaneos, que
facilitaron la huida del pueblo hebreo; transportando en sus barcos a
los que escapaban, cruzándoles al otro lado del Mar Rojo. O si bien
se refiere a que ese libertador era capaz de guiar a su pueblo en
pleno desierto y por tierras desconocidas; atravesando el paso del
Sinaí
(a la altura de Ezam) y adentrándose entre las arenas, sin
poder ser seguido ya por los egipcios.
.
Sea
como fuere, es de gran importancia destacar el
camino que toman (desde Giza -Letópolis- hacia el Sinaí); que es la
llamada Ruta de El Haj. Via de caravanas
que -como decimos- arrancaba desde
las capitales del Delta del Nilo, caminando hacia el Este puro;
llegando
a las cercanías de Migdol, para luego adentrarse en el desierto de
Ezam, cruzar el de Parán
y terminar en el puerto del Mar Rojo, Esyón Geber
(situado en el estuario de la Península del Sinaí, a Sur de
Israel). Hemos
destacado en el mapa (abajo)
esta
ruta caravanera, pintada en morado; a la vez que se han apuntado las
otras hipótesis de huida marcadas por Flavio Josefo o La Biblia. Por
las que Moisés cruzaría el Mar Rojo, embarcándose en Pihahirot,
cerca de Migdol
-auque no hay que dejar de pensar que el paso más sencillo era
dirigirse por tierra hacia el desierto de Ezam-.
Sea como fuere, llama
poderosamente la atención el nombre que los textos dan al punto de
salida, o última ciudad, de territorio egipcio junto a la que
acampan los hebreos. Urbe que denominan Baal-zefón (o BaalSefón) y
que a mi juicio refiere al culto de los Baal semitas, que exigía el
sacrificio del primogénito.
Sobre este punto, El Antiguo Testamento escribe textualmente: “Di
a los hijos de Israel que den la vuelta y acampen delante de
Pi-hahirot, entre Migdol y el mar, delante de Baal-zefón; delante de
ese lugar acamparéis, junto al mar” (Ex.14;2).
A
la vez que Flavio Josefo nos dirá:
“Y los hebreos se fueron de Egipto, mientras los egipcios lloraban
y se arrepentían de haberlos tratado tan duramente. Se dirigieron
por Letópolis, un sitio desierto a la sazón (...). Marcharon
apresuradamente y al tercer día llegaron a un lugar llamado
Baalsefón, junto al mar Rojo” (Antig. Judías; MOISÉS II, XV,1)
(46)
.
.
Todo
cuanto hemos recogido deja claro que el punto final y de escape fue
aquel “Baal-sefón” o “Baal-zefón”; que bien podríamos
identificar con la voz Baal-zebú (el demonio o señor de las
bestias). O bien con un lugar donde los egipcios permitían celebrar
sacrificios del tipo que describe esa décima plaga: La inmolación
del primogénito. Tratándose quizás de una costumbre que los del
faraón consentían a los pueblos que vigilaban sus fronteras; gentes
de origen canaaneo, que tenía por costumbre esa entrega de infantes
a los dioses, para establecer sus pactos de sociedad y religión.
Por lo demás, habríamos de analizar el significado acerca de
este punto de embarque y el camino que toman los hebreos; junto
al de la “vara” de Moisés, que abre aquel paso. Debiendo volver
a recalcar que el famoso bastón representa no solo el báculo de
poder, sino a mi juicio también simbolizaría la “medida” del
guía y del sacerdote astrónomo. Clérigo formado en Egipto y
que -por tanto- conocía perfectamente el movimiento de la bóveda
celeste; todo lo que le permitía navegar por el desierto (o por los
mares). Siempre sirviéndose se aquellas miras -ballestas o varas- y
viajando preferentemente por las noches, para dormir durante el día
(en tiendas de color igual al de las arenas, para no ser vistos).
.
Este
conocimiento oculto, sería la garantía de permanencia y defensa del
Nilo; no pudiendo llegar hasta sus ciudades más que aquellos que
dominaban los caminos por tierra y el devenir de los astros. Todo
cuanto relatamos deja patente el hecho de que cualquier ciudadano del
Nilo, para salir de Egipto atravesando el desierto; debía ser
orientado por un “guía autorizado”. Astrónomos que se
formarían como clérigos o bien junto al sacerdocio; impidiendo que
otros lograsen sus conocimientos. Con la finalidad de que extraños y
extranjeros no llegasen a las ciudades de Egipto; o para que no
pudieran abandonarlas los no autorizados ni menos los esclavos.
Consecuentemente, estos pasajes de La Biblia o de Flavio Josefo,
parece que nos enseñan que Moisés (o el libertador de los hebreos)
era un sacerdote egipcio de enormes conocimientos: Capaz de
guiarse con su “vara” por el mar y el desierto; tanto como de
encontrar agua valiéndose de ella y de otros misterios zahoríes.
AL
LADO Y ABAJO: Junto
estas lineas, un mapa de Egipto donde hemos marcado Letópolis y la
ruta de salida de los hebreos (bien por Mar o atravesando el desierto
de Ezam). Abajo,
fragmento de un mapa editado en el libro “Por los caminos de la
Biblia” de M.J. Esteve
(Barcelona 1967; página 86). En
este vemos en morado la ruta de caravanas llamada El Haj (que
quizás inspira el camino de salda de Moisés). En
otros colores, he marcado las posibles vías seguidas por los
hebreos, según narran Las Escrituras. Observemos en el mapa la
situación de Letópolis, la de Migdol, Ezam y Pihahirot
(ciudades citadas en los pasajes mosáicos).
Tras
el paso del Mar Rojo, comienza Flavio Josefo su Libro III de Moisés,
del que añade “que abarca un espacio de dos años” (refiriéndose
a los dos primeros años en que los hebreos permanecen errando por
esta Península).
Así, el primer capítulo trata
del modo en que el libertador llega con su pueblo hasta El Sinaí,
debiendo buscar alimento y agua en pleno desierto (47)
.
Logrando manar un pozo al que arroja un palo; tanto como sacar agua
de una roca, que Moisés golpea con su vara. Asimismo, Dios hará
llegar el maná a los judíos
(para alimentarles en el desierto). Todo
cuanto relatamos; de nuevo expresa un Moisés sacerdote y guía de
los caminos desérticos; formado en las Casas de la Vida de Egipto.
Lo
que le facilitaría esa capacidad para orientase entre las dunas,
saber hallar agua y lograr abastecerse de alimento entre las arenas.
Siguiendo con la narración, Flavio Josefo narra en el siguiente
episodio una victoria de los hebreos, al verse obligados a
enfrentarse contra los amalecitas (Libro III , cap. 2); hechos que no
recoge El Antiguo Testamento
(48) .
Aunque pasa más tarde a relatar los famosos pasajes de Moisés en El
Sinaí, tras recibir a su suegro y su mujer; siendo aconsejado por
ellos sobre el modo de ordenar a su pueblo. Posteriormente
verá a Dios en una zarza ardiendo y finalmente sube a la montaña
para recoger las tablas de la Ley
(49)
. Siendo el Decálogo que recoge Flavio Josefo, el siguiente: “El
primer mandamiento
nos enseña que no hay más que un Dios, y que sólo a él debemos
adorar. El
segundo nos
ordena no hacer ninguna imagen de animal para adorarla. El
tercero,
que no debemos jurar por Dios falsamente. El
cuarto,
que debemos guardar el séptimo día, descansando de toda clase de
trabajo. El
quinto
que debemos honrar a nuestros padres.
El sexto que
debemos abstenernos de matar. El
séptimo, que
no debemos cometer adulterio. El
octavo,
que no debemos ser culpables de robo. El noveno, que no debemos
prestar falso testimonio. El
décimo, que
no debemos cobijar deseos de lo que sea de otros”.
.
Por
su parte, Flavio Josefo no recoge importantes episodios, como el del
Becerro de Oro. Resultando a su vez paradójico que algunos de los
datos y hechos que relata este autor, no estén plasmados en El
Antiguo Testamento. Pese a ello, desde este punto ya ambos textos se
refieren fundamentalmente al Moisés legislador; narrando
el modo en que ordenó los Sociedad, los ritos, los templos, el
sacerdocio y la religión judía. Todo lo que podemos resumir con los
títulos de cada capitulo en la obra de Flavio Josefo y que a partir
de aquí se intitulan del siguiente modo: CAPITULO
VI, El
tabernáculo que Moisés construye en el desierto en honor de Dios, y
que sirve de templo. CAPITULO
VII, Las
vestimentas de los sacerdotes y del sumo sacerdote. CAPITULO
VIII, El
sacerdocio de Aarón. Consagración del tabernáculo. CAPITULO
IX, La
naturaleza de nuestros sacrificios de ofrenda. CAPITULO
XI, De
las purificaciones. CAPITULO
XII, Diversas
leyes. CAPITULO
XIII, Moisés
parte del monte Sinaí conduciendo al pueblo hasta las fronteras de
los cananeos. CAPITULO
XIV, Moisés
envía a varias personas a explorar la tierra de los cananeos, y el
tamaño de sus ciudades. Ante el informe de los
enviados
la multitud cae en la desesperación y resuelve apedrear a Moisés y
regresar a Egipto servir a los egipcios. CAPITULO
XV, Moisés
queda disgustado y predice que continuarán en el desierto cuarenta
años, durante los cuales no volverán a Egipto ni tomarán posesión
de Canaán.
En
este punto da comienzo el libro cuarto en la obra de Flavio Josefo,
donde sigue reatando la historia de Moisés; cuya trama podemos
seguir leyendo cómo va titulando cada capítulo:
LIBRO
IV, Abarca
un lapso de treinta y ocho años. CAPITULO I, La lucha de los
hebreos con los cananeos, sin el consentimiento de Moisés, y su
derrota. CAPITULO II, La sedición de Coré y de la multitud, contra
Moisés y su hermano, con motivo del sacerdocio. CAPITULO III, Los
sediciosos son destruidos por la voluntad de Dios. Aarón, el hermano
de Moisés, retiene el sacerdocio. CAPITULO IV, La permanencia de
los hebreos en el desierto durante treinta y ocho años. CAPITULO
V, Moisés
vence a los amorreos Sicón y Og, destruyéndoles todo el ejército,
y luego divide la tierra entre dos y media tribus de los
hebreos.
CAPITULO
VI El
profeta Balaam y la apostasía de Zambrías. CAPITULO VII Los
hebreos pelean con los madianitas, y los vencen. CAPITULO VIII Sobre
la política establecida por Moisés, y de cómo el legislador
desaparece del mundo.
.
Termina
Flavio Josefo los textos relativos a Moisés en este último capítulo
octavo; siendo los episodios antes citados un resumen de lo que en
Sagradas Escrituras contienen: El Levítico, Números y Deuteronomio.
Finalizando
el autor sus libros de Moisés, con las siguientes palabras: “Moisés
vivió en total ciento veinte años, una tercera parte de los cuales,
menos un mes, fue el gobernante del pueblo. Murió el último mes del
año, llamado por los macedonios distro y por nosotros adar, el
primer día del mes. Fue superior a todos los hombres en
inteligencia, e hizo el mejor uso de lo que esa inteligencia le
indicaba. Tenía una manera muy grata de hablar y dirigirse a la
multitud, y en cuanto a sus otras cualidades, sabía dominar
ampliamente sus pasiones, como si apenas las tuviera en su alma, y
las conocía sólo de nombre y más bien por advertirlas en los demás
que en sí mismo. Fue además un general de ejército de los que se
ven pocos, y un profeta como no se conoció ningún otro, hasta el
punto de que cualquier cosa que decía era la voz de Dios mismo la
que hablaba. El
pueblo lo lloró treinta días. Jamás sufrieron los hebreos una pena
tan honda como la que sintieron por la muerte de Moisés; no sólo lo
querían aquellos que habían experimentado su conducción sino
todos los que utilizaron las leyes que dejó y que le dio la
extraordinaria virtud que poseía.
Con
lo cual considero que es bastante para expresar de qué modo se
produjo la muerte de Moisés” (50)
.
AL
LADO Y ABAJO: Junto
estas lineas Codo Egipcio en Madrea; de época de Amenofis III;
abajo,
detalle de la misma pieza. Este es uno de los tres Codos Reales que
exponen el Museo De Turín (al
que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Los “Codos”
fueron la medida sagrada de los Egipcios; teniendo dos tipos: Codo
Real (de 28 dedos y 7 Palmos) y Codo Vulgar (de 24 dedos y 6 Palmos).
Gracias a las excavaciones de Arthur
Weigall y Ernesto Schiaparelli,
en la tumba del arquitecto Kha y su mujer Merit (muertos entorno a
1350 a.C.); pudieron recuperarse dos Codos prácticamente intactos.
El primero es un regalo del faraón Amenofis a Kha, hecho en oro y el
otro consiste en una medida plegable, para llevar en el equipo de
trabajo. Ambos coinciden en tamaño y están expuestos junto a este
otro Codo que vemos en imágenes y que también adquirió el Museo de
Turín. Su
medida exacta es de 52,5 centímeros, lo que reafirma que en tiempos
de Amenofis II y Akhenatón, el Codo Real equivalente a esos 525
milímetros
(se dividía en 7 Palmos de 75 mm. y 21 Dedos de 18,75 mm.). Siendo
el Codo Vulgar de entonces, exactamente 45 centímetros (6 Palmos; o
bien 24 Dedos).
.
Decimos
por entonces, porque desde
el establecimiento del Codo como medida sagrada por el arquitecto
supremo Imnohtep, en
tiempos de Saaqara (aprox. siglo XXVIII a.C.); su
medida tuvo varias reformas.
Variaciones que a mi modo de ver surgieron debido al cambio de
capitales del Nilo; pues cuando trasladaron la ciudad principal del
Imperio, al Sur; las sombras harían percibir un arco terrestre más
amplio, obligando a pensar que la Tierra medía más de lo que en el
delta se consideraba. Ello explica que en
tiempos de Saaqara y de las Pirámides, el Codo Real midiera unos
52,39 centímetros; mientras que en la dinastía XVIII pasó a
establecerse en 525 milímetros. Pues como hemos explicado en muchos
de mis estudios, a mi jucio, aquel Codo se obtenía midiendo el Grado
de la Tierra, simplemente trazando una linea recta en el desierto y
observando en qué momento cambiaba la sombra un grado. Debido a
ello, la medida que se lograba en Giza y en Luxor, serían
diferentes. Por lo demás, con el sistema descrito se obtenía el
valor del arco terrestre, posibilitando un patrón geodésico; lo que
permitía deducir las variables según el punto de latitud. Ya que
las estrellas y sombras no solo varían conforme al movimiento, sino
también en razón al punto de altura en el Globo, desde el cual se
observan.
.
Para
terminar este comentario de imágenes diremos que estas
medidas sagradas eran inalterable en el Nilo
(solo podía ser reformada por los sacerdotes supremos); tanto que
todo egipcio debía jurar no haberla cambiado, cuando se presentaba
en el juicio final y ante Osiris. Ese juramento, que
pudiera parecer un “capricho” religioso,
tenía como fundamento dos principios: Primero, mantener el comercio
sin alteraciones ni fraudes
(ya que todo este se basaba en medidas de longitud, líquidos y
capacidad, descendientes de aquel Codo Sagrado).
En segundo lugar, la no alteración de la medida servía para que los
guías y astrónomos no se confundieran; habida cuenta que se trataba
de un patrón geodésico obtenido por y para el estudio de los astros
o sombras (sobre
obeliscos y monumentos, estudiados en determinadas fechas). Pese a la
complejidad que pudiera parecer; e conocimiento de aquella fórmula
geodésica era más que sencilla; pues como dije, para hallarla
bastaría
trazar una linea recta en el desierto (Norte Sur, por ejemplo junto
al Nilo) y observar sobre una regla de grados en qué momento cambia
la sombra. Tras ello, multiplicando por 360 esa distancia en la que
el reflejo del Sol se modifica un grado, se obtiene el arco de la
Tierra. Finalmente, fraccionando el meridiano tendremos una medida
“sagrada” (geodésica), que nos permitirá guiarnos sin perdida
en el desierto
(pudiendo calcular perfectamente la latitud). Ello sería lo que
sucedería con el Codo de 525 milímetros; que se correspondería con
210.000 Codos por Grado (110.250 metros nuestros) y 39.690.000
metros, para el Meridiano.
Abajo:
Explicación del Codo Real y Vulgar en un diseño de Laura Donatelli
para LA VIDA COTIDIANA DE LOS EGIPCIOS (agradecemos a Laura Donatelli
nos permita divulgar su dibujo). Las
medidas coinciden en las tres piezas expuestas en el museo Turín
(los dos Codos del Arquitecto Kha y el Codo III, que hemos visto en
anteriores imágenes). Como podemos comprobar, el
Codo Real en tiempos de los Amenofis era de 525 milímetros y el
Vulgar de 45 mm.. Sus medidas son absolutamente geodésicas; tanto
que prácticamente coinciden con el sistema métrico. En base a
ellas, podemos obtener la conclusión de que en tiempos de Akhenatón
consideraron que el Grado tenía 210.000 Codos (110.250 metros), por
cuanto el arco terrestre lo cifrarían en 39690000 metros (aprox)
-resultando simplemente de multiplicar 110.250 mts. x 360º =
75.600.000 Codos Reales = 39.690 kilómetros-. Esta conclusión se
obtendría tan solo observando la distancia en la que cambia la
sombra a igual hora. Pese
a ello, el cálculo del meridiano no es exacto de este modo, habida
cuenta que la Tierra está “achatada” debido a su rotación
-teniendo forma un tanto “ovoide” y no perfectamente redonda-.
Por esta
razón, a mi jucio, cuando los faraones tomaron medidas de las
sombras en las nuevas capitales del Sur, se verían obligados a
aumentar el valor del Codo Real; ya que conforme nos acercamos al
Ecuador, el Globo crece su perímetro. Estas variaciones y reformas
religiosas del Codo, y el uso de aquel como patrón geodésico para
guiarse valiéndose de las estrellas; es lo que en mi opinión
describe La Biblia y los textos de Favio Josefo, al mencionar la
guerra de “varas” de Moisés y de los sacerdotes (convertidas en
serpientes). Lo que decimos acerca del valor e interpretación de
estas varas mosáicas, se demostraría porque los hebreos importaron
la medida egipcia del tiempo de Akhenatón. Quedando aquel tamaño
como patrón sagrado y estandarizado entre los judío; y equivaliendo
a día de hoy el Codo Sagrado hebreo a 525 mm. (tanto como el Codo
Vulgar hebreo sigue siendo de 45 mm.). Con ello podemos ver que los
Codos Judíos son exactamente iguales a las medidas de idéntico
nombre que usaban en el Nilo durante el siglo XIV a.C. (en tiempos de
Moisés).
10)
– EL NACIMIENTO DE ISRAEL: La Edad del Hierro, los Pueblos del Mar
y la creación de Fenicia.
.
Tras
analizar las noticias que los libros de religión hebreos rememoran;
regresaremos a la arqueología. Una historia que habíamos dejado
cuando Amenofis IV provoca la secesión y la caída del poder
faraónico;
momento en que muchos de los hebreos huyen o se liberan del Nilo.
Bien por ser seguidores del faraón y de su religión monoteísta, o
bien al escapar de la esclavitud a la que los egipcios les sometían.
De tal manera desde
la crisis de Akhenatón, se produce esa decadencia en Egipto que
lleva hasta una época en que comienza la “liberación” de los
pueblos que vivían en Canaán, con el nacimiento de los reinos y las
civilizaciones propiamente canaáneas (entre las más importantes la
fenicia y la israelita). Etapa en la que hay un factor histórico
crucial, como fue la difusión del Hierro por el Mediterráneo -desde
finales del siglo XIII a.C.-. Un metal que sobre el siglo XIV a.C.
comienzan trabajar templado en Anatolia;
aunque antes había sido hallado en forma dulce dentro de los
aerolitos y usado como precioso (para decorar o para hacer piezas
inoxidables extraídas de meteoritos). Hierro
que tan solo llegaron a conseguir endurecer (acerar) hacia el siglo
XIV a.C. algunas gentes que vivían bajo el dominio hittita. Estos,
por medio del uso de hornos y crisoles de carbón, consiguen trabajar
las altas temperaturas que el hierro necesita para su fusión y
temple, consiguiendo
los primeros aceros capaces de romper y destruir las armas de bronce.
.
El
nuevo metal traerá a nuevas gentes al escenario histórico; muchos
de ellos bárbaros e incultos, debido a que el hierro no precisaba
casi de conocimientos para
su obtención, ni su aleación -aún menos para hallar minas-.
Por
ello, grupos
formados por tribus, e incluso por bandas armadas, se bastarán para
hacer frente y luchar contra los ejércitos de los grandes Estados
del Mudo Antiguo
(las más sofisticadas civilizaciones del Bronce, enfrentadas contra
vándalos sirviéndose del hierro). Es así como a
finales del siglo XIII a.C., comienzan a bajar por el Mediterráneo
turbas y hordas de piratas; encaminándose hacia Canaán y luego a
Egipto. Grupos
deseosos de conquistar tierras, procedentes desde las costas cercanas
a Anatolia y del Continente Europeo; quienes con
su nuevo armamento consiguen hacer un daño inigualable a los
ejércitos del Faraón.
Entre
estos invasores, los mas importantes fueron los grupos que surgen
desde 1195 a.C hasta el 1155 a.C. (+,-), denominados Pueblos del Mar;
llegados en barco hasta Oriente Medio y que posteriormente arriban a
Egipto con el deseo de conquistarlo -de
forma muy similar a como lo hicieron los Hicsos, unos quinientos años
antes-.
.
Por
los relatos egipcios conocemos algunos de los nombres de estos
grupos “bárbaros” que llegaban en barcos hasta las costas del
Nilo; obligando continuamente a los Faraones del siglo XII a
rechazarles. De
tal modo, en el 1156 a.C. ( +,-) ya Egipto
estaba exhausto de los continuos ataques sufridos en sus costas y
decide aislarse, haciendo la vida lejos del litoral marino,
internándose aún más en el desierto para defenderse de esas
razzias continuadas. De
alguna forma debieron
de conseguir evitar los ataques de estas gentes, pues las estelas de
Ramses III narran cómo en 1149 a.C. (+,-) este Faraón derrota a
esos Pueblos del Mar y consigue que se establezcan en territorios
lejanos al Nilo. De dicha derrota casi todos los arqueólogos dudan y
se inclinan más a pensar que Egipto les facilita el medio para que
se estas tribus del Hierro marineras encuentren hogar y puerto en
lugares de Chipre, y Canaán, e incluso en el Nilo. Aunque
aquellas gentes tan feroces ya habían entrado en territorio de
Canaán y se habían establecido al menos en sus costas unos treinta
años antes – del 1195 al 1185 a.C. (+,-)-.
.
Por
su parte, la aparición del Los Pueblos del Mar en las costas
canaáneas a comienzos del siglo XII a.C., trajo como resultado
inmediato el declive y casi la desaparición de Biblos y la cultura
Giblita. Una antiquísima ciudad y emporio, fundada por Egipto en el
cuarto milenio a.C. y
que durante casi dos mil años había sido la capital de los puertos
mediterráneos -en pleno Oriente Medio-.
Quedó así reducida Biblos a un segundo plano, mientras emergen como
grandes potencias Tiro y Sidón. Estas dos ciudades del litoral
canaaneo fueron “refundadas” y mejoradas con la llegada de esos
Pueblos del Mar, que se unen a los oriundos de Canaán; con toda
probabilidad para liberarse -o luchar- contra el Nilo y los de
Anatolia. Desde entonces Tiro y Sidón aparecen como dos núcleos
capitales, que ya dominarían todo el comercio de la zona
mediterranea oriental -hasta
su caída y conquista por Babilonia (desde el siglo XII, hasta el
VII a.C.)-.
.
Dichos
puertos,
fortificados y elevados sobre islas artificiales, ejercerían la
Thalasocracia mercantíl durante más de seiscientos años en el
Oriente Mediterráneo. Seis siglos durante los que se elevaron como
auténticos emporios inexpugnables.
Para lo que reedificaron sus zonas de vigía, sobre rocas
artificiales en la cercanía de las costas; buscando sus fundadores,
manantiales y aguas en el fondo del mar (ganando terreno a las aguas
y adentrarse en islotes con formas de imposible sitio y cerco). De
tal manera
consiguen crear unas urbes protegidas y fortificadas, en lo que hasta
ese momento eran islas o rocas en mitad del mar, sin posibilidades de
habitabilidad. Allí
construyen sus puertos y sus ciudadelas, como
“una Venecia” del siglo XII a.C., con cientos de muros y aljibes
para guardar las aguas de las lluvias y las dulces que conseguían
“robar” al mar por medio de mangueras de cuero
-usando embudos con los que canalizaban los manantiales potables
interiores, hasta sus casas- (51)
. Todo
ello sucede tras la unión de los Pueblos del Mar (recién llegados
al litoral) con estas gentes marineras que hasta entonces habían
vivido en las costas de Canaán. Creando una nueva cultura, que luego
fructificó y se conoció como: Fenicia (52)
.
.
Fenicia
fue realmente una nueva civilización, en todos los sentidos; pues la
unión de los recién llegados de Anatolia en barco, con los
canaáneos
(que durante miles de años fueron el pueblo puente entre semitas,
indoeuropeos y egipcios);
se creó definitivamente una cultura nueva. A ello hemos de sumarle
las influencias heredadas de los cretochipriotas, que entonces huyen
de sus islas
(asediadas y destruidas por los dorios desde el siglo XI a.C.). De
tal manera, si los
Pueblos del Mar importaron a Fenicia el hierro y las nuevas técnicas
de navegación y construcción de barcos (que
el acero debió proporcionar).
Los canaaneos aportarían los miles de años de cultura y
organización marinera que dominaban (desde Biblos); junto a las
técnicas del comercio y el uso mercantil del metal. Pero asimismo,
los egeos, cretenses y chipriotas que se refugian en esos siglos en
Canaan, les enseñarían sus sistemas de mercado, de construcción y
navegación; tanto como las rutas comerciales que durante milenios
habían practicado la civilización minóica y micenia. Así de la
unión de la barbarie más feroz (los Pueblos del Mar), junto con el
civismo más experimentado y antiguo (Biblos, Creta, Chipre y el
Canaan costero), nacería la cultura púnica, cuna del comercio y la
colonización mediterránea.
AL
LADO Y ABAJO: Junto
estas lineas, dibujo mío coloreado de una pentera fenicia del siglo
X a.C.. Con más de treinta remos y cuarenta metros de eslora, estos
barcos podrían surcar el Mar Rojo y el Mediterráneo sin problemas
(durante los meses de buen tiempo; pues sabemos que en el invierno se
suspendían las singladuras de altura y tan solo se navegaba de
cabotaje -observando siempre cabos y sin perder la linea de tierra-).
Abajo:
De
nuevo mapa
de las tribus de Israel,
tomado del libro: “Por los caminos de la Biblia” de M.J. Esteve
(página 60; Barcelona 1967) -a cuyos herederos y editorial
agradecemos nos permitan divulgarlo-. En este podemos ver el orden de
las distintas tribus de Israel, su establecimiento y distribución
en tiempos posteriores a Moisés (entorno al sigo XII al XI a.C.). Se
marcan las de Efraím y Manases en el centro de Canaán, aunque
muchos consideran que su lugar inicial era el Sur, lindando con el
Sinaí y en frontera con tierras cercanas al faraón. Por su parte
aparece la de tribu Dan, en un principio asentada entre los
filisteos, pero más tarde emigrada al Norte (establecida en Golán).
Ello concuerda con el verdadero origen de esta tribu, que no era
hebrea, sino de procedencia micenia o creto-chipriota; lo que por
entonces se llamaban filisteos. Considerados cercanos a un Pueblo del
Mar (los Dannaos) finalmente asimilan la religión judía, dejando de
ser extranjeros y marchando hacia su nuevo territorio en Golán (al
norte, en zonas lejanas a tierras filisteas, situadas en el litoral
-desde Gaza a Hoppe, ó Haifa-).
Pese
a cuanto narramos, el obligado exilio desde sus islas, de los
micénios y minóicos; junto a la llegada de los Pueblos del Mar,
también provocaron un rechazo entre algunas culturas genuinas de
Oriente Medio. De
tal manera, no
todos los de Canaán aceptaron mezclarse con esos recién venidos
“por el Mar” y que así fueron apareciendo por sus costas
(desde el 1195 a.C. +/-). Pues veremos como en 1194 a.C., algunos de
estos Pueblos del Mar ya son rechazados repetidamente y finalmente se
tienen que asentar en los territorios de costa, antes ocupados por
cretenses y chipriotas (desde mediados del segundo milenio a.C.). De
ese modo, la zona en que se establecen estos Pueblos del Mar, fue una
larga franja litoral de Palestina y la más cercana a Egipto (Gaza).
Todo lo que hace pensar que posiblemente el Faraón les permite ese
asentamiento, con el fin de darles una tierra para que no
pretendieran conquistar más el territorio del Nilo.
Aunque posiblemente también los asientan allí, para que hicieran
frontera marítima con los judíos (sin permitir incursiones de
barcos hacia Israel, pero a su vez controlando la salida de los
hebreos al mar).
.
El
nombre que dieron en Egipto a esos que se establecen en las actuales
playas de Palestina ya dijimos que fue el de Pelest; quienes más
tarde fueron llamados Filisteos por los hebreos. Unos vecinos
israelitas que no debieron aceptar mezclarse con ellos, ni les era
grata la frontera con
estas gentes tenidas por bárbaras (nacidas de los Pueblos del Mar).
Aunque como ya dijimos, históricamente
esos Filisteos son considerados por muchos arqueólogos gentes huidas
desde Creta y venidas ya desde el desastre del Tera-Santorino.
Sin estar claro qué pudo suceder históricamente en esta franja
costera de Palestina (Gaza), en el tiempo comprendido entre el
terremoto (del 1680 a.C.) y hasta la llegada de los Pueblos del Mar
(en 1194 a. C.). Un periodo de unos quinientos años, que se completa
con la aparición de cretochipriotas en tierras de Israel hacia el
siglo XII a.C.. Gentes venidas del mundo minóico y micénico,
refugiadas en dos zonas: Una en el Sur (Gaza) y otra cercana a Golán
(junto a Fenicia, en el Norte; quienes llegan a integrarse como una
tribu judía más, llamada DAN y como “danaos” que eran). Todo
ello, deja intuir que esas costas de Canaan cercanas a Egipto, fueron
desde el siglo XVII a.C. puertos de Creta y Chipre, frecuentados
también por bibliotas; pero sobre todo, donde realizaban su
actividad comercial los minóicos durante el tercer y segundo milenio
a.C.. Lo que explicará que allí posteriormente se asienten los
huidos del Tera Santorino (en el siglo XVII a.C.) y más tarde los
Pueblos del Mar; o los que escapan de las hordas del hierro, al
destruirse la civilización cretense y chipriota (hacia el 1100
a.C.). Habiendo de comprenderse que la franja Sur (Gaza) era donde se
establecían desde etapas más antiguas aquellos que tenían
“permiso” del faraón para asentarse;
al ser unas tierras tan cercanas a Egipto, que debían estar siempre
vigiladas por los ejércitos del Nilo y cedidas a aliados que no les
atacaran.
.
Por
su parte, en lo que se refiere a los Pueblos del Mar, la gran mayoría
se componían por bandas de huidos o guerreros apátridas (muchos
hittitas); surgidos tras la caída de Troya y la desaparición del
Imperio de Hatti
-siglos antes de que Anatolia fuera dominada por los griegos Aqueos-.
Pero
hemos de pensar que una gran parte de ellos también debieron ser
gentes micénicas y muy cercanas culturalmente a Creta.
Puesto que los troyanos, vencidos por los griegos continentales sobre
el 1212 a.C. (+,-), eran a su vez, huidos y refugiados cretenses -en
este caso, escapados del desastre del Tera-. Cuando cuatrocientos
años antes, se habían establecido en las costas de Anatolia gentes
venidas del derruido imperio Minoico. Tales
creto-micénicos se habían hecho claramente con el poder en la zona
de Troya, gracias a controlar el paso del Bósforo, que unía el
Mediterráneo con el Mar Negro. Un Estrecho marítimo que era crucial
pues se trataba del camino obligado hasta
la Cólquida (el Caúcaso), montes donde se situaban las
minas de cobre y estaño mas conocidas en esta baja Edad del Bronce.
De tal manera, hemos de pensar que el
poder de estos troyanos y sus gentes cercanas en las costas
anatólicas; residía principalmente en cerrar ese paso hasta las
minas de las que se extraía el bronce. Una
fuerza que hubo de ser enorme; puesto que podían controlar gran
parte del armamento de la época (los ejércitos y sus guerras).
AL
LADO: Armadura
del tipo micenio, del siglo XIV-XV a.C., muy similar a las que
llevarían los nobles en la Guerra de Troya. Procede
de la Tumba de Dedra y es propiedad del Museo Nacional de Atenas (al
que agradecemos nos permita divulgar la imagen).
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ABAJO:
De
nuevo, mapa que contiene en su página 162, el libro LOS PUEBLOS DEL
MAR,
de N.K. Sandars; Madrid 2005 -a cuyo editor agradecemos nos permita
divulgar esta imagen-. Veamos
en él cómo sitúa el lugar de asentamiento de los filisteos en dos
zonas: Por un lado en el litoral de Oriente Medio, en un área muy
cercana a Chipre; tanto como igualmente contempla a los Peleset
(filisteos) en la actual franja de Gaza. Ese
doble emplazamiento de aquel Pueblo del Mar, sin duda y en nuestra
opinión se debe a que aquellos
que los judíos llamaron filisteos (y los egipcios peleset) eran
originarios del Egeo y del área cercana a Chipre, donde primero los
sitúa la Historia. Aunque hacia el año 1180 aparecen luchando en
Egipto contra Ramses III, época en que se mencionan ya asentados en
la franja de tierra que hasta entonces había sido egipcia y que tomó
el nombre de Gaza.
Voz que en mi opinión procede de Gath, ciudad filistea con un famoso
héroe homónimo que llamado G-lath (Goliat). Palabras cuyo origen
consideramos proceden del arameo "GLTH" y que significan:
"Errantes, el que vaga, el que peregrina".
.
Habiendo
denominado los arameos así a los filisteos; durante los años en que
buscaban asentarse en Canaán y mientras huían de sus tierras
invadidas por los dorios (los Hombres del Hierro). Por cuanto esos
micenios expusados de las costas de Anatolia, del Egeo, de Creta o
Chipre; serían llamados por los israelitas “GLHT” = “los
errantes, los que vagan”. De allí el nombre de la franja de
terreno donde lograron asentarse: Gath, al igual que su ciudad
principal y su famoso héroe homónimo (Goliat). Área que, como
decimos, actualmente se corresponde con Gaza y donde vivirían los
peleset (ó filisteos) hasta que se asimilaron con los israelitas
-por lo que aún hoy se denomina Palestina-.
En el mapa de la imagen igualmente se observa junto a estos PELESET,
a otro Pueblo del Mar (micenio o anatolio errante) denominado DANUNA.
Gentes que se identifican comúnmente con los Aqueos o preaqueos a
los que la Historia llama Danaos (tal y como que se citan en las
cartas de Amarna, y eran conocidos en la misma Grecia). Unos
Danuna o Danaos que primeramente compartieron tierras con los Peleset
y de los que se
supone posteriormente se unirían o fundirían entre los judíos con
el nombre de Tribu de Dan. Importante grupo israelita que fundo sus
ciudades junto al Golán a comienzos del I milenio a.C..
.
Finalmente,
en el mismo mapa y en la franja de Gaza, pero unos kilómetros más
al Norte de los PELESET y DANUNA, marca a los TJEKER; otro de los
Pueblos del Mar (errantes en estos siglos); que se cree procedía de
Salamina -Chipre- o bien de la Tróade -Troya-. Sabiéndose
eran aliados de los anteriores Filisteos y Danaos, con los que
compartieron tierras y ejércitos. Estos grupos que aparecen como
migratorios durante los siglos XIII y XII a.C., fueron con toda
seguridad -al menos a mi juicio- las
gentes micénias o anatólias y egeas, que durante la expansión del
Hierro se vieron obligadas a huir y establecerse en otros lugares.
Siendo acogidos una gran mayoría en las costas de Canaan y
asentándose en la franja marítima de Israel-Judá.
Algo que impulsarían los habitantes del llamado "creciente
fértil" porque
los cananeos apenas navegaban, al carecer de medios y
fundamentalmente de bosques para
construir armadas. De todo lo que se
comprende el modo en que los judíos y habitantes del área del
Jordán pactaban con estos marineros errantes; situándolos en los
litorales como un medio de proteger sus costas. Por lo demás, la
franja marítima de Gaza, hasta la llegada de los Peleset -o los
Danuna y Tjeker (filisteos, danaos y tróades)- había estado en
poder de Egipto. Quedando fuera del dominio de Ramses III hacia el
1180 a.C., momento en el que se documenta precisamente la entrada de
los Pueblos del Mar en aquella zona.
Todo lo que deja de manifiesto que se asentarían ayudados (o
apoyados) por los habitantes de esas tierras hasta entonces
fronterizas con las del faraón (principalmente los judíos, habida
cuenta que algunos de los Pueblos del Mar terminarían formando parte
de sus tribus).
.
.AL LADO: De nuevo, mapa editado en el libro “Por los caminos de la Biblia” de M.J. Esteve (Barcelona 1967; página 86), con el fin de comparar tribus de Israel y Pueblos del Mar.
.
.
Tal
como relatamos, el siglo XIII a. C. sucedió el “milagro del
hierro”, dando paso a una nueva era presidida por ese nuevo metal.
Cuya materia prima era fácil de hallar y de trabajar; por lo que
resultaba barato fabricar resistentes espadas, sin precisar buscar su
mineral en tierras lejanas y menos cruzar el Bósforo.
Después de aquello, parece ser que
consiguieron unirse los griegos aqueos para asediar el paso hacia el
Mar Negro y derrotar a los que les dominaban desde hacía centenares
de años -controlando desde Troya gran parte de las minas de cobre y
estaño-. Ello
culminó a nuestro modo de ver con La
Caída de Troya; que finalmente debió crear el gran éxodo de
pueblos hasta entonces asentados en las costas de Anatolia;
quienes se vieron obligados a huir (preferentemente hacia Canaán y
Egipto). Así,
la Guerra de Troya, junto a la caída del Imperio Hittita son -a
nuestro juicio- los principales motivos de la aparición y del origen
de aquellos que fueron llamados Pueblos del Mar.
Entre los que muchos
serían hittitas, pero la mayoría hubieron de ser gentes micénicas
vencidas por la una emergente Hélade -entonces en periodo de
creación-. Pueblos
o tribus cuyo origen en muchos casos a su vez estuvo en los que
habían huido desde Creta y Chipre en el 1680 a.C., hacia Anatolia,
ante la destrucción y ruina sembrada por el Tera-Santorino.
Y que este siglo XVII a.C. inician lo que luego va a ser Micenas, o
el nuevo mundo minóico (de periodo palacial). De tal manera, poco
debieron tardar los micenios continentales en hallar las armas de
hierro y en sublevarse contra sus hermanos anatolios, para destruir
su capital (Troya) en el paso hacia el Caúcaso. Y de
esta hecatombe que debió suponer la caída del mundo troyano, junto
a los pueblos que le rodeaban; debieron surgir esas gentes a las que
llamaron Pueblos del Mar.
Quienes huyen al Sur en busca de tierra -en algunos casos- o como
simples mercenarios desarraigados; sin mando ni misión, cargados de
armas y viviendo de atacar las costas del Mediterráneo,
repetidamente.
.
El
origen probable cretense de muchos de esos Pueblos del Mar, quizás
causó que estos buscasen ir hacia tierras donde estaban otras gentes
micénicas o minóicas, con ancestros comunes. Así, posiblemente
llegaron a parar al litoral de Canaán, estos que llamaron los
egipcios Pelet y los judíos Filisteos. Al territorio que luego fue
llamado Palestina por los romanos;
cuando los conquistadores llegados de Italia en el siglo I a.C.
desearon borrar el nombre de Judá e Israel de aquellas tierras;
dadas las revueltas de sus habitantes, que no se dejaban dominar.
Pues para olvidar a los judíos, finalmente Roma denominó a la
totalidad de la zona con el nombre de tierra de los Filisteos (Pelet,
o Palestina).
Por lo demás, el hecho que puede corroborar el origen micenio de
este pueblo Peleset,
ha sido antes destacado; al considerar
que su nombre posiblemente significa: “hijos de dios”
(filis-teo); o bien mercenarios (peleteo) y también pelasgos
(pelegeo) -todos de origen y procedencia egea-. De ello, se puede
concluir plenamente en la posibilidad de que fueran gentes micénicas
venidas desde Troya, tras la guerra perdida.
.
De
lo antes relatado, entenderemos por qué gran parte de las leyendas
fundacionales de la primera Edad del Hierro están unidas a estos
Pueblos del Mar y mencionan la Guerra de Troya. Tal como recoge en el
origen mítico de varias ciudades de Oriente, pero también en las
del Occidente mediterráneo; en especial en Italia el Sur de Francia
e Iberia. Donde existen infinidad de historias que relacionan la
fundación de múltiples urbes y Estados, con huidos llegados desde
Troya. Tanto, que se llega a relacionar la palabra Etruria con la
misma Troya; ya que en al parecer la forma más antigua de escribir
este nombre es el de Turta. Siendo Schulten (entre otros) quien a
principios del siglo XX menciona
el hecho de que
esta voz Turta -o Tursha- y que al parecer daría origen a Etruria,
también sería la raíz del nombre de Tartessos
(relacionadas ambas con Troya).
Apuntando la posibilidad de que tanto gran parte de Italia, como
otras costas más Occidentales, fueran colonizadas tras la guerra de
Troya, por gentes huidas de este desastre.
Algo que no solo se referiría a la caída de Troya, sino a la del
mundo del Bronce, tras la llegada del Hierro. Debido a todo lo antes
expuesto, algunos afirman también que el origen de nombres de
ciertas ciudades del Sur de Francia (como Tarascon) se relaciona con
estos pueblos venidos desde Anatolia (troyanos); existiendo infinidad
de mitos y leyendas en los que se menciona al mismo Príamo y sus
guerreros, llegando para fundar en estas latitudes. Debiendo
recordarse que junto a Tartessos se hallaba el puerto de Menesteo
(otro de los héroes troyanos)
cuya ciudad hoy es El Puerto de Santa María; lo
que confirmaría que Schulten puede tener más que motivos para
apuntar la idea de que Tartessos y la Turta italiana sean palabras
muy similares, nacidas de Troya. Concluyendo el sabio alemán, que
muy posiblemente el origen de la cultura etrusca y la tartésica sea
común y traída por aquel Pueblo del Mar llamado “Tereshk” y que
en Canaán vimos anotado junto a Megido y escrito como Tjeker (ver
mapa anterior). Para
comprobar y entender la afirmación de Schulten, bastará comparar la
orfebrería, la escultura, el alfabeto y un largo etc. de similitudes
culturales entre Tartessos y Etruria.
.
ARRIBA
Y ABAJO: Dos
piezas etruscas, con el fin de compararlas con las de Iberia de igual
época. En
la imagen superior,
restos del recubrimiento en plata de un arca hallada en Vetulonia y
fechada en el siglo VII a.C.
-tal como la expone el Museo Arqueológico de Florencia, al que
agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen-. Como
podemos observar, su diseño es muy parecido al de joyas o escultras
ibérico-tartessias, de igual época y muy influidas por el arte
neohitita.
Todo lo que dejaría ver que el origen pudiera estar en estos
"Tjeker", Pueblo del Mar asentado en Canaán quizás
también emigrado a Italia.
Bajo
estas líneas: Estantería
con exvotos etruscos en bronce del siglo IV al III, tal como los
exhibe el Museo de Arezzo (al
que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Observemos
el parecido entre estos exvotos y los ibéricos de igual época.
11)
– EL PUEBLO FILISTEO (el reino Peleteo y los Cereteos).
.
11-
A) Sansón y los filisteos:
Tras
la muerte de Moisés y acerca de quienes compartieron la Tierra de
Canaán (a la llegada de los hebreos), existen múltiples
leyendas bíblicas que nos explican su historia y desarrollo. Una de
las que creemos fundamental para comprender el nacimiento de Israel,
Juda y su convivencia con los Pueblos del Mar canaanitas, es la de
Sansón. Historia
que La Biblia describe en Jueces (13 a 16) tal como recogemos en cita
(53)
y que debemos de datar en fechas cercanas a Moisés (durante la
centuria que comprende los reinados de Ramsés II al de Ramsés III).
Su
nombre al parecer significa “el Pequeño Sol” y ello puede
referir a algunos judíos que habían conservado la adoración solar
procedente de cultos egipcios y de otros pueblos
(ajenos al de Yahvé). La
época de Sansón a nuestro juicio se puede situar en los siglos
anteriores a David (del 1200 al 1100 a.C)
y en nuestro análisis, su leyenda debe relacionarse con nacimiento
de Israel (aunque en época previa a la organización unificada de
los judíos). Por cuanto su
figura creemos que personifica a los guerreros pre-israelitas que se
aliaron con los Pueblos del Mar, tras la entrada de esos extranjeros
en Canaán, sobre el 1195 a.C..
Pareciendo
dejar entender esta leyenda, que una gran parte de la armada y
ejército de los israelitas del Norte, se alió y mezcló con esos
venidos desde Anatolia e islas del Mediterráneo (en el siglo XII
a.C.).
Su significado como “un gigante” de gran fuerza, hace ver que
personifica a los mas fuertes hombres hebreos, quienes claramente son
los de Israel (no Judá) y que debieron unirse a esos otros llegados
“del Mar”. Posiblemente
la alianza de estos Pueblos del Mar con canaaneos, se produjo para
atacar Egipto conjuntamente; unos con el fin de lograr territorios, y
los de Canaán para independizarse definitivamente del yugo faraónico
(hechos
que la Historia contempla en continuas razzias llevadas a cabo por
los Pueblos del Mar en el Nilo y que dejaron muy debilitadas las
fuerzas egipcias).
.
Mas
volviendo al análisis de la historia de Sansón, parece explicar su
leyenda que tales militares de origen israelita, decidieron no solo
aliarse con los extranjeros llegados por mar (Filisteos) sino también
mezclarse con ellos. Algo que se deduce del primer matrimonio de
Sansón con una Filistea y de su posterior amor por Dalila (nombre,
que al parecer significa: “la coqueta”). Dejando
entrever dicha narración, que las mujeres filisteas (nuevas en
Canaán) debieron ser de un tipo similar a la codiciada Elena: Bellas
y con capacidad de tomar decisiones. Jugando
un importante papel en la historia de Sansón; quien pese a ser el
elegido para liberar a Israel de los Filisteos, primero se casa con
una de ellas
(de quien enviuda por haber sido asesinada). Pero además,
posteriormente se enamora de la prostituta filistea Dalila, a quien
descubre su secreto
-gracias a lo que definitivamente destruyen la fuerza de Sansón
mientras “duerme” (cortando su pelo, su vigor, o su poderío
militar)-.
Ello se debe interpretar no
solo
como
el dominio que debieron ejercer estas mujeres sobre los judíos; sino
además ha de significar que los israelitas y los
filisteos en sus comienzos estaban unidos. Así se desprende del
descubrimiento del secreto de su fuerza, que se idealiza en el pelo
del guerrero de Israel;
un misterio que desvela Sansón erróneamente a su amada. Por cuanto
Dalia lo transmite a los filisteos y tras ello se lo corta, mientras
duerme confiado. Dicho
poder simbolizado en el cabello nace por ser este el atributo de la
fuerza y del sexo masculino;
tanto que muchas culturas antiguas impedían cortárselo a los
guerreros o a los hombres entregados a Dios -como era el caso de
Sansón- (54)
. Significando el cabello del vigor o la fuerza; una idea fácilmente
comprensible, porque cuando el pelo comienza a cambiar de tono (a
canoso) o a caerse, se entendía como el comienzo de la vejez o de la
decrepitud física.
.
11-
B) La Gaza de Goliat y el nacimiento de Israel:
El
relato que hemos analizado de Sansón, consideramos que se refiere a
hechos ocurridos entre hebreos y filisteos en el siglo XII a.C.. Tras
convivir juntos, aunque ambos pueblos -al parecer- terminaron
luchando por motivos de fé.
Por todo ello, deducimos que esta
leyenda se sitúa en los tiempos desde la llegada de Filisteos a
Canaán y hasta la formación de Israel-Judá (del 1195 a.C. al 1100
a.C.). De tal manera, poco después y a principios del siglo X a.C.
será cuando el pequeño rey David vence con una “pedrada de honda”
definitivamente al gigante Goliat. Un Goliat que ya dijimos era el
símbolo de la capital filistea, ciudad (llamada Gat); situándose
tras este hecho el nacimiento del reino de David (el comienzo del
Estado unificado de Israel-Judá).
.
Consecuentemente,
tras la muerte de Sansón pasamos a una segunda etapa, en la que
vemos a un reino hebreo que nace -disminuido y débil-; representado
en su jóven rey David, pero que consigue hacer frente al gigante
bárbaro. Un Goliat cuya capital homónima era la ciudad donde se
habían establecido los “micenios” (Ghalt, Gat; hoy Gaza),
quienes se integraron finalmente en esa franja, junto a Egipto.
Hechos
que ya hemos estudiado en mi artículo: LOS HEREDEROS DE MICENAS, que
resumo en cita (55)
y que recomendamos leer. Donde razonábamos
cómo una gran parte de los cretochipriotas y egeos huidos de sus
tierras tras la legada del Hierro y durante los siglos XII al X a.C.,
fueron a parar a Canaan
-estableciéndose unos en Gat y otros en Golán (junto a Fenicia)-.
Tratando
ampliamente de esta época en nuestros trabajo, ya dijimos que para
mí existe la certeza de una primera llegada a la zona de esos
“filisteos” en los siglos XVII y XVI a.C., como cretenses huidos
del Tera
(también comentado en el “epígrafe 4” del artículo anterior).
En
nuestros estudios tratamos el problema de la aparición de pueblos
llegados desde Creta y Chipre hacia el siglo XVI a.C. a las costas de
Oriente Medio, quienes ayudarán a la formación del poder Hicso.
Concluyendo que desde este momento, y tras ese asentamiento de
cretochipriotas huidos del Tera-Santorino, se crea un permanente
contacto entre Canaán, Creta, Chipre, Micenas y Anatolia; una unión
que nunca se perderá. Pues de aquella alianza de pueblos y de su
enfrentamiento contra Egipto, lograrán que los Hicsos se internen en
el Nilo y lo conquisten. Debido a que las fuerzas Hicsas -de seguro-
estaban formadas por los huidos del Tera Santorino (anatolios,
mitanios, cretenses y chipriotas) a los que dan apoyo, gentes y asilo
en Canáan. Generando estos hechos una unión ancestral y comercial,
que pensamos perduró durante siglos. Lo que permitiría a los
cretochipriotas y anatolios refugiarse en la zona, cuatrocientos años
más tarde; siendo entonces denominados Filisteos
(conocidos por los egipcios como Pueblos del Mar).
.
La
época que tratamos son los años en que Ramses III levantará
monumentos conmemorando su victoria frente a esos piratas errantes.
Escribiendo en sus estelas ese faraón, el modo en que vence a los
Pueblos del Mar (en el 1156 a. C. +/-).
Por
lo que hemos de suponer que
los muchos de estos invasores o mercenarios que vagaban buscando
territorios,
se retiraron definitivamente a las costas de Canaán antes de esa
fecha. Constituyendo el reino Filisteo, culturalmente
muy ajeno a los canaanitas y que
hemos de considerar se mantuvo bastante fuerte e independiente, hasta
comienzos del siglo X a.C.. Cuando -al parecer- los judíos lo
reducen a una franja costera. Siendo esa la victoria de David contra
Goliat que
narra el Antiguo Testamento (I Paral 18 y ss); tras
lo que se funda el reino de Israel unificado (poco después del año
1000 a. C.). Por lo tanto esos Filisteos, personificados en Goliat,
sabemos que quedaron reducidos desde entonces a una pequeña zona de
territorio litoral, al sur de Haifa. Pero nunca fueron expulsados
definitivamente, lo que obliga a pensar que ello se debió a ser su
presencia útil a Israel y a los fenicios. Pues
como ya dijimos, en
este territorio de Gaza los Filisteos permanecieron conviviendo con
Fenicia; lo que permitía a los judíos establecer contacto con
Egipto y comerciar fácilmente con los súbditos del faraón. Todo lo
que explica que Gaza se mantuviera habitada por Filisteos hasta la
destrucción del Primer Templo
(con la conquista asiria de toda la zona en el siglo VII a. C.; en la
que Assarhadón invade la Tierra Canaán y conduce a muchos de sus
pueblos al cautiverio en Mesopotamia -entorno al 677 a.C.-).
.
ABAJO:
Delimitación del reino filisteo en Gaza (en morado). A su lado,
hemos trazado del reino Hicso y de la zona de influencia hicsa en
Canaán, durante los siglos XVII y XV a.C.
(sobre el mapa de Israel publicado en el libro de M.J.STEVE “Por
los caminos de la Biblia” página 86 -Barcelona 1967-).
En lineas discontinuas rojas
he marcado las
fronteras de ese reino hicso; en lineas azules, el área de gran
influencia de su gobierno, que
tenía como frente Norte de importancia la zona de Meggido
y Hazor (señaladas
con un círculo rojo). Asimismo podemos ver en
letras rojas la capital hicsa Avaris y su segunda ciudad Memfis; y en
letras verdes la situación de Biblos. Puerto de influencia egipcia,
de cuya destrucción o sustitución nacerían los emporios fenicios
desde el siglo XV a.C. (Sidón y Tiro), fronterizos con Israel y con
las tierras de los filisteos (Gath -Gaza- y con las de Dan en Golán).
11-C)
– Filisteos, peleteos o cereteos (pelasgos, mercenarios o
cretenses):
Pese
a este “supuesto odio” narrado entre los Filisteos (los Pueblos
del Mar) y los israelitas; algo muy distinto ha de suponerse en
verdad, tal como deja ver la arqueología y La Biblia. Puesto
que las reyertas entre unos y otros se deben más a motivos de
hermandad y a intereses comunes, que a la vecindad o al rencor. De
tal modo, veremos cumpliendo a los filisteos infinidad de funciones
entre los judíos, que estos no querían o no podían desarrollar.
Así
es como a esos Pueblos del Mar -en el Antiguo Testamento, nombrados
como: Filisteos, los Peleteos y los Cereteos- se les menciona
repetidamente, internados dentro de la Sociedad israelita.
Y aunque esos tres grupos posiblemente fueran muy distintos, para
los judíos parece tratarse de una misma cultura. En
lo que se refiere a los primeros, la
identificación entre Filisteo y Peleteo es inmediata, pues quizás
la segunda voz proviene de su nombre egipcio (Pelet, que sabemos era
pelasgo o mercinario)
pronunciado entre los hebreos como “pheleteo”.
Por el contrario, a los Cereteos hemos de suponerles un origen
cretense, o de Chipre (de Kaftor, Keretara o de Citerea); lo que les
relaciona plenamente con los “que también se decían huidos de
Creta” (Filisteos).
.
En
numerosas ocasiones los judíos separan como tipos muy distintos a
los filisteos y los cereteos; aunque siempre destacarán que se trata
de pueblos comunes; llegados a la vez a Canaán, ocupando la misma
zona meridional costera de todo Israel (1,Sam.
30,14 ; Ez, 25,16 y Sof 2,5). De
igual forma se les menciona como pueblos mercenarios que incluso eran
los que componían guardia personal de David rey (2
Sam 8,18; 15,18 y 20,7 etc). Ello
obliga a pensar que los Filisteos, Peleteos o Cereteos, no fueron tan
enemigos de los hebreos sino un pueblo vecino, con múltiples causas
en común y con el que los israelitas tendrían las normales disputas
que todo Estado fronterizo causa. Muy posiblemente sí que fueron
odiados por los judíos del Sur, donde el reino de Judá chocaba con
sus costumbres y sus límites de tierra. Aunque
ya sabemos que los de Judá (Efraím y Manasés) eran más xenófobos,
y mucho más radicales en sus premisas religiosas y en sus leyes;
seguramente al proceder directamente de grupos escapados de Egipto,
en época de Akhenatón. Pese a todo, no
es posible pensar que los propiamente israelitas mantuvieran mala
relación con los filisteos; pues tras la victoria sobre Goliat, la
guardia personal de David se compuso por soldados de este pueblo. Con
ello se llega a concluir que Israel Norte, realmente pudo
reorganizar, controlar y contratar a sus órdenes los servicios de
estas gentes (filisteas).
Quienes se dedicaban a trabajar como mercenarios; cediéndoles
a cambio una parte de territorio, en el que pudieron vivir al margen
de Israel
y procurando no tener más conflictos con ellos. Pues bien es sabido
que esos Pueblos del Mar -en su huida al Sur Mediterráneo- se
dedicaron sobre todo a la rapiña y a la guerrilla, sin organizarse
como Ciudades Estado. Algo que quizás Israel cortó, obligándoles a
reducirse y organizarse como reino en esta franja de costa al sur de
la actual Haifa.
.
Sobre
el origen y distinción de estos tres pueblos,
hemos de determinar que claramente La
Biblia los menciona indistintamente como Cereteos, o Peleteos;
considerándolo uno mismo. A ello hemos de unir que en opinión
general, se relacionan totalmente con los Filisteos. Pese a todo,
históricamente podemos concluir que los Cereteos, se trataba de
gentes de venidas desde Creta o Micenas (de Ceretea). Aunque también
pudieran proceder de Chipre, cuyo nombre como el de Citerea se da en
algunos relatos.
Confundiendo la isla de Creta (Kaftor) con aquella en que nace la
diosa del amor (Citera), debido a que Afrodita se traslada tras su
nacimiento a Creta. Pero la diosa de la belleza, donde o emerge de la
espuma marina -sobre una concha- es en la isla de Citera; la más
meridional de las griegas, junto a Tera y al Norte de Creta (56)
. Tras ello Afrodita, se trasladó a Chipre, haciendo que se
confundiera en muchas ocasiones también esta otra, como su lugar de
origen -en vez de la pequeña Citera (situada junto a Grecia
Continental)-. Pues Citera pese a ser como nuestra Ibiza, fue un
centro comercial cretense desde épocas muy remotas, además de un
gran puente entre el Peloponeso, Creta y Oriente Medio. Allí parece
que se inició el culto a Afrodita posiblemente llevado por los
fenicios o canaaneos a sus tierras (57)
y en la forma de Ishtar; como una “deformación” de Astarté
unida con la egipcia Isis. A nuestro juicio, tal culto es de origen
Giblita y se relacionaría plenamente con la figura de la mujer
bella, la estrella guía, pero también con la “adoración” al
murex y a la púrpura. De tal modo, la diosa que vino en una concha,
nacida de la espuma no tiene solo un significado sexual (como la
concha y la espuma guardan), sino también comercial y hace
referencia al molusco que producía el tinte de la púrpura. A todas
luces, el culto a Afrodita, llegará a Grecia desde zonas muy cercana
a Biblos, llamándonos la atención su parecido y proximidad con el
de la Astarté (semítico-canaanea) que finalmente termina siendo
Ishtar entre los fenicios. Su relación con el nombre de Estrella
hace pensar que fue igualmente admitida por indoeuropeos, sobre todo
en zonas hittitas; más concretamente, en lugares como Chipre donde
se convierte en una de las deidades principales. Siendo
por todo ello normal que cretenses, egeos y chipriotas fueran
llamados cereteos entre los hebreos. Por lo demás, su simbología
relacionada con el planeta Venus, hace comprender que pueblos como el
de Judá, que denostaban estos cultos con un carácter tan sexual;
identificaran a Afrodita y su planeta Véspero, con el mismo demonio,
llamando al diablo como esa estrella (Luxíferos).
De modo muy distinto, parece que los israelitas (reino hebreo del
Norte) sí aceptaban este tipo de deidades y seguían con una mayor
adaptación en Canaán los cultos no originarios del lugar.
AL
LADO Y ABAJO: Junto
estas lineas, grabado donde podemos ver un sacerdote supremo del
Templo de Salomón;
ataviado con su “ephod” en el pecho y su pectoral de Aarón.
La joya principal de ese clérigo supremo del judaísmo es un
pectoral muy similar a los colgantes de el tesoro de El carambolo.
Galápagos de oro, de los que podemos deducir eran usados de un modo
muy similar al que llevaba el gran sacerdote hebreo.
Abajo,
dibujo mío comparativo entre los atributos del sacerdote supremo del
templo de Salomón y quien llevó las joyas de El Carambolo.
Observemos los paralelismos entre ambos cultos; lo que por otro lado
no es extraño ya que desde Joppe (Haifa) salían naves hacia
Tarshis, y en las costas de Note de Israel o de Gaza, estaban
establecidos los fenicios y los micenios (filisteos) con los que
comúnmente comerció Tartessos.
.
12)
EL IDIOMA DE LAS TABLAS DE LA LEY: Alfabetos protosináiticos y
alefatos canaáneos (alfabetización del Egeo):
.
El
alfabeto por letras o signos -no el silábico, ni el jeroglífico- se
considera un “invento” canaaneo (al menos su difusión). Este es
un hecho a tener muy en cuenta para localizar las áreas de
influencia de los fenicios en el Mundo Antiguo.
En referencia a ello, sabemos que la
idea de definir cada sonido en un signo, comienza ya en las
dos zonas donde se inició la escritura más antigua, y que fueron:
Akad y Egipto. Donde hacia el siglo XXII a.C. ya se desarrollan
algunos caracteres que se interpretaban como una sola “letra” (no
una sílaba, ni una vocal). Por su parte, en
estas mismas épocas, ya en Creta se escribía en alfabetos silábicos
(lineal
A), donde cada signo era una sílaba -existiendo sílabas que se
correspondían con las letras vocales-. Muy cercano era este sistema
minóico del abecedárico; aunque no
fueron los que originan el alfabeto. Pues el lineal-A y el lineal-B
se pierden en la noche de los tiempos, tras la destrucción del
Imperio de Minos. Pero en la misma época en la que se quedaban
olvidados estos lineales silábicos cretenses (hacia el 1580 a.C.)
comienza a surgir una nueva idea de alfabetos precisamente en la zona
de Fenicia y el Sinaí. Así se desarrolla ese tipo de escritura
durante el siglo XV a.C., en una
de las ciudades protofenicias por entonces más fuertes: Ugarit.
Un puerto situado a pocos kilómetros al Norte de Biblos; donde crean
un sistema de recoger el idioma con signos muy similar a lo que serán
luego las letras; siendo
este el comienzo del alefato. Para definirlos se valieron los
ugaritas de símbolos cuneiformes
tomados de la escritura babilónica.
.
Pese
a todo, ese alfabeto de Ugarit diseñado con signos cuneiformes no
tuvo continuidad, porque el resto de los canaaneos decidieron avanzar
hacia un abecedario nacido de símbolos más cercanos a los
jeroglíficos de Egipto. Sobre
este punto es muy interesante observar que los
signos que van tomando y que terminarían formando las letras en los
alfabetos fenicio-canaaneos (surgidos desde el siglo XIII al XI
a.C.); prevalecen algunos muy relacionados con ideogramas egipcios.
Es más todo hace pensar que desde estos jeroglíficos desarrollan
los signos nacidos desde onomatopeyas, la inicial de cada palabra,
en el ideograma egipcio. Así, por ejemplo, cuando escribían una
serpiente esquematizada y representada como unas lineas curvas; este
dibujo luego derivaría hacia el sonido de la sierpe, leyéndose
finalmente como “S” o la “Z” (letras con forma de culebra,
que siguen teniendo este valor). De igual manera, el signo inicial de
estos alfabetos -denominados protosemíticos y protosináiticos-,
normalmente fue la cabeza de ganado; lo que realmente se corresponde
con una “A” invertida (en la que basta poner dos ojos para ver
que realmente esa “A” es la testa de un bovino).
.
Actualmente
sabemos que este alfabeto prosinaítico lo desarrollaron gentes muy
relacionadas con Egipto, entre los siglos XVII al XIII; quienes
posiblemente desearon crear un sistema de escritura propio, para
generar una nueva civilización (la de Canaán). De tal manera, el
inventar esa nueva fórmula por sonidos, posibilitaría enormemente
la contabilidad y el contacto con otros pueblos; ya que en ellos se
podría escribir cualquier palabra y transcribirse todos los idiomas.
Pero sobre todo, con ese alefato propio se independizarían
culturalmente de Egipto; llegando a imponer una civilización
distinta; enseñándola a los pueblos con quienes comerciaban o a los
que dominaban. Esta idea de escritura que surge hacia el siglo XVII
a.C. (en tiempos de José y poco despues de Abrahám) , parece que
culmina y se desarrolla en tiempos de Moisés. Debiendo
considerarse que en el siglo XIV a.C. el protosinaítico ya estaba
establecido como sistema de lectura para esos pueblos que vivían del
otro lado del Mar Rojo y al Sur de Canaan. Siendo
claramente el alfabeto de singnos en los que se recogerá el Decálogo
y en el que se recordarán los primeros libros del Antiguo
Testamento.
.
En
el siglo XIII a.C., finalmente se terminan a de formar esos alefatos
canaaneos, basados en una escritura de consonantes -fundamentalmente-
y con un origen directamente común en todos (desde el hebreo,
arameo, hasta el fenicio). Siendo en ciudades como Biblos, donde
antes intentaron adoptar este tipo de escritura; seguramente para
confirmar esa independencia cultural con Egipto
e incluso con Mesopotamia. Por este motivo, y por el deseo de no
tomar una escritura babilónica, ni egipcia; creemos que es por lo
que usan y divulgan el alfabeto de Ugarit (que ya dijimos, procedía
del akadio cuneiforme); desarrollando cada cultura uno propio.
Aunque la primera creación del alefato
-a nuestro modo de ver- se
lleva a cabo copiando aquel sistema del Sinaí, que llegará hacia el
siglo XIV a.C. a las costas del sur de Fenicia. Todo lo que hace
pensar que muy posiblemente, su divulgación se debe a judíos
regresados desde Egipto con Moisés
-ver lo antes narrado sobre la interpretación del Exodo-. O
bien a hebreos que ya desde el siglo XV a.C. escapan del poder del
Nilo; donde habían trabajado como escribas o contables. Sea
como fuere, creemos que esos alfabetos protosemícos se difunden
gracias a las tribus hebreas y luego a los pueblos de Fenicia; cuando
los primeros escapan del poder faraónico (desde el siglo XIV a.C.)
con la intención de crear su propia civilización en las tierras de
Canaán. Posteriormente,
este sistema de escritura se instituyó como un alefato propio de los
judíos; desarrollando cada pueblo de Canaán el suyo. Así fue
creado al alefato fenicio, que entró en El Egeo unos dos siglos
después (importado hacia el IX a.C., en las colonias púnicas). Ya
que fueron las distintas ciudades de Fenicia, las que divulgan este
sistema de escritura a otras zonas del Mediterráneo (donde fundaron
sus enclaves). Como sucede en los puertos griegos, donde gradualmente
fueron transformando sus signos hasta poder escribir el sonido de las
siete vocales que el idioma heleno pronuncia y distingue. Todo lo que
logran entorno al siglo VIII a.C., cuando ya podemos determinar la
existencia de un alfabeto griego (padre de los sistemas de escritura
europeos).
.
Sea
como fuere, los alfabetos que actualmente utilizamos en Occidente
(latinos, griegos, cirílicos, góticos y etc); proceden todos de
esta rama. Descendiendo del protosináitico que debieron de usar
desde tiempos de Moisés, configurando un alefato por sonidos,tomando
signos desde el jeroglífico y añadiendo caracteres propios.
AL
LADO Y ABAJO: Varias tablas
con los signos protosinaíticos y su comparación con otros sistemas
de escritura (del que
desciende o a los que dio origen). Los gráficos han sido tomados de
la página de PROEL.
Junto estas lineas, signos protosinaíticos. Al lado también: Caracteres protosinaíticos y su comparación con los egipcios.
Abajo, comparación de los signos protosinaíticos y dos sistemas de escritura a los que dio origen: El fenicio y el griego.
Junto estas lineas, signos protosinaíticos. Al lado también: Caracteres protosinaíticos y su comparación con los egipcios.
Abajo, comparación de los signos protosinaíticos y dos sistemas de escritura a los que dio origen: El fenicio y el griego.
Agradecemos
a la promotora lingüistica PROEL nos permita divulgar sus gráficos
obtenidos de su página: ESCRITURA PROTOSINAÍTICA
http://www.proel.org/index.php?pagina=alfabetos/protosin
AL
LADO: Portada
del libro Reading the Past; -autor
I.
HODDER (Cambridge University Press, 27 nov. 1986). En esta
interesante obra podremos leer la evolución de los alfabetos y la
descendencia o ascendencia de los alefatos protosinaíticos.
.
.
.
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.
ABAJO: Uno de los gráficos del libro antes mencionado. En este se contiene la evolución de los signos desde el alefato fenicio y el hebreo, hasta el griego, el etrusco y el latino.
13)
CULTOS CANAÁNEOS, RITOS EGIPCIOS Y DIOSES MINÓICOS:
.
De
los intercambios culturales antes descritos y de una continua
conexión entre Oriente Medio y Micenas, surgieron cultos y ritos
ajenos a los egipcios en el Israel posterior a Mosiés. Uno de los
principales fue la veneración a Adonis (que se exportó a Grecia y
El Egeo), aunque esta deidad fue de origen canaaneo y probablemente
judío.
Pues se considera que su nombre procede de la voz fenicia “adon”
que significa “señor”, y según algunos especialistas vendría
del dios sirio Tammuz (58)
;
aunque realmente -a nuestro modo de ver- sería una tranformación
directa del Osiris de Biblos. De tal manera, el
dios Adonis presidía el panteón de Biblos y las fiestas de su
nacimiento constituía el mayor festival de aquella ciudad de Canaán.
Pero dicho dios, brotaba del interior de un árbol de la vida (que
se consideraba era el de mirra o el cedro del Líbano) y
su nacimiento simboliza la obtención de las resinas y de la mirra.
Narrando
su mito que aquel niño era extraído con un cuchillo de la corteza
del árbol, donde su madre lo escondía.
Aunque para entender los orígenes de tan extraño relato, hemos de
recordar a Osiris, que fué asesinado y lanzado al Nilo
en un sarcófago cerrado, donde bajó el rio hasta llegar al delta;
tras lo que navegando
por mar, arribó a Biblos. Allí se introdujo el dios egipcio en un
árbol de la vida,
donde resucitó dentro de ese tronco. Su viuda Isis, descubrió tal
reencarnación y cortó el árbol, llevando a su marido en esta forma
hasta el palacio real de Biblos; donde lo coloca como pilar central,
y donde le ama y adora en la figura aquella. Finalmente diremos que
este mito se relaciona plenamente con la adoración al árbol en
Biblos y la exaltación de los cedros de sus bosques, que
proporcionaban la madera para crear barcos, casas, enseres,
herramientas y etc. Árbol
tan venerado y útil, que aún aparece en la misma bandera de Líbano.
.
El
culto osiriaco egipcio antes expuesto, vemos que también se
relaciona plenamente con el de Adonis, igualmente nacido de un árbol
de la vida: El de mirra, que se usaba para embalsamar y el
del mencionado cedro, con
que el construían preferentemente los barcos fenicios. Tantas
conexiones tiene este mito con el de Osiris, que en la historia de
Adonis existe un conocido sinsentido, sin poder razonarse por qué
el dios de la belleza es atacado por un jabalí que lo mata. Algunos
argumentan que ello se debe a que es este animal el que con sus
colmillos daña la corteza del árbol sagrado y extrae la resina, y
por lo tanto al niño Adonis (lo que relacionaría su nacimiento con
su muerte). Pero ningún experto explica qué relación tiene dicha
muerte producida por el jabalí, con la verdadera historia del dios
púnicoheleno de la belleza. Aunque si repasamos la “vida” de
Osiris, veremos que este divo fue igualmente atacado y muerto por un
jabalí; facochero que representaba a Set (el demonio). Ello se debía
al odio que los pueblos del desierto sentían por el cerdo -como el
egipcio-; animal que nunca se preocuparon en pastorear ni domesticar,
dado que en un medio como el suyo es una especie muy dañina (al
ensuciar y hasta llenar de plagas las aguas). Este significado del
cerdo como animal que destruye y que es devastador para el desierto,
hace que igualmente el hijo de Osiris (Horus), fuera dañado y hasta
sodomizado por otro cerdo salvaje que intentó acabar con él. Del
mismo modo, Adonis,
pudo verse influenciado por este ciclo osiriaco y tener un final
relacionado con el jabalí (en Africa el facochero) y ello explicaría
su muerte, debido a su origen desde itos la religión egipcia.
.
Asimismo,
Adonis, está muy conectado con el culto judío a Yahvé, también
llamado por los hebreos Adonai o Adón; tanto que desde Isaías es ya
un homónimo del mismo nombre de Yahvé, y puede afirmarse que desde
la época de este profeta (siglo VII a.C.) se susutituye la palabra
Yahvé por la de Adón o Adonai.
El significado de esta voz en hebreo es igualmente que en fenicio,
“el señor de las tierras” (el señor), y muy posiblemente el
nombre del Adonis griego puede proceder de esta voz judía (dado que
el mismo dios en Siria, ya dijimos que se llamaba Tammuz). Por
cuanto expresamos, no sería una teoría extraña pensar que el
mencionado dios supremo que adoraban los Filisteos (en el templo que
destruye Sansón) no era Dagón, tal como luego pudieron escribir las
crónicas; sinó de Adón, o Adonis, deidad helena tomada de Canaán.
Pues el mencionado Ladón se describe como una deidad semita con
forma de Pez y que entre los griegos era un demonio, al igual que
para los judíos. De tal manera, Dagón (Ladón) para los helenos se
consideraba un monstruo marino nacido de Zeto, o de la serpiente
Equidna; con forma de pez y tenido por un dragón cuya misión era la
guarda y custodia de las manzanas de oro en el Jardín de las
Hespérides (59)
. Por lo que no
nos extraña que el episodio que narra cómo Sansón se quita la vida
destruyendo el templo filisteo de Dagón, quizás ha aliterado el
nombre de la deidad
(Jueces, 16) (60)
.
AL
LADO Y ABAJO: Junto
estas lineas, “la muerte de Adonis”, grabado de Caude Mellán
(hacia 1670) -observemos el jabalí el fondo, en la parte central de
la escena-. Como decimos, probablemente el dios Dagón al que
adoraban los filisteos, pudiera tratarse del Adonis de Biblos, al que
todos los pueblos de la zona rendían culto.
Abajo, Sansón derribando las columnas del templo de Dagón, en un dibujo-grabado de Julius S. von Carolsfeld.
Abajo, Sansón derribando las columnas del templo de Dagón, en un dibujo-grabado de Julius S. von Carolsfeld.
Como
venimos exponiendo, Osiris transformado en Adonis era veneradísimo
en Biblos; donde muy cerca pasaba un río homónimo (Adonis), que
todos los años “vestían” de rojo el día que se celebraba el
nacimiento del niño árbol. Lavando en sus aguas las ofrendas, tras
recoger las savias con las que fabricaban la mirra.
Una resina que se consideraba sangre de los árboles; aunque
seguramente, los adoradores de Adonis, para celebrar el nacimiento
del niño dios también sacrificaban reses y seres vivos, derramando
luego su sangre en el río del mismo nombre. En
cuanto a su relación con los cultos a Afrodita, también llevados
por los canaáneos a Grecia; diremos que ambos procedían igual
origen y estaban unidos. Tanto
que se consideran a Adonis y Afrodita pareja, por lo que ella termina
llorando eternamente la terrible muerte del dios; su “señor” e
inseparable amigo. Es evidente que aquel
era un dios agrario, de adoración a la vegetación y a la primavera,
procedente del Osiris egipcio; pero con el significado añadido del
árbol de la vida. Aunque también hay que destacar que termina
confundiéndose en Grecia y Creta, con Dionisos (Baco)
-deidad de la semilla y del vino-. Pero la veneración hacia Adonis
junto a Afrodita, se transforma también en la Hélade en los cultos
de Apolo; que se distinguían por su serenidad y armonía,
separándose de los de Dionisos -que aún estando relacionados en
origen con los de Adonis, fueron degenerando a orgiásticos y
desenfrenados-.
.
Por
ello no es de extrañar que los misterios iniciáticos hebreos se
relacionen mucho con dicha deidad de la belleza griega; dado que las
ceremonias que realizan los judíos (y hasta las que implanta Jesús)
fueron ritos de sacrificio agrario: Del pan y el vino. Sustituyendo
de la muerte de una víctima, o de un animal; por la ofrenda de un
vegetal; lo que significa el paso último dado por las religiones, a
fines del Hierro (hacia la “no violencia”). Para crear cultos con
un vínculo social obligado, solo basado en el sacrificio del trabajo
y del fruto de la tierra (sin derramamiento de sangre). En
esta linea pueden considerarse los ritos del Adonis canaaneo, que
importaron a Grecia y que se siguieron en muchas celebraciones
greco-latinas, como cultos de Apolo. Pese a ello y como dijimos, otra
linea del mismo misterio se mezcla con el dios micénico de nombre
similar: Dionisos y los misterios “ctónicos” de Atenas. Por lo
que dichos cultos dionisiacos de la Hélade eran los mas ancestrales
ritos agrarios, basados en el vino y la locura lasciva, dando como
resultado celebraciones tan arcaicas como las llevadas a cabo por las
famosas “bacantes”. Sacerdotisas desnudas de Baco que en su
euforia y borrachera, llegaban a desollar carneros vivos con la boca
y manos; comiéndolos en crudo, a mordiscos.
.
Pese
a todo, las fiestas de ritos agrarios se distinguieron claramente
entre dos tipos bien diferenciados: Las apolineas (o cultas) y las
dionisiacas (o brutales). Pues los
cultos de Adonis o Apolo, sin inmolación de víctima, triunfaron y
fueron los que hicieron nacer una nueva religión que en Europa llegó
fundamentalmente con Roma. Su mensaje de paz se establece por estas
celebraciones basadas en el sacrificio del cereal y la fruta,
divulgándose finalmente muchos de esos rituales de origen judío
(similares a los de adoración a su Adonai). Como ceremonias
agrarias, sin inmolación de vidas animales y donde se sustituyen los
cultos de sangre, por otros de savia y resina -bajo el significado de
Adonis dentro del árbol-.
De tal manera y volviendo al Adonis
“señor” que deseaba tan solo el sacrificio de los frutos de
la tierra. Hemos de insistir en que este se
relaciona plenamente con Osiris, dios del trigo y la vegetación,
para quien se celebraban ya las primeras fiestas con ritos del pan y
el vino desde comienzos del III milenio a.C..
Como dios más benéfico de Egipto, que da su vida por los hombres y
era arrojado al Nilo, llegando hasta Biblos flotando en su ataúd,
donde resucita y difunde su mensaje y su religión. Por
lo que habríamos de estudiar cuanto de Osiris hay en el Yahvé judío
y sobre todo, cuanto hubo del Señor Adonai de los hebreos, en aquel
Jesús que inspiró el Nuevo Testamento
(61)
.
.
Para
terminar este epígrafe volveremos a recordar los estudios sobre
Moisés, de Jan Assmann
(62a)
-comentados
en nuestro epígrafe 6/b-; donde
explicábamos que este
profesor experto en Historia y teología hebrea, considera
a libertador de los judíos también el creador del monoteismo. Idea
que no compartimos, al poderse demostrar que Egipto ha tenido desde
sus inicios dinásticos, una religión que prácticamente adoraba a
un solo dios. Pues las otras deidades del Nilo, a mi juicio se
corresponderían más con el concepto mediterráneo de lo sagrado;
por el cual aún creyendo en un solo Dios, se veneran también
infinidad de Santos, Vírgenes y Cristos.
Tanto es así, que el mismo Dios de los cristianos son tres personas
en una sola; todo lo que expresa un monoteísmo “incierto”; con
capacidad plena para admitir como sagrado otras figuras que no sea
“La Unidad” (abarcando de entrada tres: Padre, Hijo y Espíritu
Santo). Pero regresando
a la religión de Egipto, es obvio que el antiguo Osiris era el dios
supremo y único;
reinando en el panteón junto a su mujer (Isis) y su hijo (Horus), en
la forma semejante a las tres personas distintas en una sola deidad.
Todo lo
que en nuevas reformas se convirtió en Amón (ó bien en Amón-Ra);
como la representación del Sol.
Astro sagrado y supremo, que posteriormente se considera dios del
Nilo, actuando asimismo como deidad cuasi única. Las pruebas de
cuanto expreso las recojo en cita (62b)
,
donde expongo frases de Mircea
Eliade, quien nos explica que “Los
teólogos del Imperio Nuevo insisten en el carácter complementario
de los dioses opuestos o incluso antagónicos. En la Letanía de Ra
se llama al dios solar «el Uno
conjunto»”.
Aunque finalmente será Amenofis III (padre de Akhenatón) quien
inicia la reforma para cambiar la adoración única y el nombre de
Amón, por el de Atón; considerándolo no solo el Sol, sino además
el disco de la luz
(quizás concediendo a esa circunferencia solar, valor geométrico o
trigonométrico).
Una herejía que hereda Amenofis IV, quien (tras
cambiarse su nombre en favor de Atón)
decide destruir las estatuas de otros dioses y dejar a este como
único de su panteón. Reforma que lleva a la guerra civil y a la
secesión a Egipto; etapa y hechos de los que considera Assmann
procede Moisés. Quien
personificaría -o dirigiría- a los súbditos del Nilo, que hubieron
de huir de su tierra tras la caída de Akhenatón.
.
Dejando
al margen esta teoría del Moisés nacido desde la herejía de
Amenofis IV; que parece probada
(al menos para el caso de las tribus de Manasés y Efraím, asentadas
al Sur y que conformaron Judá, y no Israel).
Hemos de revisar la idea de que el monteísmo fuera instituido por
Akhenatón; pues -como decimos- la religión de Egipto siempre adoró
a un dios supremo. Una deidad superior y única que representaba al
faraón; y
como tal, el mismo nombre de Amón era el de “Min” o “Minu”;
el divo gobernante, considerado unificador del Alto y Bajo Egipto
(creando la monarquía dinástica). De
tal manera, Amón-Rá era en sí mismo Minu y el Sol; unidad divina
que simbolizaba al monarca como representación del astro dios y del
hombre rey. Todo ello explica que en Egipto realmente hubiera un solo
dios superior y un solo gobernante supremo; por
cuanto el monoteísmo estaba inserto en el ADN de aquel imperio, que
según la leyenda había creado Minu. Ese dios de a fertilidad de tez
oscura; que llegó a ser el primer faraón tras sufrir la amputación
de un brazo, por haber preñado a casi todas las mujeres del Nilo.
Así
es como se inicia la dinastía de Egipto, con
capital en Menfis (la ciudad de Min: “Minu-fes”); erigiendo
un imperio piramidal, en cuya cumbre solo estaba un dios gobernado
por la triada, de la que surgía el “triángulo de triángulos”:
Osiris, Isis y Set; Sol, Luna y Venus; Faraón, reina y príncipe.
ARRIBA:
Sobre
estas lineas, dibujo mío del altar del holocausto y del altar del
incienso, tal como manda construirlos Moisés en Éxodo. Ambos son
“asheras” de tipo semejantes a las usadas antes por los minóicos
y micénios, con forma de toro y cuernos. Pues
tal como indica ese libro de Moisés, en el ara de incienso: “hizo
cuernos en sus cuatro esquinas, los cuales eran de una misma pieza
con el altar, y lo recubrió de bronce. Hizo asimismo todos los
utensilios del altar: calderos, y palas, y tazones, y garfios y
braseros” (...) “Hizo también el altar del incienso de madera de
acacia; de un codo su longitud y de un codo su anchura; era cuadrado;
y su altura era de dos codos y sus cuernos eran de una misma pieza de
este. Y lo recubrió de oro puro su cubierta, y sus paredes alrededor
y sus cuernos; y le hizo una cornisa de oro alrededor. Le hizo
también dos argollas de oro debajo de la cornisa en las dos
esquinas, a los dos lados, para pasar por ellas las varas con que
había de ser transportado” (62)
. Estos
altares contienen una enorme influencia creto-chipriota, tal como
hemos
demostrado en varios de nuestros estudios; teniendo la forma de
pellejo bovino o acabando en cuernos. Así, con un igual diseño,
eran las mesas de celebración de Chipre y Creta a mediados del
segundo milenio a.C. (usadas por los fenicios posteriormente e
importadas a occidente). Todo lo que muestra la síncresis religiosa
y de ritos que supuso el culto mosáico.
.
ABAJO:
Cuadro
de Giuseppe Leonardo -propiedad
de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, a la que
agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen-. En
la obra se representa a Moisés y el culto a la serpiente; un pasaje
bíblico, donde vemos la complejidad del origen en los ritos y
creencias mosáicas. Este pasaje de los ofidios lo contempla de forma
muy distinta Flavio Josefo, narrando que Moisés libera a Egipto de
una plaga de sierpes lanzadas por los etíopes. Sea como fuere, en
los ritos mosáicos se observan cultos canaaneos y egipcios; muy
ajenos a lo que posteriormente pudo considerarse el mundo hebreo.
14)
MOISÉS LEGISLADOR; MOISÉS SACERDOTE; MOISÉS LIBERTADOR; MOISÉS
GENERAL:
.
Terminamos
con este pequeño epígrafe en el que queremos exponer las diferentes
personificaciones que simbolizaría la figura de de Moisés. Pues si
los judíos le consideran preferentemente el gran legislador; no hay
que olvidar que asimismo fue libertador, general y sacerdote de los
hebreos.
Todo lo que se explica repetidamente en los Libros de Moisés, que
recogen los textos sagrados judíos (de la Halajá), El Antiguo
Testamento
y la obra de Flavio Josefo. Aunque
para analizar la figura del Moisés legislador, habríamos de tener
muy presente que aquellas leyes consideradas mosáicas, en su mayor
parte serían normas redactadas mucho antes y después de la etapa en
que fechamos el Éxodo (siglo XIV a.C.).
Debiendo pensar que esa legislación repetidamente citada en el
Levítico o en Números o Deuteronomio, procede de tiempos de Abrahám
o de José; y que muchas de sus leyes son muy posteriores a Moisés.
Acerca de los antecedentes del este código mosáico, ha quedado
históricamente demostrado que fueron heredadas desde los
mesopotámicos; seguramente importados por los herbreos en sus
primeros viajes hasta Canáan.
Hechos que podemos observar en las coincidencias existentes entre
estas y el código de Hammurabi, que cuatro siglos antes ya recoge la
“ley del Talión” de forma muy parecida (tal como dictan los
libros sagrados judíos). Otras legislaciones que comparten paralelos
con las normas de Moisés podremos leerlas en múltiples códices de
Babilonia y Summer; todas ellas escritas cientos de años antes de la
fecha del Éxodo. Acerca
de ello, nos dice Luis
Vegas Montaner: “Si
comparamos la Biblia con los códigos y leyes orientales citados,
podemos comprobar que el núcleo civil de la misma (Código de la
Alianza) ofrece muchas semejanzas con el derecho oriental,
especialmente con el Código de Hammurabi y con las leyes
mesoasirias”
(64)
.
.
Tras
la anterior afirmación, Luis Vegas Montaner pasa a referir las
coincidencias entre las leyes mosáicas y estos códigos babilónios
o mesoasirios;
entre las que destaca:
“- ley del talión - pena de muerte infligida al autor de un rapto
- indemnización equivalente prevista cuando un pastor deja pacer su
ganado en el campo de otro sin el acuerdo del propietario -
liberación del esclavo tras varios años - responsabilidad civil del
agresor - restitución de un bien prestado, incluso si éste ha sido
robado - aborto ocasionado por golpes - magia - daños causados por
el ganado - juicio de Dios u ordalía” . Citando
otros pasajes bíblicos que coinciden con las leyes de Hammurabi,
como es el caso de: -
falso testimonio - condena a muerte de la mujer adúltera y de su
cómplice (65)
.
Continúa
escribiendo el mismo autor que:
“Por otra parte, las costumbres de época patriarcal muestran
claras concomitancias con la legislación hurrita de Nuzi, lo cual no
resulta extraño si consideramos la estancia patriarcal en Harán,
uno de los centros hurritas más importantes”
(66)
.
.
Para
concluir escribiendo:
“En
suma, la ley del talión está en pleno vigor en el Antiguo
Testamento y en el Código de Hammurabi. La Biblia conoce varias
causas para la pena de muerte, entre ellas la motivada por heridas a
los padres (Ex 21,15), que el Código de Hammurabi, castiga sólo con
el corte de las manos. En general, los códigos sumerios y las leyes
hititas muestran más lenidad, mientras que las leyes bíblicas
comparten la severidad de las leyes mesoasirias. Por otra parte, así
como es evidente que otros códigos, como el de Esnunna, reflejan la
estructura jurídica de una sociedad urbana, las leyes del Antiguo
Testamento conservan evidentes principios tribales (por ejemplo,
venganza del cabeza de familia, etc.)” (…) “Aunque
similares, estas leyes reflejan la diferencia básica entre los
sistemas legales israelita y mesopotámico. Los códigos de
Mesopotamia son esencialmente seculares, en cuanto que tratan
solamente de asuntos concernientes a la conducta de un ser humano
respecto a otro. La relación entre lo humano y lo divino no está
regulada, ni hay sanciones religiosas que respalden las leyes
seculares. En la legislación de Israel se produce una mezcla de ley
y religión. Toda ley deriva en última instancia de Dios. Las
violaciones de la ley religiosa son susceptibles de castigo por
tribunales humanos, y se aplican sanciones religiosas además de las
seculares” (…) “La
característica general de los códigos bíblicos es su sentido
religioso. Es evidente que en la redacción entraron diversos
factores naturales: condiciones geográficas, económicas, sociales,
culturales y psicológicas. Pero el factor principal es el religioso.
La religión interviene como freno y como orientación positiva.
Israel es una teocracia, cuya autoridad suprema reside en Dios”
(67)
.
.
Pese
a todo, y aún reconociendo el magnífico trabajo antes citado (de
Luis Vegas Montaner); hay un episodio que excluye u omite, como es la
enorme influencia que debieron tener las normativas egipcias en las
leyes mosáicas. Tristemente no nos han llegado códigos
faraónicos, ni compilaciones de legislación del Egipto Antiguo;
habiendo sido tan solo recuperados algunos preceptos, normas y
sentencias. Documentos que en su mayoría se circunscriben al ámbito
privado -como son, multas impuestas por robo o dejación de
funciones, dictámenes en caso de adulterio, edictos para que los
funcionarios no abusaran de sus cargos y etc-. Pese a ello,
muchos reconocen aspectos de la legislación de época de Akhenatón,
entre los preceptos que recogen los libros sagrados judíos.
Existiendo paralelos en normas tan extrañas y peculiares como
aquellas que marcan qué hacer con el semen del hombre que cae sobre
la ropa mientras duerme; o en la silla de montar, cuando viaja en
caballerizas. Asimismo, se considera que las ordenes mosáicas que
obligan a lavar las impurezas en las mujeres (tras la menstruación o
el parto), pudieran también tener este origen egipcio. Por lo
demás, existen indudables concomitancias entre algunos Salmos de la
Biblia y los himnos del Nilo; destacándose el Salmo 104 y su
enorme parecido con un canto a Atón escrito en época de Amenofis IV
-que recogemos en cita (68) -.
Pese a todo, si deseamos buscar un paralelismo entre las leyes
mosáicas y las egipcias, a mi juicio, lo mejor sería repasar el
Libro de los Muertos faraónico. Donde podremos encontrar pasajes
como el que refiere el “Conjuro 125” que dicta mensajes muy
cercanos a los Diez Mandamientos; tal como podemos leer junto a la
siguiente imagen.
AL
LADO: Portada
del Libro de los Muertos, en traducción de Budge y notas de Laurent.
A continuación recogemos parte del capítulo CXXV, donde el difunto
se presenta ante Osiris y debe confesar de modo negativo sus
virtudes; negando haber dañado a los hombres. Se trata de unos
cuarenta versículos, en los que prácticamente se recogen todas las
bondades que enseña a cumplir el Decálogo de Moisés.
En la cita (69)
recogemos el texto entero, que a continuación resumo:
“Yo
no he hecho mal a los hombres.// Yo no empleé la violencia con mis
parientes.// Yo no reemplacé por la Injusticia a la Justicia.// Yo
no frecuenté a los malos.// Yo no cometí crímenes.// Yo no hice
trabajar para mi beneficio con exceso.// Yo no intrigué por
ambición.// Yo no di malos tratos a mis servidores.// Yo no blasfemé
de los dioses.
Yo
no privé al pobre de su alimento.// No cometí actos execrados por
los dioses.// Yo no permití que un amo maltratase a su sirviente.//
Yo no hice sufrir a otro. // Yo
no provoqué el hambre.// No hice llorar a los hombres, mis
semejantes.// Yo no maté ni ordené matar.// Yo no provoqué
enfermedades entre los hombres.// Yo no sustraje las ofrendas de los
templos.// Yo no robé panes de los dioses (…) // Yo no traté de
aumentar mis dominios Utilizando medios ilícitos ni usurpando los
campos de otros.// Yo no manipulé los pesos de la balanza ni su
astil (vara) (…) // Yo no violé las reglas de las ofrendas de
carne.// Yo no me apoderé del ganado que pertenecía a los templos
de los dioses.// Yo no impedía a un dios que se manifestase.
.
Otro
aspecto de la figura de Moisés sería su función de sacerdocio.
Perfectamente descrita y recogida en los Libros Mosáicos; donde
desde el Éxodo al Deuteronomio leemos las normas de ofrenda, las
vestimentas, festividades, sacrificios y templos, que él ordena.
Narrando su historia como tras la liberación de los judíos, y
al llegar al Sinaí, hubo de comunicarse repetidamente con Dios
-aparecido en el fulgor de una zarza-.; que le manda subir a la
cima del Sinaí, para darle las Tabas de la Ley. Posteriormente
ordena a su pueblo en diferentes tribus y crea la casta de
sacerdotes, mandando construir El Tabernáculo (templo
desmontable, que podía transportarse y donde se reunirá con sus
pueblo y el clero). Asimismo, nombrará sacerdote supremo a su
hermano Aarón -con la oposición de parte de los hebreos-,
describiendo las vestimentas y los atributos que lucirán sus
clérigos (levitas, rabinos y el superior). Manda también a
los artesanos realizar los principales enseres sagrados del
Tabernáculo y que más tarde pasarán al Templo. Entre otros: Las
cortinas colgadas con anillas de oro, el altar del incienso, el
candelabro de siete brazos (la Ménhorá) y el Arca de la
Alianza (donde guardarán finalmente las leyes y la vara de
Aarón). Acerca de estos pasajes, diremos que en todos los rasgos
de cuanto ordena y crea Moisés, también veremos una síncesis entre
las religiones de Canaán, las mesopotámicas, las del egeo
(cretochipriotas) y la faraónica. Siendo el altar del incienso
muy semejante a las asheras minóicas y chipriotas, tanto como a los
altarcillos de aceite canaaneos -hallados en Meggido-. Igualmente,
las vestimentas de Aarón (sacerdote supremo) son de tipo oriental;
luciendo un pectoral y efod muy semejante a los del Nilo y que parece
también llevaban los clérigos de Biblos o de Fenicia. Del mismo
modo, el Arca, coronada por dos querubines; aparenta enormes
influencias egipcias, al estar rodeada por esas dos figuras
angelicales que semejan esfinges aladas. Finalmente diremos que
asimismo otros atributos sagrados, como el candelabro de siete
brazos, simbolizando los siete planetas y sus luces; pudieran tener
influencia mesopotámica -en cuyos templos (dirigidos por astrónomos)
se simulaba el orbe celestial y sus astros-.
.
Por
lo demás si hablamos del Moisés libertador, habríamos de tratar
asimismo del general que lucho por y con su pueblo. Entendiendo
además qué funciones de sacerdote se mezclaron con sus
conocimientos militares, para actuar como guía y señor de los
hebreos. Ya que atributos como su vara
-con la que abre el camino y logra hacer brotar agua de las rocas-
demuestran un Moisés más clérigo que militar.
Entendido como un noble formado en las Casas de la Vida egipcias, con
conocimientos sobre el modo de orientarse en el desierto y encontrar
pozos en sus arenas. Aunque no hemos de olvidar tampoco que su
figura como libertador y guía en el desierto, quizás también nos
habla de aquellos hebreos (canaáneos) marineros; que teniendo un
gran poder en el Mar Rojo y en el reino del Nilo, serían capaces de
sacar en sus barcos a esclavos del faraón.
.
Pero
si nos ceñimos al Moisés entendido como una persona, que a raíz
del cisma de Egipto logró el permiso de sus gobernantes para sacar
de sus fronteras a los seguidores de la nueva religión impuesta por
Amenofis III y su heredero (Akhenatón). Toda su historia quizás
hablaría de Amenofis III y más concretamente de su primogénito,
llamado Tutmoses. Quien ejercía el cargo de Sumo Sacerdote en Menfis
y que debió morir antes que su padre (en el año 30 de su reinado);
pues el trono pasó al segundo hijo -Akhenatón, Amenofis IV-. De tal
manera, la historia no volverá a mencionar a este Tutmosis
(primogénito de la corona); aunque hay quienes ven en él, el
recuerdo de aquel llamado Moisés, como Tut-Mosés. Pudiendo haberse
tomado su desaparecida figura para fingir un nuevo reinado de Amarna;
cuando es destruida la herejía de Akhenatón y quienes la seguían.
Siendo posible que algún familiar de Amenofis IV decidiera erigirse
como nuevo monarca, bajo el nombre y el recuerdo del aquel
primogénito fallecido de joven: Tut-Moses, el hijo primero de
Amenofis III, quien en verdad inició la herejía monoteísta.
ARRIBA:
Dibujo
mío en que podemos ver las vestimentas de los clérigos judíos, ta
l como lo determinó Moisés. En el caso del Sacerdote Supremo del
templo de Salomón, es de destacar que entre sus atributos está el
uso del pectoral llamado de Aarón y la mitra. Ambos son de clara
influencia egipcia; una civilización donde el pectoral o collar
(Mehent, menat etc) era el símbolo del poder y la protección (70)
. Asimismo,
la mitra significaba la superioridad de inteligencia para los
egipcios y los mesopotamios; su simbolismo tenía tales connotaciones
que se ha perpetuado hasta nuestros días (en que los obispos y
doctores de la Iglesia lucen un tocado muy semejante).
.
ABAJO: Detalle del Arco de Tito, erigido su muerte, por su hermano Domiciano. Tito fue quien finalmente venció a los judíos en una tremenda guerra que duró cuatro años. Pues como dijimos al habla de Flavio Josefo, la gran revuelta de Judea comenzó en el año 66 d.C.; aunque no fue sofocada hasta casi un lustro después. En sus comienzos pidió ser elegido Flavio Josefo uno de sus cabecillas; aunque se rindió en verano del 67 a Vespasiano -a quien cayó en gracia este judío de estirpe levita, sangre real y enorme cultura, cuando le pronosticó que pronto sería emperador-. Desde entonces, Josefo realizó labores para llegar a un acuerdo entre ambos bandos, pero con horror finalmente vería como los romanos destruían Jerusalén y hasta el Templo de Salomón. Cuando antes de finalizar de la contienda Vespasiano tuvo que regresar a Roma (donde le llamaban para ocupar el cargo de emperador -tal como había predicho Flavio Josefo); dejando el mando a su hijo, Tito. Siendo entonces cuando las tropas romanas tuvieron un comportamiento encarnizado, llegando a provocar un genocidio en Jerusalén y sus inmediaciones. La cifra de muertos parece que superó el millón cien mil judíos; hablándose de seiscientos mil de ellos crucificados y cien mil más -que no pudieron huir- vendidos como esclavos. Además, los soldados imperiales decidieron finalmente quemar y saquear el Templo de Salomón, con cuyos tesoros se dice que elevaron el Coliseo en Roma (para entretener a las masas, comenzando Tito la decadente política de “pan y circo”). En imagen podemos ver esta escena del expolio en el templo judío, presidida por el retrato de Tito -al que acompañan en efigie, su padre Vespasiano y su hermano Domiciano-. Por su parte, Flavio Josefo se vio obligado a asistir al triunfo y desfile de Tito con Vespasiano en Roma (el año 71 d.C.); donde portarían El Arca de la Alianza, las trompetas de Moisés y la Mehnorá (entre otros tesoros expoliados en Jerusalén, que vemos en esta escena del arco). Flavio Josefo recibió la ciudadanía romana y dedicó su vida a escribir la Historia de su pueblo, que no se perdió -en gran parte- gracias a la labor de este estratega (muy criticado por algunos, pero cuyo trabajo como escritor y estudioso fue inigualable)
ABAJO: Detalle del Arco de Tito, erigido su muerte, por su hermano Domiciano. Tito fue quien finalmente venció a los judíos en una tremenda guerra que duró cuatro años. Pues como dijimos al habla de Flavio Josefo, la gran revuelta de Judea comenzó en el año 66 d.C.; aunque no fue sofocada hasta casi un lustro después. En sus comienzos pidió ser elegido Flavio Josefo uno de sus cabecillas; aunque se rindió en verano del 67 a Vespasiano -a quien cayó en gracia este judío de estirpe levita, sangre real y enorme cultura, cuando le pronosticó que pronto sería emperador-. Desde entonces, Josefo realizó labores para llegar a un acuerdo entre ambos bandos, pero con horror finalmente vería como los romanos destruían Jerusalén y hasta el Templo de Salomón. Cuando antes de finalizar de la contienda Vespasiano tuvo que regresar a Roma (donde le llamaban para ocupar el cargo de emperador -tal como había predicho Flavio Josefo); dejando el mando a su hijo, Tito. Siendo entonces cuando las tropas romanas tuvieron un comportamiento encarnizado, llegando a provocar un genocidio en Jerusalén y sus inmediaciones. La cifra de muertos parece que superó el millón cien mil judíos; hablándose de seiscientos mil de ellos crucificados y cien mil más -que no pudieron huir- vendidos como esclavos. Además, los soldados imperiales decidieron finalmente quemar y saquear el Templo de Salomón, con cuyos tesoros se dice que elevaron el Coliseo en Roma (para entretener a las masas, comenzando Tito la decadente política de “pan y circo”). En imagen podemos ver esta escena del expolio en el templo judío, presidida por el retrato de Tito -al que acompañan en efigie, su padre Vespasiano y su hermano Domiciano-. Por su parte, Flavio Josefo se vio obligado a asistir al triunfo y desfile de Tito con Vespasiano en Roma (el año 71 d.C.); donde portarían El Arca de la Alianza, las trompetas de Moisés y la Mehnorá (entre otros tesoros expoliados en Jerusalén, que vemos en esta escena del arco). Flavio Josefo recibió la ciudadanía romana y dedicó su vida a escribir la Historia de su pueblo, que no se perdió -en gran parte- gracias a la labor de este estratega (muy criticado por algunos, pero cuyo trabajo como escritor y estudioso fue inigualable)
ESTE
CAPÍTULO SE HA DIVIDIDO EN DOS PARTES
(Y
UNA TERCERA, QUE COMPRENDE LAS CITAS).
ESTA
ERA LA SEGUNDA PARTE.
LA
PARTE PRIMERA PUEDEN ENCONTRARLA PULSANDO
LAS
CITAS SE HALLAN EN ESTA OTRA ENTRADA.
SE
RECOMIENDA ABRIR ARTÍCULO Y CITAS A LA VEZ, PARA TENER LAS DOS
PÁGINAS A SU DISPOSICIÓN Y PODER LEER EL ARTÍCULO MIENTRAS
CONSULTAN LAS CITAS.
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