martes, 16 de noviembre de 2010

Apofis se apodera de La Barca de Ra

Habíamos dejado a Pitágoras y Joshúa escuchando el relato del anciano maestro arpista, en que les narraba cómo el Supremo Matemático había creado una trama, para generar una tremenda “escena de iniciación” que les llevó a ingresar a ambos como sacerdotes con plenos derechos y en alto rango (destinados todos a Heliópolis, la antigua Iunu, ciudad también llamada en la Biblia, On). Un estatus al que era difícil de acceder y más siendo extranjeros, dado que sacerdocio en Egipto era en muchos casos hereditario, debido a las prerrogativas y beneficios de los que gozaba el clero. Un estamento, que además, participaba del derecho de actuar como funcionarios en muchas otras actividades de la vida civil del Nilo. Por lo demás, lo templos tenían en propiedad y explotación un tercio de todas las tierras cultivables, además de poder para imposición y tasas, tanto como gozaban de las numerosas prebendas y donativos que los ciudadanos les entregaban.

Debido a ello, en ocasiones los derechos de sacerdocio se compraban o vendían entre personas o familias, a cambio de altas sumas, o de ricas propiedades. Pese a los que sabemos que Pitágoras de Samos ingresó en el templo de Heliópolis en estos años que se fecha el texto que recogemos (hacia el 535 a.C.), y que continúa del siguiente modo:


 
Fue al siguiente día cuando el maestro músico nos narró lo que sucedió con los dos traidores que falsamente testificaron contra nosotros. Tras acabar el arpista con sus cantos de mañana, en esta que era la quinta jornada, desde que nos habían “iniciado” y traído hasta La Barca de Ra; comenzó nuestro amigo a hablarnos del siguiente modo:

-“Ya solo me falta contaros de lo que conozco, lo que ha sido de los dos rufianes que os traicionaron y actuaron como falsos testigos en vuestro ´juicio´. Pues fueron llevados a otras estancias, no muy lejanas de donde vosotros estabais sufriendo, mientras os peguntaban y os obligaban a tomar aquel elixir de Imnhotep….

Allí en esas habitaciones cercanas al cuarto de guardia, les fueron preguntadas varios hechos, entre los que se ratificaron diciendo que vosotros habíais comprado a través de ellos secretos de ciencia. Siendo así, les dijeron, que os iban a condenar a muerte y para que vieran la verdad de aquello, pusieron frente a ambos el elixir de Imnhotep, explicando que este era el veneno que os iban a obligar a tomar, por haber quebrantado las verdades del templo y ser unos impostores. De tal modo, se les encargó que lo llevaran personalmente hasta vosotros y que os obligaran a beberlo... Sin problemas de conciencia, salió de aquella estancia uno de ellos, tomando la taza y dirigiéndose hasta donde le indicaron que estabais. Aunque, el otro de los rufianes, al verse en la tesitura de tener que ir  a envenenaros, no quiso hacerlo, por lo que se le dijo que esperase por un momento en aquel lugar donde estaba (cerrando por fuera la puerta).

Salimos camino de vuestra celda, con el sacerdote juez y con aquel canalla primero que decidió ir a daros el bebedizo que os mataría. Tras llegar cerca de donde estabais, se le dijo que había un problema al no haberle querido acompañar su amigo y solo tener un vaso para envenenaros a ambos; a lo que el rufián nos preguntó si la dosis era suficientemente fuerte, contestando el juez que sí. Por lo que comentó que bastaba buscar una segunda taza y volcar la mitad en cada recipiente, si no queríamos regresar por la otra "dosis", que había quedado donde estaba su amigo. Así se hizo y aquel canalla presenció desde un pequeño ventanuco existente en la puerta, como vosotros dos erais obligados a beber el elixir, sin inmutarse ni sentir emoción alguna. Os vio caer en lo que pensó que era vuestra muerte y tras ello hasta sonrió, diciendo que ya había dos traidores menos en el recinto Amón….”.-

En ese momento, vimos como aquel pobre ciego comenzó a llorar y las cuencas de sus ojos tan vacías, se llenaban de lágrimas que caían entre las pocas pestañas que le quedaban. Le animamos a seguir, aunque nos dijo que lo sucedido tras ese momento había sido tan duro, que le costaba trabajo incluso recordarlo, no solo contarlo. Así, secándose las lágrimas prosiguió:

-“Entonces el sacerdote juez que nos acompañaba y había presenciado todo desde el ventanuco, junto al canalla ese, le dijo en el tono merecido:
´Efectivamente, ya hay dos traidores menos en el templo de Amón: Tú y tu amigo…´

Al oír aquello, ese rufián, que os había denunciado falsamente, había testificado toda esa sarta de mentiras y luego, os había hecho llegar un vaso con lo que pensaba, era veneno; comenzó a temblar y a balbucear agarrándose a mí. Yo me lo intenté quitar de encima dándole un manotazo, llamándole Apofis y culebra asquerosa; mientras el juez le tomaba de un brazo y le hacía ir de nuevo a otra habitación en compañía de un centinela. Allí nos quedamos solos con él y el clérigo juez le expuso que era el espíritu de Apofis, y que como tal en su interior vivía una culebra innoble. De tal manera, el veneno que os había llevado para beber, era el de aquel terrible ofidio nacido de su boca... El veneno de Apofis que solo quería destruir el bien y hacer que reinara el mal. Rápidamente se vio descubierto, y pidió que se buscase al Supremo de Matemáticas, diciendo que este le había obligado a decir todo aquello y que aquel sacerdote de geometría y ciencias del número, era el único culpable. Al oír aquello, el juez ya le tomó por la orejas y le dijo que era un desperdicio y no era ya un hombre, sinó una culebra, desde el momento que hizo cuanto había realizado. Y siendo como era un terrible y venenoso ofidio, debía matar la serpiente que llevaba dentro….

Mandó cerrar aquella celda por fuera y dejamos allí a ese traidor durante un tiempo, quien ya solo pedía a gritos clemencia y lloraba culpándose de lo que le habían obligado a hacer (conforme decía). Nos encaminamos entonces hacia donde estaba el segundo, quien no había querido mandaros la muerte y que seguía solo en la habitación donde le habíamos dejado. Al parecer, había permanecido sentado y pensativo, frente a la taza de lo que él pensaba, era un fuerte veneno. Entró el sacerdote juez y le preguntó por qué no se lo había bebido, a lo que le puso cara de extrañeza y de no merecerlo. Tras ello, le dijo que nos comentara por qué no había querido mandaros a vosotros el veneno y respondió que quizás erais, de algún modo inocentes; que tenía dudas de todo. A lo que aquel inteligente juez le fue preguntando, hasta que contó que el Supremo de Matemáticas les había convencido a él y a su amigo de letrinas, para decir aquello sobre vosotros (a cambio de dinero y de salir de aquel trabajo)….

Tras ello, el juez planteó una situación y un hecho que yo no alcanzo a comprender, pues creo que bastaba con haberle condenado ya en ese momento del delito de falso testimonio y haberle aplicado el castigo. Pero el sacerdote que actuaba de magistrado, continuó hablando con él y le dijo que aún tenía un medio de salvarse y este era decidir a quién debía mandar el veneno que tenía delante de él, pues en toda esta escena había un culpable de traición…. Aquel hombre comenzó a dudar y tras reflexionar mucho, casi llorando, dijo que si alguien se merecía “tomar esa taza de muerte”, ese solo era el Supremo de Matemáticas; quien les había engañado. Al decir aquello, el juez  hizo llamar al Sumo Sacerdote, quien al poco rato entró solo, preguntando qué pasaba y por qué se solicitaba su presencia allí....

El sacerdote que juzgaba los hechos, le comentó que habiendo preguntado al reo de falso testimonio sobre el culpable de todo, este había manifestado que de haber alguien que debiera ingerir aquel vaso con veneno, ese era el Supremo Matemático…. El Sumo Sacerdote quedó pensativo y le dijo directamente a aquel traidor venido de letrinas, si no creía que era él mismo quien debiera tomarlo; a lo que ese rufián dijo temblando y llorando que no, que él solo había obedecido órdenes. De tal manera, el Sumo Sacerdote pidió que viniera el Supremo Matemático y le ordenó que bebiera aquella pócima, pudiendo oise como al poco aquel caía al suelo (en menos de diez respiraciones, desde que se le oyó dar el primer trago). Tras ello le dijo el Profeta al que juzgaban, que si no hubiera deseado la muerte de un sacerdote quizás hubiera quedado libre de culpas y que si hubiera mostrado intención de beber aquella taza él mismo, hasta se hubiera salvado. Pero, después de lo que había hecho, era ya condenado de por vida, a La Casa de la Muerte.

Así mandó que vinieran dos clérigos a los que dijo que llevaran a aquel hombre a las inmediaciones de las necrópolis, pues iba a ser ya para siempre Tarichueta y a lo máximo que podría aspirar en su vida sería a llegar a Parachista, sin salir nunca mas de entre los Obreros de la Muerte. Dicho aquello, el reo  fue llevado hasta la ciudad de los muertos, donde le recibieron los vecinos de su nuevo barrio, en el que vivirá para siempre entre los cadáveres y las momias, que salará y a los que extraerá sus entrañas. Pues aquel que allí entra, normalmente nunca sale ya de esta vida, que consiste en salar o sacar las vísceras de los cuerpos de los muertos. Por ser así los allí destinados y por haber llegado a ese lugar de castigo quienes a eso se dedican, los familiares de los difuntos, les apedrean al ir a recoger los cuerpos momificados por aquellos”.- (Muy interesante es esta referencia que hace a los dos tipos de embalsamadores más precarios como eran los “tarichuetas”, que se dedicaban a salar los cadáveres y los “parachistas”, que les extraían las vísceras, una vez secados y salados. Gentes que vivían en el barrio que se denominaba de los muertos, donde los cadáveres se apilaban junto a sus casas, siendo allí preparados durante siete semanas -setenta días-, para llevarlos luego a enterrar. Tal como narra, antes de ir a recoger el cuerpo ya momificado, los familiares apedreaban simbólicamente a los “parachistas” y “tarichuetas”, que habían secado y embalsamado el cadaver; insultándolos y haciéndoles huir del cuerpo ya preparado; que tras este extraño ritual, los parientes se llevaban para darle tierra.) 

Cuando terminó de contar aquello, el maestro músico buscó donde estaba Pitágoras y le dijo tocándole levemente:
-“Mientras tomaban a aquel hombre de los brazos los clérigos, para llevarlo al barrio de los muertos, El Sumo Sacerdote nos hizo salir de la habitación a mí y al resto de personas. Pero antes de que nos fuéramos, le dijo al condenado que se marchaba, con un tono muy severo:

Tú que vas con los difuntos para siempre, recuerda que eres el Ka de ese griego de Samos, al que voluntariamente destruiste, enviándole a la Barca de Ra. Y que también eres el Ba de este Supremo Sacerdote, al que obligaste a beber veneno, dándole muerte por voluntad propia….No tienes ni Ka ni Ba, eres un muerto y con ellos has de ir por siempre….”-

Al oír aquello, Pitágoras dio un brinco y preguntó:
-“¿Mi Ka?. ¿Qué tiene que ver mi alma en todo esto?”.-
Y el maestro le comentó:
-“Tu Ka en la nueva vida que acabas de nacer, es este hombre que ahora trabaja en el barrio de la muerte de Uaset. Cuídate bien de que viva y te perviva, pues si aquel ser muere y no te han asignado otro Ka ganado por méritos en el templo, es posible que te quedases sin "alma" y el que está sin Ka en Egipto, es una momia viviente.

Los sacerdotes siempre tenemos un Ka, que ha nacido en la nueva vida con nosotros y aquel quien lo es igualmente sabe que es él nuestro espíritu, deseando deshacerse de nosotros para quedar libres. Ellos no dejan de pensar en su destino, vinculado siempre a lo que nos hicieron y no nos olvidan en ningún momento y si los dioses les abandonan, o se ven en una vida tan desdichada que creen no merecer.... Terminan muriendo y dejando testimonio de que el hombre al que pertenecían como Ka, les ha enviado a un destino terrible e injusto. Tanto como para desear fallecer o darse muerte. Si ello ocurre, puede que tu vida se convierta en un infierno al haber perdido el Ka, que no es otro que tu propio cuerpo en la vida anterior… Pues ese eres de algún modo tú mismo, que aún vive en la ciudad de Uaset, donde moriste para nacer de nuevo en el Bajo Egipto, hacia donde ahora nos encaminamos en esta Barca de Ra.”-

Nos quedamos profundamente pensativos Pitágoras y yo al oír restas palabras, que además demostraban la complejidad de normas y modos de vida en Egipto. Por lo que preguntamos si había algún modo de poder controlar o saber, qué era de “nuestro Ka, en el otro lado del imperio del Nilo”. A lo que nos contestó el viejo amigo que sí, pues si en nuestra nueva vida teníamos honores o placeres inmerecidos, quien iba a ser castigado y enviado a un peor estado, sería el Ka. De tal manera, si por ejemplo éramos nombrados altos funcionarios en nuestro nuevo destino o si gozábamos de grandes honras, o de riquezas, de manera inmerecida; el Ka nuestro iba a ser fuertemente castigado y enviado a peores lugares y a una peor vida (pudiendo llegar a autodestruirse). Por lo que a partir de ahora habíamos de cuidar mucho el equilibrio entre lo que merecíamos y lo que recibíamos….

Oído aquello, le pregunté rápidamente si el segundo canalla, ese que nos había mandado el veneno, era mi Ka. A lo que asintió diciendo.

-“Realmente, esa es tu alma y tuviste peor suerte que Pitágoras, pues este segundo fue tomado por Apofis, la serpiente cruel, por haber mandado el veneno a dos inocentes. Como os decía, la escena de iniciación continuó cuando el Sumo Sacerdote nos hizo salir de la habitación donde había caído poco antes el Supremo Matemático, abatido por el elixir, quedándose allí solo. Mientras nos íbamos de allí, dijo aquello al que llevaban a la Ciudad de los Muertos y volvió donde estaba el Supremo, pues me comentó el sacerdote juez que seguramente deseaba hacerle unas preguntas mientras aquel estaba en los sueños del vaho de Imnhotep….

De tal manera, tras ello, dejamos al Sumo Profeta solo y el juez y yo pasamos a veros, pues nos dijeron que había llegado hasta vuestra celda el médico. Estabais también dormidos por efecto del mismo “vaho” y mientras os estaban circuncidando, os hizo el juez algunas preguntas, de cuyas respuestas tomó nota el escriba oficial del templo. Contestaciones en las que, por suerte para vuestro destino, nada comprometido ni extraño dijisteis (a excepción de lo que ya os comenté sobre que pretendíais entrar en sacerdocio, al pensar que quizá podían invadirnos los persas…). Por lo demás, al terminar de circuncidaros, el médico comenzó la oración a Ra, en la que pedía por vuestra curación y que despertarais a un amanecer limpio, en el que, ni siquiera la suciedad pudiera vivir en aquellas partes más profundas e íntimas.

Se levantó después y dijo que ya erais purificados.... Tras ello preguntó si ambos traidores eran Apofis, pues algo raro había en la ceremonia. Dijimos que no, que uno de ellos no había sido tenido más que por el espíritu del malvado Seth, a lo que el médico sonrió y comentó que a ello se debía seguro  el hecho de que tan solo hubo de cortar "una cabeza de culebra", pues la otra venía ya sesgada. No entendíamos lo que quería decirnos y el que os intervino, enseñó el pene de Joshúa ya circunciso, en el que él solo había hecho un leve corte ritual. Tras ello, comentó que aquella segunda no era una culebra como Apofis, pues ya había sido cortada su cabeza....

Pasó a untaros la zona cortada con grasas curativas y mientras os vendaba, comenzó de nuevo a rezar diciendo que esta parte que ahora cerraba con gasas, era la momia de aquellos dos traidores que habían quedado sin Ka ni Ba.... Pidiendo a Ra que esta parte vuestra así ´momificada´ durmiera el sueño de los difuntos, como debía hacerlo. Se levantó y dijo en tono ceremonioso que el "Círculo de Ra" había emergido en su amanecer y la culebra había sido cortada, expulsando su veneno (se refiere caramente al significado de la circuncisión entre los sacerdotes egipcios y a la obligación de ser célibes mientras estaban en el templo). Se retiró aquel médico y quedamos muy impresionados de que el destino y los dioses pudieran haber hablado  de manera tan clara, sabiendo que uno de los dos traidores no era una serpiente. Me dirigí donde estaba el sacerdote juez, quien había presenciado vuestra ceremonia de circuncisión realizando allí el Juicio de Osiris y le dije que había sido maravilloso conocer como podia llegar a interpretarse la voluntad de los dioses, incluso leida en las zonas mas impuras y en este rito tan doloroso. Aquel se sonrió y me comentó que aún quedaba un canalla por juzgar, invitándome a ir hasta él.
Así nos dirigimos a la celda donde estaba encerrado el segundo traidor, quien no paraba de llorar y lamentarse. Igualmente dijo que la culpa de todo era del Supremo en Matemáticas, pero se le advirtió que ya de nada servía aquello, pues había acabado con vosotros. Se le dijo que por fin se había descubierto quién era el verdadero espíritu de Apofis: él y solo él; mientras el en su rufián compañero, había sido hallado el del cerdo Seth. De tal manera, le advirtieron que obligatotriamente había de acabar con la culebra que llevaba dentro y se hizo traer una cesta cerrada, que solo contenía las cuerdas métricas que habíais usado para explicar las pruebas de matemáticas (enroscadas). Se le dijo que aquello venia del templo de Mehent y era una serpiente venenosa de gran tamaño, abriendo un poco la tapa para que observara lo que en la oscuridad parecía una tremenda culebra.

El cestillo con la cuerda enroscada,  se le dejo junto a él en la celda y se le dijo que lo abriera, para enfrentarse a su ser interior y matarla. Pero aquel cobarde no se atrevió a hacerlo. Al poco rato entraron los clérigos en la habitación y al ver que nada hizo por luchar contra lo que había en el cesto, nos dijeron los sacerdotes expertos en lectura de la voluntad de los dioses, que ya era seguro que el espíritu de un ofidio innoble vivía en el interior de aquel hombre. Un ser cobarde y terrible, que ni siquiera se atrevía a mirar aquello que solo contenía cuerdas....

Al ver que nada hacía por abrir la cesta ni acabar con el enemigo que le habían puesto, le preguntaron cómo mataría él esa serpiente escondida allí y dijo a los clérigos que con gatos, o con mangostas (pero nunca abriéndolo, pues de seguro antes de hacerlo, el ofidio podía matarnos). De tal manera explicó que lo mejor para acabar con "la culebra" allí escondida, era meter en cestillo al gato o a la mangosta.

Ello confirmó definitivamente que era Apofis encarnado en un hombre y le dijeron que allí solo se escondían enroscadas, las cuerdas de matemático y  que de haberse enfrentado a ellas y abierto el cesto, quizás le hubieran mandado a la guerra (ya que conocían sus fuertes dotes de asesino). Pero al no hacer nada por luchar y viendo que era un completo cobarde, le destinaban a vivir como una serpiente innoble en el desierto. Diciéndole que iba a ser vendido como esclavo, para hacer pozos o para trabajar de por vida en las minas de oro. Pues su espíritu no era ni el de una sierpe siquiera, ya que su Ka valía menos de una cuerda métrica, a la que no se atrevía ni hacer frente.... Todos rieron al oír aquello....

El hombre comenzó a lamentándose y mientras le sacaban así llorando del recinto sagrado, el Sumo Sacerdote le gritó desde lejos, advirtiéndole que no olvidara jamás que de por vida sería el Ka del hebreo que había matado y al Ba del otro griego, al que también había envenenado. Que era un ser sin Ka ni Ba y, por lo tanto, no tenía vida. Así marcharía por siempre a la esclavitud, para trabajar bajo tierra, en el reino de los muertos. Allí donde os había mandado a vosotros...”.-

Tras oír aquello le pregunté por mi Ba y me dijo que no sabía donde estaba, pero que seguramente alguien lo sabría y me lo diría, en el nuevo templo al que nos dirigíamos; pues muy probablemente había mas implicados en la trama, quienes habían deseado destruirnos o que muriéramos en aquellas circunstancias. Nos quedamos reflexionando sobre el significado del Ka y del Ba, sin poder llegar a entender cuan complicado era Egipto y sus ritos religiosos; y mientras hablábamos me extrañó mucho la atención que ponía hacia nosotros el barquero mientras hablábamos, en muchas ocasiones. Pues aunque nos dijo el maestro ciego que era sordo y mudo, no parecía muy lógico que nos mirase tanto e incluso pareciera intentar escuchar las palabras que decíamos a veces.

Le pregunté sobre aquel y me confirmó el maestro arpista que a la salida del templo de Uaset, le aseguraron y habían dicho varias veces que se trataba de un piloto de la Nave de Ra, que llevaba a difuntos de un lado a otro y que efectivamente era sordo y mudo. Por lo que no había problemas para sincerarnos entre nosotros, aunque a él  había de hablárle por señas (al no entender tampoco jeroglífico alguno). Pese a ello, la actitud que esyte tenía muchas veces, cuando charlábamos no me gustaba y parecía que de algún modo intentaba enterarse de nuestras conversaciones….

Estábamos a medio camino ya entre Uaset (Luxor) y la Ciudad de Ra (se refiere a Heliópolis) y paramos en un embarcadero, donde había que esperar a que nos bajaran a una zona del rio menos alta. Allí veíamos como lentamente los campesinos abrían las compuertas y nos llevaban hasta un estanque donde se vaciaba poco a poco el agua, hasta nivelarse con la sigueinte zona del Nilo. Mientras aquellos quitaban la arena y las maderas (que habian colocado para hacer de presa) nos llegó una extraña noticia, pues nos preguntaron los de una barca de al lado de donde procedíamos. Les dijimos que de Uaset y al ver por nuestras vestimentas que éramos clérigos, dijeron si viajábamos por algo relacionado con los funerales del Sumo Sacerdote…. Nos quedamos pensativos y les preguntamos de qué Primer Profeta muerto hablaban, a lo que contestaron que del de Ipet Sut, el Sumo Sacerdote de Amón en Uaset…. Del cual, las palomas mensajeras del templo, ya habían avisado a todo Egipto que había muerto tres o cuatro días antes…. No dijimos nada más a esos de la barca contigua y que deseaban hablar con nosotros de ello; afirmando que nada podíamos contarles. Tras ello, nos fuimos hacia el maestro ciego (quien tocaba su arpa) a comentarle discretamente, lo que nos acababan de contar.

El músico se quedó muy sorprendido y tras saber aquello, nos dijo que habíamos de parar en algún templo para preguntar si era verdad, pues lo sucedido, no le gustaba nada…. Cuando bajaron la barca al nuevo nivel del Nilo, y continuamos le pedí al piloto por señas que en el siguiente lugar donde hubiera un templo, nos parase. Por lo que indicaba con sus manos, parece que me entendió y así estuvimos navegando unas horas mas hasta ver en la lejanía unas columnas que parecían las de lugar sagrado. Precisamente se trataba de la ciudad abandonada de Akhenatón, la que había fundado el cismático faraón Amenofis IV y que fue abandonada poco después de la muerte de ese rey hereje. Queban tan solo en pié en ella, algunos templos que habían dedicado a Amón, para que nadie entrase en aquella ciudad maldita, a invocar a otros dioses de Egipto que no fueran los de Amón-Ra (y para que nunca mas, allí se recordara ni adorase al Atón, del cisma...).

Le pedí al barquero que parase cerca de aquella ciudad en ruinas, porque íbamos a salir de la nave un momento para visitar sus templos. Tras encallar este a un lado del rio la falúa, Pitágoras y yo nos dispusimos a encaminarnos hacia el único santuario habitado, que de lejos se veía. Al llegar a aquel, nos dimos a conocer como sacerdotes y preguntamos si era verdad que el Profeta Primero de Amón Ra en Uaset había muerto, lo que nos confirmaron los clérigos de ese templo, en las cercanías del Nilo. Regresamos después con prisa a nuestra nave, pero allí extrañamente no estaba el barquero. Subimos a ella y preguntamos al maestro si sabía donde se encontraba el piloto, diciéndonos este que no y que apenas se había dado cuenta, en qué momento ese hombre había abandonado la borda.

Le comentamos que era verdad la Muerte del primer Profeta del Sur de Egipto y aquella situación no le gustaba nada al maestro, quien empezó a inquietarse. Intentamos tranquilizarle, pero aquel estaba cada vez mas nervioso. Pasó un largo tiempo desde que esperábamos al barquero y no aparecía, por lo que el maestro arpista se puso verdaderamente nervioso. Le preguntamos qué le pasaba y por qué sentía tanto miedo al ver que el piloto no venía o se retrasaba en volver, a lo que nos dijo muy temeroso:

-“Esta última noticia sobre la muerte del Sumo Sacerdote de Ipet Sut, no me gusta nada. Ello porque demuestra que quizás hay algo que yo no sabía, en toda la trama que vivimos y en lo que fue sucediendo…. Pues la defunción del Prrofeta puede haber sido consecuencia de algo extraño que en el ambiente había; de hechos que yo no sabía.... De otras tramas mucho mas terribles que han sucedido y estaba tras todo lo que os he ido contando... Pues quizás, vuestra escena de iniciación no fué solo eso y por ello se complicaba tanto a cada momento....

Además lo peor, es que cuando muere un Sacerdote Supremo o un Profeta de este rango, lo primero que hacen los embalsamadores es estudiar a fondo su cadáver. Pues si vieran señas de que ha fallecido envenenado o de forma no natural, se transmite al templo que pasa a narrar y recoger en los escritos y los escribas, todas las situaciones y hechos que en estos días anteriores a la muerte, han sucedido en el recinto sagrado. Ello, porque entre los sacerdotes que hayan rodeado o convivido los últimos días días, se busca uno para ser el Ka del Sumo Profeta”.- (es cierto lo que narra de que al morir alguien de rango elevado en Egipto -o de quien los familiares sospecharan había sido asesinado- los médicos embalsamadores pasaban a hacerle la autopsia y de haber pruebas de "muerte no natural", se daba cuenta del hecho a los jueces) 

 
Entonces le preguntamos si a aquel sacerdote del templo, del que decidían era el Ka del Primer Profeta (asesinado), le daban muerte a la vez que se preparaba la momia del Supremo o del Sumo Profeta (o era matado durante los funerales de este). Pero el maestro arpista nos dijo con cara de gran preocupación:

-“No. El Ka va a acompañarle a La Duat. Pero vivo. Se le entierra en vida. Dicen que es un medio para evitar que nadie atente contra los Sumos Sacerdotes y para que nadie desvele los secretos de religión y las tramas e iniciaciones de los recintos sagrados. Pues todo cuanto os narro es tan sagrado en Egipto, casi tanto como el propio Faraón…”-

Tras oír esto, le preguntamos:
-“¿Y, nosotros en todo ello, qué tenemos que temer… Si nos dirigimos hacia Iunu y ya hace tiempo que hemos salido de Uaset, donde hemos dejado la antigua vida?.”-

A lo que una voz desde fuera del barco, de alguien que entraba por la borda contestó:
-“Mucho, pues parece que han envenenado al Sumo Sacerdote y en breve van a avisar sobre ello con palomas al templo de Ra en Iunu, donde os esperan. Así que es muy posible que el acusado de ello sea este ciego músico, ayudado por vosotros y quienes habeis huido del templo, tras una extraña trama y justo en los días en los que moría el Sumo Sacerdote de Ipet Sut”.-

Nos quedamos aterrorizados al ver que quien se dirigía así hacia nosotros, era el barquero, que nada de sordo ni de mudo tenía…. Mas, tras pronunciar esas palabras el piloto de la nave (que entraba rápido por la borda de la falúa, empujándola y echándola a navegar al rio). Dijo en tono muy grave el maestro arpista:
-“ ¡Tenías que ser tú…!. Reconozco perfectamente tu voz, aunque hayan pasado mas de veinte años sin escucharla…. Eres tú, mi Ka, el traidor que fue condenado por matarme sin culpa y que ha vuelto para vengarse de mí y de la esclavitud con la que has pagado tu crimen. Claro, es por ello, por lo que no hablabas y te has hecho pasar por sordo y por mudo, para no ser reconocido.”-

Tras gritarle esto, el maestro se dirigió a nosotros y nos comentó en tono muy fuerte:
-“Vosotros dos, Pitágoras y Joshúa, saltar de la barca, que aún estáis a tiempo. Porque en verdad, no sé donde nos dirige este que han dejado libre y solo desea mi mal. Alguien colocó a mi propio Ka a conducir esta nave, que me ha de llevar a la muerte segura (o quizás hacia algo peor). Escapar vosotros que aún podéis.”-

Mientras aquellas palabras pronunciaba el pobre músico invidente, otras se oían desde fuera , venían de la orilla del Nilo. Nos asomamos a intentar oír qué nos decían y con gran sorpresa vimos que abordaban y saltaban a nuestro barco los cuatro centinelas del templo de Uaset, quienes habían participado en nuestra detención y juicio. Venían al mando del Supremo Sacerdote de Historia y Escritura (el que nos acusó de herejía)… Subieron a nuestra borda a toda prisa los guardianes del templo, acompañados del tremendo clérigo y tomaron lugar en puntos para que no pudiéramos saltar ni huir de ese barco. Tras ello, el Supremo, se congratuló de habernos alcanzado y de haber podido saber cuanto hablábamos a través del barquero, a quien había colocado allí, para que oyera nuestras conversaciones, haciéndose pasar por un sordo y mudo. Dicho aquello, se dirigió a nosotros del siguiente modo:

-“Hace ya días que, siguiendo vuestro rumbo, salimos del templo de Ipet Sut… Pero hemos tardado varias jornadas en decidir alcanzaros y subir a bordo, pues teníamos gran interés de que el barquero nos relatara lo que habéis ido hablando. Precisamente, os hemos alcanzado en la ciudad de Akhenatón, lo que es mas que una señal de los dioses….Así que, el barquero que os escuchó estos seis días de camino, ya nos ha contado que fuisteis vosotros y en especial el ciego, quien creó la trama para que el Sumo Sacerdote fuera envenenado…”.-

Respondimos que nada de eso se había hablado, y que tanto era así, que nos acabábamos de enterar de que el Primer Profeta había muerto…. Por lo que si el barquero afirmaba aquello, era solo por su deseo de dañarnos y de vengarse de quien había sido prisionero y su Ka…. Una y otra vez les dijimos que era completamente falso que pudiera estar alguien de nosotros implicado en un intento de envenenar al Sumo Sacerdote, y menos, este pobre anciano arpista. A ello, contestó el Supremo, que eso lo tendríamos que explicar al llegar al templo de Ra en Iuna, donde nos esperaba un juicio, pues ya se sabía que alguien en Uaset, nos había preparado la huida después de que fuera envenenado el Sumo Sacerdote de Amón…..

El maestro de música, al poco tiempo abrió su boca para decir tan solo:
-“El verdadero espíritu de Apofis se ha apoderado de esta, nuestra barca de Ra. Ahora sí que está ocupada por los nueve pasajeros y ha iniciado su ascenso hacia la “gran Nefer". El horror se apoderará de quienes han de bajar a La Duat en vida por haber violado los secretos del templo y haber roto el Maat. Que Osiris nos proteja ante la Gran Culebra....”- (En la mitología egipcia, ciertamente la Barca nocturna de Ra, que cruzaba La Duat, se ocupaba por nueve pasajeros, quienes iban bajando de ella a lo largo de las horas de la noche. Mientras, Apofis, intentaba que esta no avanzara y la serpiente Mehent -la enroscada- actuaba en un necesario equilibrio entre el Bien y el Mal, preservando el  Maat. Siendo aquella Mehent Warat -la gran circular- el símbolo mismo de la bóveda celeste en sus ciclos, representando asimismo al rio Nilo en sus meandros, que finalmente conducen hasta la desembocadura del rio... El final de la vida que llegaba al delta sagrado)


 

   
   

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